He planteado
que entre las “pequeñas anécdotas” de la historia de las revoluciones,
puede llegar a ser significativo pasearse por el llamado “Testamento
de Lenin”; documento básico para realizar un balance crítico de
inventario de las experiencias de transición histórica al socialismo,
durante la “revolución bolchevique”.
El 21
de enero de 1924, fallece en Gorki, cerca de Moscú, el líder histórico
y fundador del Partido bolchevique. El estalinismo, ya planteaba una
lucha frontal y sin cuartel contra el trotskismo, era necesario cerrar
las filas del Partido en torno al Comité Central.
Stalin
se trazó como objetivo el aplastamiento ideológico del trotskismo:
"Sin aplastar al trotskismo, no es posible triunfar dentro de
las condiciones de la NEP, no es posible conseguir la transformación
de la Rusia actual en una Rusia socialista".
En mayo
de 1924, ya pasado el congreso del año anterior se celebró el
XIII Congreso del Partido. Hay controversias acerca de la política
de apertura a nuevos miembros del partido en ambos Congresos, siguiendo
como criterio un aumento de las listas de potenciales seguidores de
Stalin.
En estas
condiciones, ambos Congresos condenaron mayoritariamente (como era de
esperarse) la plataforma de la oposición trotskista, definiéndola
como una desviación pequeñoburguesa del marxismo, una suerte
de revisionismo del leninismo.
Ni siquiera
en el informe secreto de Khrushchev en 1956, donde se condenaba abiertamente
los errores y abusos de Stalin, hay alguna posibilidad de encontrar
referencia positiva alguna a Trotski y al llamado trotskismo.
Efectivamente,
había muerto físicamente Lenin en 1924, pero transcurría el juicio
político para liquidar simbólicamente a Trotski, hecho que sigue siendo
muy fuerte en 1956. Por cierto, un fenómeno que llega hasta la actualidad.
Trate de investiguar si Trotski fue alguna rehabilitado en algún sector
de la URSS, incluso durante la etapa del llamado Glasnot. Malas noticias.
Trotsky es una “mala palabra”. El nombre Trotski era pronunciado
en la URSS de Gorbachov como un insulto mucho mayor que el de Stalin.
Por
cierto, no se trata de justificar ninguna nostalgia reverente por
Trotsky y el troskismo. Ya he críticado los límites del imaginario
jacobino-blanquista para construir una revolución socialista
profundamente democrática. La problemática viene de lejos. La
revolución bolchevique es sólo un ejemplo. Y el destino de Lenin enseña
las sombras que se pueden activar, cuando no hay un real debate
sobre el ejercicio autoritario del poder.
No son poco significativas muchas de estas fechas. Pues todos estos acontecimientos luego de la muerte de Lenin condicionarán los procesos de apropiación-recepción de la experiencia de la revolución bolchevique por parte de los llamados “marxistas revolucionarios” de América Latina y el Caribe. Sin saberlo o no, la huella del estalinismo estaba presente en el archivo de discursos y prácticas que codificaron el “marxismo oficial” en estas coordenadas espacio-temporales. De este modo, es posible comprender para poner un ejemplo, algunas de las razones que llevaron al marxismo soviético a cuestionar a José Carlos Mariátegui, por ejemplo, como un "populista" latinoamericano.
Así
como Marx manejo las peores fuentes históricas en el museo Británico
de Londres, para estudiar (y también estigmatizar) el pensamiento y
acción de Simón Bolívar, el marxismo soviético analizó y valoró
negativamente la obra del Amauta de la Revolución Indoamericana.
Por
tanto, no hay marxismo heterodoxo, crítico y abierto en Nuestra
América, sin un real combate a todos los dogmatismos y esquematismos,
sin una real apertura a la descolonización del eurocentrismo propio
del marxismo realmente hegemónico, sin valorar positivamente la
obra de este gran pensador peruano, sin pasearse por las voces críticas
a las imposiciones doctrinarias del
“marxismo soviético”.
