A mí Chávez no me ha dado nada

Esto se lo escuché esta mañana a una mujer de la clase obrera que se encontraba reunida con sus compañeras en la Plaza Brión de Chacaíto. No alcancé a escuchar más nada, solo escuché: “a mi Chávez no me ha dado nada”, y seguí de largo. Por supuesto que ni me molesté en meterme en la discusión, porque segurito que iba a salir todo arañado. Me quedé sano, para mejores contiendas.

Pero no es la primera vez que observo esta manera “adeca” de entender la revolución. Entre tantas veces, recuerdo una en particular cuando me encontraba en la cola para pagar en la caja del abasto PDVAL en la Urbanización Los Cortijos. Allí conversé con una mujer en la cola y me comentó: “Nosotros los pobres ayudamos a Chávez para que se montara en Miraflores, ahora él tiene que ayudarnos a nosotros”. Así mismo camaradas. Se me quedó grabado ese comentario. Es algo así como dando y dando. Es decir, nosotros ayudamos a Chávez para que “disfrute” del poder, pero con la condición de que nos devuelva el favor. Esto no es otra cosa que la ideología del favoritismo político.

En vista de que no son pocas las personas que entienden la política y la revolución de esta manera, y preocupado por la abstención chavista en las pasadas elecciones para diputadas y diputados, creo que es oportuno hacer un breve análisis sobre el daño que causa a la revolución este fenómeno del favoritismo político.

Las causas de la abstención son varias, obviamente, y unas son más influyentes que otras. Muchas de ellas ya se han analizado en Aporrea. Pero en lo particular quiero referirme a las prácticas de clientelismo, nepotismo, o amiguismo, propias del favoritismo político a que nos acostumbraron los adecos y copeyanos en la cuarta república, y de la que hoy todavía no nos hemos deslastrado. De hecho, la expresión “a mi Chávez no me ha dado nada” es prueba de ello. Y pienso que pudiera ser una de las causas que tiene mayor incidencia en la abstención chavista de las pasadas elecciones.

El intercambio de favores pervive. Los burócratas privatizan lo público para ganar poder. Regulan la concesión de prestaciones, sobretodo en las comunidades menos organizadas. Utilizan las prestaciones sociales que aún no están disponibles universalmente, como becas, pensiones, créditos, viviendas, etc., para concederlas a familiares, amistades, o clientes, quienes precisamente no son los más necesitados. Esto genera constante resentimiento y celos personales, y también celos comunales. Este resentimiento producto del favoritismo político puede crecer, es oportuno decirlo, cuando le sumamos el malestar que causa la exposición de algunos burócratas cuando circulan con vehículos 4x4, o cuando se sientan en restaurantes burgueses, y también le pudiéramos agregar los celos por los privilegios que disfrutan algunos “militantes” que habitan en las mismas comunidades.

Lamentablemente todo esto empaña la acertada política de inclusión que ha llevado a cabo el Comandante Chávez junto con los servidores públicos más honestos y revolucionarios, y en especial, en las áreas de alimentación, salud y educación.

Estamos seguros que esta práctica perversa del favoritismo político perjudica el liderazgo del Comandante Chávez. Muchos de los afectados señalan a Chávez como el responsable de la selección de los servidores públicos, como si fuera fácil conocer a tantas personas honestas y revolucionarias que acompañen al Presidente y asuman los cargos públicos más importantes.

Cuando uno se encuentra con una persona que se queja de quienes rodean al Comandante, y le pregunta: ¿con cuántas personas te has relacionado a lo largo de tu vida, que nunca te hayan echado una vaina, y que sean de tu entera confianza? Hacen un poco de memoria, y contestan: dos o tres. Entonces —le repregunto— ¿y por qué esperas que el Presidente conozca a tantas personas honestas y revolucionarias para asignarlas a todos los cargos públicos importantes que se requieren, si tú solo conoces dos o tres? Y me contestan: Ah verdad, nunca había pensado en eso. No obstante la respuesta, a la vuelta se les olvida lo hablado.

Se les olvida que las mujeres y hombres nuevos son pocos, y muchas veces son apartados del camino por los burócratas. Pero no todo es malo. Viendo el lado bueno, estos obstáculos orientan a los camaradas honestos y revolucionarios a trabajar en los movimientos sociales donde seguramente son más necesarios para consolidar la revolución.

