No basta con poseer las mayores reservas petrolíferas del mundo. Si no adelantamos la conversión de ese enorme potencial en capacidad productiva diversa, sustentada en innovación tecnológica y desarrollo social, siempre estaremos sujetos a la fluctuante renta petrolera, a las determinaciones de la Agencia Internacional de Energía y a las oscuras manipulaciones que del mercado internacional hacen las corporaciones transnacionales y sus contrapartes financieras.
No basta la voluntad y el esfuerzo propio, por muy radical que sea la propuesta de cambio, para reducir en un tiempo prudencial el rezago tecnoproductivo. El proyecto será viable si tejemos alianzas sólidas con factores geopolíticos y económicos emergentes, dispuestos a invertir y compartir con nosotros sus experiencias y conocimientos. Factores con los cuales conformemos alianzas estratégicas de largo aliento, que complementen el esfuerzo nacional de construcción revolucionaria del nuevo país.
En este contexto, tiene un valor geopolítico inconmensurable los acuerdos de cooperación e inversión bilateral suscritos por el gobierno bolivariano con Irán, Rusia y China. Especialmente con ésta última, por su propensión actual a invertir y acceder a nuevos mercados en el mundo en desarrollo, en su interés de expandir su influencia económica global y de protegerse de la fragilidad creciente de la economía del dólar. Estas alianzas, darán sus frutos si no crean nuevos lazos de dependencia, y ello será así, si hacemos una política de inversiones que haga sostenible, en el territorio nacional, el incremento del capital social, la capacidad innovación, el desarrollo social y la estabilidad institucional.
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