Cuando
se comprenda que el “marxismo oficial soviético” (el marxismo
realmente hegemónico: el “marxismo-leninismo”) es sólo una
de las potenciales interpretaciones de algunos aspectos de la obra crítica,
abierta e inconclusa de Marx (y en muchos aspectos, una deliberada
distorsión), es posible entonces abrir el estudio del Continente-Marx
a nuevas lecturas críticas (una renovación permanente y crítico
de una obra abierta), que impugnen radicalmente las formas, contenidos
e implicaciones ético-políticas de aquellas experiencias históricas
de la transición post-capitalista que derivaron en fracasos, tragedias
y desastres históricos.
Desde
nuestro punto de vista, los acontecimientos que rodean el llamado “Testamento
de Lenin” permiten abordar la problemática de las transiciones
post-capitalistas, en la medida en que colocan sobre la mesa las
contradicciones efectivas para asumir una revolución socialista
con radicales contenidos democráticos, y no solo, una revolución socialista
con algunas formas democráticas.
Cuando
se rompe el hilo que conecta una revolución democrática constituyente
con una revolución socialista, surgen todos los extravíos del despotismo
burocrático. Y más allá de este plano político, sin asumir
un claro perfil post-desarrollista (crítica radical al productivismo/crítica
radical al consumismo/crítica al fetichismo de las fuerzas productivas,
de la tecno-ciencia y de la tecno-burocracia), no es posible colocarse
frente a frente a la posibilidad histórica de una revolución democrática,
socialista, eco-política y descolonizadora. Por ahora, esto es
otro asunto.
Ciertamente,
también es necesaria inspirarse, en ciertos sentidos, en la crítica
anti-capitalista de Marx (pararse como un piojo, sobre los hombros de
un gigante del pensamiento), pero es preciso ir más allá de Marx,
ir más allá de cualquier encuadramiento marxista en un sentido dogmático-doctrinario.
Se requieren pensamientos, saberes y teorías críticas y revolucionarias para superar el capitalismo, no un “gran dogma”; que termine en un gran “bloqueo histórico”, tanto en el terreno del pensamiento como en el terreno de la acción.
Pero,
¿qué planteaba efectivamente Lenin en aquellas cartas que fueron
taquigrafiadas de sus opiniones orales? Leamos como abordó Nikita Khrushchev
en 1956 el asunto, y luego vayamos a la medula del asunto.
Por
cierto, no olvidemos que El discurso de Khruschev fue pronunciado en
una sesión cerrada del Congreso y no formó parte de los informes
y resoluciones oficiales emitidas por él. El texto completo del discurso
no se publicó en la URSS sino hasta 1988. Como vemos, la cultura autoritaria
del despotismo burocrático llegó bastante lejos y caló profundo.
Y entre sus rasgos centrales está tanto el sectarismo como el culto
a la personalidad. Obviamente, ¿como comprender estas anomalías en
el seno del “marxismo-leninismo”?.
Leamos
a Khruschev:
“Camaradas:
En el informe que presentó el Comité
Central del Partido al XX Congreso, en numerosos discursos pronunciados
por delegados a ese Congreso, y también durante la reciente sesión
plenaria del C.C., se dijo mucho acerca de los efectos perjudiciales
del culto a la personalidad. Después de la muerte de Stalin el Comité
Central del Partido comenzó a estudiar la forma de explicar, de modo
conciso y consistente, el hecho de que no es permitido y de que es ajeno
al espíritu del marxismo-leninismo elevar a una persona hasta transformarla
en superhombre, dotado de características sobrenaturales semejantes
a las de un dios.”
El error
reside en una elemental sobrevaloración de una proyección de omnipotencia
y devoción hacia un “humano, demasiado humano”; es decir, a un
“piojo humano”, igual que todos los demás “piojos humanos”
que formamos parte del género humano, que estamos demostrando ser una
estúpida e ignorante especie humana, si nos evaluamos en contraste
a la destrucción de un planeta por parte de la matriz de la civilización
hegemónica; y reconociendo, por cierto, las múltiples humanidades
histórico-culturales sometidas y colonizadas, sus valores, aportes,
capacidades, diferencias y singularidades. Volvamos al asunto.
