Pasó un siglo y nosotros regalamos el petróleo durante un siglo para saciar la sed de los países desarrollados. Y nuestros pueblos en África, nuestros pueblos en Asia, nuestros pueblos en América Latina hundiéndose en el subdesarrollo, hundiéndose en la miseria, hundiéndose en el atraso. Colonialismo, eso se llama colonialismo. Imperialismo, eso se llama imperialismo. Por eso es que la OPEP es una organización antiimperialista, la OPEP es una Organización liberadora para el desarrollo de nuestros pueblos de América Latina, de África y de Asia.” (Subrayado nuestro)
(Extracto
del Discurso del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela,
Hugo Chávez Frías, con motivo de la Apertura de la 141 Reunión Extraordinaria
de la Conferencia Ministerial de la Organización de Países Exportadores
de Petróleo (OPEP), celebrada en Caracas, el 1° de junio de 2006)
1.- La Venezuela previa a la llegada del presidente Hugo Chávez
Luego del auge del Neoliberalismo
que en lo económico, se tradujo en privatizaciones, apertura de las
economías semicoloniales, ataques y debilitamientos al Estado de bienestar,
el pensamiento único que glorificaba el “libre mercado” y auspiciaba
al mismo tiempo el avance arrollador de las corporaciones y la globalización
del capitalismo como la panacea a todas las adversidades socio económicas
y políticas, terminó siendo una falacia, pues en un periodo
relativamente corto, se demostró que, el mito entró en crisis, dado
que bajo sus estandartes de privatización, desregularización, liberalización
y flexibilización, el capitalismo se hizo más inestable, injusto y
desigual, provocando el crecimiento y la profundización
entre los países ricos y pobres, entre ellos y también dentro de ellos,
pues el proceso de explotación y expoliación ha generado un terrible
abismo en la distribución de las riquezas, convirtiendo al capitalismo
en el peor azote de nuestra era, con su secuela de pobreza, hambre,
ignorancia, enfermedades, guerras que intensifican a niveles insoportables,
el dolor y sufrimiento para los seres humanos. Razón por la cual,
se arguye, que esta nueva etapa del desarrollo histórico del capitalismo,
conocida como globalización neoliberal, nos ha impuesto un orden mundial
que no se puede sostener ni se puede soportar.
De allí que, a
partir de mediado de los años 90 del pasado siglo comenzamos a observar
como un conjunto de crisis financieras originadas en los llamados “mercados
emergentes” de la periferia capitalista -que precedidas de la crónica
debilidad económica del Japón, -tienden a extenderse, desde finales
del siglo pasado hasta los llamados “mercados centrales”, en contraposición
a los de tipos periféricos.
Esta situación mirada
desde la perspectiva del último lustro, parece generar una especie
de “efecto dominó” a escala mundial, que configura el marco de
una crisis y un retroceso general en el proceso de aplicación
de las políticas de libre mercado.
Toda esta lúgubre situación
se convirtió en un duro golpe contra la ilusión neoliberal del
progreso social, a través del libre mercado, iniciándose un proceso
de cuestionamiento al neoliberalismo. De manera que el debilitamiento
de la hegemonía del pensamiento neoliberal, abrió un espacio para
explorar vías alternas.
En lo que a nuestro país
respecta, podemos decir que la formulación y aplicación de las políticas
y criterios que las autoridades financieras internacionales –léase
Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional- [1]
sugirieron, se implementan, en febrero de 1989, tras él inmediato segundo
triunfo electoral de Carlos Andrés Pérez, mediante un conjunto de
políticas conocidas como el “Gran Viraje”, dirigidas a ajustar
los desequilibrios macroeconómicos existentes para ese momento en Venezuela,
a través de la redimensión del Estado en lo concernientes a sus funciones
y competencias, lo cual se reflejaba en la reorientación del gasto
público, cuyos valores reales implica ipso facto una reducción en
el gasto social que genera un malestar social y culmina con los acontecimientos
de protesta popular durante los días 27 y 28 de febrero de 1989, conocido
como el Caracazo. Sin embargo, a lo largo de la década de los
años 90, previo a la elección popular de Hugo Chávez a la presidencia
de la República, fundamentalmente, durante la segunda gestión de Caldera,
entre 1994 y 1998, esta política se intensificó y profundizó en comparación
con lo que había sido la historia económica y petrolera previa de
nuestro país.
En efecto, desde febrero
de 1989 y, con mayor celeridad, durante los años 90, las expresiones
de descontento general fueron más allá de los disturbios espontáneos,
las movilizaciones y la insurgencia llevaron a una transformación radical
del viejo sistema de partidos políticos que imperaban en el país.
