Se ha producido un conjunto de documentos de organizaciones ecologistas, que cuestionan la producción de agrocombustibles (etanol y biodiesel) por distintas razones: sociales, porque desplazan a comunidades indígenas y campesinas de sus tierras; económicas, porque los costos de producción son mayores que los de los combustibles derivados de hidrocarburos; y ambientales, porque causan deforestación, contaminación y no reducen el problema de las emisiones de CO2.
Es probable que todas estas razones tengan fundamento, incluso, están muy bien argumentadas y respaldadas, de modo que deben ser ciertas; pero, creo que desde un punto de vista, considerando el largo plazo, los agrocombustibles son una alternativa mejor que el petróleo y el gas, como fuente de energía del transporte automotor. Veamos.
El uso de hidrocarburos es típicamente minero, es decir, se trata de depósitos subterráneos que se extraen, se transforman y se queman en los motores de combustión interna, a fin de garantizar la locomoción. Constituyen la liquidación de un patrimonio natural no renovable, pues los hidrocarburos fósiles se han producido en procesos naturales de millones de años irrepetibles a voluntad: cuando lo ideal sería emplearlos a través del desarrollo de la industria petroquímica, en usos más valiosos.
Entretanto, los agrocombustibles, una vez que el transporte automotor pase a depender de ellos, obligará a asegurar el suministro constante y ello repercutirá en la búsqueda de métodos agrícolas sustentables, ya que el sistema industrial y económico en general no se arriesgará a quedarse sin abastecimiento, debido a que se agotó la fertilidad de los suelos. No será, entonces, porque haya llegado la conciencia ambientalista al seno del capitalismo, sino porque así lo exigirá su interés.
Será una ventaja forzada, pero una ventaja, que no tienen los hidrocarburos. De modo que me arriesgo, como ecologista, a poner en el tapete está opinión, a fin de que se analice desapasionadamente, en lugar de desatar una guerra contra los agrocombustibles, que será difícil de ganar, puesto que ya son muchos los países, entre ellos los industrializados, que han desarrollado la investigación, la producción y la conversión de los motores, para adaptarlos a la nueva fuente energética.