Dice
Khruschev: “A un hombre de esta naturaleza se le supone dotado
de un conocimiento inagotable, de una visión extraordinaria, de un
poder de pensamiento que le permite prever
todo, y, también, de un comportamiento infalible. Entre nosotros se
asumió una actitud de ese tipo hacia un hombre, especialmente hacia
Stalin, durante muchos años.”
Lo más
importante de este reconocimiento reside en la siguiente frase: “Entre
nosotros se asumió una actitud de ese tipo hacia un hombre” (proyectando
los atributos del “conocimiento inagotable, visión extraordinaria,
capacidad de prever todo, comportamiento infalible”).
Sabemos
que el remedio que trataron de encontrar en el PCUS no era nada satisfactorio:
sustituir la autoridad omnipotente de Stalin, por la autoridad omnipotente
del “partido revolucionario leninista”. El asunto no era el desplazamiento
del hombre omnipotente al partido omnipotente (en nombre de la omnipotencia
del saber leninista), sino la medula del fenómeno de la “autoridad
omnipotente”. Derrida habla de los "fundamentos místicos de
la autoridad". Nada místicos, amigo Derrida.
El planteamiento
de Khruschev en aquellas circunstancias era típico de la retórica
del: “te reconozco que… pero…): “Los méritos de Stalin son
bien conocidos a través de un sinnúmero de libros, folletos y estudios
que se redactaron durante su vida. El papel de Stalin en la preparación
y ejecución de la revolución socialista, en la guerra civil, en la
lucha por la construcción del socialismo en nuestro país, es conocido
universalmente. Nadie lo ignora. En este momento nos interesa analizar
un asunto de inmensa importancia para el partido, tanto ahora como en
el futuro... Nos incumbe considerar cómo el culto a la persona de Stalin
creció gradualmente, culto que en momento dado se transformó
en la fuente de una serie de perversiones excesivamente serias de los
principios del Partido, de la democracia del Partido y de la legalidad
revolucionaria.”
Haber
violado “el principio de la dirección colegial en el Partido,
concentrando un poder limitado en las manos de una persona” generó
sus consecuencias prácticas. Había que retornar al espíritu leninista:
“Durante la vida de Lenin, el C.C. del Partido fue la expresión
real de un tipo de gobierno colegial, tanto para el Partido como para
la nación. Debido a que fue un revolucionario marxista militante que
jamás dejó de acatar los principios esenciales del Partido, Lenin
nunca impuso por la fuerza sus puntos de vista
a sus colaboradores.”
En ese
momento, Khruschev reconoce que Lenin “(…) tuvo la visión, debido
a su clara inteligencia, de percibir a tiempo en Stalin esas características
negativas que posteriormente tuvieron consecuencias tan nefastas.”
Es decir, pasaron "nada más y nada menos" que 33 años, para que Khruschev reconociera, a puertas cerradas, esta “clara inteligencia”: “Temiendo por el futuro del Partido y de la nación soviética, Lenin diagnosticó por escrito el carácter de Stalin y en forma absolutamente concreta, señalando que era necesario examinar la necesidad de desplazar a Stalin de su puesto de Secretario General, puesto que era un ser insolente en exceso hacia sus camaradas y también, porque, siendo caprichoso, podría abusar del poder.”
Desplazamiento
del tótem Stalin al totem Lenin, por una parte, reconocimiento abierto
del carácter “insolente, caprichoso y que podría abusar del poder”
de Stalin, quien efectivamente ocupó el poder absoluto de la URSS.
¿Un poco tarde, no?
Reconoce
Khruschev: “En diciembre de 1922, en una carta al Congreso del
Partido, Lenin dijo: «Después de tomar posesión del cargo de Secretario
General, el camarada Stalin ha acumulado en sus manos un poder desmedido
y no estoy seguro de que sea siempre capaz de usar este poder con el
debido cuidado».”
Ahora
si valora Khruschev que: “Esta carta, que es un documento político
de inmensa importancia, conocida en la historia del Partido como testamento
de Lenin, ha sido distribuida a los delegados del XX Congreso del Partido.
Uds, la habían leído ya y sin duda la leerán nuevamente.”
Las
“francas palabras de Lenin”, “expresan la ansiedad que
sentía Vladimir Ilich respecto al Partido, al pueblo, al Estado y a
la futura dirección de la política del Partido.”
