Evidencias, es difícil mostrarlas, porque nadie está con una cámara en la mano testimoniando los rostros de fastidio de algunos directores generales o de línea cuando se les propone iniciar procesos de formación internos que le den a ellos mismos o a sus “subalternos” herramientas de conocimiento que podrían mejorar la capacidad productiva de sus unidades de trabajo en tanto que ellas dinamizan la producción y sustancian la acción de gobierno.
Si bien las intensiones del Presidente de la República son nobles cuando dice que todos los días debemos dedicar por lo menos dos horas a la lectura como proceso constructivo de la conciencia para el análisis crítico de nuestra realidad particular y la realidad de este mundo, también es cierto que el gobierno ha dado una guerra sin cuartel en el ámbito especialmente comunicacional que hasta el mes de diciembre pasado fue defensivo y que hoy celebramos la salida de las trincheras para posicionarse en una situación ofensiva, pero fueron ocho años de bombardeo inclemente, constante que tuvo como blanco los 26 millones de habitantes, 4 millones de estos heridos mediáticamente y otros cuatro millones disociados.
No es el caso pretender un juicio sobre tal o cual aptitud o conducta, ni tampoco copiar aquellos románticos círculos de estudio que la gente de izquierda en los años 60, 70 y 80, sino crear las condiciones para que el nuevo funcionario del nuevo Estado socialista comprenda a conciencia el significado y el sentido de transformación que está experimentando la estructura burocrática de ese órgano caduco que debe permitir el paso a un nuevo Estado.
No hay dudas que para dar ese paso el funcionario público que es sobre todo ciudadano, y que es el combustible operador de las acciones del Tercer Motor Moral y Luces de ese nuevo Estado, debe estar preparado y contar con el suficiente conocimiento, especialmente la conciencia clara y la sabiduría de su rol como parte de un gran colectivo que debe echar a andar esta enorme y pesada maquinaria que es el Estado venezolano.
Allí está una gran responsabilidad de quienes están más claros política e ideológicamente, suponemos, los coordinadores, directores, viceministros y ministros, que son y deben tener armadura de líderes y están obligados, no sólo porque el Presidente lo exige sino por conciencia de impulsar procesos de formación que les permita a los funcionarios incluso obtener certificación para su mejoramiento profesional avalado por universidades acreditadas en el país.
Muchas propuestas de formación se han conocido, desde la Escuela de Gobierno hasta las Misiones, algunas han dado resultados satisfactorios otras han quedado en el papel, pero es necesario iniciar mejor antes que después esta tarea prioritaria, para que el Tercer Motor Moral y Luces se haga realidad con las nuevas generaciones de jóvenes funcionarios y funcionarias que contribuirán con su dinamismo y entusiasmo ha construir célula a célula, pieza a pieza el nuevo Estado socialista que esta sociedad venezolano ha buscado por centenares de años.
Aldemaro Barrios Romero
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