Enigmas del 26 de septiembre y el 5 de enero

Los factores políticos anunciaron ya sus candidatos a la Asamblea Nacional.

Un verdadero alivio, que permite escribir con mayor libertad, sin el
riesgo de ser confundido con un aspirante más a un circuito o puesto
en una lista.

Será un placer acompañar este proceso electoral desde el periodismo,
donde algunas personas pueden aportar más y mejor que desde los
espacios del Parlamento, cuyas curules, por cierto, tienen ya
demasiados pretendientes.

Enero, mes clave

El artículo 219 de la Constitución establece: “El primer período de
las sesiones ordinarias de la Asamblea Nacional comenzará, sin
convocatoria previa, el cinco de enero de cada año, o el día posterior
más inmediato posible, y durará hasta el 15 de agosto”.

Esto quiere decir que los diputados que sean electos el próximo 26-S
ejercerán sus cargos a partir del 5 de enero del 2011, si no ocurriese
ningún evento extraordinario que impida instalar la AN en esa fecha.
Serán tres meses tanto o más interesantes que estos cuatro que faltan
para las elecciones, lo cual ya es decir bastante.

El 5-E, la nueva Asamblea habrá de elegir su primera directiva y las
presidencias de sus comisiones permanentes.

Es prematuro para hacer proyecciones, pero no para entender lo que
está en juego.

Ese Parlamento que se instalará el 5-E estará marcado por el regreso
de la oposición originariamente antichavista a su seno, del cual
decidió autoexcluirse en 2005, en aquella jugada suicida de la que
pocos quieren acordarse. Desde entonces el Legislativo sólo ha estado
compuesto por el chavismo y sus aliados, de los cuales, a su vez,
surgió en el camino, unos antes, otros después, una nueva variante de
oposición, de raíz chavista. Algo que, más allá de las anécdotas, veía
venirse a medida que se aproximaba este decisivo año 2010.

La correlación

Hugo Chávez se mantiene de lejos como el líder fundamental del país. A
primera vista, y a juzgar por las encuestas, dispone de la
popularidad, el arraigo y las herramientas necesarias para ganar esas
elecciones con los candidatos del Psuv, del PCV y movimientos
sociales, con los que formó alianza. Esto si las elecciones fueran
hoy. Pero, como solían decir en Washington durante la Guerra Fría, los
rusos también juegan, de modo que habrá que esperar al desarrollo de
la campaña electoral para que cualquier pronóstico sea absolutamente
firme. Estos cuatro meses serán, pues, cruciales.

La oposición originariamente antichavista carga con una serie de
factores en contra que le impiden ambicionar un triunfo numérico
nacional el 26-S. Es el mismo elenco que ha perdido sucesivas
elecciones, sin un líder y un programa que resulte atractivo a las
grandes mayorías populares, capaces de hacerles dar la espalda al
hombre en quien han depositado sus esperanzas de redención. Tiene un
voto duro de 40% que ha venido repitiéndose históricamente, poco más,
poco menos.

La oposición de raíz chavista aparece con menos posibilidades de una
votación que supere por sí sola la de Chávez. Puede que tenga algún
éxito en Lara, alrededor de la figura del gobernador Henri Falcón,
pero no mucho más. Poco a poco ha venido adoptando una postura más
claramente diferenciada de Chávez y su discurso tiende a asemejarse
cada vez más al de la oposición originariamente antichavista, con la
que hasta ahora evita fotografiarse en grupo, como ha sucedido con
otros anteriores desprendimientos del chavismo. La dinámica de la
polarización los empuja hacia allá, independientemente de la voluntad
individual de algunas figuras allí alineadas.

El poder de la propaganda

Habrá que evaluar la estrategia electoral que adoptará el
antichavismo, el viejo y el nuevo, y la de quienes mueven los hilos de
la llamada opinión pública. El 2 de diciembre de 2007 una campaña de
miedos alrededor del proyecto de reforma constitucional, ayudada por
los propios errores de sus impulsores, sirvió para neutralizar a una
parte del chavismo, que se abstuvo o votó en contra, y le propinó a la
Revolución Bolivariana una inesperada derrota al registrarse un
virtual empate técnico entre el Sí y el No.

Es de esperar que ya esté avanzado un modelo de campaña parecido, con
uno o varios elementos de objetivos similares al de la polémica cuña
que en 2007 mostraba a un agente del Gobierno anunciándole a un
carnicero la confiscación de su carnicería, pieza que fue repetida
infinidad de veces a través de la TV y la radio privadas. Después de
su triunfal asesoría a Juan Manuel Santos en Colombia, el mercenario
comunicacional J.J. Rendón estará disponible para esa y otras tareas.

Desafíos

Para el chavismo será un desafío desmontar los miedos viejos y nuevos
frente al socialismo, en un país sometido a décadas de propaganda
anticomunista, así como también lo será explotar adecuadamente los
aciertos de la Revolución y, al mismo tiempo, explicar las fallas,
deudas y vicios acumulados en materia de gestión pública a lo largo de
una década.

Igualmente, lo será el manejo de la crisis económica y el
funcionamiento estable del circuito de distribución de alimentos y de
los servicios públicos esenciales, que por la experiencia reciente se
convierten también en campo de batalla electoral, donde el
antichavismo mueve sus piezas empresariales y sindicales para promover
o explotar conflictos preexistentes.

Las metas ideales

La meta ideal para la Revolución es lograr las dos terceras partes de
la AN para aprobar leyes orgánicas necesarias para avanzar en el
proyecto socialista, así como para designar ciertos poderes públicos
derivados sin necesidad de negociar con la oposición.

La meta ideal de la oposición originariamente antichavista es obtener,
ella sola, la mayoría simple de la Asamblea para poder designar un
presidente de su seno.

La de la oposición de raíz chavista, léase PPT, es lograr suficientes
diputados para que uno u otro bloque se vea obligado a pactar con esa
minoría decisiva una alianza que permita alzarse con la presidencia
del Parlamento.

Si así ocurriera, estaríamos en un escenario interesante y delicado a
la vez. Una alianza con el chavismo los reencontraría con el tronco
del cual acaban de desprenderse, con costos y beneficios para ambos.
Una alianza con la oposición originariamente antichavista colocaría a
un diputado ajeno a Hugo Chávez en la línea de sucesión presidencial
que, más por tradición que por Derecho, suele ser reconocida
internacionalmente.

Vendría a rondar por Venezuela el fantasma de Honduras, donde el
presidente del Parlamento terminó siendo colocado por las élites y los
militares como sustituto del presidente democráticamente electo, en un
golpe de Estado repudiado, pero consentido por la llamada “comunidad
internacional”.

¿Exageración? ¿Paranoia? Suele decir Roy Chaderton: el hecho de que
uno no sea paranoico no quiere decir que detrás de aquella puerta no
esté un tipo con un revólver esperando para dispararte. Y más, digo
yo, si te llamas Hugo Chávez.


columnacontralacorriente@yahoo.es


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Ernesto Villegas Poljak

Periodista. Ministro del Poder Popular para la Comunicación e Información.

 @VillegasPoljakE

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