Las
expresiones de Khruschev aluden “obviamente” con los ideales de
Lenin, sus ansiedades e inquietudes:
“Stalin
es excesivamente insolente y este defecto, que puede ser tolerado en
un militante cualquiera del Partido, se transforma en un defecto inaceptable
en una persona que ocupa el cargo de Secretario General. Es por esto
que propongo que los camaradas vean la manera de alejar a Stalin de
este cargo y de colocar allí a otro hombre, uno que, sobre todas las
cosas, difiera de Stalin en lo siguiente: mayor tolerancia, más lealtad,
más bondad y una actitud más considerada y un temperamento menos caprichoso,
etc., etc...»”
Treinta
y tres años, una generación completa desde el punto de vista demográfico,
vivió bajo una “gran mentira institucionalizada”. Contrastemos
esta perspectiva con lo planteado por la Historia del propio Partido
comunista en 1939, durante estos sucesos:
“La
muerte de Lenin puso de manifiesto cuán estrechamente unido estaba
el Partido bolchevique a las masas obreras y cuán entrañablemente
querían éstas al Partido leninista. En el II Congreso de los Soviets
de la U.R.S.S., celebrado en los días de duelo por la muerte de Lenin,
el camarada Stalin pronunció, en nombre del Partido, un solemne juramento.
En él dijo: "Nosotros, los comunistas, somos hombres de un temple
especial. Estamos hechos de una trama especial. Somos los que formamos
el ejército del gran estratego proletario, el ejército del camarada
Lenin. No hay nada más alto que el honor de pertenecer a este ejército.
No hay nada superior al título de miembro del
Partido cuyo fundador y jefe es el camarada Lenin...Al dejarnos, el
camarada Lenin nos legó el deber de mantener en alto y conservar en
toda su pureza el gran título de miembro del Partido.
¡Te juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos con honor este mandato!...Al
dejarnos, el camarada Lenin nos legó
el deber de velar por la unidad de nuestro Partido como por las niñas
de nuestros ojos. ¡Te juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos con
honor también este mandato!...Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó
el deber de conservar y fortalecer la dictadura del proletariado.
¡Te juramos, camarada Lenin, que no escatimaremos esfuerzo para ejecutar
con honor también este mandato!...Al dejarnos, el camarada Lenin nos
legó el deber de afianzar, con todas nuestras fuerzas, la alianza de
los obreros y campesinos. ¡Te juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos
con honor igualmente este mandato!...El camarada Lenin nos hablaba insistentemente
de la necesidad de una alianza voluntaria y libre entre los pueblos
de nuestro país, de la necesidad de su colaboración fraternal dentro
del marco de la Unión Soviética. Al dejarnos, el camarada Lenin nos
legó el deber de reforzar y extender la Unión de las Repúblicas.
¡Te juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos con honor también este
mandato!...Lenin nos indicó repetidas veces que el fortalecimiento
del Ejército Rojo y su perfeccionamiento constituye una de las más
importantes tareas de nuestro Partido.
¡Juremos, pues, camaradas, que no escatimaremos esfuerzo para fortalecer
nuestro Ejército Rojo y nuestra Flota Roja!...Al dejarnos, el camarada
Lenin nos legó el deber de permanecer fieles a los principios de la
Internacional Comunista. ¡Te juramos, camarada Lenin, que no regatearemos
nuestra vida para fortalecer y extender la unión de
los trabajadores del mundo entero, la Internacional Comunista!".Tal
fue el juramento del Partido bolchevique a su jefe, a Lenin, cuya obra
perdurará a través de los siglos.”
Y continua
la historia oficiosa del Partido Comunista de 1939:
“En
mayo de 1924, se celebró el XIII Congreso del Partido. Asistieron a
él 748 delegados con voz y voto, representando a 735.881 afiliados.
El enorme aumento de la cifra de afiliados al Partido, en comparación
con la del Congreso anterior, tiene su explicación en las 250.000 altas,
aproximadamente, de la promoción leninista. Los delegados con voz,
pero sin voto, eran 416.El Congreso condenó
unánimemente la plataforma de la oposición trotskista, definiéndola
como una desviación pequeñoburguesa del marxismo, como una revisión
del leninismo, y ratificó las resoluciones votadas por la XIII Conferencia
del Partido "Sobre la obra del desarrollo del Partido" y "Sobre
los resultados de la discusión".”
