Alquimia Política

Refundación de la Universidad venezolana

Proyecto Experiencia Arte | Experience-Art Project: 2019

Imagen: Fachada del templo de la Respetable Logia "Sol del Táchira", Foto: Bernardo Zinguer, 2018; símbolo de la sabiduría y del vínculo de la sociedad con el conocimiento.

A partir del presente escrito ahondaremos en las tres funciones fundamentales de la Universidad venezolana moderna: docencia, investigación y extensión. La idea es presentar una serie de posturas críticas que nos permitan mostrar el nuevo modelo de Universidad que necesita el país en miras a la nueva década que se presenta a partir del 2021, y en la nueva configuración de la Asamblea Nacional venezolana que sugiere será más armoniosa y dedicada a los asuntos del país y no a los "sueños galácticos" de tumbar Gobierno y pedir intervención internacional.

Es necesario, a grandes rasgos, presentarle propuestas a los diputados y diputadas, haciéndole ver donde está el problema y cuáles serían las potenciales salidas, para que sepan donde priorizar sus agendas y no se ande con posturas populistas que ya no son de ningún interés para un pueblo asfixiado por la crisis económica y con una carga de descontento que a ratos pareciera desbocarse. Pero se apuesta aún al modelo democrático, a los valores intrínsecos de una sociedad que respeta el orden legal vigente y que quiere rescatar del foso todo lo que una política de desprestigio internacional ha ido sembrando en los últimos siete años, aspirando poner de rodillas a un Gobierno que cuenta con un nivel de simpatía electoral aceptable para generar eventos de elección de carácter legítimo.

Comenzaremos ahondando sobre la función extensión y el objetivo de esta propuesta es refundar los valores y principios de esta función para vincularla con el poder popular y la organización comunal. Pero esta refundación de la Universidad parte por la aprobación de una nueva Ley de Universidades, o Ley de Educación Superior Universitaria; hay un proyecto que se ha ido trabajando en algunas Universidades, pero que aún no ha tenido el consenso necesario para que alcance el consenso adecuado que ayude a consolidar el papel de la educación superior en la prosecución de políticas públicas en todo lo concerniente al desarrollo social y económico del país.

En un sentido concreto, se busca ampliar el ojo visor que se tiene sobre las Universidades y buscar integrarlas a la dinámica política de avanzada que significa la construcción de un modelo de Estado socialista-comunal para los próximos años por venir. No espero que le pongan atención a estas ideas, sería ingenuo pensar que un diputado (da) fuera osado en convocarme a materializar este sueño de una Universidad rural latinoamericana, bajo la consignas de potencia social y cultural, pero la dejo por escrito para que mis nietos tengan la moral de decir que tuvieron un abuelo que como pensaba actuaba y que fue un fiel representante de la academia venezolana desde la vocación y la excelencia educativa.

Bien, valga hacer referencia a que los pueblos latinoamericanos se han enfrentado a la preservación de una relación Universidad-Estado y no Universidad-Sociedad, lo que ha desvirtuado el papel de la educación superior hacia fines políticos de grupos y no hacia los fines de una política educativa y social que beneficie al colectivo. La presencia en el pensamiento educativo latinoamericano de las ideas de Leopoldo Zea, Marcos Kaplan y Pulo Freire, las cuales sólo han sido asomadas no profundizadas, dado que ese no es el objetivo de este estudio, constituye una plataforma reflexiva acerca del sentido que debería tener la actividad extensionista en el medio universitario. La búsqueda de una identidad, la necesidad de valernos de la universidad como instrumento de desarrollo de una política nacional ideológicamente concatenada con las necesidades del colectivo, hace de la extensión una vía de comunicación necesaria en la cual se proyecten intencionalidades de mejorar las condiciones de vida de los pueblos latinoamericanos.

Por ello hicimos reminiscencia al pensamiento griego antiguo en miras a encontrar referentes importantes en la actitud educativa de los forjadores del pensar occidental moderno. Encontramos en lecturas técnicas de autores como Werner Jaeger, Walter Kranz y J. L. Ackrill, las señales en conducta e ideas en los clásicos griegos de su predisposición hacia el espíritu extensionista, tomando como referente los postulados de la Reforma de Córdoba de 1918 que, en cierto modo, le otorgó significado real y preciso a la extensión universitaria.

