Si no entendemos que una Universidad
es conocer, colocando al servicio de la gente las ideas;
educar, formando a las personas para darle uso adecuado a las ideas;
y transformar, dándole un sentido social a las ideas para que
siempre estén al servicio de la gente y no para que la gente esté
al servicio de las ideas, que al fin y al cabo no son nada
sin las personas, no habremos podido comprender aún su significado
y su valor en este mundo planetario en civilización…
R.E.A.A. (2018)
¿Cómo poder refundar la Universidad venezolana en la contemporaneidad sino no se conoce, en su esencia y trascendencia, cuál ha sido su origen en el marco del pensamiento occidental? Para ello, vamos a permitirnos hilvanar varias ideas que nos centre cómo surgió ese espíritu crítico, irreverente y rebelde de las Universidades y quiénes han constituido parte de ese origen como precursores y divulgadores de nuevas maneras de entender el conocimiento y su utilidad para la sociedad.
La universidad es un espacio que fue creado para dotar de instrumentos teóricos y técnicos a los hombres con la finalidad de hacer más eficiente la transformación y modelaje de su entorno, a efecto de garantizar no sólo su confort, sino su sobre vivencia. El origen de estos espacios se remonta a la Grecia antigua, cuna del pensamiento occidental y tomarían cuerpo programático y sistemático durante la Edad Media, después del siglo XII d. C., para proyectarse como centros de creación de nuevo pensamiento a partir del siglo XVI con el auge en Sicilia-Italia de pensadores y artesanos que proyectaron ese conocimiento enclaustrado durante siglos, hacia las comunidades. Aquello se conoce en la historia como el "renacimiento", que no fue otra cosa que hacer del conocimiento de la sociedad las discusiones y reflexiones restringidas a los monasterios y claustros que se hacían llamar "universales". La palabra universidad constituía una abreviatura de la expresión latina universitas magistrorum et scholarium, que significa gremio, o unión, de maestros y estudiantes, organizada para el beneficio mutuo y la protección legal de este colectivo.
En una palabra, la universidad desde el significado de su término denominativo, es una instancia reservada a grupos, por lo cual cambiar su condición y fundamento en el siglo XXI, implica una tarea titánica, porque estamos hablando no sólo de "reformar" una estructura, sino de cambiar su condición individualista y segregadora, por una que preserve los valores colectivos y los intereses de diversos sectores organizados, eso sí todos, en la búsqueda de un beneficio común que es el conocimiento.
Ahora bien, universidad está unida a "educación", a formación, a orientación; no es sólo un espacio en donde interactuar y reflexionar acerca de las vías para comprender el hombre y su entorno, sino cómo transformarlo, ya sea para mejorar sus condiciones o para crear nuevas condiciones. Según S. E. Frost (1946), al "…estudiar el desarrollo del hombre desde sus primeros tiempos hasta el presente y desde sus formas de vida más primitivas hasta las complejísimas de nuestros días, impresiona el hecho de que, dondequiera que los hombres han vivido reunidos, haya surgido el interés por la educación. A medida que el grupo se hace más complejo, crece el interés por la educación, y se crean instituciones decididamente encargadas de la tarea de enseñar; surgieron así las escuelas y los sistemas educativos".
Las primeras enseñanzas aparecieron en el grupo familiar; los padres, tíos o parientes cercanos, que de alguna manera tenían una información o técnica que transmitir, lo hacían a los miembros de la familia, no sólo en edades menores, sino hasta en personas de edad madura que había la necesidad de orientar en determinados oficios. En la medida que la convivencia social se hacía más compleja, se fueron formando personas dedicadas al oficio de difundir tradiciones y costumbres, en unos primeros lustros a título individual y privado, y luego en espacios que permitieran no sólo la orientación a uno sino a varios miembros de la comunidad.