Khruschev
plantea en 1956 que este documento de Lenin “(...) se dio a conocer
a los delegados al XIII Congreso del Partido, quienes discutieron la
conveniencia de transferir a Stalin a otro cargo que no fuera el de
Secretario General. Los delegados se declararon en favor de mantener
a Stalin en su puesto, expresando su esperanza, de que
él tomaría en cuenta las críticas de Lenin y izaría lo posible por
sobreponerse a los defectos que causaban tanta inquietud a este
último.”
Y para
completar el cuadro, Khruschev plantea lo siguiente: “Camaradas:
el Congreso del Partido debe familiarizarse con dos nuevos documentos
que confirman que el carácter de Stalin era tal cual lo había revelado
Lenin en su testamento. Estos documentos son cartas de Nadejda Constantinovna
Krupskaya [esposa de Lenin], a Kamenev, que en ese tiempo encabezaba
el Buró político, y una carta personal de Lenin a Stalin.”
Khruschev
pasa a leer los documentos: “«Lev Vórisovich! Debido a una breve
carta que escribí con palabras que me dictara Vladimir Ilich, con permiso
de sus médicos, Stalin se permitió ayer dirigirse a mí con una violencia
inusitada. Durante mis treinta años de militante, nunca había oído
a un camarada dirigir palabras tan insolentes a otro. Los asuntos del
Partido y de Ilich no son de menos significación para mí
que para Stalin. En este momento necesito el
máximum de dominio sobre mí misma. Lo que uno puede y lo que uno no
puede discutir con Ilich lo sé yo mejor que cualquier médico, puesto
que yo sé lo que le pone nervioso y lo que no le perturba; de cualquier
modo sé estas cosas mejor que Stalin. Recurro a Ud. y a Grigory, por
ser los camaradas que se hallan más cerca de V. I., y les ruego que
me protejan de insolentes intromisiones en mi vida privada y de viles
invectivas y amenazas. No tengo la menor duda respecto a cuál será
la unánime decisión de la Comisión de Control, con la cual Stalin
me amenaza; no obstante, tampoco tengo la fuerza ni el tiempo disponible
para malgastarlo en querellas insensatas. Además, soy un ser humano
que soporta en estos momentos una tensión nerviosa excesiva.»”
Dos
meses y medio después de aquel incidente, en marzo de 1923, Lenin envió
a Stalin la siguiente carta: “Al camarada Stalin. Copias para Kamenev
y Zinoviev. «Estimado camarada Stalin: Ud. se permitió
la insolencia de llamar a mi esposa por teléfono para reprenderla duramente.
A pesar del hecho de que ella prometió
olvidarse de lo dicho, tanto Zinoviev como Kamenev supieron del incidente,
porque ella los informó al respecto. No tengo intención alguna de
olvidarme fácilmente de lo que se hace en contra de mí
y no necesito insistir aquí de que considero que lo que se hace en
contra de mi esposa, se hace contra mí
también. Le pido entonces que Ud. medite con cuidado acerca de la conveniencia
de retirar sus palabras y dar las debidas explicaciones, a menos que
prefiera que se corten nuestras relaciones completamente.Le saluda,
Lenin. 5 de marzo de 1923».”
La conclusión
de Khruschev es la siguiente: “Como los hechos posteriores lo han
probado, la inquietud de Lenin fue justificada inmediatamente después
de la muerte de Lenin, Stalin respetó
en cierto modo los consejos de Lenin, pero más tarde comenzó
a ignorar estas serias advertencias. Cuando analizamos la forma en que
Stalin dirigió al Partido y al país, cuando nos detenemos a considerar
todo lo que hizo Stalin, llegamos al convencimiento de que los temores
de Lenin eran bien fundados. Las características negativas de Stalin,
incipientes durante la vida de Lenin, lo llevaron, durante los
últimos años de su vida a abusar del poder, lo que ha causado al Partido
un daño ilimitado.”
