Uno de los aspectos más importantes de la construcción del socialismo bolivariano, se encuentra asociado con la concepción de la política. Históricamente – principalmente desde la concepción weberiana- la política ha sido asumida como una actividad que se ejecuta “dentro” de los límites jurídicos del Estado, es decir, la política se da en el ámbito de acción que se estimula desde las estructuras del Estado. Ello se traduce que el accionar de los ciudadanos se piensa exclusivamente en función de los “espacios” que la propia estructura de dominación estadal provee. Esta concepción de la política, establece por lo tanto un campo estrechamente definido de desenvolvimiento: el consejo municipal, la junta parroquial, el consejo legislativo, la asamblea nacional son espacios por excelencia de esta forma de entender la política. Con ello, los actores sociales se ven conminados a actuar en esa estructura de poder, entendido este como una capacidad de imponerse sobre el otro.
En un sentido opuesto, el socialismo bolivariano asume la política como una voluntad de vida, como una idea de poder contraria a la dominación. La política como poder, que impulsa el socialismo bolivariano se plantea en primer término la participación en, por y fuera del Estado, es decir, en las estructuras institucionales que aseguran – por lo menos formalmente- justicia, pero al mismo tiempo plantea que fuera de los límites de los actores institucionales del Estado (tribunales, órganos de representación) la participación del ciudadano no se da exclusivamente en el marco normativo de las elecciones, sino que tiene un pre y un expost. Entender la política como mejor vivir, no sólo significa sosiego material, va más allá de la simple voluntad de “tener” y se aproxima a la voluntad de tener siendo. Es decir, se puede tener comodidad económica pero este poseer no es la esencia de la actividad política, sino que el tener guarda relación con la posibilidad de ser-si-mismo en el espacio público. Esa posibilidad de ser-si-mismo se da dentro y fuera de las estructuras formales de poder. Ser, no es más por estar en una organización política que en una organización social. Ser-si-mismo guarda relación con la voluntad de hacer política construyendo – o contribuyendo- a la propia vida.
La política se sobrepone a los límites – la lógica- que el sistema tardo-capitalista nos señala. Así hacer política pasa más allá del momento electoral y tiene un componente previo sumamente importante, en cuanto capacidad de organización de los espacios de vida – comida, cultura, seguridad, empleo, entre otros- en los cuales nos desenvolvemos. La esencia del poder no es la sumisión del otro, la esencia del poder es la voluntad de ser y dar vida; y para ser y dar vida hay que construirse como sentido trascendente – y participativo- en cada espacio del hombre. Eso se traduce en la multiplicación de los espacios de acción – más allá del propio Estado- permitiendo que todos accionemos simultáneamente en nuestro afán de ser-si-mismo, pero sin egoísmos excluyente o de segregación por señales de clase, etnia o credo religioso. La propuesta del socialismo bolivariano se basa entonces en construir una voluntad de poder, pero un poder no dominante, pero sí hegemónico en el sentido de producir una única exclusión: la de la lógica individual y egoísta impulsada por el sistema – y los valores- tardo-capitalistas. Por eso el socialismo bolivariano debe ahondar en la concreción de prácticas anti-capitalistas, es decir, aquella disyuntiva planteada por Rosa Luxemburgo en el texto de 1912 Reforma o Revolución, donde se impulsan iniciativas destinadas a finalizar con los elementos que propician la diferencia entre trabajo primario y secundario, que son la base de la generación de plusvalía y excedentes, sobre los cuales se construyen las relaciones de dominación que sostienen el Estado en la actualidad.
Este
esfuerzo de redefinición del poder como una negación de la dominación
y como una ratificación del ser-si-mismo pasa por alterar las formas
de distribución – y apropiación- de las rentas petroleras.
Inicialmente transita por un mayor porcentaje de inversión social del
PIB, pero incrementar este porcentaje no significa que las formas de
uso – y exclusión- por parte del Estado hayan dado fin. Estamos conscientes
que aún sobreviven mecanismos de desviación de la riqueza y que esos
mecanismos sólo desaparecerán por voluntad social de vivir, que es
voluntad de ser siendo-si-mismo. Ese ser-si-mismo es una actividad colectiva
pues no se puede ser negando al otro como entidad de vida. Esa ratificación
del otro se da en cada espacio que se multiplica como una zona de cohabitación
recíproca, colectiva y constructiva. Las posibilidades de espacios
de apertura-acción de vida impulsadas por el socialismo bolivariano
(poder comunal, entre otros) profundiza esa voluntad de ser. Claro está
esa voluntad choca contra el deseo hedonista de dominación de quién
ejerce el poder como imposición y ello se traduce en un enfrentamiento
contra aquellos que en lo interno del socialismo bolivariano se mimetizan
en el impulso de vida de la revolución pero que en la práctica reproducen
los mecanismos de la política como imposición y se niegan a entenderla
como voluntad de vida. Esta lucha es fratricida, sin cuartel, pues quien
asume el poder como imposición nunca llegará a entender el poder como
voluntad de ser-si-mismo en un acto de liberación. Es mucho lo que
queda por discutir y hacer en el socialismo bolivariano pero el camino
es abonado.
juane1208@gmail.com
Historiador
26/07/2011