Y en ese surgimiento de lugares comunes para transmitir experiencias y saberes, se fue gestando en el perfil del educador primitivo una serie de reflexiones críticas acerca de la realidad y del papel del hombre en esa realidad. Una de las grandes interrogantes de la época, y diríamos que aún lo sigue siendo, es cómo hay que instruir a los demás para que crean que es verdad algo que decimos. Cada pensador se hizo de su técnica para propiciar ese acercamiento al convencimiento de "su verdad", dándose nacimiento, quizás sin un plan preconcebido ni intencional, de la educación como medio para difundir "puntos de vista" con la intención de que sean tomados por otros como verdades.
En este aspecto es importante destacar que aspirando valernos de un lenguaje que propicie vestigios de objetividad, es preferible referirnos a "puntos de vista" o "pensamiento", que "creencias" como se destaca en el párrafo anterior, ya que creer implica aceptar elementos de "misterio", "fantásticos", "difusos"; y no centrarnos en "hechos" o "evidencias" que nos orientan a establecer juicios o criterios acerca de temas de los cuales estamos convencidos, en un momento determinado, que son la verdad y de allí que buscamos imponerla, ganar adeptos. La educación, en este sentido, se identifica con su raíz latina educatĭo, -ōnis, cuya significación es de "acción y efecto" del acto de enseñanza, de Instrucción por medio de la acción de un maestro o sacerdote como era la costumbre en los primeros tiempos de la civilización humana.
De este modo universidad y educación tienen un sentido de coexistencia que bien podríamos definir como espacios reservados para grupos que desean la acción y efecto de enseñar y aprender. Para que ese proceso enseñanza-aprendizaje se de en concreto, tiene que existir un deseo, una motivación de conocer, de aprender. Ello define el diálogo, la comunicación necesaria para construir un sentido real de la universidad como institución formativa.
En este sentido los griegos fueron visionarios; al principio se impusieron una serie de personalidades denominadas los sofistas (a nuestro entender en el siglo XXI, los "dadores de clase"), quienes pensaban que el "…hombre debía prepararse por sí para progresar a toda costa dentro de la comunidad; abogaban por un sistema de educación que ayudara a conseguir la felicidad y asegurara el éxito del individuo…" (Frost, 1946, p.231) Y como para la época, y para el tipo de personas que podían pagar estos maestros, que eran de la clase alta y que tenían a su merced a los esclavos y demás estratos sociales, lo importante era el debate y la oratoria, porque en eso se circunscribía sus vidas como los favorecidos para guiar políticamente al pueblo, los sofistas se enfocaban en preparar para la discusión y la persuasión a sus discípulos, quienes llevarían a los grandes escenarios de la sociedad su técnica buscando el apoyo de las mayorías pudientes.
Quien fundamentó de manera concreta el sentido de esta visión griega fue Werner Jaeger en su Paidea, al decir que es un hecho fundamental de la historia de la cultura que toda alta cultura surge de la diferenciación de las clases sociales, la cual se origina, a su vez, en la diferencia de valor espiritual y corporal de los individuos. Incluso donde la diferenciación por la educación y la cultura conduce a la formación de castas rígidas, el principio de la herencia que domina en ella es corregido y compensado por la ascensión de nuevas fuerzas procedentes del pueblo. E incluso cuando un cambio violento arruina o destruye a las demás clases dominantes, se forma rápidamente, por la naturaleza misma de las cosas, una clase directora que se constituye en una nueva aristocracia. La nobleza es la fuente del proceso espiritual mediante el cual nace y se desarrolla la cultura de una nación. La historia de la formación griega –el acaecimiento de la estructuración de la personalidad nacional del helenismo, de tan alta importancia para el mundo entero– empieza en el mundo aristocrático de la Grecia primitiva con el nacimiento de un ideal definido de hombre superior, al cual aspira la selección de la raza. Puesto que la más antigua tradición escrita nos muestra una cultura aristocrática que se levanta sobre la masa popular, es preciso que la consideración histórica tome en ella su punto de partida. Toda cultura posterior, por muy alto que se levante, y aunque cambie su contenido, conserva claro el sello de su origen. La educación no es otra cosa que la forma aristocrática, progresivamente espiritualizada, de una nación.
