Pero luego de un introito de significativo rigor histórico, se hizo entonces actual el sereno discurso de orden del general en jefe, Rangel Silva, ayer en la plaza Bolívar de Angostura: Debemos cesar la explotación del hombre por el hombre… ¡Patria Socialista o Muerte..! Depredación imperialista… Ha faltado patriotismo… No aceptamos que la Patria se nos muera… No se puede ser hijo de Venezuela sin ser bolivariano… Tales eran algunas de las arengas moderadas que matizaron su discurso.
El discurso de orden del general Rangel Silva demostró que hoy, la Fuerza Armada Nacional, está para defender al pueblo y no para matarlo, como muertas fueron aquellas esperanzas integracionistas que nacieran en Angostura, el 15 de febrero de 1919, pintadas por los labios de aquel envejecido prematuramente, y a la vez, insólito Simón Bolívar.
Ya poco antes el presidente de la Asamblea, Soto Rojas, había subrayado que así como ese mismo día, pero de 1819 los realistas no habían acudido al Congreso a fin de escuchar el discurso de Bolívar, asimismo los realistas de hoy, tampoco. Y no es mera casualidad esto: es ya una actitud connatural del fascismo nativo.
Pero es que ha quedado irreversiblemente claro que los escuálidos le tienen terror a Bolívar, por no decir que se repuchan y que, a tan sólo escuchar pronunciar su nombre, pierden el control de ciertos orificios, o de los esfínteres, aceptando que esfínteres aquí me suena como a infórmenes... De ahí que me explique, en algo, por qué no se atrevieron a sentarse en ese escenario tan intimidante para ellos. A María Corina, por ejemplo, seguro que se le habrían alterado los procesos hormonales tan vestida de organdí como acostumbra; a Enrique Mendoza, seguro que se le habrían acentuado los ahoguíos que lo acongojan; el Ken Marquina a lo mejor se hubiera partido de fúrico; Gómez Cigala seguro que se hubiera despeinado y el nudo de la corbata corrérsele hacia un lado de manera caótica; el ex presidente de Fedecámaras seguro que hubiera terminado ejecutando en close up pródigos e indebidos buchetes; seguro que el otoñal Marcel Granier hubiera terminado rompiendo la relación que mantiene con su amigo íntimo y representante en la Cámara; a Borges seguro que se le hubieran separado la cejas, al por supuesto separárseles también las “placas tectónicas” de su conservador rostro justiciero; y así, sucesivamente, donde todos habrían terminado en vergonzosos aprietos coyunturales.
Pero también hallo que el presidente Soto Rojas, no obstante, debe tener más soba aún con la horda escuálida en la Asamblea Nacional. Incluso, demando de él, que su gerencia de la institución legislativa se lacte de más técnicas psiquiátricas de última generación, para lograr mantener la presencia de esta horda-bancada-escuálida en todas las jornadas parlamentarias. Presencia, tanto de los principales, como de todos los suplentes; lo que en la moderna jerga parlamentaria mundial se denomina full presencia, pues.
Por ejemplo, consideraría muy adecuado que la próxima vez que alguna efemérides sea ocasión justa para otro discurso de orden, el presidente Soto Rojas (incluso manu militari, para evitar discusiones estériles dentro de la bancada revolucionaria) seleccione a Posada Carriles, o a Mazuco, para que le den luces al país -y al mundo- sobre un tema que a ellos (a los escuálidos) los apasiona, como lo es la Ética del ejecutor, tanto en el asesinato por encargo, como de la desaparición forzada, y así acariciaríamos un tema siempre actual y no uno tan del pasado, y para colmo tan intrascendente, como ese de hablar de Bolívar y de su horripilante crimen histórico: el de habernos dado la Independencia…
Olvidémonos, camaradas: ¡O somos creativos, o erramos!
Y el republicano episodio cerró entonces con un acto cultural amenizado musicalmente por el Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles, donde no se interpretaron, por cierto, ni sinfonías de Mahler, ni de Mozart, ni de Beethoven, ni se bailó ninguna jota aragonesa de Ambrosio-Benito García Ferrer, ni ninguna mazurca de Chopin, y ni siquiera la polka Triszt Traszt de no sé de cual de los Strauss; y, ni a vuelo de pájaro, se vieron tampoco músicos “manitas blancas”, ni sifrinos melodiosos, ni burguesitos diletantes en “pleno desarrollo”; y, todo quizás, como indiscreto mentís a los respetables detractores del maestro Abreu, del maestro Dudamel y, en definitiva, de todo el Fesnojif.
Esperemos entonces la tercera inter pelazón, a ver cómo les va.
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