Khruschev
reconoce en 1956 que Stalin “(…) rehusó
absolutamente tolerar una dirección colegial del gobierno y del trabajo
y que procedió con una violencia salvaje, no solamente contra quienes
se le oponían, sino también contra todo lo que pareciese, a
su carácter despótico y caprichoso, contrario a sus conceptos. Stalin
actuaba no a través de explicaciones, y de cooperación paciente con
la gente, sino imponiendo sus concepciones y exigiendo una sumisión
absoluta a su opinión. El que osara oponerse a algún concepto o intentara
probar la corrección de su punto de vista y de su actitud, estaba condenado
a que se le relegara del grupo dirigente colectivo y que se le sometiera
posteriormente a la aniquilación física y moral. Esto es especialmente
cierto en lo que se refiere al período posterior al XVII Congreso del
Partido, cuando muchos dirigentes del Partido y simples trabajadores
honrados y afanosos del Partido, todos dedicados a la causa del comunismo,
cayeron víctimas del despotismo de Stalin.”
Y luego
Khruschev pasa a olvidar completamente lo que plantea Lenin en el propio
testamento de Lenin a propósito de Trotski y Bujarin, cuando señala:
“Debemos
atestiguar que el Partido ha tenido que reñir serias luchas contra
los trotskistas, derechistas y nacionalistas burgueses, y que desarmó
ideológicamente a los enemigos de Lenin. Esta guerra ideológica se
llevó a cabo con éxito y, como resultado de ello, el Partido se templó
y se fortaleció. En todo esto Stalin desempeñó un papel positivo.
El Partido libró una gran lucha política y espiritual contra miembros
de él que propusieron tesis anti-leninistas, que presentaron una línea
política hostil al Partido y a la causa del socialismo. Esta fue una
lucha enconada y difícil, pero necesaria, porque la línea política
tanto del bloque trotskista-zinovievista, como del bujarinista conducía
a la restauración del capitalismo y a la capitulación ante el mismo.”
Mientras
Lenin trataba de impedir la escisión entre “dos destacados dirigentes
del partido”, lo que plantea Khruschev es el desencadenamiento de
las lucha entre fracciones, además de colocar dos fases: una de lucha
ideológica y otra de fase represiva abierta:
“Vale
la pena destacar que aún durante el proceso de la furiosa lucha ideológica
contra los trotskistas, los zinovievistas, los bujarinistas y otros,
no se usaron extremas medidas represivas contra ellos; la lucha se realizó
en un terreno ideológico. Pero algunos años después, cuando el Socialismo
en nuestro país estaba fundamentalmente estructurado, cuando las clases
explotadoras estaban liquidadas, cuando la estructura social del Soviet
había cambiado radicalmente, cuando la base social no permitía movimiento
político o grupos hostiles al Partido, cuando los oposicionistas ideológicos
del Partido se encontraban vencidos políticamente desde hacía tiempo,
entonces comenzó una política de represión contra ellos.
Luego
Khruschev reconoce como entre 1935-1938 se desencadena: “(…)
la práctica de llevar a cabo persecuciones en masa a través de los
mecanismos del Gobierno, primero contra los enemigos del leninismo,
o sea trotskistas, zinovievistas, bujarinistas, derrotados desde hacía
tiempo por el Partido, y posteriormente, también contra comunistas
honrados y contra esos dirigentes del Partido que habían soportado
la pesada carga de la guerra civil y los primeros y más difíciles
años de la industrialización y la colectivización y que habían luchado
activamente contra los trotskistas y derechistas para mantener la línea
leninista del Partido.”
Y plantea
una perla: “Stalin inventó el concepto de
«enemigo del pueblo». Este término hizo automáticamente innecesario
que los errores ideológicos de los hombres expresados en una controversia
se comprobasen; este término hizo posible que se usaran los más crueles
métodos de represión, violándose así
todas las normas de la legalidad revolucionaria, cada vez que alguien
estaba en desacuerdo con Stalin o que se sospechara en
él una intención hostil o debido simplemente a que tenía una mala
reputación. Este concepto de «enemigo del
pueblo», finalmente, eliminó todas las posibilidades de que se desarrollaran
luchas ideológicas o de que alguien pudiese dar a conocer su punto
de vista respecto a cualquier problema, aunque ellos fuesen meramente
de carácter práctico. En general y en realidad, la
única prueba de culpabilidad valedera era la confesión y ella se usaba
contra todas las normas de la legalidad, por cuanto se ha podido demostrar
posteriormente que esas confesiones se obtenían presionando por medios
físicos al acusado. Esto condujo a abiertas violaciones de la legalidad
revolucionaria, y al hecho de que muchas personas enteramente inocentes,
que antes habían defendido la línea del Partido, se transformaran
en víctimas.”
