Según el general Plutarco Elías Calles, la Revolución Mexicana degeneró en gobierno. Las revoluciones regresaron al capitalismo o se volvieron stalinismo, es decir, capitalismo de Estado.
La Bolivariana no se ha desfigurado así porque los venezolanos de hoy, de oposición o de gobierno, tienen un alto nivel de exigencia. La paciencia ya no es infinita y la vigilancia es asidua.
¿Qué se vigila, qué se exige? Todo, hasta detalles que no parecen importantes. Un candidato divulga una foto en que se le ve pintando una pared en un barrio, pero lleva una camisa recién almidonada. Y eso no tendría sino la importancia de un descuido si no fuera porque nunca antes anduvo por ese barrio y mucho menos pintando nada. Ese desamor es barato, pero se paga caro.
O las patrullas de maletín que se intentaron para elegir pícaros al Congreso del PSUV. No funcionaron, aunque no me extrañaría que se hayan colado algunos ladinos. O muchos. O los que se hacían campaña en plena mesa electoral. Los militantes anotaban sus nombres para NO elegirlos.
Detestan los funcionarios despreciativos que se encierran en su aire acondicionado y su camionetota negra de vidrios ahumados y la gavilla de guardaespaldas. Terminan mal. Pierden elecciones. La gente los olvida. ¿Y qué será de la vida de Luis Felipe Acosta Cárlez, su populismo, su eructo y su Hummer? ¿Que se fizo Eduardo Manuitt? ¿Dónde está Alfredo Peña? Se van quedando solos y peor: olvidados. Tanto desagrada pensar en ellos que desaparecen de todos los recuerdos.
Ya la quincalla verbal de Rómulo Betancourt no funciona como cuentas de vidrio y espejitos. Ya Caldera no embelesa machucando inglés en la ONU. Ya Jóvito no entusiasma con su soflama emperifollada.
Ahora hay que ser de verdad, no valen palabras rimbombantes e incomprensibles. La gente sabe quién es de verdad con solamente mirar.
Y anda tan exasperada como el presidente Chávez. Anda arrecha con la ineficiencia, la torpeza, la inconsistencia, el desamor. Si no corregimos inmediatamente esos extravíos, se pierde todo lo bueno que hemos construido, cuantiosamente mayor que lo malo. Y mejor que retirar las moscas de la sopa es evitar que le caigan. Pero de verdad y ya. La gente ya no es tonta. Por eso estamos en revolución.
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