Venezuela fue y es un inmenso potrero. Ha sido así desde la época colonial, cuando la entrega de tierras a los invasores españoles hizo de las sabanas y del pie de monte andino un sistema extensivo de producción, que además de carne generaba los cueros para la exportación que salían por nuestros grandes ríos, se acopiaban en el Orinoco y en varios puertos habilitados para el comercio exterior y se enviaban a España. Una parte del cuero quedaba en estos suelos, el cuero quemado por el sol de quienes tras largas faenas se encargaban de la movilización de los animales dispersos en las sabanas, indómitos y metidos en carne bajo el pastoreo extensivo en condiciones naturales. Esos cuidadores y arreadores de ganado fueron unas víctimas no contabilizadas del poderío español, sus tejidos mal alimentados y enfermos, quedaban en cualquier lugar de las sabanas, tendidos bajo el manto de la muerte, sepultados casi a flor de tierra y se les colocaba, de vaina, una cruz de paja que se desvanecía con las lluvia y el sol, luego las brozas eran arrastrada por el viento, y así, la misma naturaleza borraba la evidencia de una vida explotada.
La llegada de los bovinos a América, se organizó en forma progresiva desde el segundo viaje de Colón, lentamente el nuevo mundo para los españoles se fue poblando de bovinos, ovinos y otras especies como el ganado caballar que tenía por finalidad potenciar el saqueo tierra adentro y afianzar la conquista. Es decir, la ganadería en América es tan antigua como el accidental y criticado encuentro de dos mundos. Para el primer tercio del siglo XVI, la cría de bovinos estaba establecida en varias partes de lo que hoy es la República Bolivariana de Venezuela. La ruta más probable de la crianza bovina fue Margarita, Cumaná, El Tocuyo, Los llanos y pie de monte andino. Aunque pudo haber otra ruta desde de la costa Caribe colombiana, al los llanos orientales de Colombia y luego a los colindantes llanos venezolanos. Son más de cuatrocientos años de historia de una ganadería que es parte del mestizaje alimentario nacional, y que aportó además de carne, leche, quesos, natillas, dulces; pero, que encierra muchos mitos, farsas e ineficiencias. Veamos:
La población bovina en Venezuela creció lentamente en la parte final del pasado siglo (unas 250 mil cabezas por año), a pesar de las ingentes cantidades de recursos que los gobiernos de la época asignaron a este subsector de la economía agrícola; por cierto, muy poderoso e influyente en la política nacional de entonces. Es decir, en 1999, al asumir el Comandante Chávez, la población de ganado bovino alcanzaba la cifra de 14,8 millones de cabezas de una mezcolanza de fenotipos que más que una ganadería, pareciera estamos en presencia de un banco de variabilidad genética, por cierto nada despreciable, pero con pocas fortalezas para crecer y diferenciarse como sistemas productivos eficientes, de acuerdo de las condiciones limitantes del ambiente natural. La tasa de extracción para beneficio era del 14 % y la producción láctea rondaba los 1300 millones de litrs/año
En este contexto, las críticas y la propuestas de la FEDENAGA sobre la necesidad de una expansión desde 0,25 hasta 1,00 cabeza bovina por habitante como tamaño del rebaño nacional, es una farsa bien montada, porque se ve como una esperanza para ignorantes, pero es en realidad una reincidencia de los poderosos ganaderos para suplirse de importaciones de semovientes, cuyo destino pareciera ser similar a lo que ha ocurrido con la transferencia fraudulenta (contrabando extractivo) de animales a países vecinos, que desaparecieron mínimo 2,2 millones de semovientes existentes en 1999, mas el promedio de crecimiento de 250 mil animales por año de crecimiento vegetativo de la población bovina. Significa ahora que habría de pasar de 12,6 millones (cifra del Censo 2007) a 30 millones de bovinos. ¿Cuántos bovinos se esfumaron realmente por la extracción en estos 14 años de revolución?
Una política sobre población ganadera, inmersa en el contexto de una política integral para ganadería es un tema de Estado y no de una facción económica, y debe responder para cuales sistemas de producción, para cuales áreas de producción y para cuales actores sociales. Además debe incluir cual es el propósito mejorador de la ganadería expresado en volúmenes de productos a entregar a la sociedad. No hay explicación posible para que este poderoso sector justifique la desinversión que ellos aducen existe en ganadería ¿Qué hicieron sus ganancias y donde están los resultados de los flujos financieros históricos de este sector privilegiado de la agricultura nacional?
En los años 90, la inversión en proyectos de ciencia y tecnología para la ganadería venezolana se llevaba casi el 50 % de la torta del financiamiento nacional, y se incluían programas de mejoramiento genético, alimentación, reproducción, sanidad, entre otros. Posiblemente, habrá que medirlo con mejores indicadores, pero, la ganadería es una de las actividades donde la brecha entre el conocimiento disponible y lo que se hace en los sistemas productivos, es más grande, sobre todo cuando se trata se pequeñas ganaderías. Influye en esto la gran diversidad de sistemas puestos en práctica, aunque también la ausencia de una política educativa, sobre todo para la ganadería emergente doble propósito.
La ganadería es la responsable principal de la inequidad en la tenencia y uso de la tierra en Venezuela. Son casi quinientos años de apropiación de grandes territorios. Del 20 % que controla el 80 % de la tierra en nuestra patria, los ganaderos son los terrófagos más peligrosos. Han contribuido a ampliar sus dominios sobre la tierra promoviendo la deforestación de grandes áreas hasta transformar ecosistemas de bosques a sabanas con apenas relictos arbóreos, como ha sucedido en Caparo y otras reservas forestales. Adicionalmente, se les endilga la explotación de braceros indígenas, pobres criollos y extranjeros. Incluso en los últimos decenios del siglo pasado la prensa aportó información sobre presuntos cementerios comunes y pozos de la muerte que en los corrillos políticos se trataban con discreción porque podían ser parte del tráfico humano para reforzar las fincas ganaderas. El paramilitarismo es un tema que no se ha desnudado en la ganadería bovina venezolana, pero hay que investigarlo, so pena que las prácticas del terror contra los campesinos de la vecina y hermana Colombia, ya estén instaladas aquí y nos hagamos los tontos. Las mejores infraestructuras, los sistemas crediticios más ágiles son de la ganadería de los poderosos. Sin embargo, el fin social de la ganadería sigue difuso, sabemos que es una actividad de estatus social, de la oligarquía agroalimentaria nacional, pero estas observaciones hay que tomarlas en cuenta en una nueva política ganadera.
La farsa ganadera venezolana ha sido compartida entre el Estado y los gremios ganaderos, eso ha originado programas fallidos, abortados, trasmutados, falsos, como este que se presenta bajo la idea de llevar la población bovina a 30 millones de cabezas. Recientemente, en el período explosivo de denuncias sobre uso de dólares para traer bovinos, fueron muchos los comentarios sobre el destino final de esas importaciones. Yo no puedo aseverar esto que se dijo pero me pregunto ¿Dónde están esos semovientes que se han importado en la revolución? ¿Por qué no aparecen en las estadísticas de población bovina?
Si algún sector de la economía agrícola hay que revisar exhaustivamente es la ganadería bovina, no para fustigarla, sino para conocerla mejor y desde ese conocimiento formular una política de Estado exitosa, como existe en algunos países de Latinoamérica. De no ser así, los cantos de ordeño, esas tonadas que despiertan a los gallos y provocan el apoyo de las vacas, serán lágrimas de otro fracaso por donde nos quieren llevar los poderosos, ostentosos y peligrosos ganaderos nacionales.
¿Es posible otro modelo de desarrollo ganadero nacional?