Jaeger resume de manera notoria la filosofía de la educación occidental: un proceso reproductor de desigualdades. Ahora bien, también destaca el autor que el punto de referencia de toda la cultura griega en ese proceso formativo, estuvo hilvanado en razón al concepto de "areté", es decir, de virtud; pero una virtud no entendida como un valor moral de la persona, sino como un valor heroico. Su acepción, afirma Jaeger, en su más amplio sentido, no sólo (designa)… la excelencia humana, sino también la superioridad de los seres no humanos, como la fuerza de los dioses o el valor y la rapidez de los caballos nobles. El hombre ordinario, en cambio, no tiene areté, y si el esclavo procede acaso de una raza de alta estirpe, le quita Zeus la mitad de su areté y no es ya el mismo que era. La areté es el tributo propio de la nobleza. Los griegos consideraron siempre la destreza y la fuerza sobresalientes como el supuesto evidente de toda posición dominante.
En razón de estas precisiones, podemos expresar que el origen de la educación occidental no sólo ha estado ligado a la reproducción de desigualdades, sino a la producción de una clase dominante. Si bien los sofistas fueron los iniciadores de una casta de maestros asalariados o compensados económicamente por sus saberes, lo que surgiría después de ellos, a pesar de las distancias que en cierta manera puso Sócrates y sus discípulos en cuanto al cobro como acción contaminante del acto de enseñanza, fue profundizar la construcción de ese hombre superior que dominara.
En este aspecto, la Grecia en la antigüedad, como cuna del pensamiento occidental, tuvo varias etapas en las cuales se fueron dando visiones particulares del hombre y del universo; antes del siglo IV de Pericles ya habían pensadores en Grecia que habían tomado el medio la enseñanza como oficio de vida, adhiriendo adeptos a sus puntos de vista y creando grupos de estudio que aspiraban, para aquellos días, descubrir la causa primera de las cosas. Para Walter Kranz (1962) quien piensa en filosofía, piensa en la filosofía griega; los helenos crearon los conceptos más elaborados que a la postre permitieran crear un sistema de interpretación del hombre y su relación con la naturaleza. Esa filosofía originaria fue de una sencillez extrema, diferenciándose con las reflexiones contemporáneas en lo complejas y dispares que tocan los temas cotidianos de la civilización.
Y en esa sociedad Griega, desde Homero se inicia una tradición de generación en generación de transmitir la "virtud" como emblema de las acciones de los hombres en su relación con la naturaleza y en la transformación de esa naturaleza en un espacio mítico en donde los ensueños y fantasías humanas pudiesen ser realizadas. Homero fue un pedagogo, como lo sentencia Kranz, ya que en sus obras se aprecia, de manera distante pero involucrada en la trama, "…doctrinas sobre la materia fundamental que constituye el cosmos. En otro aparte, agrega Kranz: "El mundo de Homero es una admirable unidad de lo suprasensible y lo sensible, de lo espiritual y lo corporal, la luz y la sombra, la alegría y el dolor, como si en estas antítesis se manifestara la ley una de la Naturaleza…"
Cercano a las ideas aisladas desarrolladas por homero en sus obras, y que están relacionadas con doctrinas de insumo propias de la enseñanza, aparece en esa visión cosmogónica la figura de Hesíodo. Él expresa que todo "no es más que un eco del canto de las musas" y que por ello todo viene de la "divinidad", sentenciando que el entendimiento, que se hace a través de la observación y de la orientación del maestro o sacerdote, y el arte son un regalo de esa "divinidad". Para Hesíodo en "…el principio existe el Caos, vacío profundo donde sólo hay confusión, y tras él aparece Gea (la Tierra), con su fondo tenebroso, el Tártaro, y Eros; del Caos se separan las Tinieblas (Erebo) y la Noche, y de ellos nacen el Fuego (Éter) y el Día. Tras aparecer Urano (el cielo), las Montañas y el Ponto (el mar), alumbrados por Gea, el mundo queda dividido en tres partes: Tierra seca, Cielo y Mar; las mismas a las que Homero se refiere cuando afirma que en tres partes están divididas todas las cosas. Los dioses aparecen después, tras yacer la Tierra con Urano dando a luz a los uránidas y luego a los crónidas, entre ellos Zeus".
