Uno de los problemas más graves en Latinoamérica es la educación; no se ha comprendido que un pueblo formado en las aulas académicas logra progresos inimaginables y alcanza un criterio de sociedad avanzada elevado y en consonancia con niveles de vida muy altos, garantía de que el estudio se traduce en progreso y bienestar para todos.
Según lo devela el Informe del primer semestre del 2021, del Banco Mundial, una institución neoliberal pero que cuenta con equipos multidisciplinarios de investigación bastante acuciosos, a los que podemos dar cierto crédito de confiabilidad, a raíz de la pandemia de COVID-19, la región de América Latina y el Caribe, atraviesa una crisis educativa sin precedente que requiere actuar ya para mitigar e incluso revertir sus efectos. Debido al cierre masivo de escuelas, a febrero de 2021, alrededor de 120 millones de niños en edad escolar habían perdido o corrían el riesgo de perder un año completo presencial del calendario escolar, con graves impactos educativos.
El Banco Mundial tituló su Informe con la frase “Actuemos ya para proteger el capital humano de nuestros niños: Los costos y la respuesta ante el impacto de la pandemia de COVID-19 en el sector educativo de América Latina y el Caribe”; se dice en dicho informe que la “pobreza de aprendizaje”, definida como el porcentaje de niños de 10 años incapaces de leer y comprender un relato simple, podría haber crecido de 51% a 62,5%; esto podría equivaler a 7,6 millones adicionales de niños y niñas en educación primaria “pobres de aprendizaje” en la región. Ante esta realidad es evidente que hay necesidad de actuar de manera urgente a fin de revertir la situación.
A juicio de Carlos Felipe Jaramillo (economista principal del Departamento de América Central del Banco Mundial), los “… gobiernos deben actuar en forma urgente para recuperar el terreno perdido y aprovechar la oportunidad para mejorar los sistemas educativos aprovechando nuevas tecnologías…Esta es la peor crisis educativa jamás vista en la región y nos preocupa que podría tener consecuencias graves y duraderas para toda una generación, en especial entre los sectores más vulnerables”.
Se hace necesario enfocar políticas que garanticen la reapertura de las escuelas, poniéndolas al alcance a todos los niños en edad escolar, creando las condiciones para una educación híbrida efectiva, en la que coexistan la educación presencial y la educación a distancia en las mismas escuelas, lo que constituirá la nueva normalidad durante los próximos meses. A nivel regional, menos del 43% de las escuelas primarias y menos del 62% de los colegios secundarios tienen acceso a internet con fines pedagógicos. Esta realidad muestra un futuro bastante lamentable para el Sistema Educativo latinoamericano, con una enorme pérdida de educación, capital humano y productividad se podría traducir en una caída de ingresos agregados a nivel regional de 1,7 billones de dólares, o aproximadamente 10% del cálculo base.
A esta realidad se une las deserciones escolares por lo menos en un tenor del 15% debido a la pandemia y la interrupción de servicios que muchos niños recibían en las escuelas, como los programas de alimentación escolar, que beneficiaban a 10 millones de estudiantes en la región; se resalta en el Informe, que el cierre de las escuelas trae consigo un impacto físico, psicológico y emocional, dramático para los niños, niñas, adolescentes y jóvenes.
En esta realidad no se ha tomado en consideración la figura de la “educación de adultos”, que sigue siendo una de las estrategias en Latinoamérica para erradicar el analfabetismo y para dotar de herramientas cognitivas a personas que ya con una edad poco apropiada para hacer estudios formales en primaria y básica, tienen la voluntad de estudiar para ir mejorando su sociabilidad en los trabajos u oficios que les ha tocado realizar.
Acerca de ese tema de la educación de adultos en tiempos de pandemia, es importante hacer referencia a que al estar apoyada en las tecnologías digitales, ha llegado a la vida de los adultos mayores como una alternativa de aprendizaje pero que se ha enfrentado a otro fenómeno nada atractivo para fortalecer el proceso de aprendizaje: la “fobia a la tecnología”.
Resulta que nuestros adultos, incluyendo los calificados de mayores, más allá de sesenta años de edad, tienen problemas de retención de información cuando está se simplifica en instrucciones pequeñas; muchas instrucciones puntuales, detalles de códigos, formularios de validación, entre otros, cierran el acceso continuo a estas personas y les hace complicado el manejo de la información y el desarrollo de la actividad escolar de aprendizaje.
Se distinguen causas de fondo de la “fobia a la tecnología”, según Luís David Muñoz Márquez, Universidad de Granada, las cuales desencadenan situaciones ansiosas y estresantes, esto se debe a una asociación de ideas que lleva a la aversión. El miedo a lo desconocido es la causa de que los adultos mayores de cuarenta años sean más propensos a desarrollar tecnofobia, la cual no es una fobia hacia los aparatos tecnológicos, sino hacia la incapacidad para utilizar esos aparatos.