De este modo, encontramos un primer vestigio en Sócrates y un plano más concreto en el pensamiento de Aristóteles, abriendo esta exploración la posibilidad de ir construyendo una visión histórico-conflictual de la actividad extensionista en la praxis universitaria venezolana. Los anteriores puntos nos ejemplifican el sentido intelectual extensionista, de aquí en adelante buscaremos el sentido práctico que se le ha dado a la denominada tercera función de la Universidad, en razón de despejar sus elementos constitutivos y definir una postura real en razón del contexto socioeducativo actual.

La idea de que las instituciones de Educación Superior mantengan relaciones con las comunidades de su entorno inmediato y con la sociedad en general, adquiere toda su magnitud con la creación de los Land Grant Colleges en los Estados Unidos de Norteamérica. Estos tienen su origen en 1862, mediante el Morril Act, el cual institucionaliza sus acciones de formación y sus actividades hacia las comunidades rurales. Una segunda ley, denominada Hatch Act, de 1887, les otorga los medios necesarios para apoyar el desarrollo de investigaciones aplicadas y acciones experimentales.

Desde entonces, los Land Grant Colleges han desempeñado un papel en el desarrollo tanto de la agricultura como de la industria en las regiones en que fueron establecidos, ya que, en las diferentes modalidades de servicios que han prestado a las comunidades, se han incluido tanto cursos especiales como el desarrollo de técnicas adecuadas a necesidades específicas que, además de contribuir a la solución de problemas concretos, han tenido repercusiones en diferentes ámbitos de la educación superior norteamericana.

En la práctica, desde el siglo XIX los Land Grant Colleges han sido los que asumen la tercera función -el servicio a la comunidad- que se generaliza en las instituciones de educación superior, lo cual ha permitido que algunos de éstos lleguen a formar parte de una estrategia de complementariedad de prestigiadas universidades norteamericanas (California, Cornell, Wisconsin, entre otros). Esta situación refleja la presencia de cierta ideología social y educativa, donde la búsqueda de la democratización ha permitido desarrollar relaciones estrechas entre la Universidad-Sociedad.

En este sentido, las universidades europeas, con algunas excepciones sobre todo entre las inglesas y las nórdicas, mantienen la concepción original de la universidad como el gremio de maestros y discípulos dedicados al oficio de aprender los saberes, aunque con matices distintos debido a los modelos que les sirven de base. La mayoría de los países de Europa septentrional toman el modelo de la Universidad de París; el modelo de Bolonia es adoptado por la Universidad de Salamanca y por las universidades de Europa meridional, y va a inspirar, a través del esquema de Salamanca, la mayoría de las universidades de América Latina.

El modelo de Bolonia explica la evolución histórica de la universidad latinoamericana y el surgimiento de la "tercera función". En América Latina, ni la universidad surgida en la época de la Colonia ni la que nace en el periodo republicano muestran interés especial por extender su ámbito de acción más allá de sus muros. La primera Universidad, creada bajo el modelo de la de Salamanca, fue clasista, respondiendo a la política del imperio español: se abrió para atender solamente a un sector muy reducido de la población (aquel que ejercía el dominio de la sociedad, es decir, peninsulares y criollos). El resto de la población fue "educado" por los frailes y misioneros, como una más de las obras caritativas que deben emprender.

En cuanto a la figura de los gobiernos republicanos originados por los movimientos independentistas no lograron modificar con profundidad las estructuras sociales, y solamente las autoridades españolas fueron sustituidas por los criollos. La universidad en diversos países, cuando no fue suprimida, comenzó a adoptar modelos extranjeros, especialmente el que creó el régimen napoleónico. Se sustituyó la concepción de la universidad hispánica por el modelo del conglomerado de escuelas profesionales, separando la investigación-creación del conocimiento de esa institución, dando origen a estructuras específicas como las académicas y los institutos.

De la misma manera en que, durante la Colonia, la Universidad formaba a los eclesiásticos, en su nueva etapa debería legitimar a los nuevos funcionarios del Estado; las universidades latinoamericanas, como fiel reflejo de las estructuras sociales que la independencia no logró modificar, seguían siendo los virreinatos del espíritu y conservaban, en esencia, su carácter de academias señoriales.

Esta situación se prolonga hasta las primeras décadas del siglo XX; las dos entidades, universidad-sociedad, habían convivido sin mayores conflictos, en la medida en que la primera no hacía sino responder a los requerimientos de las clases dominantes de la segunda, especialmente de quienes, al poseer el poder económico y político, tenían el control sobre la universidad.