Parece mentira, pero es muy fácil olvidar los logros de la Revolución, y tener presente en la mente solamente lo que no se ha logrado. Esto es reforzado diariamente por el enemigo de clase a través de sus medios. A través de sus operadores políticos, la burguesía es experta en manipular a los trabajadores al momento de hacer una evaluación y balance de los resultados del proceso revolucionario. Pero está claro que no podemos echarle la culpa a nuestros enemigos por no haberlos derrotado en algunas de las batallas mediáticas. Esto sería absurdo.

Asumamos nuestro barranco. Tenemos chavistas desmemoriados. La desmemoria es tal, que incluso a muchos se les ha olvidado que las Misiones son logros del Gobierno Revolucionario. Lo ven como algo normal, que tiene mucho tiempo. No recuerdan que las Misiones no existían cuando gobernaba la derecha hace apenas 11 años.

Además, muchos de los que fueron excluidos por el Pacto de Punto Fijo, ya han sido beneficiados por las políticas de inclusión del Comandante, han salido de la pobreza, tienen vivienda, y ahora aspiran a ascender a las capas medias consumistas porque ven a los escuálidos que siguen consumiendo igual y más que antes. Por supuesto, vivimos en una sociedad de clases, y estamos en permanente competencia por tener. Además, ahí todavía tenemos a las telenovelas y las cuñas que nos recuerdan día a día cómo debemos vivir para ser aceptados. Pero nuevamente debemos estar claros que no podemos responsabilizar a nuestros enemigos por nuestra insuficiente programación socialista, ni por nuestra debilidad para obligarlos a moderar el mensaje consumista. Dije debilidad, si. Porque querámoslo o no, en esta lucha de clases que se empieza a agudizar en el continente, nos relacionamos a través de las fuerzas con la que cuenta cada clase, y la moral y el derecho positivo desaparecen. Un juicio moral o jurídico contra los medios burgueses cada día pierde más sentido porque precisamente la moral y las leyes se están decidiendo en la lucha de clases.

Pues bien, retomando la idea central, las personas víctimas de la ideología y práctica del favoritismo político, tienen poca o ninguna voluntad de poder y no participan. Esperan más ayuda, más asistencia y a corto plazo por parte de quienes han apoyado en pasadas elecciones. Recordemos que aun pervive la idea del gobierno paternalista de turno, del gobierno que viene, del que podría mejorar mi calidad de vida material. Para muchos la revolución es un gobierno de turno, y no un proceso de liberación que puede durar hasta dos o tres generaciones más. Y, por supuesto, sabemos que el triunfo solo sería posible si nos acompañan los demás pueblos del mundo.

Aunque a ciencia cierta todavía no sabemos cuánta de esa abstención es contra los burócratas y cuánta es contra el líder que se rodea de burócratas —como dicen muchas de ellas y ellos—, de continuar con la ideología y la práctica del favoritismo político heredada de la cuarta república, la amplia popularidad del Comandante pudiera verse afectada en las elecciones del 2012. El enemigo sacará provecho de esto, como ya lo ha hecho, y capitalizará los votos descontentos con promesas al mejor estilo de la cuarta república.

Eso lo sabremos el 2012. Al menos que se hagan estudios científicos, con la debida participación investigativa de las comunidades, y podamos entender todas las causas de la abstención. Con estudios científicos podremos descubrir la realidad objetiva, a fin de poder inventar, planificar y construir sobre terreno firme y dejar de construir castillos en el aire con interpretaciones subjetivas, como esta que estoy escribiendo ahora, y así evitarnos sorpresas electorales.

Solo la organización de las comunidades, con teoría y práctica revolucionaria, que impulse la destrucción del estado burgués y la construcción del estado obrero y comunal, libre de burócratas, podrá salvar la revolución. La organización de las comunidades le dará más fuerza al Comandante para deslastrarse de los burócratas, y desmontar progresivamente el viejo estado burgués.

Por supuesto, todo esto es a riesgo de que renazca el burocratismo en las nuevas organizaciones por falta de conciencia socialista. Todavía no estamos vacunados. Por ejemplo, víctimas de la ideología del favoritismo político heredada, ya se ha visto esta práctica por parte de algunos voceras y voceros en algunos Consejos Comunales. Pero también es verdad que la contraloría social a este nivel de gobierno es más efectiva. En la medida que se agudiza la lucha de clases sin duda aumentará la conciencia socialista, y cada día será menos necesaria la contraloría social. Eso espero.


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Fernando Saldivia Najul

Lector de la realidad social y defensor de la sociedad sin clases y sin fronteras.

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