En consecuencia, ambos
mandatarios incumplieron sus promesas electorales de rechazar la salida
neoliberal y mantener una presencia importante del Estado en la economía.
Así, en orden cronológico, nos encontramos que Pérez eliminó las
regulaciones bancarias, levantó la mayor parte de los controles de
precios, privatizó la compañía nacional de teléfonos (CANTV), el
sistema de puertos y una importante línea aérea (Viasa), y abrió
la industria petrolera y otros sectores estratégicos al capital privado
fundamentalmente de tipo transnacional.
Por su parte, en el quinquenio
de Caldera (1994-1998), encontramos dos estrategias sucesivas: una,
de relativo control económico y otra de evidente inclinación al neoliberalismo,
aunque con elementos de intervención del Estado. Ese primer momento
se inscribe dentro del documento denominado Carta de Intención al Pueblo
de Venezuela. En tanto, que él ultimo se inicia en abril de 1996, una
vez que se reorienta la estrategia oficial hacia la liberalización
económica, bajo el nombre de Agenda Venezuela [2]. Este, se
caracterizó por el desmantelamiento de los controles y las regulaciones
de índole económica, la apertura comercial interna y externa, la privatización
de empresas del Estado, la modificación estructural de la industria
petrolera nacional para incorporan en determinadas áreas de la actividad
intereses privados extranjeros en su gran mayoría.
De manera que, Caldera
en la postrimería de su segundo periodo y previo al triunfo electoral
de Hugo Chávez, no solamente continuó el programa de privatizaciones
de Pérez, sino que lo intensificó, al vender la compañía nacional
siderúrgica (Sidor) y al reformar el sistema de seguros sociales, permitiendo
la participación privada en los subsistemas de salud y pensiones, e
incluso con Luis Giusti [3]
a la cabeza de la política de PDVSA manejaron la privatización parcial
de la industria petrolera nacional, al proponer la venta y colocación
del 20 % de las acciones de PDVSA en la bolsa de valores.
Desde luego, nacionalmente,
la compañía petrolera estaba jugando un rol político estelar, y el
alto tren ejecutivo estaba convencido de que había llegado el momento
de implementar plenamente su agenda liberal –es decir, su agenda no-propietal-
la cual, en última instancia, habría de conducir a la privatización
de las filiales de PDVSA. En 1997, con el fin de despejar el camino,
el acuerdo de asociación de mejoramiento de crudos extra-pesados, Cerro
Negro, celebrado entre Lagoven, Mobil y Veba, incluyó una cláusula
que especificaba las condiciones bajos las cuales las filiales
de PDVSA podían ser liberadas de su condición de fiadoras: si Lagoven
reducía su participación inicial de 41,67 por ciento a menos de 12,5
por ciento, o si al menos 50,1 por ciento de la misma Lagoven era privatizada
(Mommer, 2003a:230-231).
Sin duda que esta tendencia
hacia la privatización de PDVSA se vio promovida enérgicamente por
Luis Giusti en su carácter de presidente de la Corporación, a lo largo
del periodo gubernamental de Caldera- al concebir que:
"La
apertura petrolera deberá apuntar hacia una política de privatización
de petróleos de Venezuela y sus empresas filiales (Luis Giusti, citado
por Parra Luzardo, 1997:172).
Además, el entonces
ministro de Energía y Minas, Edwin Arrieta, señalaba que:
“Venezuela, que desde 1986, se habría incorporado al
‘club de pinocho’ no solamente para participar también de las ventajas
comerciales que estaba teniendo los que ya venían desconociendo las
citadas cuotas, sino por el mismo sistema lleno de imperfecciones y
la falta de equidad con la que ella se asignaban.
(En entrevista con Malavé Mata, 2000, en El petróleo, el bolívar
y el fisco: 159, citado en Mujica Sánchez, 2003: 165).
Estas apreciaciones por
supuesto, eran igualmente compartidas por Luís Giusti en su condición
de presidente de PDVSA, al proponer que:
“Venezuela
debe ir hacia una más estrecha asociación con sus clientes
desarrollados y abandonar asociaciones tercermundistas, de subdesarrollados
y de perdedores, como la OPEP. La OPEP no ha beneficiado mucho
a Venezuela y le impone trabas a su desarrollo que la llevaría
a convertirse en una de las primeras potencias petroleras del
mundo” (Mendoza Potellá, 2010:87)
(Subrayado nuestro).
