Alquimia política

La Asamblea Universitaria como centro de poder de las Universidades

El grave problema por el cual atraviesan las Universidades en Venezuela y en buena parte de Latinoamérica, es de la competitividad del conocimiento. Ya se ha impuesto en el ámbito internacional la figura del ranking por artículos arbitrados publicados (en Revistas académicas reconocidas), y la consolidación de Centros de Investigación que coadyuven a las políticas de desarrollos de los Estados Nacionales. En países como Chile, Colombia, Ecuador y Argentina, que aún se impone de manera directa los méritos académicos por sobre los intereses políticos, muy a pesar de lo que ocurre en Venezuela, donde los méritos académicos ya no son cuestión de interés para ocupar los cargos. Esta distorsión del perfil de quienes tienen la capacidad de toma de decisión en el ámbito de la academia, ha pervertido los mecanismos de atención a las necesidades intelectuales y de investigación que la Universidad debería enfrentar y mejorar su capacidad de respuesta en estas áreas para brindarle a la institucionalidad Universitaria prestigio y altos grados de credibilidad en cuanto a los aportes que brinda a la sociedad.

El asunto se vuelve complejo cuando se aprecia que los nuevos docentes universitarios no llegan a la academia con una visión clara de cuál es su papel como académicos; tienden a enfocarse más a la docencia y a entenderse como “profesores de algo” y no como “precursores de ideas o fomentadores de nuevo conocimiento”. Este tipo de docente universitario al tener la oportunidad de prestar sus servicios en Universidades de reconocido prestigio y competitividad de conocimiento, tienen dos caminos a seguir: abandonar la experiencia ante la falta de habilidades y destrezas intelectuales como investigador o docente; o crecer como profesional y comenzar a cambiar su concepción como académico.

No hay necesidad de esperar vivir la experiencia con instituciones Universitarias de renombre para alcanzar despertar y asumir el compromiso con la academia en el marco de todas sus letras y todas sus modalidades; se puede comenzar desde adentro a propiciar un cambio radical y transformacional que haga posible sustentar una Universidad liberadora, participativa y protagónica. Lo primero que hay que entender es que necesitamos tomar el poder del co-gobierno Universitario. Las Universidades, a través de la autonomía y sus estructuras descentralizadas, domina los procesos en las Universidades. En algunas se construye una planta profesoral invitando a la sapiencia y al talento, en otras se manipulan los Concursos y se construye una planta profesoral sin vocación, con esquemas burocráticos retardatarios que van dilapidando la confianza y majestad de la academia. Pero a pesar de estos vicios es posible brindarle a las Universidades la oportunidad de reorganizarse y reorientarse, cambiando las estructuras de poder; el Rector sigue teniendo mucho poder, demasiado para lo que necesita la Institucionalidad Universitaria. Es necesario fragmentar ese poder y reasignar competencias de tipo representativas y de gestoría a la función del Rector. Se rompe esa relación de “interés” y “abuso de poder” que hoy día pervierta la toma de decisiones en las Universidades, sobre todo en las venezolanas.

Pero ese poder debe ser concentrado en una instancia capaz de resolver los problemas de tipo domésticos de las Universidades y los problemas de tipo académicos. Si se asiste al concepto de organización matricial que es el que ha prevalecido en las Universidades modernas, se aprecia que hay en cada escalón o estrato de la matriz de poder desequilibrios en razón de los intereses de la masa estudiantil y los intereses de los trabajadores Universitarios; hay Reglamentos construidos a favor de los grupos de poder en las Universidades y no a favor de la comunidad Universitaria. Hay Universidades, destaco un caso de Venezuela, donde el órgano máximo de toma de decisión lo han concentrado en el Rector y en el Consejo Directivo, Consejo que termina estando compuesto por una representatividad simbólica, pero no comprometida con las causas que padece la comunidad Universitaria. Este Consejo Directivo, en el ejemplo que menciono, se autorizó cancelar primas salariales por montos cinco veces mayores de los salarios de un docente universitario de clasificación titular, y quienes ocupan los cargos no tienen ni estudios ni una clasificación superior de agregado. Estos vicios, estas anomalías las soluciona de manera directa una “Asamblea Universitaria”, la cual la conformarían representantes de la comunidad Universitaria, pero también toda la comunidad Universitaria porque las decisiones deben tomarse en consenso y en consulta popular. No se desestima el carácter colegial y técnico de un Consejo Directivo u organización ejecutiva de asesoría a un Rectorado, pero las ideas que se llevan a discusión y consideración, deben venir de esa Asamblea Universitaria.

