Capacitación docente o cómo se desvirtúa un proyecto educativo revolucionario

Una vez más ejerzo el difícil papel de la crítica, en el marco de la puesta en ejecución de un proyecto de nación con el que alguna vez soñé y por el que lucho y lucharé mientras viva. En la primera ocasión alerté sobre la incomprensión existente en el funcionariado de los Ministerios de Educación, Educación Superior, Misión Sucre, Universidad Bolivariana de Venezuela y algunos camaradas cubanos, en relación con el Programa de Formación de Educadores de la Misión Sucre. De nada sirvieron escritos, pronunciamientos, entrevistas y movilizaciones, el poder perverso del individualismo competitivo, el pragmatismo, el sectarismo, el burocratismo, las perspectivas superficiales y la reproducción de las prácticas educativas tradicionales... cumplió su nefasto papel. Aquella propuesta hermosa, revolucionaria y transformadora abanderada por el camarada Eduardo Leal fue condenada al ostracismo; y en su lugar, un programa apócrifo, descontextualizado, sin estructuración de técnicas ni estrategias de formación permanente dirigidas a los principales actores y actrices de esta novedosa iniciativa de formación de nuevos educadores, acompañó el esfuerzo y la iniciativa de un grupo significado de venezolanos y venezolanas que aspiraban ingresar como educadores, bajo el compromiso robinsoniano de la formación de republicanos. Su curriculum fue construido entonces bajo la premisa de Básicos Curriculares, repitiendo, con las restricciones características del sistema de aldeas universitarias, el triste y fracasado esquema de las Universidades venezolanas.

En esta oportunidad, vuelvo a levantar mi voz en mi condición de revolucionaria y de educadora, para advertir sobre el complejo fenómeno de la capacitación docente. En este sentido quiero reflexionar sobre algunos aspectos que muchos investigadores han venido adelantando en relación con esta práctica, al tiempo que llamo la atención de los revolucionarios con verdadera formación ideológica que ejercen cargos dentro del Ministerio del Poder Popular para la Educación, para que analicen y programen con seriedad los cursos de capacitación en Sistema Educativo Bolivariano.

En lo atinente al fenómeno de capacitación, es necesario que no obviemos experiencias pasadas o los procesos que en esta materia han adelantado otras naciones latinoamericanas. Una venezolana, Delia Lerner, nos ha legado una extraordinaria investigación a través del diseño e implementación de un programa de capacitación en servicio en Argentina. De las conclusiones de estos trabajos podemos obtener interesantes inferencias: en primer lugar, la conciencia de las limitaciones que supone la masificación de una propuesta de gran complejidad ideológica, como lo es el Sistema Educativo Bolivariano; la necesidad de contar con facilitadores que reúnan unas ciertas condiciones esenciales; la significación e importancia del empleo de estrategias didácticas coherentes con la propuesta y la apremiante convicción de acompañamiento en el proceso de formación docente, y en el proceso de transferencia educativa que estos colegas implementen en cada una de las instituciones en donde se desempeñan. Sin tomar previsiones en torno a estos aspectos antes señalados, es imposible que se adelanten inovaciones exitosas en materia de educación.

Mi experiencia y la de algunos camaradas que ya habíamos estudiado la propuesta educativa y que nos acercamos como participantes de la Jornada de Capacitación iniciada el 10 de septiembre, fue desoladora... Del balance de los distintos escenarios que se activaron en los Altos Mirandinos, nos quedó la convicción de que se trataba, una vez más, de actividades guiadas por la improvisación, una baja formación ideológica, pedagógica, e incluso, académica. Desde el inicio, al menos en el escenario que me correspondió asistir, los facilitadores “vendieron” el curso como un mecanismo de ascenso clientelar. De este modo afianzaban las motivaciones de muchos de los docentes que allí se encontraban, ya que un número significativo de ellos era docente no graduado o aspirante a ascenso y/o clasificación.

Estos facilitadores mostraron en sus discursos graves inconsistencias cognoscitivas. Hablaban indistintamente de teorías y enfoques educativos, se mostraban incapaces de explicar con claridad las corrientes del pensamiento pedagógico que sustentaban el proyecto educativo bolivariano, dependiendo casi en exclusivo de la lectura de las proyecciones del video bean, recurso que dicho sea de paso, le ocasionó algunos percances, lo que generaba la pérdida de largos lapsos de tiempo.

Pero si preocupante era la falta de formación integral de los facilitadores, mayor angustia experimentamos cuando percibimos que estas personas acompañaban sus ponencias e intervenciones con presentaciones de internet o lecturas dirigidas a conmover. Desprovistos de argumentos racionales, hacían uso de la cultura de la sensiblería y el dramatismo. Y por supuesto, estas actividades consolidaban en los presentes la enorme maraña de la globalización cultural. Muchos docentes lloraban, otros corrían, emocionados, a grabar la presentación...

¿Qué criterios acompañaron la selección de estos facilitadores?¿Qué tiempo invirtió el Ministerio del Poder Popular para la Educación en “formar” a estos docentes?¿Quiénes son los responsables de las estrategias metodológicas de estos cursos?

Demás está decir que deserté del curso con todas estas preguntas merodeando mi espíritu. O definitivamente en Venezuela no quedó hueso sano, porque la mediocridad académica y la cultura capitalista se nos metió en los huesos, o dentro de “nuestros equipos de trabajo” tenemos coleados a un grupo de saboteadores que sabe que el mejor mecanismo para vencer esta revolución es la enajenación, la falta de compromiso y la cultura de la superficialidad y el pragmatismo.

De banalidades y frivolidades tenemos bastante ya dentro del gremio docente, y sabemos el mal que esto ha provocado en estas nuevas generaciones. El Sistema Educativo Bolivariano reclama un nuevo educador, ese que soñó Rodríguez hace más de dos siglos, y que no formaremos jamás con los mecanismos de las viejas estructuras universitarias, ni con la reproducción acrítica de nuevos discursos. El nuevo educador se construirá cuando logremos métodos que permitan la reflexión sobre nuestras propias prácticas educativas y culturales, cuando mediemos, a través de los propios escenarios educativos del maestro, los valores que deben orientar a las nuevas republicanas y a los nuevos republicanos que reclama nuestra patria.

Una vez más y en nombre de muchos educadores revolucionarios que observamos con profunda preocupación cómo se pervierten las propuestas educativas revolucionarias, hago un llamado a la reflexión. No reproduzcan la cultura clientelar e indigna que hemos venido sufriendo. Hagan posible los cambios. No podemos construir una nueva sociedad, si en forma apremiante y prioritaria no formamos nuevos y nuevas ciudadanas.

Correos electrónicos: martieducador@gmail.com, gladysemilia@cantv.net.


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Gladys Emilia Guevara Cabello


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