De manera que durante
el gobierno de Caldera la visión petrolera venezolana jugó a
la privatización de PDVSA y al saboteo de la OPEP, a tal punto que
después del primer triunfo electoral del presidente Hugo Chávez en
diciembre de 1998, los representantes del gobierno saliente continuaban
dando muestra de aquella política en contra de la OPEP, tal como puede
visualizarse en las entonces declaraciones del Ministro de Cordiplan,
Teodoro Petkoff, según las cuales –refiriéndose a Chávez- propone
que “el nuevo gobierno debe considerar si permanece o no
en la OPEP. ‘Quizás en el largo plazo, dedicarse a volumen y no a
precio puede ser beneficioso para el país”
(El Universal, 8/12/98, pág. 2-2, citado en Mendoza Potellá; 2000:
203).
Por otra parte, no
hay que perder de vista que se privatizaron activos adquiridos de empresas
financieras en 1994, y ya para 1997 intereses financieros foráneos
controlaban 41% de los bancos venezolanos. Todo esto incide para
que en 1998, año electoral, la crisis venezolana se profundice, en
razón del descenso casi vertical y profundo de los precios del petróleo
(US$ 10,50 en promedio en comparación con U$ 16,48 el año anterior.
2.- La política petrolera en la Venezuela bolivariana
La situación fiscal
y del sector externo de la economía venezolana, al inicio del período
de Caldera, no era tan crítica como la que se hizo evidente al comienzo
del año 1999, justamente, cuando asciende Hugo Chávez a la primera
magistratura del país. Chávez se encuentra con un país económicamente
deprimido, socialmente desbastado y políticamente fragmentado, pero
lleno de esperanza y de mucha confianza en su liderazgo. En el terreno
petrolero opera un descenso en nuestra principal variable económica:
el petróleo, cuyo precio promedio, en 1998 para la cesta venezolana,
había alcanzado la pírrica suma de US$ 10,50, llegando incluso en
diciembre de aquel año, en pleno triunfo electoral, a US$.7, 5. En
tanto que, para febrero de 1999 cuando asumió el poder, la cesta venezolana
de exportación promediaba US$ 8,97 por barril.
Tal realidad, le resulta
a la nueva administración gubernamental muy preocupante y sofocante,
dado el carácter de nuestra economía rentista y más aún por los
ingentes recursos que se requerían en lo inmediato, a fin de que la
Revolución Bolivariana pudiera iniciar su programa de acción política
y económica.
Esta situación, obliga
a que el presidente Chávez, en conjunto, con un nutrido grupo de personalidades
incluidos académicos y políticos que se opusieron, en su momento,
a la política petrolera dominante en el país durante la última década
del siglo XX, decidiera enfrentar resueltamente la crisis y librar la
batalla por detener el deterioro de los precios del petróleo, llevando
incluso esta batalla mucho más allá de nuestras fronteras, hasta alcanzar
un precio justo. La nueva administración política entendió que tal
giro en la política petrolera era un asunto impostergable para nuestro
país, pues, con unos precios tan deprimidos resultaría imposible llevar
a cabo las nuevas transformaciones políticas y económicas en que se
suspendía su programa de gobierno y que con urgencia reclamaban los
sectores más desposeídos y mayoritarios de nuestra sociedad.
En consecuencia, Chávez
y su equipo en materia petrolera secundado, en un principio, por el
entonces, Ministro de Energía y Minas, ex presidente de PDVSA y actual
presidente alterno de UNASUR, Alí Rodríguez
Araque [4] anuncian-aún cuando dejan claro que los contratos
y acuerdos contraídos por el Estado serán respetados-que procederán
a revisar todos los acuerdos en materia petrolera en defensa de los
intereses nacionales, produciéndose con ello un freno a los planes
de la apertura petrolera. Al respecto, conviene señalar que desde el
2005 con Rafael Ramírez en la dirección de PDVSA y del Ministerio
del Poder Popular de Petróleo y Minería se consolidó el desmontaje
de la apertura petrolera y sus viciados esquemas con la extinción de
los Convenios Operativos, así como de las Asociaciones Estratégicas
y los Convenios a Riesgos y Ganancias compartidas que tanto daño le
hicieron a la industria petrolera y de manera más amplia a la economía
nacional.
Grosso modo, Chávez
centra su política petrolera en tres objetivos medulares, en primer
lugar, la recuperación de los precios y maximización de la renta revirtiendo
para ello la política aperturista que privilegiaba volumen en detrimento
de los precios y también mediante el incremento de la tasa de regalías,
en segundo lugar, el fortalecimiento de la OPEP con el objeto de
producir una mayor defensa del precio en el mercado petrolero internacional
y en tercer lugar, se plantea una renacionalización de PDVSA. De hecho,
se reivindicó el control del Estado sobre los recursos naturales y
además se le otorgó rango constitucional a PDVSA.