Hesíodo promulga una cosmogonía en razón del ordenamiento que se impone al ocurrir el caos y darse la separación de partes del universo y de dioses con nombres de naturaleza. En este sentido fundamenta la razón de ser doctrinaria de formar a los hombres en un conocimiento pleno de las leyes naturales que rigen el universo, puesto que de esa manera comprenderá los ciclos de existencia de los elementos que le rodean.
En este aspecto, en el cual los griegos dieron forma a un cuerpo doctrinal, no sólo se valieron de percepciones regionales, sino que aceptaron otros puntos de vista que, si bien no compartían del todo, quedaron como vestigios de que fueron consultados y estudiados. En tal sentido "…las cosmologías paleogriegas, se enriquecieron…con las formas y los pensamientos de Oriente. Al intercambio de productos manuales acompañó el de las creaciones del espíritu; las lenguas extrañas que se hablaban en los puertos del Este eran una barrera tan fácil de salvar como hoy. Los griegos reconocían, en primer lugar, haber tomado del pueblo fenicio su alfabeto, que ellos mismos llamaron letras fenicias, y con él el sistema (decimal) de numeración, que se expresaba con letras.
Esto constituye uno de los primeros esfuerzos del mundo civilizado por darle carácter universal al pensamiento, puesto que, si bien las universidades se fundaron en un individualismo sectarista, no por ello el conocimiento tenía que tener raíces individualista o reduccionistas, aunque de ello se ha visto bastante en el pensamiento del siglo XX y parte del XXI, sino que proyectó la síntesis de "puntos de vista" de varios sociales de la época.
En el 753 a.C. se da la fundación de Roma, de alguna manera el surgimiento de una civilización de espíritu guerrero y expansionista preocupó a la monarquía griega, pero no por ello apaciguó el sarmiento de pensadores que fomentaran visiones doctrinales en donde la educación pudiera ceñirse como medio transmisor comunicativo. La antigua Roma fue un reino basado en dos estamentos sociales: los patricios, o nobles, y los plebeyos, que carecían de derechos civiles y políticos; había un Senado, o Consejo de Ancianos, el cual elegía a los monarcas y limitaba su poder. Pero harían falta muchos acontecimientos históricos y políticos, para que esa República naciente se proyecta en dominar las bellas artes y con ello limitar la fuerza de un pensamiento doctrinal que en algún momento fungía como adversario a los intereses de Roma.
Sin embargo, aparecieron sociedades de pensadores que sin miramientos plantearon, en esa primera etapa doctrinal cosmogónica, sus apreciaciones del universo y la materia, aún en contra de los intereses políticos de la época. El primer gran problema a resolver fueron incógnitas como esta: ¿Qué es el universo en cuanto a su materia? ¿Qué hay finalmente por debajo de esta multiplicidad que se escinde una y otra vez? ¿Cuál es su arjé, su principio, su comienzo, su causa, y al mismo tiempo, su elemento y substancia? (Kranz, 1962, p.28). Y es ante este planteamiento que nos encontramos, de manera formal, ante el origen de los estudios universitarios, puesto que no sólo se trata que hayan existido maestros o sacerdotes que ejercían un acto parecido o similar a lo que es educación hoy día, sino que había un cuerpo de conocimiento por crear y explorar, y ello es la educación superior: una instancia de formación para crear y explorar conocimiento.