El primer cuestionamiento profundo que se hace a la universidad latinoamericana se produce en 1918, en Córdoba, Argentina. Numerosos autores coinciden en señalar que este movimiento de reforma marca el ingreso de América Latina al siglo XX, así como el ascenso de las clases medias urbanas. El movimiento de Córdoba no consistió exclusivamente en una reivindicación de tipo académico, sino que pretendió lograr otras de carácter político-social, que trasformarían el carácter de la universidad y permitirían el acceso de las clases medias, que veían en ésta la vía idónea para el ascenso político y social que hasta entonces había sido privilegio de las clases superiores.

Este movimiento de reforma universitaria no es ajeno a los profundos cambios que se producían en otros países de América Latina y que marcaban ya la preocupación generalizada por una mayor democracia y por la modernización de la sociedad. En el Manifiesto Liminar (1918) se expresan los principales aspectos considerados en la reforma universitaria. Cabe señalar, entre otros: Autonomía universitaria (económica, administrativa, política, docente); la docencia libre; la reorganización académica: creación de nuevas escuelas y facultades, mejoramiento de la formación cultural de los profesionales; democratización del ingreso a la universidad y asistencia social a los estudiantes; extensión universitaria, fortalecimiento de la función social de la universidad, proyección al pueblo de la cultura universitaria y atención a los problemas nacionales; unidad latinoamericana; y participación de la comunidad universitaria en sus órganos de gobierno.

Se configura desde este momento la llamada misión social de la universidad que, en esencia, pretende vincular a ésta con la población y con la vida del país en general, para lo cual deben instrumentarse acciones tales como la colaboración obreros-estudiantes, la universidad popular, entre otros.

Con base en planteamientos tales como "vincular la universidad con el pueblo", "el derecho de todos a una educación integral", "devolver al pueblo los beneficios derivados de pertenecer a la clase privilegiada que asiste a la universidad y que el pueblo paga", se inicia un esfuerzo importante encaminado a incorporar la extensión universitaria y la difusión cultural a las tareas institucionales, llegando a consagrarse como la tercera función, junto con la docencia y la investigación, hacia la década de los treinta en la legislación de la mayor parte de las universidades.

El incluir la función de extensión y difusión cultural en la legislación universitaria representa prácticamente un compromiso institucional que da lugar a un gran número de iniciativas y acciones con diverso carácter y orientación, en función de la interpretación que cada país, régimen político o institución hacen de ella. En algunos casos, ha llegado a constituirse en una amenaza al régimen político vigente, al considerársele como un factor de movilización popular; en otros no deja de ser un escaparate de la producción artística universitaria.

El primer enfoque estuvo presente en muchas universidades latinoamericanas, y coincidía con el fortalecimiento de la corriente de pensamiento que cuestionaba las teorías desarrollistas y buscaba nuevas vías para romper la dependencia y el subdesarrollo. En 1949 se celebró el Primer Congreso de Universidades Latinoamericanas; en él se ratificó esa orientación o función social de la universidad y su expresión a través de la función de extensión: se enfatizó el postulado de que la universidad es una institución al servicio de la comunidad, que debe realizar una acción sistemática y permanente de carácter educativo, social y cultural para acercarse a los problemas del pueblo, resolverlos y orientar a las fuerzas colectivas.

Por lo que se refiere a la extensión, las propuestas se orientaron hacia la creación de áreas especializadas dentro de las universidades que pudieran coordinar todas las acciones destinadas a "proyectar" el quehacer universitario a todas las esferas e individuos que forman parte de la vida nacional.

Durante la misma reunión se aprobó la Carta de las Universidades Latinoamericanas que, en general, se constituyó en el ideario de la Unión de Universidades de América Latina (UDUAL) que se creó en ese Congreso. Entre sus principios se señala que la universidad deberá "contribuir a la elevación del nivel espiritual de los habitantes de la comunidad latinoamericana promoviendo, difundiendo y transmitiendo la cultura", manteniéndose siempre atenta a la realidad para que no sea solamente una entidad que acumula cultura y trasmite el saber, sino un sistema activo de funciones que beneficien a la colectividad en que encuentra su génesis vital.

