El “inconsciente” de esta gente se lleva su primer fiasco cuando se topa con su conciencia residual: ese pedazo de cosa desdichada que le recuerda intermitentemente su indisoluble condición venezolana, al menos en procederes bastantes sólidos que no vale la pena enumerar, pero que pueden ejemplificarse en los modos de comer espaguetis con champan, venerar a la Santísima Trinidad con Madre Patria incluida y creer en la educación privada como la escalera que lo llevará al cielo. Esa ñinga de conciencia le pellizca a veces diversas zonas del “inconsciente”, aunque parezca mentira. Entonces se molesta consigo mismo porque no es capaz de entender que el absceso pélvico del Presidente no remite sino al símbolo de una paradojal fortaleza de la revolución, síntoma extraño pero irrefutable de un modo de vernos con Chávez en el primer plano del paisaje.
“¡Ahora si se le jodió el tracto urinario y la rodilla: ni un paso atrás, todos a Miraflores, vamos por PDVSA!”, parecen gritar al unísono los “inconscientes” de Lameda, Ramón Aveledo, Pablo Medina, Petkoff y todos los demás “inconscientes” de la MUD o del Frente Progresista. Gritos y susurros que se quedan atrapados en las celdas de sus mediocres biografías. Chávez forever. Esta revolución no admite alegóricas cirugías.
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