Sería para el 654 a. C., en las ciudades de Jonia, Asia Menor, en la rica urbe comercial de Mileto, en donde un hombre generaría un cambio en esa búsqueda de conocimiento cosmogónico, nos referimos a Tales, quien Aristóteles asoció con su ciudad natal y se le ha llegado a conocer como Tales de Mileto. A este filósofo se le ubica en el margen de los denominados pre-socráticos, quienes mantuvieron la práctica de los sofistas de enseñar a cambio de remuneración y que fuera tan mal vista por el propio Sócrates. Tales creó las bases para el cálculo de las distancias de los barcos en alta mar y …elaboró una geometría teórica y no meramente empírica. Desde el punto de vista de la historia del pensamiento, lo más importante es que Tales planteó el primer problema de la filosofía: ¿Cuál es el primer principio (arkhé) de la naturaleza (physis)? Con ello inauguraba una nueva forma de pensamiento que ya no se basaba en la intervención de seres sobrenaturales para explicar la naturaleza…Además, al alejarse de las explicaciones míticas y religiosos, Tales inaugura un nuevo espíritu crítico y antidogmático que fructificará en sus seguidores. Y ello es así, aunque se interprete el pensamiento de Tales bien como una radical innovación, que sería la primera anticipación del pensamiento científico, bien como una mera racionalización del pensamiento mítico. En ambos casos, pues de las dos maneras se ha interpretado el pensamiento de Tales, su obra es realmente la que funda la tradición de la filosofía occidental. Otros pensadores que dan cuerpo doctrinal a la época previa a la existencia de Sócrates, es Anaximandro (610-545 a.C.), quien se aparta de los escritos de índole religiosa y teogónica, marcando, así, una orientación distinta, mucho más racionalista y apartada del pensamiento mítico. Según el texto de Simplicio (Física, 24,13) que recoge el pensamiento de Anaximandro, éste llamó arkhé o principio de la naturaleza, a lo ilimitado…siendo el primero en usar el nombre de principio… (En) Anaximandro la idea de que existen innumerables mundos parecidos al nuestro que se desarrollan durante el mismo espacio de tiempo, (es) opinión que no parece sustentarse suficientemente en los textos. Por otra parte, los fenómenos meteorológicos los explica… por las mismas fuerzas que formaron el mundo, sin necesidad de recurrir a dioses: el viento es vapor ligero puesto en movimiento por el sol; el viento, a su vez, es causa del trueno y del relámpago. Los seres vivos surgen de la materia terrestre caliente y húmeda y se van desarrollando siguiendo una especie de línea evolutiva, que tiene su origen en animales semejantes a los peces. Esta concepción evolucionista de la especie ha sido considerada como una anticipación especulativa del evolucionismo de Darwin.
Por otra parte, está Anaxímenes (c. 86-525a. C.), para quien la concepción del principio de las cosas es el aire, entendido como un todo natural que es coherente con la concepción hilozoísta de los milesios: la materia del mundo ha de ser también la materia de la vida. En su concepción cosmológica, Anaxímenes, sigue el principio del aire como lo susceptible de disminuir o aumentar, apreciando que la tierra es plana y por ello puede mantenerse en el aire. Luego aparecería Pitágoras de Samos (570-490 a.C.), quien formaría un grupo de seguidores, conocidos como los pitagóricos, para quienes el principio de las cosas estaba en la "armonía"; para otro grupo de la escuela filosófica lo importante era el número, sin embargo, el concepto de armonía no sólo definió la postura pitagórica, sino el cuerpo doctrinal del conocimiento. Para este grupo de pre-socráticos el principal problema que se presenta al momento de exteriorizar el conocimiento es entender las doctrinas religiosas como fundamento no de una divinidad sino como inmortalidad y trasmigración de las almas en la búsqueda de su equilibrio con la naturaleza.