La fórmula-estigma:
«enemigo del pueblo» se creó con el objeto específico
de aniquilar físicamente a tales individuos, sentencia Khruschev. Y
pasa a contrastar el método leninista de lucha ideológica del “método
estalinista”:
“Las
virtudes de Lenin, paciencia para trabajar con la gente, persistencia
para educarla, habilidad para inducirlos a seguirle sin utilizar métodos
represivos sino más bien recurriendo a influencias ideológicas, le
eran enteramente ajenas a Stalin. Stalin descartó
el método de lucha ideológica, reemplazándolo por el sistema de violencia
administrativa, persecuciones en masa y terror. Procedió
a un ritmo siempre creciente a imponerse a través de los organismos
punitivos, violando así con frecuencia todas las normas de la moral
y las leyes soviéticas. El comportamiento arbitrario de una persona
estimuló la arbitrariedad en otras. Las detenciones y las deportaciones
en masa de muchos miles de personas, las ejecuciones sin previo juicio
y sin una investigación normal del comportamiento de los acusados,
engendraron condiciones de inseguridad, temor y aun de desesperación.
Esto, es claro, no contribuyó a reforzar la unidad del Partido, sino,
por el contrario, produjo la aniquilación y la expulsión del Partido
de muchos trabajadores leales, pero molestos para Stalin.”
No hay
que abundar en mayores detalles. Sin embargo, así como hay que temerle
a las mentiras de los seres humanos, sobre todo a estos “super-hombres”
omnipotentes capaces de cometer los peores abusos, hay que temerle más
a las mentiras institucionalizadas por los partidos-aparatos, sus sectarismos
y esquematismos ideológicos. No vaya a ser que cualquier día aparezca
un Nikita Khruschev cualquiera (después de 33 años, por ejemplo) a
decir que todo fue: ¡Todo era MENTIRA, la responsabilidad es del que
ya esta muerto!
Uno
podría pensar que a falta de coraje en su oportunidad debida, lo mejor
es la cobardía oportuna. ¿Cuál coraje? El de concebir el socialismo
como una revolución democrática permanente, una democracia social,
económica y cultural, no acotada a los límites de la democracia liberal.
Allá aquell@s con sus lealtades ciegas. Frente
a un ser humano que “(…) se le supone dotado de un conocimiento
inagotable, de una visión extraordinaria, de un poder de pensamiento
que le permite prever todo, y, también, de un comportamiento infalible.”,
hay que aplicarle la vieja anécdota del encuentro entre Alejandro Magno
y el filósofo Diógenes de Sinope:
Se dice
que una mañana, mientras Diógenes se hallaba absorto en sus pensamientos,
Alejandro Magno interesado en conocer al famoso filósofo, se le acercó
y le preguntó si podía hacer algo por él. Diógenes le respondió:
“Sí, tan solo que te apartes porque me tapas el sol.” Los cortesanos
y acompañantes se burlaron del filósofo, diciéndole que estaba ante
el rey. Diógenes no dijo nada, y los cortesanos seguían riendo. Alejandro
cortó sus risas diciendo: “De no ser Alejandro, habría deseado ser
Diógenes.”
En otra
ocasión, Alejandro encontró al filósofo mirando atentamente una pila
de huesos humanos. Diógenes dijo: “Estoy buscando los huesos de tu
padre pero no puedo distinguirlos de los de un esclavo”.
Iguales entre iguales, diferentes entre diferentes, comunes entre comunes. Sin rendirle culto a ninguna "autoridad omnipotente". Insumisión del espíritu. Allí está la clave de cualquier revolución.
jbiardeau@gmail.com