Ni Istúrìz se ocupa ni Maduro se preocupa (y viceversa)(I)

"Vale más proponerse la meta de la excelencia y no lograrla, que la de la mediocridad y conseguirla"

Los Uhpanishads

    1. Educación

La educación no posee sólo un sentido profundamente personal, sino también "social". Este sentido social de la educación hunde sus raíces en el propio ser de la persona y en la naturaleza humana. La persona se halla, desde lo más profundo e íntimo de su ser, abierta al otro, posee un tenor relacional.

El ser humano constituye, en efecto, un «sujeto de relación», comunicación o encuentro. Lo es, fundamentalmente, porque es una persona, y la persona tiende a la comunicación, la relación. La persona busca comunicar su bien o perfección a otras,es una "entidad relacional".

Además, la naturaleza racional humana nos mueve también a la relación con los otros, de un modo muy especial. Esto, porque nuestra naturaleza contingente, el que constituyamos una persona finita o no perfecta, nos impulsa a buscar la perfección, el desarrollo o realización, la felicidad, en relación o colaboración con otras personas, que coadyuvan a este fin.

Lo "social" procede, pues, de la dimensión ¡nter-subjetiva o re-lacional de la persona y, también, de la propia naturaleza humana. Se dice, así, que somos sociales por naturaleza (ya Aristóteles definió al ser humano como un "animal político"). Sin embargo, en sentido técnico, lo "social" supera --integrándolos-- a los meros grupos particulares (como familia, vecindario, profesión, etc.). Alude a lo comunitario en su significado general. La sociedad es el conjunto de individuos y grupos de personas, en cuanto configuran una unidad ordenada al bien común.

Así, la sociedad tiene como fin hacer posible el perfeccionamiento espiritual y material del ser humano, su felicidad, que se desenvuelve siempre, de uno u otro modo, en un orden de vida en común. A este respecto, entre las funciones de la sociedad están organizar o coordinar las acciones humanas de acuerdo con el Bien común, formar o educar a sus miembros, y controlar las conductas y actitudes antisociales o dis-ruptivas. Precisamente es dentro de este marco donde se sitúa, por tanto, el sentido social de la educación.

II. Bien común

Precisar con exactitud el concepto de Bien común reviste una dificultad especial. Es una noción lábil, en cuanto que ha de mantenerse en el punto equidistante entre el polo individualista y el polo colectivista:

¿Qué tipo de función desempeña el Bien común dentro de la ética social? El Bien común es categoría ética en cuanto que expresa la normatividad de la realidad social. Esta normatividad la ejerce el Bien común de dos formas:

  • Función ideológica: el Bien común es una meta a perseguir. A través de este concepto, la teleología de la sociedad se convierte en normatividad ética. El Bien común es la expresión de la normatividad teleológica de las realidades sociales.
  • Función verificadora: el Bien común representa el "modelo" para hacer realidad histórica la normatividad ideal. Por eso mismo, el Bien común necesita ser expresado mediante realidades concretas; de otra suerte no desempeña el papel que le está asignado en la formulación de la ética social.

La sociedad se ordena al Bien común y, en su seno, de igual manera, la educación debe perseguir esta meta colectiva, a través de su labor específica. Ahora bien, el bien común, como horizonte de esfuerzos comunitarios, no desdeña el bien personal. Bien personal y común se hallan integrados.

El bien común reclama un equilibrio ético entre lo individual y lo colectivo. Es el bien de la comunidad o sociedad. No es lo mismo que el bien individual, ni la mera suma de los bienes individuales, ni es el bien gubernamental o estatal. Es el bien de la sociedad en cuanto tal, en tanto grupo u organización con un fin y una dinámica propios. Debe integrar siempre el bien personal. Tiene dimensiones materiales y espirituales. Los distintos bienes comunes particulares (familiar, local, regional, nacional, internacional, etc.) deben integrarse en orden al bien común universal.

Así, cuando afirmamos que el educador se preocupa del bien común integramos en él el desarrollo de la persona, es decir, aunamos tanto su crecimiento integral, como también su vocación a buscar la felicidad en comunidad. Lejos de excluirse entre sí, no cabe, en síntesis, el bien personal sin el bien común, ni viceversa; pues ambos se exigen recíprocamente y no pueden alcanzarse por separado.

El educador ha de advertir cuál es el bien común en cada caso, y orientar a él su propia tarea, así como los esfuerzos de sus educandos. Esto le exige un arduo arte, pues no se trata de que lo conozca conceptualmente, sino de que sepa en cada momento qué demanda en concreto el bien común del grupo y el de la comunidad más amplia en la que se inscribe su misión.

El bien común de un grupo o colectividad, desde la perspectiva educativa, no consiste sólo en que sus miembros alcancen, individualmente, altos niveles de desarrollo singular. Se trata de su fecundidad como un todo, como un ámbito propio de desarrollo o aprendizaje mutuo y, además, como lugar de encuentro inter-personal fecundo. Cada comunidad educativa, por tanto, revela una vida diferente y una personalidad o carácter distintivos. Se da, pues, una dinámica grupal en perpetuo movimiento, en la que suceden inter-re-laciones múltiples y cambios, en uno u otro sentido. Y el hermoso arte del educador consiste en "liderar" (en cuanto guiar o favorecer), en promover el que la vida de la comunidad educadora se desarrolle de la forma más fecunda posible. Para ello, él mismo tiene que poseer la prudencia adecuada para mantener ese complejo equilibrio entre lo individual y lo comunitario, que lo educativo siempre reclama.

En todo caso, sólo gracias a esta ordenación de la dinámica o vida de la institución hacia el bien común, podremos hablar del surgimiento y progreso de una auténtica "comunidad educativa". Esta unidad, en torno a valores, ideales y metas, transciende la pura y simple agregación de intereses, o la mera yuxtaposición de elementos diferentes. La clave, pues, de la comunidad que educa radica en el concierto, la coordinación armónica, en una fecunda "concordia" (el poseer, de algún modo, un corazón compartido). Las palabras que siguen, acaso, pueden ilustrarlo: "Lo que distingue el término "comunidad educativa" de un simple grupo o equipo de trabajo es la unidad, la convergencia hacia un fin educativo, la profundidad de este fin. Por lo tanto, es comunión de pensamientos, valores, ideales, objetivos y proyectos de todos y cada uno de los componentes de la misma en función del crecimiento de la persona".

CODA

La educación posee un sentido social, no puramente individual. Éste se fundamenta en el propio carácter comunitario del ser humano. La sociedad tiene como meta facilitar el desarrollo, espiritual y material, de sus miembros, su felicidad; en lo que juega un papel central la formación. Es dentro de este marco, donde se sitúa el sentido social de la educación.

Sabemos que el bien común, perseguido por la sociedad, debe integrar siempre el bien personal. Así, también, el bien común, que orienta la labor del educador, sirve para armonizar, entre sí, lo personal y lo comunitario, en nuestro terreno. Mas, el bien común de una colectividad, en cuanto grupo educativo, consiste en que resulte fecundo como un ámbito propio de desarrollo o aprendizaje mutuo y como lugar de encuentro inter-personal.



Esta nota ha sido leída aproximadamente 2320 veces.



Luis Antonio Azócar Bates

Matemático y filósofo

 medida713@gmail.com

Visite el perfil de Luis Antonio Azócar Bates para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Luis Antonio Azócar Bates

Luis Antonio Azócar Bates

Más artículos de este autor