La influencia de Jenófanes de Colofón (s. VI-V a.C.), fue capital; su obra es multidisciplinaria, lo que lo hace uno de los primeros enciclopedistas , entre sus trabajos están libros sobre física, con el título genérico de Sobre la naturaleza, compuestos de elegías y sátiras, de temática moral y teológica, con las que denuncia las concepciones todavía míticas de sus contemporáneos. Para Jenófanes el hombre y su saber, ya sea acerca de los dioses o acerca de la naturaleza, no es más que conjetura; junto al optimismo intelectual de pitagóricos y jonios, Jenófanes introduce un escepticismo radical: no es posible conocer la verdad.
Sin duda que estos presocráticos dieron cuerpo a un conjunto doctrinal que definiría el carácter universal y variado del conocimiento a impartir en los centros superiores de educación, o en el propio concepto de educación básica que conforma el contenido curricular de los sistemas educativos latinoamericanos en la actualidad. La presencia posterior de Parménides (s. V a.C.), Heráclito de Éfeso, (550-c.480 a.C.), Zenón de Elea (s. V a.C.), Anaxágoras (499-428 a.C.), Meliso de Samos (fines s. VI comienzos del s.V a.C.), Pródico de Queos (s. V a.C.) y Protágoras de Abdera (485-411); vino a fortalecer la necesidad de repensar ese cuerpo doctrinal y de crear en los líderes políticos de la Grecia antigua conciencia en cuanto a la importancia del conocimiento como instrumento para dominar con mayor prontitud la naturaleza y la materia. Había la necesidad de crear condiciones favorables para que ese acto de enseñanza y de estudio fuera respaldado por las autoridades de la ciudad-Estado, a efecto no sólo de masificar la formación entre los que pudieran costearla, sino de producir nuevas teorías que explicaran el universo y la materia en razón de los fenómenos naturales cuyas explicaciones habían estado circunscritas únicamente al campo mitológico y fantástico. Era necesario racionalizar el pensamiento y es allí cuando surge Sócrates como un volcán en erupción.
A grandes rasgos, la relación universidad-educación nos ha develado que el proceso formativo ha obedecido a leyes de desigualdad y de dominación desde la génesis de la civilización humana. El hombre ha tenido que construir su entorno luchando con sus semejantes e intentando a toda costa sobrevivir no sólo como raza, sino como entidad con cualidades sensibles que aspira ser reconocido por su desprendimiento y solidaridad. Claro está, en el momento que ese es el fin último se impone una conducta individualista radical que le hace contarse como un elegido que otorgará equidad y justicia. Esa ha sido nuestra historia; nuestro mundo se ha rodeado del ego-colectivista, es decir: una combinación entre los principios de la materia y del cosmo de los sofistas y presocráticos, y la búsqueda del para qué del hombre reunido en sociedad. Casi en todos los tratados antiguos hay la determinación de que el hombre vive en sociedad para relacionarse y alcanzar ciertos escaños de poder.
Sócrates (470/469-399 a.C.) no escapó a ello: él fue un discípulo de Arquelao de Mileto (s. V-IV a.C.), filósofo griego, discípulo de Anaxágoras, quien, según cita Diógenes Laercio, introdujo la filosofía natural jónica en Atenas, razón por la cual se le llamaba el físico; su pensamiento propugnó una filosofía de tipo materialista y consideraba que la noción de justicia no es por naturaleza, sino por convención. (Cortés Morató y Martínez Riu, 1996-98, sn) Estos principios fueron mantenidos por Sócrates y en muchas de las sentencias atribuidas a él (a través de su discípulo Platón, porque Sócrates escribió su pensamiento) se puede apreciar el cuidado en construir un significado que, partiendo de elementos particulares, captados empíricamente, sobre valorando lo material-existente, alcanzar la virtud en razón de la esencia que surge en relacionar lo particular con el todo. Es decir, para comprender el universo y sus leyes debo primero "conocerme a mí mismo", por lo cual sería descabellado estudiar lo que está afuera de mí mientras sostenga una inmensa ignorancia del para qué existo. Pero ese asumir lo antropocéntrico como objeto de investigación principal, le llevó a Sócrates a mirar un poco más allá del superficial conocimiento de las cosas o de sus principios, se hacía necesario entender los efectos de la causa de las relaciones en sociedad y sus implicaciones en el devenir natural de la materia y el cosmo.
