“La Utopía termina cuando se guarda silencio”. Federico Mayor Zaragoza.
Hay voces que quisieran acallar y amortajar el espíritu subversivo de la revolución en Venezuela, atrincherados como están en posiciones de autoridad, tanto en los llamados partidos políticos del chavismo como también en el gobierno, en sus distintas formas o modalidades. Hay en ello cierta dicotomía, evidente a los ojos de las masas populares que mantienen e incrementan su adhesión al proyecto de cambio estructural personificado en Hugo Chávez y quienes reclaman acremente la actitud reformista y acomodaticia de aquellos que, diciéndose revolucionarios, usufructúan el poder e impiden la concreción de la democracia participativa en manos de esas mismas masas populares.
Esto es suficiente motivo para plantearse la sustitución, gradual o inmediata, de esa dirigencia reformista para la cual la revolución se hizo sinónimo de oportunidad para enriquecerse y, así, cambiar su antiguo estilo de vida. Pero ello supone establecer, desde ya, un alejamiento de éstos, de manera que el pueblo mismo sepa diferenciar entre quienes luchan a brazo partido por hacer la Revolución y aquellos que sólo se aprovechan de ella. Supone, al mismo tiempo, asumir una línea radicalmente subversiva que facilite la comprensión popular de lo que es la Revolución Bolivariana, cuáles son sus metas, vías y posibilidades, pero, sobre todo, de lo que implica desarrollar el verdadero poder popular. En este punto, es necesario que se entienda que la democracia participativa y protagónica –elevada a su más alta y genuina expresión- comporta la extinción definitiva de todas las manifestaciones organizativas de la democracia representativa por unas nuevas, completamente diferentes a las ahora existentes. Con ello se estará dando un salto cualitativo adelante en la proyección y consolidación de la Revolución, dejando de ser ese híbrido contradictorio que muchos acusamos y confrontamos.
De lo que se trata, entonces, es que los sectores populares, más conscientes de los abismos de los cuales adolece el proceso revolucionario, comiencen a disputarle los espacios de poder a la dirigencia reformista actual y a generar sus propias formas organizativas, su propia teoría revolucionaria y, por qué no, su propio poder; de tal forma que se cumpla realmente con la consigna de “darle todo el poder al pueblo”. Y ello porque queda al descubierto la falta de identificación de una gran parte de la dirigencia política actual con los postulados esenciales del proyecto revolucionario bolivariano; además de su desconfianza en que el pueblo sea capaz de pensar correctamente y de gobernarse a sí mismo. Urge, por tanto, desarrollar formas de autodeterminación y articular concepciones alternativas de cómo debe ser la sociedad del futuro, apropiándose de conceptos hartamente diferenciados de los tradicionales y emancipar los murmullos de subversión que se pasean por entre las masas y algunos grupos o movimientos revolucionarios periféricos o con relativa incidencia social y política.
Los choques, desviaciones y contradicciones que afloran en el proceso revolucionario venezolano hacen obligatoria la maduración de elementos revolucionarios, dispuestos –incluso- a crear órganos de poder paralelo. “Si tenemos –como lo indicara Mao Tse-Tung- una teoría justa, pero nos contentamos con hacer de ella un tema de conversación y la dejamos archivada, en lugar de ponerla en práctica, semejante teoría, por buena que sea, carecerá resignificación”. Esto ocurre cuando se teme o se desconfía del pueblo, lo que constituye –en el fondo- una actitud conservadora y reaccionaria, nunca revolucionaria. Hay que recordar, junto con Lenin, que “en la historia de las revoluciones surgen a la luz contradicciones que han madurado a lo largo de décadas y hasta de siglos. la vida adquiere una riqueza sin precedentes. Aparecen en la escena política, como combatiente activo, las masas, que siempre se mantienen en la sombra, y que por ello pasan con frecuencia inadvertidas para los observadores superficiales e inclusive, en ocasiones, resultan despreciadas por ellos. Estas masas aprenden en la práctica, ensayan sus primeros pasos a la vista de todos sus ideólogos. Realizan heroicos esfuerzos para elevarse a la altura de las tareas gigantescas, de envergadura universal, que la historia les impone”.
Cuando la revolución va por otro cauce, es preciso que sean las mismas masas populares quienes acometan, sin restricciones legalistas, sea cual sea su origen, la tarea de enrumbarla por el cauce correcto para que se convierta en una verdadera revolución de contenido popular, lo que se traducirá, sin duda, en un mayor avance y consolidación.-
Esta nota ha sido leída aproximadamente 3248 veces.