No hace falta hacer un prodigio de imaginación para representarse a un grupo de nómadas cazadores y recolectores en una Venezuela post-apocalíptica, que llegan a pasar la noche lluviosa en el cobijo de unas ruinas que les parecen inmensas cuevas perdidas en un terreno lleno de alimañas. Unos edificios vacíos, sucios, cuyas paredes desconchadas ya no aguantan para derrumbarse las filtraciones de una humedad que viene del cielo y de la propia tierra, y se caen de olvido y abandono. Unos inmensos paquidermos de cemento armado, arquitecturas abandonadas de ventanas rotas, llenas de lianas, que apenas se distinguen en medio de una selva con un monte de más de dos metros de altura. Digo, porque esta es la conclusión de un largo proceso de decadencia y deterioro de las universidades, aquellas antiguas "casas que vencen la sombra", al fin vencidas por la lluvia, la cagarruta de tantos animales, la vegetación que no permite dejar un espacio vacío.
En la discusión sobre la última decisión del gobierno de controlar los pagos de personal de las universidades autónomas a través de la Plataforma Patria, uno se consigue con una discusión acerca de culpas. Nadie se pregunta qué fue lo que pasó, sino quién fue el culpable. Lo cual significa que se asume que nos encontramos ante un muerto y, por consiguiente, un crimen. Se impone entonces una paciente labor de desentrañamiento en medio de las pasiones que enceguecen.
Primero, una distinción que debiera estar clara, pero no lo está. Una cosa son las universidades como institución, y otra los individuos que, por circunstancias de la vida política, han llegado a puestos de autoridad universitaria. Es cierto que los sujetos que hoy son rectores, vicerrectores, secretarios, decanos, etc., debido a su posición política, asumieron las acciones aventureras, inmediatistas, irresponsables de una dirigencia opositora, comprometiendo en ello a las instituciones que dirigían. Por ello, en 2002-2003 estaban dispuestos a paralizar y trancar el acceso a la Universidad, hasta que Chávez se fuera. Después, acompañaron las "guarimbas" en 2006, 2007, 2012, 2013, 2016, etc. Pero la responsabilidad principal de todo ello, es de una dirigencia opositora hoy en día derrotada, guindada de la brocha de las sanciones norteamericanas y de los países aliados a Estados Unidos. No de la Universidad.
Mientras ocurría todo esto, no sólo la Universidad continuó su misión docente, graduando cientos de profesionales de (permítanme decirlo) muy buena calidad, sino que siguió desplegando sus potencialidades en el campo de la investigación y la extensión, sus misiones primordiales. Otra cosa es que continuaran con esquemas curriculares discutibles, aquejadas de parcelamiento disciplinario, que no estuviera avanzada en el camino de la virtualización electrónica o que no asumiera con todas sus consecuencias la discusión de la transdisciplinariedad y la complejidad. Pero sí, por lo menos, se había comenzado la discusión acerca de los nuevos paradigmas de las ciencias, en los espacios de los doctorados y los postgrados en general.
¿Qué había una población flotante de bachilleres que no entraba a la Universidad? Pero eso era problema del gobierno. Y hubo una respuesta. Si algo caracterizó lo que podría llamarse una "política universitaria de Chávez" fue la masificación de la matrícula universitaria. Se lanzó (así como lanzaba el Comandante las cosas, a los coñazos, como fuera, en un derroche de voluntarismo y recursos de la renta petrolera) la Misión "Sucre" y "Alma Mater", se fundaron nuevas universidades, se ampliaron las experimentales existentes. Se habilitaron, improvisadamente vale decirlo, espacios y profesores para dar respuesta a la aspiración de miles de cumplir su sueño de ascenso social de ser profesionales universitarios, muy legítimos dado que uno de los derechos que garantizaba la constitución era el del estudio.
Ya desde entonces, recuerdo que Rigoberto Lanz hacía una aguda observación. De hecho, se estaba creando una pobre educación universitaria para pobres. Sé que algunos funcionarios intentaron introducir el tema de la calidad, pero sin éxito. Las nuevas instituciones creadas, empezando por la UBV, pronto quedaron sumergidas en la inestabilidad de las luchas de facciones para hacerse del poder. En la UNEFA no, porque dependía de las Fuerzas Armadas, y allí había una línea de mando clara, igual que en las universidades experimentales, donde del rector para bajo son simples funcionarios designados por el Ministro de turno. Pero daba qué pensar que el profesorado que se ocupaba de echar adelante los nuevos programas, incluidos los postgrados, provenían de las universidades autónomas. Mira tú.
