La educación es una actividad radical y reduplicativamente humana: es del hombre en cuanto tal y para el hombre. El sujeto -tanto agente como paciente-de la educación es siempre el hombre. Pero además lo es porque pretende humanizar al hombre, desplegar sus virtualidades dormidas, hacerle ser todo lo que puede y debe ser. La educación pretende alumbrar en cada persona una lograda personalidad: sencillamente hacer al hombre más valioso. O no valdría la pena que nos pusiéramos a educar"
Ricardo Marín lbáñez
"Es falso que no haya criterios de valor: éstos se encuentran en un consenso y una tradición históricos que tienen alcance ético y ontológico"
Juliana González Valenzuela
I. Introducción
El ser (la metafísica) no es antes que el valer (la ética), ni el valer antes que el ser. Todo lo que vale «es» de algún modo, aunque no sea una cosa material, pero no todo lo que es vale. Hay realidades que son valiosas y otras que no lo son. Ser y valer no se identifican, pues hay cosas que son y sin embargo las valoramos negativamente (un dolor), mientras que otras no son y las valoramos positivamente (la justicia perfecta, que no existe en la Tierra). El valor es esa cualidad objetiva de todos los seres que les hace deseables y apetecibles. No «es» un objeto (una cosa), pero «está» en la cosa (un hermoso paisaje), en la persona (una persona justa), en una sociedad (una sociedad justa). Aunque tendamos a sustantivar los valores, es decir, a condensarlos en sustantivos (la libertad, la justicia, etc.), e incluso les atribuyamos forma corpórea (la libertad, mujer con antorcha; la justicia, balanza; la pureza, paloma), sabemos que no existen de esa forma, pues nunca nos encontraremos con una paloma que sea la pureza. Aunque Ortega y Gasset asegura que los valores son cualidades de las cosas, pero cualidades irreales, mejor sería afirmar que son realidades, aunque no de carácter físico.
Dicho lo cual, ¿concedemos valor a las cosas (nos inventamos sus valores) y por eso nos parecen valiosas, o reconocemos en ellas valor objetivo y por eso nos parecen valiosas? Si aceptamos la primera tesis (concedemos valor a las cosas, nos inventamos sus valores, y por eso nos parecen valiosas), entonces el subjetivismo o relativismo resulta inevitable: las preferencias subjetivas o arbitrarias de cada persona o grupo nunca serían comunes a la humanidad, pues sobre gustos no hay nada escrito. Pero si aceptamos la segunda (reconocemos en ellas un valor objetivo y por eso no_ parecen valiosas), entonces quizá podamos llegar a ponernos todos los seres humanos de acuerdo sobre lo que es valioso y lo que no lo es, lo que es más y lo que es menos valioso.
Los valores tienen una "materia", es decir, un contenido: afirmar, por ejemplo, de la libertad que consiste en dar a cada cual lo que le corresponde sería confundir el contenido de la libertad con el de la justicia. Esa "materialidad" es polar, es decir, presenta su cara positiva (por ejemplo, amor) y su cara negativa (odio). En cambio el ser no es polar. El ser negativo es la nada, que no puede ser intuida como algo.
La realidad no es estática, sino dinámica, contiene un potencial axiológico que el dinamismo de la creatividad humana va descubriendo y actualizando. Los grandes genios de la humanidad son los primeros en ese descubrimiento, pero también cada una de las personas sencillas con su vida cotidiana puede encarnarlos creativamente. Por eso el valor es también todo lo que contribuye al desarrollo subjetivo, a la realización y superación del ser humano, dando sentido a su vida personal y colectiva, y permitiendo la conquista de su identidad. Los valores dinamizan nuestra vida, nos incitan a tratar de alcanzarlos si son buenos, y a luchar contra ellos si son malos.
II. Valores y actitudes
No hay educación sin valor, pero ¿qué es un valor? Más en concreto, ¿qué queremos decir cuando hablamos de "los valores"? ¿Con qué criterio los reconocemos y cuál es su relación con la realidad, sin hablar de sus relaciones entre ellos? Al hablar de los valores debemos puntualizar algunas cuestiones. En primer lugar, debemos acentuar el carácter "real" del valor. Debe quedar claro que los valores no son ficciones, objetos de la imaginación, pertenecientes, por tanto, al mundo de lo fantástico. Pertenecen, por el contrario, al mundo de lo real. Son realidades enraizadas en nuestra cultura. Desde ellos pensamos, actuamos, decidimos y damos explicación y coherencia a nuestra vida. Real no es sólo lo empíricamente observable, medible o cuantificable. Hay otras realidades, las que Karl Popper sitúa en el tercer mundo, que sin ser materiales no dejan de ser reales y existentes. Así la cultura, las ideas, el amor y el odio, la solidaridad, la justicia e injusticia...