Haciendo un poco de memoria, vayamos construyendo el escenario teórico-referencial que nos indica de dónde viene la educación de adultos para luego contextualizarla con la realidad educativa en estos tiempos de pandemia. Son varios los autores que definen la educación de adultos; no obstante, la definición más pertinente para el análisis de la investigación es la que se desprende de la Declaración de Hamburgo, de 1997, la que expresa: “Por educación de adultos se entiende el conjunto de procesos de aprendizaje, formal o no, gracias al cual las personas cuyo entorno social considera adultas desarrollan sus capacidades, enriquecen sus conocimientos y mejoran sus competencias técnicas o profesionales o las reorientan a fin de atender sus propias necesidades y las de la sociedad. La educación de adultos comprende a la educación formal y la permanente, la educación no formal y toda la gama de oportunidades de educación no formal y ocasional existentes en una sociedad educativa multicultural, en la que se reconocen los enfoques teóricos y los basados en la práctica”. Se toma en cuenta lo expuesto en la Declaración de Hamburgo, pues resulta oportuno tener en cuenta para esta investigación, ya que será de ayuda para comprender, analizar y profundizar más acerca de la educación de adultos en todas sus formas.
Ahora bien, al delimitar lo que es la Educación de Adultos, es importante la conceptualización de Educación de Jóvenes y Adultos que se refiere a las múltiples experiencias intencionalmente educativas con jóvenes y adultos, no correspondientes a la educación inicial. Abarca un amplio campo de instancias educativas heterogéneas (en cuanto a contenidos, metodología, intencionalidades, tipo de población destinataria e incluso a grados de formalización) dirigidas fundamentalmente a la población de 15 años y más que ya no está en la escuela.
Desde una perspectiva histórica, surge conceptualizada como educación de adultos, pero en la actualidad existe una tendencia a que su población sea cada vez más joven; la inclusión de la expresión “jóvenes” en la Educación de Adultos, corresponde a la realidad de nuestros países.
Para definir el término Escuela para Adultos se tomó como base la reconstrucción propia acerca del mismo, articulando con la investigación: “La educación es un proceso de construcción y adquisición de conocimientos formal e informal en el cual se imparte en las escuelas. Entonces la educación de personas adultas sirve, en términos generales, para reemprender de nuevo el viaje hacia el aprendizaje de los alumnos, partiendo de los conocimientos previos para conectarlo de nuevo y de manera consciente con la vía de su propio proceso educativo.
Con respecto a la Práctica Docente, expone Marco Lorenzatti, la práctica del docente de adultos se construye a partir del contexto sociopolítico en el que se desarrolla, de las condiciones institucionales de trabajo, de la formación básica y específica recibida y de las características de su grupo de alumnos. Esta conceptualización de la propia práctica implica reunir conocimientos que ayuden al análisis de diversas situaciones relacionadas con la institución; con los alumnos; con el conocimiento y con la toma de decisiones de los docentes. Esto lleva a un contraste específico respecto de los modelos de formación docente, que se actualizan a partir de cambios en el manejo de los conocimientos o las maneras de enseñar o muchas veces de aprender de manera descontextualizada.
En este sentido, la educación de adultos se caracteriza por abordar un sujeto de aprendizaje de la siguiente manera: El adulto no llega “en cero” a una situación de aprendizaje. En especial, si se toma en cuenta los contextos de formación vinculados con su trabajo, trae consigo un bagaje de experiencia laboral, de su vida personal y un trayecto por la educación formal.
Los aprendizajes, en este aspecto, son distintos a lo largo de las etapas de la vida de los sujetos, ya que ellos también sufren cambios. En la etapa adulta, la participación en experiencias de formación acompaña a un conjunto de proyectos personales y familiares, su ubicación en el mundo del laboral y un recorrido en la formación (en el sistema educativo formal o no formal). Como todo sujeto de aprendizaje, la edad y las características de la etapa en la cual se encuentra inciden en el interés que desarrolle por determinado aprendizaje, las posibilidades y limitaciones, los recursos de los cuales dispone, como también, los ritmos y estilos.
Y se puede afirmar que el adulto, en rol de alumno, es alguien que trae consigo el caudal de sus conocimientos y de sus experiencias anteriores. Cualquier propuesta de formación debe partir necesariamente de las situaciones de vida en que se encuentran los adultos. La escuela, como agente socializador y reproductor de los valores morales, presentes en la sociedad, está destinada a generar espacios temporales de formación donde los estudiantes, adultos, se integren de manera sólida a un conjunto orgánico integrador de políticas y servicios que persiguen el fin de garantizar la unidad del proceso educativo y su continuidad a lo largo de la vida de la persona mediante un proceso de educación permanente, donde las bases y directrices de la educación como proceso integral, alcancen determinar la orientación y organización de sistemas educativos que hagan más amigable la educación de adultos.