La Unión de Universidades de América Latina y el Caribe (UDUAL) convocó, en 1957, a la Primera Conferencia Latinoamericana de Extensión Universitaria y Difusión Cultural, que se realizó en Santiago de Chile, y emitió un conjunto de planteamientos y recomendaciones que trataron de puntualizar la teoría latinoamericana en el campo. El concepto de extensión universitaria que se postuló en aquella reunión señala la extensión universitaria debe ser conceptuada por su naturaleza, contenido, procedimientos y finalidades, de la siguiente manera: Por su naturaleza, la extensión universitaria es misión y función orientadora de la universidad contemporánea, entendida como ejercicio de la vocación universitaria. Por su contenido y procedimiento, la extensión universitaria se funda en el conjunto de estudios y actividades filosóficas, científicas, artísticas y técnicas, mediante el cual se auscultan, exploran y recogen del medio social, nacional y universal, los problemas, datos y valores culturales que existen en todos los grupos sociales. Por sus finalidades, la extensión universitaria debe proponerse, como fines fundamentales, proyectar dinámica y coordinadamente la cultura y vincular a todo el pueblo con la universidad. Además de dichos fines, la extensión universitaria debe procurar estimular el desarrollo social, elevar el nivel espiritual, intelectual y técnico de la nación, proponiendo imparcial y objetivamente ante la opinión pública, las soluciones fundamentales a los problemas de interés general. Así entendida, la extensión universitaria tiene por misión proyectar, en la forma más amplia posible y en todas las esferas de la nación, los conocimientos, estudios e investigaciones de la universidad, para permitir a todos participar en la cultura universitaria, contribuir al desarrollo social y a la elevación del nivel espiritual, moral, intelectual y técnico.

Esta primera formalización de la función de extensión tuvo una repercusión muy amplia, y durante varias décadas sirvió como base para la formulación de políticas, programas y acciones institucionales. Un análisis del concepto permite apreciar varias situaciones interesantes: la universidad se nos presenta como entidad casi mecánica, con capacidades que rebasan ampliamente los márgenes de acción, no sólo de una institución sino del sistema educativo globalmente considerado. En este sentido, la universidad, consciente de su condición de institución elitista y privilegiada de la sociedad, pretende remediar esta situación, al menos parcialmente, llevando algunos de los conocimientos y servicios que ella produce hacia los grupos desfavorecidos. Es claro que la universidad es quien decide qué es lo que debe hacerse llegar a ellos, dado que el pueblo, al no estar "educado", no tiene capacidad de decisión. No hay mayor relación o acercamiento a éste para determinar necesidades, acciones, formas y contenidos, ya que la universidad, depositaria del saber y conocedora del rumbo que debe tomar la sociedad, conduce a ésta por tal vía.

El peso de esta orientación de la función de extensión marcó fuertemente su desarrollo, ya que la mayor parte de las universidades emprendieron numerosos conciertos, conferencias, exposiciones; eventualmente, algún tipo de cursos y campañas de alfabetización, bufetes jurídicos, campañas de salud y limpieza, etcétera, muchas veces a través del servicio social, que plantea una forma de participación de los estudiantes en estos procesos de extensión de los beneficios de la educación superior.

En términos generales, esta orientación ha conservado su vigencia, al menos en las formas de acción, ya que el discurso original ha permitido la fuerza que le dieron en su momento una filosofía y una sociología sólidamente construidas y que alcanzaron aceptación en muchos países.

Luego, en la Segunda Conferencia Latinoamericana de Extensión Universitaria y Difusión Cultural, celebrada en México en 1972, se replantean algunos aspectos se cuestiona fundamentalmente el carácter asistencialista de la extensión, la falta de participación de la sociedad en las decisiones que le conciernen, y se propone, con una fuerte influencia de las teorías y experiencias de Freire en el terreno de la alfabetización, que la extensión y la difusión deben ser liberadoras en el sentido de que tienen que favorecer la concientización de los individuos sobre su realidad para que asuman el compromiso de actuar sobre ella, transformándola.

La extensión trata de adoptar un nuevo enfoque que la presenta como un proceso de comunicación entre instancias situadas en un mismo nivel, donde no existe jerarquía y los mensajes actúan en una doble vía modificando tanto a la universidad como a la comunidad, gracias a la interacción permanente que se establece entre ellas. En esa Segunda Conferencia, la tercera función quedó definida de la manera siguiente Extensión Universitaria es la interacción entre universidad y los demás componentes del cuerpo social, a través de la cual ésta asume y cumple su compromiso de participación en el proceso social de creación de la cultura y de liberación y transformación radical de la comunidad nacional.