Es importante comprender que la figura de la Asamblea Universitaria garantiza criterios de transparencia a las actividades y competencias propias de las Universidades. Es una instancia receptora de las inquietudes de todas las personas que hacen vida en el mundo académico, y en ella responde con instrumentos de normas, mandatos en forma de resoluciones y remitidos, en fin, responde con instrumentos formales que reivindiquen a cada trabajador Universitario, devolviéndole a la academia la confianza e integridad en cada uno de los procesos que enfrenta.
La Asamblea Universitaria es una instancia supra en el co-gobierno Universitario, la cual debe ser presidida por un representante elegido del seno de esa Asamblea, y no el Rector; sus competencias son las de un director de debate no de una autoridad que imponga conductas o sugiera personas o situaciones que busquen ser impuestas o visibilizadas por el hecho de haber estado engomando de halagos al representante mayor de la Asamblea. Es importante comenzar a diseñar esa estructura nueva que idealice el trato humano en la comunidad Universitaria y que termine de cerrar ese espacio de improvisación y demagogia en el cual se han ido convirtiendo las Universidades.

Esta figura de las Asambleas Universitarias que pareciera novedad en países que promulgan la democracia participativa, es algo que ya se viene experimentando en Chile y en Argentina; son órganos de co-gobierno superior de las Universidades, que contempla como principales atribuciones: Fijar la política universitaria, Modificar total o parcialmente el Estatuto de la Universidad, Elegir Rector y Vicerrector por mayoría absoluta de todos sus miembros, y Crear nuevas facultades o escuelas. Se congrega con la participación de autoridades y representantes docentes, graduados, estudiantiles y del personal administrativo y de servicios de las Universidades; investigaciones de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, organización intergubernamental regional autónoma para América Latina y el Caribe, dedicada a la investigación, docencia y difusión de las ciencias sociales, conocida como FLACSO, expuso desde finales de los noventa una tesis bien clara acerca de la necesidad de democratizar las Universidades ante las acciones desproporcionales de autoridades que están fuera de cualquier interés académico. Las Universidades están para coadyuvar al Estado y a la Sociedad, no para erigirse como grupo de interés en favor de una camarilla de pillos que hace uso de sus recursos y potencial transformador, para enriquecerse y proteger actos lascivos de corrupción.

Otro aspecto que destacan las investigaciones de los grupos de FLACSO, es que las Universidades son centros que se fortalecen y se enriquecen a través del prestigio que le da el factor humano profesional y las iniciativas de estudios al servicio de los problemas de la sociedad en su contexto general. Las Universidades que se cierran a la Sociedad terminan por ser escombros, espacios ocupados, pero no identificados con los valores de la propia Sociedad.

Hay instituciones Universitarias en Venezuela que, contando con una planta profesoral competitiva y altamente calificada, prefiere sub-utilizarla y en su lugar contratar personal adepto a intereses mercantilistas para poder darle riendas sueltas al morbo de la corrupción, pero que a su vez, ante los reclamos propios de grupos de docentes que tienen clara percepción de lo que están haciendo las autoridades corruptas con su Universidad, hoy día asumen una estrategia que le ha dado tiempo para hacer sus fechorías, aunque dificulto que en el plano moral y ético pueda ayudarles en un futuro; me refiero a la estrategia del “silencio administrativo” que no es más que una artimaña para callar las voces críticas, irreverentes y rebeldes en el seno de las Universidades venezolanas.

La situación ya hoy día es crítica, más se ha acentuado en países latinoamericanos que ven comprometida su estabilidad política; se hace necesario proponer a los Estados Nacionales darle forma a un modelo de desarrollo para las Universidades basado en la doctrina de los derechos humanos y en la democratización del co-gobierno académico; esta iniciativa debería recoge la tipología de las tres generaciones de los derechos humanos, donde encontramos los de primera generación expresados en los derechos civiles y políticos, los de segunda generación manifestados en los derechos económicos, sociales y culturales, y finalmente, los de tercera generación como son los derechos a vivir en un medio ambiente libre de contaminación o el derecho a la paz; en tal sentido, se debe concebir un Modelo de Universidad Liberadora como parte de un proceso histórico de construcción y modernización de los Estados Nacionales, respetuoso de la tradición democrática de los pueblos y propiciando una verdadera modernización de las relaciones humanas y académicas entre las Universidades y la Sociedad.

Es prioritario desmontar la estructura de poder de las instancias Rectorales, porque se ha evidenciado, de acuerdo a estudios de FLACSO, que han servido de medio de cultivo para decisiones contrarias a los intereses y fines de las Universidades, promoviendo el deterioro del prestigio y la confianza de la administración y manejo del conocimiento, situación que repercute en el desenvolvimiento adecuado de los planes y proyectos regionales de los Estados.

Lo lamentable de proponer estas nuevas estructuras de poder que alimenten la confianza y los valores en el ámbito de las Universidades modernas, es que existen autoridades, de carne y huesos, que piensan de la manera expresada en el epígrafe de este artículo: creen que por ser condescendientes y rastreros al orden instituido, lograran aportar a la sociedad lo que ésta exige y merece. La Sociedad, como centrífuga, los desechará y pasaran a la historia como un vago recuerdo circunstancial de autoridades que entendieron la Universidad como una empresa a su servicio y no como una institución para servir y hacer Paria. ¿Quieren Socialismo? Democraticemos las Universidades a través de las Asambleas Universitarias.




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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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