En un estudio reciente de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE), red plural de organizaciones de la sociedad civil, con presencia en dieciocho países de América Latina y el Caribe, que impulsa acciones de movilización social e incidencia política para defender el derecho humano a una educación transformadora, pública, laica y gratuita para todos y todas, a lo largo de la vida y como responsabilidad del Estado, y que tiene como misión defender el derecho humano a una educación transformadora, pública, laica y gratuita para todos y todas, a lo largo de la vida, como responsabilidad del Estado, buscando lograr su objetivo principal que es contribuir con la realización del derecho humano a la educación y fortalecer redes y organizaciones de la sociedad civil que actúan a nivel nacional y regional para transformar las políticas educativas.
En dicho estudio de la CLADE, se parte de unas interrogantes medulares: ¿Qué se está haciendo para garantizar la Educación de Personas Jóvenes y Adultas (EPJA) en América Latina y el Caribe? ¿Qué pueden hacer las y los educadores? Se consolidan en el estudio que las medidas de aislamiento han mostrado las asimetrías existentes y suponen un retroceso educativo que tiende a profundizar las desigualdades, principalmente por las condiciones económicas y sociales de la gran mayoría de la población.
Latinoamérica, a todas estas, vive las consecuencias de una crisis que se inicia como sanitaria, ocasionada por el Covid-19, y que hoy tiene consecuencias en lo económico, educacional, ambiental, en el cuidado de la vida y de la naturaleza; las medidas de aislamiento evidencian las asimetrías existentes y las profundizan, y suponen un retroceso educativo que tiende a profundizar las desigualdades, principalmente por las condiciones económicas y sociales de la gran mayoría de la población.
Se han venido tomando medidas importantes para crear las mejores condiciones desde donde los adultos en proceso formativo logren cumplir con éxito la prosecución de los objetivos. En la Argentina, las propuestas oficiales por parte del Estado no contemplan la particularidad de la formación de adultos en sus políticas de priorización educativa, apuntan más bien a cierta democratización del acceso a la educación, a través de la elaboración de cuadernillos para educación primaria y secundaria y a la generación de contenidos audiovisuales o radiales, que se presentan como sustitutos de los y las docentes: las clases continúan; el Ministerio de Educación educa a través de estos dispositivos.
En el caso de Brasil, en la mayoría de los departamentos de educación, estatales y municipales, hoy día hay suspensión de las actividades en términos de estrategias pedagógicas, identificándose tres estrategias virtuales para la prosecución de la educación de adultos: el Google Classroom, las aplicaciones desarrolladas específicamente para esta misión, las clases de video u otras plataformas de la propia secretaría, las que usan canales de TV abiertos para transmitir clases, y la preparación de material impreso y folletos que los estudiantes pueden recibir en casa o recoger en la escuela.
En Chile, la vida escolar se asume a través de la educación a distancia, donde las limitaciones en materia de capacitación de los y las docentes enfrenta la prosecución desde acciones de educación a distancia a través del uso de plataformas de tecnologías de comunicación remota (como Zoom y Whatsapp), creando programas de atención especiales a los adultos para el dominio de las herramientas de tecnología que le garanticen la prosecución escolar. En el El Salvador, la formación de adulto se mantiene anclada a un programa de alfabetización para jóvenes y adultos, particularmente programas de modalidades flexibles como segunda oportunidad para quienes abandonaron el sistema y no lograron una educación oportuna.
En Guatemala, el sistema educativo se ha orientado hacia los procesos virtuales, lo que solo permite un alcance parcial, dada la baja cobertura de internet, siendo hasta ahora las principales acciones la entrega de alimentos a las familias de los estudiantes del nivel primario y, desde mayo, distribución de guías educativas impresas para todos los grados del nivel primario (para dos semanas, con baja calidad), incluyendo a la educación de adultos. En Nicaragua, según el Ministerio de Educación se ha instado a los centros educativos a tomar medidas que incluyen a los adultos en la prosecución escolar bajo las modalidades de educación presencial y a distancia. En Perú, el Ministerio de Educación (MINEDU) ha implementado una estrategia de enseñanza a distancia denominada “Aprendo en casa” que, según datos oficiales, donde se incluyen todos los niveles de escolarización, incluyendo la educación de adultos, a través de diversos medios como internet, radio y televisión; en República Dominicana, se diseñaron e implementaron estrategias y actividades para dar continuidad al aprendizaje desde casa, incluyendo la educación de adultos, utilizando diversos recursos y herramientas virtuales disponibles para esos fines, y otras como medio de comunicación e información.
Y en Venezuela, a juicio de Aura Rosa Dávila de Velásquez (Universidad Pedagógica Experimental Libertador), los adultos, y adultos mayores, son reconocidos en el sistema educativo venezolano, como personas que estudian y/o trabajan y brindar sus contribuciones a la sociedad a través de la participación social y en actividades económicas que beneficien su entorno, su familia y a sí mismos, planteándose que este sector tenga la atención que se merece para llevar adelante la prosecución escolar y sus labores cotidianas, teniendo como ventajas brindarles la oportunidad de acceder a la educación, con apoyo en las tecnologías de información y comunicación.