El socialismo desde arriba, desde el comité central, desde la minoría selecta de revolucionarios, es parte del imaginario del socialismo soviético, no es ingrediente de la tradición del Socialismo Revolucionario de Marx y Engels. Sustitúyase revolución democrática por elitismo, y allí encontrará la genealogía del socialismo burocrático. Pues, como ha puesto en evidencia la dialéctica de lo instituyente y lo instituido, sin protagonismo de multitudes, la revolución tiende a esclerotizarse, a dejar ver sólo el rostro del aparato burocrático, de sus funcionarios, con su veneración supersticiosa por el Estado.
El propio Marx intuyó estas desviaciones y en varias cartas a Bebel y Liebknecht, se refiere al asunto del papel del Estado, entronizado en la conciencia de muchos camaradas. Incluso en la carta de presentación de La crítica al Programa de Ghota, acota que “debe librar una guerra crítica contra sí mismo, enfrentando ahora, incluso, a sus propias ideas, a fin de preservar el carácter libertario del comunismo”. Algo distinto, por cierto, a la “sociedad regulada” que denunciara Gramsci.
El proyecto de un gobierno de los soviets como expresión rusa de la comuna, queda postergado y va a ser sustituido por un proceso de cooptación del Estado, llevado a cabo por la burocracia del partido y toda su nomenclatura que va dejando prácticamente intacta la estructura, las lógicas, la jerarquía de todo el aparato del Estado zarista. Trotsky, uno de los más avanzados militantes en el Comité Central, será expulsado perseguido y muerto, como otros tantos miles de militantes, todo este cuadro dejará la mesa servida para la aparición del monstruoso engendro histórico que significará el estalinismo.
La izquierda tradicional se replegó a la crítica, tras un purismo metafísico, nada peor que la mala conciencia, ésta puede ser una traba para la toma permanente del poder y su ejercicio. La crítica al estalinismo debe ser un ejercicio afirmativo para la acción y no un murmullo permanente que refunfuña desde la cómoda poltrona de la derrota, desde una tesis del anti-poder sin fundamentos.
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