A primera vista

Marx como Antídoto

¿Qué tiene su pensamiento, que lleva más de dos siglos seduciendo a millones? ¿Quedaron atrapados en un credo metafísico? ¿Se trata tan sólo del esfuerzo irracional de un puñado de dogmáticos que han tenido un azaroso éxito al mantener tercamente viva la antorcha bajo la tormenta de la intemperie? ¿Qué ocurre con él, que furibundos renegados y arrepentidos no hacen más que confirmarlo? ¿En qué consiste su irónica sonrisa, que resiste la prueba del tiempo y el nefasto trabajo de la canalla: inoportunos apologetas ignorantes, que en sus excesos e incomprensión, no hacen más que atascar su camino? Nos deja el arte de la paradoja y la insistencia en la interrogación por lo intolerable. Permite entender que una palabra es ante todo un estrato, un deslizamiento sobre la cosa, un estado del tiempo y no un solo significado. Otorga una mirada y unos lentes para ver y leer; juntos constituyen el dispositivo de una actitud que se despliega disparando desde su prosa, una teoría de la superficie y la apariencia opaca de la mercancía, el valor y la plusvalía; eventos que determinan al nuevo sujeto de ese campo de prácticas que llamará historia. Práctica es el nombre de la multiplicidad de la existencia, que confirma, con Spinoza, que el sujeto es ante todo seducción, resistencia y pura actividad del devenir de una diversidad espacial, de relaciones de fuerza entre cuerpos y potencias. Por eso, el tiempo y las circunstancias vuelven a convocarlo. La evidencia es que está con nosotros, aunque sea a una distancia también irónica, afirmando la dimensión sustantiva del trabajo.

La ruptura radical que propone es en si misma, una nueva sensibilidad que tensa lo real y produce un estado distinto del conocimiento para la construcción de la verdad. Esta visión es una pasión ética por hacer parte del nuevo sujeto político. Organizar esa racionalidad otra, es en sí la transformación revolucionaria, subjetividad que se concreta en la historia de nuevas prácticas. La crítica es un ejercicio que articula al acontecimiento y pone en el centro del debate la afirmación de ese sujeto y de su subjetividad, constituyéndose en conciencia de si mismo; así, consigue su oportunidad en el despliegue de su potencia, que es torsión astuta del lenguaje y negación de la filosofía. Lo dijo muchas veces: El modo en que cada uno vive su pequeña historia es también la institución, el lugar de la clase.

La pura, concreta y cruda realidad objetiva de la transformación, está en la lengua y en la piel; si queremos que la revolución sea verdadera, ella tiene que instalarse para siempre al interior de  la carne, en la historia secreta de las multitudes y en las formas de expresión de su deseo; allí es donde el pensamiento se hace subversivo. Se trata de la estrategia de la alegría y la vida que, como diría Rimbaud, se fija en el vértigo del deseo, para conservarse, acariciando desde hoy el porvenir, trascendiendo a la muerte cotidiana de la extracción del valor en la singularidad rígida de un modo de producción y un régimen de propiedad sobre la existencia, que extingue y exprime el tiempo humano; un régimen en donde no hay retorno sino perdida de la libertad. Él es en si mismo, un estilo argumentativo y un modelo de delimitación demostrativa, que le permitió a su genio, llegar más allá y colocarse en los confines donde el entendimiento y la razón del positivismo vaciló en retirada. Sin arrogancias ni pretensión de universalismo, tuvo el buen gusto de escribir para la posteridad, así, Marx se convierte en Marx cada vez que se actualiza. Por eso, hay que buscarlo hacia adelante, no hacia atrás. Agradezco su amistad y lo coloco en mi pequeño panteón portátil y otra vez cito a Spinoza, porque “sólo los libres sabemos ser recíprocamente agradecidos”.

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Juan Barreto

Periodista. Ex-Alcalde Metropolitano de Caracas. Fundador y dirigente de REDES.

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