Para el pensamiento común el término valor significa:
1. Todo aquello que es capaz de romper nuestra indiferencia;
2. Aquello que responde a nuestras tendencias e inclinaciones;
3. Lo que destaca por su perfección o dignidad . Un autor clásico (Rokeach) define el valor como una creencia duradera por la que el hombre actúa prefiriendo un modo de conducta a otro. El valor es, por tanto, un modo de preferencia; una preferencia específica que incluye la cualidad de obligatoriedad.
Para Ortega y Gasset los valores son «un linaje peculiar de objetos irreales que residen en los objetos reales o cosas, como cualidades sui géneris. No se ven con los ojos, como los colores, ni siquiera se entienden, como los números y los conceptos. La belleza de una estatua, la justicia de un acto, la gracia de un perfil femenino no son cosas que quepa entender o no entender. Sólo cabe "sentirlas", y mejor, estimarlas o desestimarlas».
El valor y los sistemas de valores son siempre dinámicos y plurales, con la misma dinamicidad y pluralidad que el hombre concreto y real a quien hacen referencia. Los valores los entendemos como formas ideales de vida, como creencias básicas que en última instancia explican la conducta de un individuo y de una sociedad. Realidades inmateriales, pero tan reales como el aire que respiramos. Sin ellos no podría entenderse la multiplicidad de culturas en sus costumbres, tradiciones e instituciones, como distintas formas de realización personal y colectiva. Aplicaríamos a los valores, al menos los valores morales y más radicales, lo que Ortega y Gasset dice de las creencias: "las creencias constituyen el estrato básico, el más profundo de la arquitectura de nuestra vida. Vivimos de ellas y, por lo mismo, no solemos pensar en ellas. Pensamos en lo que nos es más o menos cuestión. Por eso decimos que tenemos estas o las otras ideas; pero nuestras creencias, más que tenerlas, las somos". En resumen, entendemos el valor como una creencia básica a través de la cual interpretamos el mundo, damos significado a los acontecimientos y a nuestra propia existencia.
Los valores son el punto de partida y el resultado de un proceso prioritario de interpretación significativa de la realidad; son el origen del sistema articulado y armónico de los motivos, criterios y normas, modelos y proyectos personales de vida; son, en definitiva, las premisas inspiradoras, los polos de referencia unificadores de la conducta madura a la que tiende la educación.
Por su parte las actitudes, en cuanto disposiciones relativamente estables a realizar determinadas conductas expresan los distintos modos de situarse el individuo ante los valores de la realidad y de la vida. Una actitud es un sistema estable de percepciones y evaluaciones, de sentimientos y emociones, de tendencias a la acción, organizado en relación a una situación significativa o a un objeto propuesto,
Las actitudes se derivan, de alguna manera, de los valores e inspiran, dinamizan y orientan la conducta, comunicándole precisamente dirección, sentido, tensión y fuerza. Y tienden a que el educando realice todo esto de modo autónomo (capacidad de decidir y escoger la conducta, sin depender necesariamente de las circunstancias del momento); coherente y constante (capacidad de mantener en la conducta una dirección y un sentido constante de cara a los objetivos fijados); oportuno (capacidad de evaluar, decidir y reaccionar con economía de tiempo y medios, evitando la indecisión y la insignificancia operativa); fácil (capacidad de aprovechar la aportación de los recursos internos en la dirección deseada, con rapidez y coherencia). Constituyen, por así decirlo, la "vía operativa" de plasmación de los valores en una determinada conducta.
El paso a la acción desde los valores no se produce de modo directo, sino a través de la mediación que proviene del desarrollo de actitudes fundamentales y derivadas. Estas constituyen el momento del paso de la consideración de los valores al desarrollo de modelos privilegiados de conducta. Tales actitudes están constituidas y sostenidas por percepciones orientadas, por evaluaciones y reacciones afectivas y opciones racionales, por conatos volitivos fijados en modelos precisos de conducta.