Así en la exposición
de motivos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
(CRBV) [5], se expresa que:
Se
le otorga rango constitucional a la nacionalización petrolera, pero
al mismo tiempo se establece la posibilidad de continuar en convenios
de asociación con el sector privado siempre y cuando sean de interés
para el país, y no desnaturalice el espíritu, propósito y razón
de la nacionalización petrolera.
En correspondencia con
ello, importa por muchas razones subrayar que el nuevo gobierno asume
desde un primer momento que lo prioritario para desarrollar una política
de recuperación y de defensa de este recurso descansa en una estrategia
tendiente a recuperar los precios, ponerle fin a los esquemas aperturistas
y planes privatizadores de PDVSA y fortalecer a la OPEP [6].
Razón por la cual, estos tres objetivos medulares se convierten en
el primer eslabón para poder llevar a cabo los planes de recuperación
económica y de reactivación del país.
El Dr. Mommer lo deja
muy claro al señalar que:
El
Presidente Chávez y su Ministro de Energía y Minas, Alí Rodríguez
Araque, revirtieron la política de rechazo de las cuotas OPEP y empezaron
a defender los precios. Junto a México y Arabia Saudita, Venezuela
promovió exitosamente un nuevo entendimiento sobre las cuotas
entre los miembros de la Organización y otros países exportadores.
Durante septiembre de 2000 Venezuela también promovió
y organizó la Segunda Cumbre de Jefes de Estados de la OPEP. Los precios
se recuperaron. Los ingresos brutos por exportaciones de Hidrocarburos
ascendieron a 29.300 millones de dólares en ese año. Sin embargo los
precios eran tan sólo un aspecto de los problemas que en materia petrolera
estaba confrontando Chávez. (2003b: 32).
Huelga decir que desde
entonces Venezuela ha asumido un papel activo en la OPEP, de la cual
se había distanciado durante los gobiernos de Pérez y Caldera, y comenzó
a cumplir de manera estricta sus compromisos con esta institución,
que venía violando flagrantemente en los años anteriores.
Ahora bien, en el caso
específico de la materia de hidrocarburos, los principios generales
aparecen establecidos en el preámbulo de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela y más específicamente, en sus artículos
5, 11, 12, 113, 150, 151,156 - numerales 12 y 16- así, como en los
artículos 209, 301, 302 y 303. En el conjunto de artículos citados,
tiene relevancia lo relativo a la soberanía sobre los recursos de hidrocarburos,
la declaración de interés público, la solución de dudas y controversias,
la competencia del Poder Público Nacional, particularmente en lo que
se refiere al régimen y administración de las minas e hidrocarburos.
(Rodríguez Araque, A, 2003: 43).
Sin embargo, la mayor
incidencia de la nueva Constitución en materia petrolera, podemos
visualizarla en los artículos 12, 302 y 303, por considerar que es
en ellos en donde se mide lo relativo a su propiedad, como también
lo referente al destino y papel de PDVSA. Al respecto, es necesario
establecer que la actual Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela establece la propiedad pública de los yacimientos mineros
y de hidrocarburos, por primera vez, en una de sus disposiciones, como
bien se registra en su artículo 12 que reza:
“Los
yacimientos mineros y de hidrocarburos, cualquiera que sean su
naturaleza existente en el territorio nacional, bajo el lecho de mar
territorial, en la zona exclusiva y en la plataforma continental, pertenecen
a la República, son bienes del dominio público y, por tanto, inalienables
e imprescriptibles”.
Por otra parte, en la
Carta Magna se le otorga un carácter constitucional a PDVSA, así se
recoge textualmente en el contenido de su artículo 302, al establecer
que:
El
Estado se reserva, mediante la ley orgánica respectiva, y por razones
de conveniencia nacional, la actividad petrolera y otras industrias,
explotaciones, servicios y bienes de interés público y de carácter
estratégico. El Estado promoverá
la manufactura nacional de materias primas provenientes de la explotación
de los recursos naturales no renovables, con el fin de asimilar, crear
e innovar tecnologías, generar empleo y crecimiento económico, y crear
riqueza y bienestar para el pueblo. (Subrayado nuestro).
Seguidamente, el artículo 303, reza:
Por
razones de soberanía económica, política y de estrategia nacional,
el Estado conservará la totalidad de las acciones de petróleos de
Venezuela, S.A., o del ente creado para el manejo de la industria petrolera,
exceptuando la de las filiales, asociaciones estratégicas, empresas
y cualquier otra que se haya constituido o se constituya como consecuencias
del desarrollo de negocios de petróleos de Venezuela, S.A. (Subrayado
nuestro).