De manera puntual, los objetivos que se le asignan son contribuir a la creación de una conciencia en todos los sectores sociales, para favorecer así un verdadero cambio liberador de la sociedad; contribuir a que todos los sectores alcancen una visión integral y dinámica del hombre y el mundo, en el cuadro de la realidad histórica-cultural y del proceso social de emancipación de la América Latina; promover, como integradora de la docencia y la investigación, la revista crítica de los fundamentos de la Universidad y la concientización de todos sus estamentos, para llevar adelante un proceso único y permanente de creación cultural y transformación social; y aportar a la difusión y creación de los modernos conceptos científicos y técnicos que son imprescindibles para lograr una efectiva transformación social, creando a la vez la conciencia de los peligros de la transferencia científica, cultural y tecnológica, cuando es contrario a los intereses nacionales y a los valores humanos.

En cuanto a sus orientaciones, la extensión deberá mantenerse solidariamente ligada a todo proceso que se dé en la sociedad tendiente a abolir la denominación interna, externa, y a la marginación y explotación de los sectores populares de nuestras sociedades; Estar despojada de todo carácter paternalista y meramente asistencialista, y en ningún momento ser transmisora de los patrones culturales de los grupos dominantes; Ser planificada, dinámica, sistemática, interdisciplinaria, permanente, obligatoria y coordinada con otros factores sociales que coinciden con sus objetivos y no sólo en su ambiente nacional sino promover la integración en el ámbito latinoamericano.

En razón de este discurso "asambleísta", destacando el origen de la búsqueda de un significado y orientación de la actividad extensionista en América Latina en escenarios de participación, la extensión aunque conserva una importante orientación sociopolítica, comienza a precisar su carácter académico, estableciendo la necesidad de articulación con las otras funciones de docencia e investigación, y definiendo los contenidos que debe comprender en sus acciones. Después de esta II Conferencia, no se ha efectuado ninguna otra con ese carácter, cada país de América Latina, en sus instituciones, ha desarrollado la tercera función de acuerdo con estos lineamientos e interpretando la actividad extensionista de diversas maneras.

En algunos países, europeos y en los Estados Unidos de Norteamérica, el desarrollo reciente de la llamada "tercera función" de las universidades ha obedecido, sobre todo, a las necesidades de democratizar el proceso de transmisión del conocimiento, buscando nuevas modalidades de docencia para poblaciones con necesidades específicas. De ahí han surgido nuevas formas de interacción entre la universidad y la comunidad que han conformado la noción de "servicio público" de éstas.

En este sentido, la función de servicios comprende el conjunto de actividades de la universidad y se traduce en el hecho de que toda actividad de investigación y docencia es un servicio a la comunidad. Por ello, aunque la demanda de la población consista en una actividad de docencia e investigación, la actividad extensionista tiene carácter específico en cuanto a su propósito inmediato, su forma y su contenido, de brindar atención a necesidades de conocimiento de las comunidades.

De acuerdo con estos planteamientos, el "servicio" constituye una respuesta a una solicitud de un grupo o de la comunidad globalmente considerada, que supone el reconocimiento de la competencia de la universidad para establecer un nuevo tipo de relación con ésta, y rebasa ampliamente la mera distribución de actividades de enseñanza o culturales al exterior de la universidad.

En cuanto a la problemática del estatus y legitimidad de la extensión universitaria, ésta se inserta en el quehacer universitario, no siendo mecenas de vanguardismos culturales, sino una institución que realiza, por decirlo así, la redistribución del conocimiento. De este modo, las instituciones de enseñanza superior, al incorporar como una de sus funciones sustantivas la labor extensional, enmarcan generalmente sus acciones dentro de programas académicos y artísticos de carácter extracurricular, con objetivos precisos de carácter intramuros y extramuros.

Esta percepción ha soslayado en lo extensional una función de transmisor de lo cultural, arrancando de su naturalidad la esencia creativa y espontánea del quehacer académico. Con ello se convierte, frente a las necesidades explícitas de la docencia e investigación, en algo ostentoso, superfluo e incluso prescindible. El argumento común considera que la extensión universitaria requiere recursos financieros especiales para generar la infraestructura necesaria para el alcance de sus objetivos, presupuesto que muchas de nuestras instituciones educativas prefieren utilizar en otras funciones sustantivas.

Por esto, la extensión universitaria debe lograr fortalecer su carácter integral y sustantivo, desde un punto de vista totalmente institucional. Esta acción debe considerar, en lo general, los siguientes aspectos: a) El fomento de las acciones de docencia y de investigación sobre y para la extensión, y por tanto, el reforzamiento de su carácter académico en detrimento de su aspecto puramente administrativo; b) la definición, cada vez más precisa, de sus objetivos para que sean paralelos con el alcance de las metas propuestas. Ello coadyuva al cumplimiento de los propósitos de nuestras universidades y a su vinculación con la sociedad misma; y c) encontrar formas alternativas de financiamiento para sus propios programas, que permitan, también, asegurar su continuidad y fortalecimiento institucional.

