Me decía uno de mis estudiantes de la Universidad Nacional Experimental de Los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (UNELLEZ): "Profesor: ¿si la Universidad se estuviera quemando qué recataría usted de ella? Le contesté: Si en ese imaginario no me colocas vidas humanas, sino solamente la institución y sus aspectos materiales que le dan forma, yo te diría que rescataría el recuerdo de que existió y cómo existió esa Universidad. Porque rescatar reliquias o cosas simbólicas no debe ser la tarea de quien tiene como principio de vida, que es mi caso, construir y crear. Yo me quedo con el espíritu del eslogan que dice La Universidad que siembra, porque partiendo de ese ideal reconstruiría desde los escombros lo perdido y elevaría por encima de las circunstancias el prestigio de la fuese una de las instituciones de mayor presencia internacional en el ámbito investigativo y extensionista." Esta pequeña anécdota nos centra en el interés de lo que necesita hoy día el mundo universitario en Venezuela, contar con un ideal que sirva de ancla, de amarre entre el hombre como entidad transformadora y creadora, y la institución universitaria como centro de saberes al servicio del progreso y el desarrollo de la sociedad. El presupuesto es importante, eso es cierto, pero la fortaleza moral y ética de los miembros de una universidad es sobradamente más importante, porque partiendo de ella se puede reconstruir el espíritu de dicha Universidad.
La situación universitaria en Venezuela es cada día más cruda y conflictiva; ya hasta los propios docentes universitarios bolivarianos padecen la ausencia de un modelo integrador que haga posible mejorar las relaciones materialista que acusan algunos sectores y que muestran a investigadores y docentes padeciendo vicisitudes y limitando de manera abrupta sus posibilidades de subsistencia. Se necesita transformar la Universidad, es necesario construirla desde cimientos sólidos que le permitan impulsar un modelo universitario que sea holístico y que responda a la complejidad del mundo moderno, no que se fusione a ella y sea parte del problema. Las Universidades venezolanas tienen la tarea dura de soportar una crisis de valores y crisis económica que ha pulverizado sus capacidades de motivación y esperanza, pero aún hay una luz al final del camino y hacia esa luz nos guía las ideas del filósofo francés Edgar Morin, para quien la crisis de las universidades en el siglo XXI, es el desenlace de las ideas que no terminaron de nacer y concretarse desde los siglos XV y XVI, con el "Renacimiento" y todo ese boom de ideas greco-romanas que vinieron a despertar el ideario científicos de la civilización occidental.
Morin plantea la necesidad de llevar la realidad universitaria a una revisión desde lo simple, o "unidad elemental indescomponible", la cual excluye lo complicado, lo incierto, lo ambiguo, lo contradictorio. La aplicación de un pensamiento-teoría-método simple a un fenómeno complejo conduce a una simplificación, la cual es la disyunción entre entidades separadas y cerradas, la reducción a un elemento simple, la expulsión de lo que no entra en el esquema lineal. En este sentido, la complejidad es lo que no es simple; lo que no puede resumirse en una palabra maestra. Es un tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados, una paradójica relación de lo uno y lo múltiple, una mezcla íntima de orden y desorden. ¿Cómo se nos presenta? Como lo inextricable, lo enredado, lo ambiguo, la incertidumbre. Por ello, la educación universitaria debe estar orientada a comprender la incertidumbre y no a desviarse de su influencia, tratando, erróneamente, de alcanzar soluciones que terminan por ser "ilusiones", es decir, pensamiento superficial.
En otro aspecto, hay que ser prudentes para no caer en ilusiones; la complejidad conduce a la eliminación de la simplicidad. La confusión de la complejidad con la completud, hace que no se perciba la realidad en el contexto en que se encuentra en nuestras relaciones en sociedad: la totalidad es la no verdad. La confusión de la complejidad con complicación, hace creer que lo complejo puede resumirse en la palabra complejidad, retrotraerse a una "ley de complejidad". Creer en la posibilidad de eliminar la contradicción, la incertidumbre y lo irracional, es el inmenso laberinto en el que se encuentra el sistema educativo universitario actual.