Paradójicamente, en cuanto al contenido de este artículo 303 conviene aclarar que Petróleos de Venezuela, S.A., no produce un solo barril de petróleo; es una sociedad de cartera. En cambio, sus filiales sí producen, y por tanto, según Mommer, la Constitución de la República estaría permitiendo, en principio, su privatización. Luego, en cuanto al manejo de la industria petrolera –esencialmente el manejo del recurso natural- se le encarga del mismo, con lo cual el papel del Ministerio del Poder Popular para la Energía y Petróleo, en principio, se reduciría al mínimo. (2009:5). Esto se debe al espíritu derechista que se infiltró en la constituyente que promulgó la Constitución Nacional de 1999. Fue esta una de las razones por las cuales acudimos en el 2007 a una consulta para la reforma constitucional. Todavía seguimos en deuda con está y otras incongruencias que deben superarse para ir hacia la total consolidación del modelo socialista.
No obstante, subrayemos
que sólo con Hugo Chávez es posible mantener la soberanía petrolera
y la distribución revolucionaria de la renta petrolera y además tener
una PDVSA alineada con los planes y proyectos del Ejecutivo Nacional,
no se trata de magnificar y menos mistificar el liderazgo del presidente
Hugo Chávez, pero sí de darle su justa dimensionalidad y más aún
cuando sabemos que la Mesa de la Unidad (MUD) y sus asesores en materia
económica y, más específicamente en materia petrolera lo han dejado
muy claro al plantear que sus políticas se encaminarán por la autopista
del libre mercado, lo cual incluye la privatización parcial de PDVSA
y con toda seguridad, nuestra salida de la OPEP por considerarla, en
nombre de la “postmodernidad” que defienden, una Organización anacrónica
cuya existencia no tiene sentido en el mundo globalizado de hoy.
Notas:
1.- Según Joseph
Stiglitz, premio Nóbel de Economía, estos organismos, sugerían
la aplicación de un mismo conjunto de políticas en diversos países,
sin tomar en consideración las particularidades.
2.- Este plan económico-al igual que el VIII plan conocido como el Gran Viraje o plan de ajuste económico neoliberal bajo la segunda presidencia de Pérez-fue diseñado previo acuerdo o firma de una Carta de Intención con el Fondo Monetario Internacional (FMI), bajo la necesidad de seguir aplicando medidas de ajuste económico y, por ende, reformar al Estado para garantizar las condiciones del nuevo modelo económico.
3.- Luís Giusti López, ocupa la presidencia de PDVSA desde el 28 de marzo de 1994 hasta el 09 de febrero de 1999. Desde ese momento y hasta ahora funge como asesor en materia petrolera de la Casa Blanca. Durante su gestión al frente de PDVSA se le asoció con el Gerente estrella y el Paradigma a seguir en materia empresarial.
4.- El 03 de Febrero de 1999, se realizó la entrega del despacho del Ministerio de Energía y Minas al Dr. Alí Rodríguez Araque, por parte del Ministro saliente Dr. Edwin Arrieta Valera, quien desempeñó el cargo durante el segundo gobierno de Caldera, entre 1994-1999.
5.- Derogatoria de la de 1961, fue publicada en la Gaceta Oficial Nº 36.860 del 30 de diciembre de 1999 y entró en vigencia el 1 de enero de 2000, siendo reimpresa nuevamente por error de copia en la Gaceta Oficial Extraordinaria Nº 5.453 de fecha 24 de marzo de 2001 y reformada en fecha 19 de febrero de 2009, según Gaceta Oficial Nº 5.908 de esa misma fecha.
6.- Sin embargo, esta actitud con relación a la OPEP no debe de sorprendernos, pues, en su primera intervención pública como Presidente electo, el 7 de diciembre de 1998, había sido claro y categórico en materia petrolera. “Nosotros –dijo- necesitamos defender el precio del barril petrolero y buscar las maneras para que éste aumente y se coloque de nuevo en un nivel aceptable para las necesidades del país”.
Igualmente, sostenía que el destino de Venezuela íntimamente asociado a la manera como se comportan las variables que determinaban el valor del principal rubro exportable de la economía venezolana.
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**Sociólogo Summa Cum laude (UCV).
Exconsejero de la República Bolivariana de Venezuela en Argelia.
Postgrado en Economía y Política Petrolea Internacional.
Curso Avanzado en Economía Marxista.
Profesor de Economía Política.
Militante político revolucionario.
eleazarmujica14@yahoo.com