En este sentido lo que hoy entendemos por extensión universitaria es un concepto que surgió en el seno de la Primera Conferencia Latinoamericana de Extensión Universitaria e Intercambio Cultural, realizada en 1957 en Santiago de Chile; en aquella jornada se le dio a la extensión universitaria una fin natural, un fin de contenido, un fin de procedimiento y un fin de matas u objetivos.

Por su naturaleza, la Extensión Universitaria es misión y función orientadora de la universidad contemporánea, entendida como ejercicio de la vocación universitaria. Por su contenido y procedimiento, la Extensión Universitaria se funda en el conjunto de estudios y actividades filosóficas, científicas, artísticas y técnicas, mediante el cual se auscultan, exploran y recogen del medio social, nacional y universal, los problemas, datos y valores culturales que existen en todos los grupos sociales. Por sus finalidades, la Extensión Universitarias debe proponerse, como fines fundamentales, proyectar dinámica y coordinadamente la cultura y vincular a todo el pueblo con la universidad.

Haciendo una revisión general de los conceptos y planteamientos que universidades nacionales y experimentales como la Central de Venezuela, la de los Andes, la del Zulia, la Simón Bolívar, la Simón Rodríguez, la de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora, entre otras; manifiestan como ideario de lo que institucionalmente es para ellas la actividad extensionista, encontramos que coinciden en considerar la extensión universitaria como la presencia e interacción académica, mediante la cual la universidad da a la sociedad, desde un perfil crítico y creador, los resultados y logros de sus investigaciones a través de su capacidad docente y comunicativa.

En este aspecto la extensión se convierte en la mejor estrategia de acción para establecer vínculos para la transformación de la Universidad que se aspira, esta exigirá la construcción de una cultura extensionista, basada en la sensibilización y formación de la comunidad universitaria(profesores, estudiantes, personal administrativo y obrero) de que sus labores, actividades de docencia e investigación y extensión se encuentran asociadas a programas y proyectos que atienden a las soluciones de problemas de las comunidades urbanas y rurales (sin que esto signifique la castración del conocimiento universal y trascendentes de nuestro quehaceres científicos, tecnológicos y culturales).

Es decir, desde su concepción originaria la extensión universitaria ha tenido un carácter transformador; ese ha sido el norte y sus variantes, pudiésemos especular, no han sido desorientadas a lo largo de los años, sino más bien descuidadas, ante la valoración sólo cultural y efectista de las acciones extensionistas. Valga referirnos a definiciones institucionales que las universidades en Venezuela publicitan como el significado que para ellas tiene la extensión universitaria la Universidad Nacional Abierta, la considera un conjunto de alternativas y estrategias que permiten el vínculo entre la universidad y la comunidad; la Universidad de Los Andes por su parte, la aprecia como un proceso no formal de difusión cultural, artística, técnica y de acción social que une a la universidad con la realidad social de su entorno; la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora, considera la extensión universitaria como un conjunto de actividades mediante las cuales la universidad promueve la elevación del nivel cultural y el perfeccionamiento profesional y técnico de la población; y la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, la caracteriza como actividades que contribuyan a fortalecer la identidad nacional, reafirmando los valores del colectivo y creando conciencia nacional latinoamericana y universal, dentro de una concepción de educación permanente.

Si algo podemos concluir en esta aproximación teórica acerca de la valoración de significados para una refundación de la extensión universitaria, es que se ha orientado más la práctica extensionista hacia la concreción de actividades, en vez de adherirse a una política educativa que le involucre con el proyecto de país establecido; no hay en concreto un papel de trabajo guía que nos haga prever en estas observaciones preliminares que ha habido una orientación sostenida y/o sistemática del papel de la función extensionista en el desarrollo de una política de Educación Superior que fortalezca esos vínculos entre la universidad y la comunidad. Ante tal ausencia se hace necesario plantear una aproximación teórica que partiendo de los actores sociales intervinientes y de la experiencia como generadora de nuevos esquemas estratégicos y significativos, proponga una política extensionista que involucre no sólo lo cultural, sino la efectiva transferencia científico y/o tecnológica a las necesidades de la comunidad, así como la recuperación de iniciativas y expectativas del entorno y su incorporación a programas y proyectos concretos en las actividades académicas.



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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