Morin sugiere que las Universidades deben ser impulsoras del pensamiento complejo, para valorar desde él una reforma educativa que parta del reconocimiento de un principio de incompletud y de incertidumbre en el seno de todo conocimiento; ante el cual se ha de aspira a un saber no parcelado, no dividido, no reduccionista, evitando un conocimiento-acción unidimensional y mutilante. Lograr un pensamiento multidimensional que sea capaz de concebir la complejidad de lo real, hace necesario la búsqueda de un método para "Unir lo separado"-"Articular lo que está desunido".
En otro aspecto, Morin se refiere a que la educación universitaria ha de ser la organizadora de la organización, es decir, donde los individuos conocen, piensan y actúan en conformidad con los paradigmas culturalmente inscriptos en ella. El paradigma orienta, gobierna y controla la organización de nuestros razonamientos y sistema de ideas. Es organizador de la organización en tanto gobierna los principios de pensamiento y se encuentra en el corazón de los sistemas de ideas, y comporta un múltiple enraizamiento: lingüístico-lógico-ideológico y también cerebral-psíquico-sociocultural.
A todas estas, Morin plantea su reforma universitaria sugiriendo que se parta de ideas que propicien motivación en el surgimiento de una Universidad que impulse el conocimiento de las partes dependiendo del conocimiento del todo, y que el conocimiento del todo depende del conocimiento de las partes; así mismo, que reconozca y analice los fenómenos multidimensionales en lugar de aislar, mutilando, cada una de sus dimensiones y analice las realidades que son al mismo tiempo solidarias y conflictivas. Ello sin obviar el respeto a lo diverso, en donde al mismo tiempo se reconozca la unidad.
Recalca Morin, los principios para una reforma del pensamiento en las universidades, han de estar vinculados con la visión lógica de confrontar con certeza la causalidad lineal e imponiendo una causalidad multireferencial. Morin hace hincapié, de manera muy general, en los principios de un conocimiento pertinente. Él expresa que en nuestra era planetaria es necesario un conocimiento que entienda los problemas globales, en su contexto y en su conjunto. Ahora bien, para Morin enseñar la condición humana implica crear condiciones en las cuales cada persona reconozca su identidad terrenal, develando lo humano de la humanidad y su pertenencia a una comunidad de destino, a una tierra-patria. El siglo XX, representó, según Morin, una era de antagonismos que dejó una mundialización unificadora y global pero conflictiva y desigual. El siglo XXI, enfrenta retos descomunales, dando cuenta de las nuevas incertidumbres en la ciencia para demostrar las debilidades del paradigma de la simplicidad. Así mismo, se incluye la incertidumbre como variable en nuestro pensamiento, para pensar estratégicamente y no programáticamente.
En concreto, pensar en el futuro como incertidumbre, es asumir el nuevo tiempo con la mente calzada en el esquema real de los nuevos desafíos en el mundo universitario. Enseñar la comprensión es estudiar las raíces de esa incomprensión, fuente de males para el hombre (racismo, xenofobia, discriminación). La misión espiritual de la educación universitaria es enseñar a comprender al ser humano, y luchar por una ética de la comprensión humana, para lograr una paz planetaria.
Toda esta postura de Morin, lleva a una idealización de la ética del género humano que venga a promover una educación universitaria que mire una antro poética, la cual reconozca y forme conciencia de la trinidad individuo-sociedad-especie; que muestre a la humanidad como comunidad planetaria; que fomente una educación para la toma de conciencia de nuestra tierra-patria y traducirla a una ciudadanía terrenal; y que consiga una reforma del pensamiento, una política del hombre y una política de civilización.
