La Bibliografía en torno a Bolívar durante la IV República adolecía de intereses oscuros y mezquinos, complacientes con el Imperio Norteamericano. Esta historiografía tradicional se circunscribía en el marco de un nacionalismo de muy corto alcance, obcecadamente politiquero, que silenciaba, omitía o desconocía el carácter absolutamente Revolucionario de Simón Bolívar, ya que insistía de manera rutinaria y traicionera, en describir casi únicamente la faceta político militar del Libertador.
No extraña entonces que en las aulas de clase de la escuela primaria y secundaria y en los libros de historia de la IV República, no se hacía referencia por ejemplo, a la histórica frase escrita por el Libertador, en la carta al coronel Patrick Campbell, encargado de negocios británico ante el gobierno de la Gran Colombia (Guayaquil, 5 de agosto de 1829)
“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad”
Palabra cierta, profecía cumplida. El empeño de Bolívar fue construir el futuro de manera positiva, sus luchas, su quehacer intelectual, el ejemplo de su obra, estuvo dirigido a fundar la libertad política y la democracia, la justicia económica, el igualitarismo social, la unidad jurídica y el progreso cultural.
El reparto de tierras a los soldados y a los indígenas del sur, la abolición de la esclavitud y sus privilegios constituyen un capítulo hermoso de la Revolución Bolivariana. La lucha contra el latifundio y la abolición de privilegios ambos temas sublimes, los que en el Discurso de Angostura llamó Bolívar “los actos mas notables de mi mando, las resoluciones mas importantes del último período”. Capítulo que hoy se resucita con el Gobierno Bolivariano, entre otros, mediante la aplicación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y la Ley de Tierras.
El programa de la Revolución Bolivariana acometida en su época con hechos concretos, es la magna herencia que legó el Libertador a las futuras generaciones de todos los pueblos de América y del Mundo, para que sus ideas sean continuadas y culminadas. La magnitud y originalidad de este movimiento Revolucionario es el único que ha procurado armonizar, superar y cuajar una efectiva síntesis de las grandes revoluciones de la historia de la humanidad, y que además supo, con verdadera y pura sapiencia, omitir sus defectos.
La de Inglaterra en el siglo XVII, victoria de la representatividad popular subordinando el absolutismo a la ley, pero conservando la autocracia de la corona.
La de Estados Unidos, independencia, libertad y justicia pero coexistiendo con la esclavitud; democracia egoísta, corroída por odios étnicos, indiferente a lo que no sea su propio interés.
La de Francia, libertad y garantías para el ciudadano del continente europeo, perfecciones doctrinales en un ambiente de horror; pero para la flamante República de la “liberté, egalité et fraternité”, las mismas colonias del “ancien regime”, cero independencia.
La de Haití, primicia mundial en abolir la esclavitud; vindicta y liquidación de cuentas ancestrales, justificada en su vehemencia, pero que se atasca en el aislamiento racial.
Bolívar no se quedó solo allí, él supo adelantarse a la época en cuanto a las reivindicaciones materiales de los oprimidos, a movimientos transcendentales para lograr cambios económicos de justicia material, a la libertad como la cúspide irrenunciable de su proyecto Revolucionario. Aun mas, Bolívar buscó todo el tiempo de su existencia que su Revolución fuera total de paz: “sin sangre, sin odio, con amor, fue un hecho que cuando la Providencia justa le presentó la oportunidad de romper las cadenas, lejos de pensar en la venganza, invita a sus propios enemigos a compartir sus dones y su asilo”.
Bolívar vivió en términos de un hemisferio íntegro, mientras que algunos otros hombres que lo acompañaban en la Revolución, miraban sólo dentro de su horizonte limitado: su provincia o su país, su interés particular, su egoismo. Bien delineado queda el drama del contraste entre el Libertador y los caudillos que aniquilan su obra y se reparten los despojos, decía Salcedo-Bastardo: “Hombres como Santander, Páez, Flores estuvieron más cerca del mundo concreto, de la realidad reinante, de las lisonjas del Imperio y de la Oligarquía, que de la grandeza de la Revolución de Simón Bolívar”.
Para terminar, bien cabría la afirmación de J. L. Salcedo-Bastardo: “Bolívar pertenece más al futuro que al instante de su específica circunstancia, esa es la clave de su fracaso relativo y de su vigencia”.
Fracaso relativo que hoy estamos dispuestos a revertir, vigencia que la Revolución Bolivariana de hoy está empeñada en impulsar, mediante la aplicación plena del ideario del Libertador y la instauración eficaz del Socialismo del siglo XXI. Tarea extraordinaria y titánica, que hoy lidera el Comandante Hugo Chávez Frías y que el Pueblo Soberano de América y el Mundo, consciente ya de su grandeza y de su responsabilidad, no está dispuesto a dejarse quitar.
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