III. Sentidos descriptivo y evaluativo de la educación
La educación puede ser entendida en uno de dos sentidos principales: descriptiva o evaluativamente. Una exposición descriptiva de la educación es un intento de dar cuenta de cómo son las cosas en el momento actual sin que necesariamente se formulen juicios de valor. Así es posible describirla como "el proceso por el cual el individuo adquiere las numerosas capacidades físicas y sociales que le exige el grupo en el que ha nacido y dentro del cual debe desenvolverse". Por otro lado, una exposición evaluativa de la educación es aquella que se constituye como un intento de estimar y formular juicios respecto al modo en que deberían ser las cosas en vez de cómo son. Debe tenerse en cuenta a partir de aquí que limitaremos nuestra atención a esta exposición segunda o evaluativa. Existe entonces en la educación un interés implícito por aquello que resulta valioso.
Un modo de intentar analizar cómo están relacionados educación y valores consiste en formular la pregunta: "¿qué valor o valores son los más apropiados para educarse?" Una pregunta posterior podría ser: "¿qué valor o valores tienen más importancia?"
Enfrentados con preguntas de esta trascendencia, no es raro que los filósofos recurran a valores como:
• Felicidad y su búsqueda;
• Conocimiento y su adquisición;
• Virtud moral y su desarrollo;
• Autorrealización y su profundización.
Abundan las teorías sobre el modo en que estos valores se relacionan entre sí y sobre cuál podría ser superior a todos los demás.
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¿El conocimiento y la virtud moral se hallan, por ejemplo, subordinados a la felicidad?
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¿Es posible afirmar que todos estos valores pueden ser considerados como fines sin necesidad de elegir cuál ha de imponerse a los demás?
La posición adoptada respecto a tales valores es lo que determina, en buena medida, nuestra visión de lo que debe acometerse en nombre de la educación. Los conceptos de la educación están cargados invariablemente de valores y reflejan una visión particular respecto a lo que es valioso y a lo que debería hacerse en las escuelas. Por esta razón son prescriptivos. Dan a entender, si no lo declaran abiertamente, cuáles son los contenidos y cuáles los métodos que deberían adoptarse para que de ello resultase la educación.
Antes de volver a decir algo más acerca de la educación en relación con estos valores, sería útil, para evitar posibles equívocos, distinguir entre valores intrínsecos y extrínsecos.
♦Valores intrínsecos e instrumentales de la educación
En los debates sobre la educación se plantea la cuestión de si es valiosa en sí misma o sólo en el grado en que sirve a algún propósito instrumental más allá de aquello que se realiza. Por expresarlo de otra manera: "¿es la educación buena como fin en sí mismo o sólo como medio de servir a otros fines marginales?"
Examinemos primero la segunda posibilidad. Si la educación fuese sólo buena como un medio de servir a fines marginales, sus resultados o consecuencias sólo serían "buenos", "malos" o "neutros" conforme a la naturaleza de los fines estimados. La educación, si se la considera sólo como un instrumento para realizar fines extrínsecos a ella misma, podría servir virtualmente a cualquier fin asignado, tanto si se trata de la formación profesional o de la cívica, de la producción industrial, de la lucha social, del adoctrinamiento político, de prejuicios raciales . En cada uno de estos casos sería posible desplazarse en la dirección del objetivo elegido mediante la selección de las materias apropiadas y la adaptación de aquellos métodos que se estimase podría lograr lo que se pretende del modo más eficaz posible.
☻Educar es una tarea de responsabilidad social, una tarea que nos iguala, que nos hermana y que nos identifica como seres humanos capaces de pensar, de aprender, de crear, de ingeniar soluciones nuevas y, sobre todo, de soñar. Por todo esto, el fin de la educación no es hacer al alumno feliz, sino capacitarlo para que pueda llegar a serlo: "El fin específico, propio y directo de la educación consiste en la perfección de las potencias humanas" .Educar en valores es, entonces, acompañar a los niños, los adolescentes y los jóvenes en el proceso de respuesta libre y personal a interrogantes como éstas:¿Quién soy? ¿Hacia dónde camino? ¿Cuáles son los motivos que justifican mi existencia? ¿Cuál es el horizonte o la meta que busco para la felicidad? Educar es generar las respuestas a estas interrogantes; es descubrir los valores que integraremos a nuestra vida cotidiana. En definitiva, la educación en valores es un acto de compromiso de los padres, los profesores y la comunidad educativa. Es reconocer que postulamos, con nuestro actuar diario, modelos de valor para con los demás. La educación en valores es educar para amar la vida a través de los demás.
IV. Referencia bibliográficas
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Marín, R. (1993): Los valores un desafío permanente. Cincel, Madrid.
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Ortega y Gasset, J. (1947): ¿Qué son los valores? Introducción a una estimativa, Revista
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Puig, J.(2003). Prácticas morales. Barcelona, Paidós.de Occidente, Madrid.