Para recuperar la producción petrolera de manera soberana no basta con Halliburton y Schlumberger, y mucho menos con decretar, manipular la opinión y las consciencias con publicidad; no son suficientes los deseos, hace falta el líder.
La mentira tiene pies de barro. Lo que cimenta al liderazgo es moverse cerca de la verdad, conducirse y hablar con honestidad, “no mentir jamás” dice Fidel de la revolución. Muchos pensarán o comentarán desde sus pequeñeces lo iluso que somos aquellos que creemos en la verdad, que ésta, cuando se emula, son solo “declaraciones” y nada más, que en el fondo todos mentimos, y así siguen sus vidas con el eterno recelo de sus almas. Quizás por eso decimos “estar cerca de la verdad”, porque, “no mentir jamás” es casi imposible, pero para el hombre común, sin embargo en Fidel es un imperativo de vida si queremos cambiar y cambiar el mundo, debemos vivir bajo ese imperativo moral, así sea necesario esconder algo alguna vez en la vida por razones imperiosas.
Un dirigente, si engaña, disimula o miente, está maltratando a la gente, la ofende y la desprecia; nunca será un líder de nada ni de nadie, las masas, además de ser un ente colectivo, es la suma de individualidades somos seres pensantes, personas sensibles a la verdad.
No es el caso de Rafael Ramírez en PDVSA, aclaro, digo que no es su caso porque su inclinación ha sido vivir cerca de la verdad, descontando la opinión de los enemigos y envidiosos, conocidos de siempre, que por ser ellos unos pícaros astutos creen que todo el mudo actúa de la misma manera, porque miden al mundo desde sus propias vulgaridades. Es diferente un gerente conductor de una empresa que no les teme a los trabajadores, a aquel que anda rodeado de guardaespaldas y un hálito de misterio. Nosotros conocimos al flaco como un compañero más, sin miedo, educado, atento, nada pacato, nada afectado, nos cansamos de verlo en los ascensores y en los pasillos; de esto que digo puede dar testimonio una gran cantidad de gente, porque cada uno lo conoció en “persona”. Y si esta personalidad especial se prolonga hacia otros espacios, se hace extensiva a sus arengas políticas, a sus intervenciones públicas y discursos termina ejerciendo una ascendencia en la masa que se hace imprescindible, como es el caso de Ramírez todavía hoy.
El liderazgo es un factor insustituible para adelantar cualquier trabajo arduo, uno de los principales estímulos para el trabajo colectivo, hacerse acompañar por el líder en el trabajo y que éste nos acompañe. Un colectivo fraccionado, disgregado buscando sus propios intereses, divorciado de su trabajo, desconectados de los planes de la empresa, nunca podrá cumplir metas ni hacer cosas imposibles, el factor liderazgo, el factor moral cuenta inclusive más allá del estímulo material, y muchas veces puede supera las faltas técnicas y de recursos; se despierta la imaginación, la invención, se multiplican las fuerzas; la suma de muchos brazos pulsando como uno solo puede más que miles de bracitos, cado uno de su cuenta y por su lado, salvando sus propios pellejos.
Recordamos la defensa de PDVSA, cuando el paro patronal y el sabotaje petrolero, recordamos la presencia de los petroleros en las concentraciones chavistas, a nadie lo empujaron, a nadie lo chantajearon, lo amedrentaron para salir a marchar y acompañar al líder, a Chávez; no tuvieron por qué apagar las luces y cerrar oficinas, todos sabían qué hacer, dónde reunirse, con quién ir a festejar la revolución. Así mismo conocimos el trabajo voluntario, conocimos a jóvenes obreros, gente que en sus vacaciones levantaron un centro cultural en un muelle abandonado, recuperaron dos remolcadores (a uno de ellos lo bautizaron Granma, en homenaje al pequeño yate de los barbudos de Cuba), las brigadas de construcción de viviendas. Por no hablar de la administración de la empresa y de la Misión Vivienda y la autoridad que ejerció sobre ministros y viceministros, que hasta el mismo Chávez reconoció en él y la delegó en él. Nada de eso sería posible ahora bajo un sistema de coerción, mentiras y amenazas. La autoridad es del líder, no del poder practicado por la fuerza. La autoridad la tiene la verdad, la honestidad, no la astucia, esa la reservamos para reducir al enemigo.
¿Por qué no permiten que los acusados Rafael Ramírez, Bernard Mommer y muchos otros gerentes hostigados se defiendan de las acusaciones del Fiscal, con el respeto y la dignidad que se merecen? ¿Por qué los acusan y condenan a la vez tratados peor que la derecha asesina? ¿Cuál autoridad es esa que necesita del poder y la fuerza para tener la razón? ¿Por qué tanto miedo? Los dos primeros, cada cual en su terreno, son líderes indiscutibles de la industria petrolera. Basta que se diga que Ramírez va a alguna instalación de PDVSA se forma un revuelo dentro de sus trabajadores, pero a la vez se encienden las alarmas del gobierno medroso. Lo natural debería ser aprovechar esa ventaja moral del líder para adelantar la recuperación de la empresa que sostiene y sostendrá a este país por mucho tiempo más, con o sin revolución. Con Ramírez al frente se moraliza PDVSA y quizás el país, huérfano de líderes auténticos, maltratado con misterios, secretos, mentiras y bufonadas.
Hoy el fiscal y el presidente Maduro meten en un solo saco todo tipo de acusados y acusaciones que juzgan delitos a priori, y están pariendo para ver si los relacionan todos dentro de un sistema diabólico liderado por Ramírez. A lo mejor están contando con que una masa enardecida linche a Ramírez antes de que un tribunal trasnochado lo declare inocente, y así limpiar las evidencias de la felonía; la denuncia pública y estridente de esta “cosa” es lo que estos señores llama liderazgo, vociferar como un Noriega nacional; solo les falta el machete, o el mazo de Diosdado también serviría.