En este sentido aparece el Sócrates educador, formador, quien fue el primero ganado a ser un ciudadano con virtud, no sólo heroica como se entendía en ese tiempo, sino en valorar las implicaciones de las relaciones en sociedad con los deberes como individualidad que, asumiéndose en toda su extensión, garantizaban no sólo la felicidad, sino el cumplimiento de una razón de ser en la existencia, así como la materia tiene su razón de ser en el cosmo. Es de este modo que el tema ético en Sócrates se vincula a su rol de educador. Él contestó afirmativamente la pregunta de que si la virtud puede enseñarse, pero lo hizo con un sentido más hondo: no es transmisible materialmente…sino como acción de despertar en el hombre sus mejores fuerzas.
Y si nos atrevemos a propiciar un acercamiento de esta filosofía de vida que se convirtió en el cuerpo doctrinal del pensamiento socrático de la antigüedad, con la concepción de la extensión universitaria surgida a comienzos del siglo XX, en donde a esa relación universidad-educación se le atribuye una función de "acercamiento a la sociedad" para formar en razón de una virtud que no es posible aprehenderla materialmente, estamos ante uno de los primeros vestigios de la función extensionista como medio para alcanzar el fin de "despertar a los hombres" en sociedad y hacerlos conscientes de su papel histórico.
En este aspecto hay otro elemento en el pensamiento socrático que marca de manera significativa esa visión transformadora: la formación del hombre ha de ser por su propio esfuerzo. Sócrates no viene a continuar una tradición científica, menos aún proviene de algún sistema filosófico instituido, antes de él todo el pensamiento se enfocaba en lo exterior, en la materia y el cosmo, por ello su aporte, esa revisión del hombre a través de la mayéutica, se reduce al hecho de que como educador el hombre debe cuidar del alma. Su descubrimiento del alma no significa la separación de ésta del cuerpo, como con tanta frecuencia se afirma faltando a la verdad, sino del dominio de la primera sobre el segundo.
Tanto Platón como Jenofonte explican la acción educativa de Sócrates, como es natural, partiendo de su antagonismo con los sofistas. Los sofistas eran maestros de este arte que, presentado bajo esta forma, constituía algo nuevo. Sócrates parece enlazarse plenamente a ellos, para seguir luego su camino. Aunque la meta a que él aspira es más alta, parte del mismo valle en que ellos se mueven. La paideia de los sofistas era una mezcla abigarrada de materias de diverso origen. Su meta era la disciplina del espíritu, pero no existía unanimidad entre ellos en cuanto al saber más indicado para conseguir ese objeto, pues cada uno de ellos seguía estudios especiales y, naturalmente, consideraba su disciplina propia como la más conveniente de todas. Sócrates no negaba el valor de ocuparse de todas aquellas cosas que ellos enseñaban, pero su llamamiento al cuidado del alma encierra ya potencialmente un criterio de limitación de los conocimientos recomendados por aquellos educadores. Por su parte, los antiguos pensadores no habían formulado esta pretensión pedagógica inmediata, aunque también se habían sentido maestros en el alto sentido de la palabra. El problema de la formación de la juventud por medio de estudios científicos constituía algo nuevo.
Sócrates asumió la educación como un medio para modelar el ciudadano ejemplar en la sociedad; no era sólo motivar al hombre a comprenderse como parte de la naturaleza, sino utilizar esa comprensión para cambiar su realidad y crear condiciones en las cuales ese vínculo con lo que le rodea fuese más compacto e interactivo. El Sócrates extensionista al que nos referimos, fue el que influyó en los jóvenes atenienses en buscar la personalidad, el carácter moral y su razón de ser como existencia humana, en especial, su razón de ser como colectivo.