Cuando Morin se refiere a la complejidad, hace alusión a lo enredado, al desorden, a la ambigüedad, a la incertidumbre, lo que implica la necesidad de un pensamiento múltiple y diverso que permita su abordaje. El no reconocimiento de esta dialógica orden/desorden nos sumerge en lo que él llama una "inteligencia ciega", que no ve más allá de sus propios límites y ni siquiera reconoce esos límites. Morin entiende por "paradigma de la complejidad", un principio de distinciones/relaciones/oposiciones, fundamentales entre algunas "nociones matrices" que generan y controlan el pensamiento, es decir la constitución de teoría y la producción de los discursos de los miembros de una comunidad científica determinada. De ello resulta una evidente ruptura epistémica, una transformación fundamental de nuestro modo de pensar, percibir y valorar la realidad signada por un mundo global que interconecta pensamientos y fenómenos, sucesos y procesos, donde los contextos físicos, biológicos, psicológicos, lingüísticos, antropológicos, sociales, económicos, ambientales son recíprocamente interdependientes.
Morin distingue acciones concretas entre dos términos: educación y enseñanza. Por un lado, la palabra enseñanza no basta, y por el otro, la palabra "educación" implica algo de más y una carencia. Por esta razón, piensa en una enseñanza educativa. La misión de esta enseñanza es trasmitir, no saber puro, sino una cultura que permita comprender nuestra condición y ayudarnos a vivir. Al mismo tiempo, debe favorecer una manera de pensar abierta y libre.
Morin busca favorecer la autonomía del pensamiento. Por esta razón, un pensamiento capaz de no estar encerrado en lo local y lo particular, que pueda concebir los conjuntos sería capaz de favorecer el sentido de la responsabilidad y de la ciudadanía. La reforma del pensamiento universitario tendrá consecuencias existenciales y éticas. El conocimiento es una orientación del hombre en el mundo, es una forma de dar coherencia y sentido a su posición interna con respecto a su realidad y a la de los otros.
Por su naturaleza, el ser humano es a la vez físico, biológico, psíquico, cultural, social e histórico. Morin remarca, que esta unidad compleja que es la naturaleza humana, está completamente desintegrada en la educación universitaria. Por esta razón, hay que restaurarla de tal manera que cada uno, desde donde esté, tome conciencia al mismo tiempo de su identidad compleja y de su identidad común a todos los demás humanos.
En el desenvolvimiento e intercambio con los otros, el sujeto sufre una constante interferencia de su posición interna como de su proceder en el mundo. De este feed back entre individuos se constituye lo socio-cultural, el medio en donde se organiza y reorganiza la vida tanto singular de los sujetos como toda la posibilidad de construcción común de los conocimientos. La ciencia, la educación, la política, los procesos sociales y económicos no puede escapar al condicionamiento cultural. Las manifestaciones científicas y culturales ligadas a los conceptos emergentes están involucradas en circuitos recursivos, en interacciones no lineales dentro de la ciencia y la cultura misma.
A todas estas, la educación universitaria no ha sido ajena a este pensamiento simplificador. Frente a realidades cada vez más complejas que ponen en evidencia la necesidad de un conocimiento multidisciplinario, la educación, tradicionalmente, ha formado al ser humano con esquemas disyuntores, que buscan la comprensión a través de la separación de las partes.
Una verdadera reforma educativa en el ámbito universitario, requiere un profundo cambio en los esquemas tradicionales de enseñanza. Una postura abierta a la realidad en sus múltiples facetas, desde sus distintas aristas, enmarcada en una dialógica de aspectos que pueden ser, al mismo tiempo, antagónicos y complementarios. En este sentido, la reforma que plantea Morin, y que vemos necesita con urgencia las Universidades venezolanas, trasciende de la reforma curricular, porque entraña el concepto de un hombre que entrelaza una vertiente biofísica y otra psico-socio-cultural, ambas en permanente interacción, siendo esta fórmula la que hará posible articular Universidad en sintonía con las necesidades reales de las comunidades y produciendo cambios sustanciales que hagan de ella un referente idóneo para el reimpulso de las condiciones humanas en este siglo XXI.