Sobre la postura institucional del Pedagógico de Caracas en relación con la LOE

Los meritócratas universitarios venezolanos

Hace más de veintiún años abandoné las aulas del Instituto Pedagógico de Caracas para asumir la compleja tarea de mediar el conocimiento e instrumentación del lenguaje y la literatura en educación media, diversificada y universitaria. Mi formación en relación con la enseñanza de la lengua obedecía a criterios estrictamente gramaticalistas, mientras que las didácticas en materia de mediación de la formación literaria se circunscribían a una última y única asignatura que se cursaba al final de la carrera, y que en líneas generales no orientaba sobre ese complejo proceso, no nos documentaba sobre teorías literarias ni sobre las distintas didácticas que cada una de ellas promulgaba.

Paradójicamente, las últimas décadas del siglo XX fueron escenario de intensos y avanzados progresos en el desarrollo de la lingüística y de las ciencias sociales, los cuales nunca fueron mediados por los profesores y profesoras que entonces dictaban cátedra en esa casa de estudio. Sin embargo, sus currículos académicos crecían y su fama como académicos connotados se difuminaba por todo el escenario nacional. Se les premiaba por acumular información, aunque esa información no nos sirviera para nada a nosotros, en el momento de intentar facilitar el conocimiento a los niños de la escuela de Los Canjilones de La Vega, lugar en donde por primera vez me enfrenté a la labor educativa formal.

Las clases magistrales de mis profesores de literatura fueron mi modelo de mediación del hecho literario, mientras que la fijación de la atención sobre los elementos más irrelevantes de la lengua, la premisa de enseñanza –aprendizaje en materia de formación lingüística.

Transcurridos algunos años, el escenario educativo del Pedagógico de Caracas fue cambiando con una lentitud pasmosa y vergonzosa para todo aquel educador que pudiera preciarse de investigador y generador de conocimientos de impacto social. El currículo sufrió algunas tímidas modificaciones, y poco a poco algunos docentes de aula fueron incorporando contenidos novedosos en materia de enseñanza de la lengua y la literatura. Sin embargo, la mediación de estas informaciones seguía adoleciendo de una perspectiva integral del fenómeno lingüístico y literario, y el resultado era la formación del mismo docente descontextualizado del entorno socio cultural de sus estudiantes y desprovisto de estrategias eficientes para la mediación del aprendizaje de sus discípulos.

No obstante, el currículo de los académicos seguía en ascenso: mientras la realidad de la enseñanza de la lengua y literatura se constituían en un perfecto fracaso.

Cabría entonces preguntarse si la lógica que operó y sigue operando en uno de los departamentos más connotados del Instituto Pedagógico de Caracas, como lo es el Departamento de Castellano, Literatura y Latín; no es la misma lógica que se activó en el resto de los departamentos, y si realmente esta “primera institución de formación docente del país” ha reunido los méritos éticos suficientes como para erigirse en instancia crítica de la nueva Ley Orgánica de Educación.

En este sentido, es necesario considerar que una gran mayoría de los profesores y profesoras que dictan cátedra en esta institución universitaria, ha perdido todo contacto con el escenario educativo de la educación inicial, media y diversificada de nuestro país; y cuando algunos profesores investigadores se aproximan a esos espacios, intentan hacerlo en instituciones privadas que le garanticen el olvido de su verdadera extracción social. Tengo en mi memoria, por supuesto, honrosas excepciones.

(Si alguien pone en duda la descontextualización del educador universitario con el escenario educativo público, revise tan sólo sobre qué temas versan sus papeles de trabajo, sus trabajos de ascensos, sus trabajos de grado y de doctorado)

Pero ahora, y en nombre de la institución, ellos se “sorprenden” por la incorporación de ciertas expresiones que según sus expertas miradas “dejan mucho que desear como en materia en sí de ley… (sic)”, deploran la falta de adecuación de la “arquitectónica jurídica”, se rasgan las vestiduras por la ausencia de una “exposición de motivos” que explique los “reales motivos educativos, sociales, políticos, culturales y de desarrollo científico-tecnológico” que dan sustento al texto legal, protestan la incorporación de términos ambiguos como “corresponsabilidad” y la no inserción del concepto de “proceso educativo”… Y para completar el análisis inquisitivo del texto, contratan los oficios de una docente de aula que se dedica a elaborar un cuadro con todas las inadecuaciones sintácticas presentes en la redacción de la ley.

¿No sigue el Instituto Pedagógico de Caracas anclado en los aspectos más irrelevantes de la realidad socio política de nuestro país, en los albores del siglo XXI?

El docente responsable de esta “Contribución del Instituto Pedagógico de Caracas al estudio de la Ley Orgánica de Educación…” a través de su escrito “mira la paja en el ojo ajeno”, porque su producción textual también adolece de problemas sintácticos que comprometen su tan cacareada formación académica. Para muestra, cito textualmente la redacción de las conclusiones a las que llega el académico:


“El desarrollo del análisis expuesto habla por sí mismo y no amerita simplificaciones de ningún tipo, por cuanto, el resultado brota por sí solo y es firme y concluyente: En su aspecto marco y arquitectónico, incluso composicional, esta Ley Orgánica está conceptualmente incompleta, inacabada y defectuosa en su redacción, tal como se evidencia en el Anexo empírico que se presenta al final en este análisis,(¿,?) por lo cual, constitutivamente, es en lo estructural y gramatical deficiente. En consecuencia, es necesario e imprescindible corregirla y reformular muchas de sus partes, tanto en lo conceptual como en las omisiones de contenido que posee el texto”. (Resaltado y observaciones mías)



¡A sesudas conclusiones llega el docente! Son ellos mismos las que se erigen en jueces mordaces de nuestras actividades de investigación en los posgrados universitarios. Ellos, los que destierran a Noam Chomsky y los aportes de la gramática generativa porque les huele a Chávez. Ellos, los que asedian académicamente a los estudiantes de izquierda porque no comulgan con la ideología que profesan. Ellos, los que hablan de autonomía académica, de objetividad investigativa y de “calidad y excelencia pedagógica”.

Por favor… Entiéndalo de una vez por todas: Venezuela atraviesa un proceso histórico social inmerso en contradicciones, y muchos de los que adelantamos estos cambios no somos más que víctimas de los propios procesos de “malformación” de los recintos universitarios que ustedes han dirigido. Es probable que tengamos compromisos ortográficos o escribamos con errores sintácticos (¿ustedes están exentos de ello?), pero tenemos muy claro el proyecto de país que queremos. ¡Queremos una sociedad verdaderamente justa, participativa y democrática! ¡Queremos una sociedad en la cual los ciudadanos no seamos domesticados pasivamente por un aparato educativo y unos medios de educación enajenantes!

Es probable que la “arquitectura jurídica” de la Ley Orgánica de Educación de los años sesenta les agrade más, y haya tenido más aciertos lingüísticos; pero lo cierto es que su instrumentación no socializó equilibradamente el saber, ni nos hizo más críticos, ni autónomos en nuestras ideas. Esta nueva Ley abre ese camino. Ojalá ustedes puedan vencer sus concepciones academicistas y estar algún día a la altura de las circunstancias.

Más les valdría, profesores, ocuparse para que el flamante director que ustedes eligieron para administrar los recursos del Instituto Pedagógico de Caracas, logre erradicar el fuerte olor a heces fecales y basura que inunda los espacios del edificio de aulas de esta casa de estudios.

martieducador@yahoo.com


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Gladys Emilia Guevara


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