Cabe destacar que la política del chavismo nunca fue coherente, en sus relaciones con las autónomas ni con esa otra rama de actividad, fundamental: la ciencia y la tecnología. En los primeros años de Chávez, y hasta 2005 más o menos, hubo la voluntad de solventar las deudas gremiales. Se mantuvo una relación más o menos respetuosa con las autoridades de las universidades autónomas, electas de acuerdo a los principios de la autonomía. Pero luego, comenzaron los zigzags. Hubo un Moncada que señalaba una supuesta corrupción universitaria, que nunca logró demostrar. No hubo presos ni señalamientos precisos. Tampoco la Contraloría, que tenía oficinas en todas las casas de estudio, fundamentaba alguna denuncia concreta. Luego, las tensiones bajaron con los ministros de un pequeño interregno, para que después, un ministro, Edgardo Ramírez (2010), elaborara una nueva Ley de Universidades que fue rechazada de inmediato hasta por el propio Chávez. Mientras tanto, se aprobó una Ley Orgánica de Educación que, por un lado, consagraba lo que ya estaba en la Constitución, acerca de la autonomía universitaria, pero por el otro, imponía un factor irritante: la elección de autoridades tenía que ser con la participación de empleados y obreros.
Los sectores políticos predominantes en las universidades se negaron, con variados matices, a la nueva modalidad electoral. Se arguyó, con razón que era una manera de controlar políticamente a las instituciones; aunque, por otra parte, ampliara la democracia universitaria. El resultado: se pararon las elecciones de nuevas autoridades. Una orden del TSJ de hacerlas se le dio largas indefinidas y, finalmente, las mismas autoridades permanecieron mucho más allá de su período.
Mientras tanto, las políticas de ciencia y tecnología fracasaban. Luego de hacer participar las universidades, reconociendo de hecho que lo poco de ciencia e innovación que se hace en este país se hace en esas casas de estudio, se les sacó de la gestión de los recursos, con una nueva centralización en el FONACYT. Se lanzó en 2006 una "Misión Ciencia" que, en cosa de un año, pasó al olvido, desplazando las redes productivas, los comités de saberes y la incorporación de investigadores (universitario, claro que sí) a las comunidades, por una agitación incomprensible para llenar autobuses para los programas "Aló Presidente", todo con una mentalidad que más tenía que ver con sargentos de cuartel, que con ciencia y demás "paja", como decía Hugbel Roa, entre otros "operadores" que desmontarían la misión, llevandola al fracaso.
Mientras tanto, la crisis económica se profundizó. Cayeron los precios del petróleo, prácticamente el único producto de exportación, dada la inmensa recesión o "huelga de inversiones" como quiera verse. Con la caída del PIB, la muerte del bolívar, la hiperinflación, las sanciones, vino la ola migratoria, que se llevó a más de la mitad del estudiantado y a casi dos terceras partes de profesores, muchos de ellos destacados investigadores, al extranjero. Ya nada podía detener la "fuga de cerebros" que, antes, era un cuentagotas, y se convirtió en una avalancha de talentos.
Luego vino la cuarentena y la obligación de responder por las clases virtuales. Los espacios universitarios pasaron a ser tierras de nadie, de delincuentes, que robaban y destruían equipos y materiales sin ningún límite, porque había una especie de volybol de responsabilidades entre las autoridades universitarias y los gobiernos locales, regionales y nacionales. Ahí están las ruinas de la UDO o cualquier otra, los microscopios robados o destrozados, los laboratorios desiertos. Y hasta hubo militantes fanáticos que celebraron la "destrucción de la Universidad" como si hubiera algo de qué alegrarse, porque hasta su idiotez daba tristeza. No: sólo miseria, destrucción, abandono. Luchas de borrachos por una botella vacía, protagonizadas por burócratas gubernamentales y "líderes" universitarios. Como para ponerse a llorar.
Ahora se prende un conflicto por esto de las nóminas. En esto hay, mínimo, un manejo desconsiderado y primitivo. Por las redes sociales se resuelve autoritariamente un grave problema institucional: la administración de la partida del personal. No pudo haber una previa explicación oficial del Ministro, una decisión del CNU. Se arguye por parte de los combatientes de los teclados y dirigentes de unos gremios "bolivarianos", que así se controlará la corrupción, la sinverguenzura universitaria, etc. Irregularidades que no han precisado las contralorías; que no se han precisado ante los tribunales. Nada. Por el otro lado, vuelven por sus fueros las autoridades universitarias reavivando las emociones opositoras, justo días después del diálogo al cual convocara Jorge Rodríguez a nombre de la Asamblea Nacional y al cual asistiera la rectora de la UC, Jessy Divo. Obvio "doble Vínculo". Él que es psiquiatra, sabrá a lo que me refiero.
El camino hacia la situación post-apocalíptica está abierto. En el gobierno nuevamente está la línea de "pasar el rato", desviar la atención, agudizando los conflictos y la crisis. Son situaciones para evaluar quién no quiere ponerse en la pelea, para removerlos de sus posiciones en el PSUV, de acuerdo a la amenaza disciplinaria de Diosdado. Será una nueva oportunidad para expresar estupideces ultrosas como celebrar la destrucción de las universidades. Las tribus de sobrevivientes post-apocalípticos tienen asegurados su refugio de la lluvia en esas ruinas oscuras y húmedas.