Cuando el 26 de marzo de 1994, el comandante de la insurrección cívico-militar del 4-F, Hugo Chávez Frías fue liberado se daba inicio a un ciclo de movilización social, que debe ser comprendido en sus dimensiones nacionales e internacionales. Lo primero, es que la insurrección del 4F se da en un contexto de desencanto y aparente preponderancia del pensamiento neoliberal. La estrepitosa caída del llamado socialismo real – el modelo soviético levantado por V.I Lenin, Trosky y Stalin- presagiaba una época de total control del pensamiento neoconservador, representado en la tesis de Francis Fukuyama y su libro El fin de la Historia y el último hombre.
Esa visión neohegeliana del orden y de un “estado ideal”, era sostenida sobre las bases “productivas” del pensamiento liberal con Freeman y Hayek a la cabeza, desde las escuelas norteamericanas de economía, que impulsaran una reducción del Estado – el estado de Bienestar surgido en el marco de la crisis del capitalismo en 1929- la apertura comercial y financiera de las economías, una política de privatización y eliminación de subsidios, que excluía a todo aquel sin capacidad propia, en el marco de la economía de mercado. La izquierda militante, que tan duramente había sido golpeada por igual en Nuestra América, tanto por las dictaduras férreas del Cono Sur como por las democracias representativas, se había edulcorado en sus propuestas de cambio institucional. Habían sido progresivamente penetradas y controladas, bien por la fuerza – caso de Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia, Chile- o bien por su institucionalización democrática (caso de Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Costa Rica, México).
Internamente, el fracaso militar de la insurgencia significó un triunfo político, que no podría ser saboreado inmediatamente dada la detención, encarcelamiento y aislamiento de los comandantes del 4F. Por otra parte, la detención de los responsables militares dejó abierta una discusión que tendría su impacto en el proceso histórico posterior. Nos referimos a una discusión entre dos tesis: la insurgente y la de quiebre institucional. La tesis insurgente – cuya cabeza visible es el Comandante Chávez- sostenía la imposibilidad de construir un cambio político-institucional sobre las bases vigentes del sistema democrático liberal-burgués instaurado a partir de la constitución de 1961. En esta tesis, se plantea la vía insurgente, con la característica de impulsar la movilización y protesta popular, generando una crisis que “ abriera ” el ascenso de las fuerzas populares y la toma del poder. Esta vía, insistía en la posibilidad del uso de la violencia “ revolucionaria ” tal como fue sostenida en el pensamiento político del siglo XIX y XX. En contravía, se encontró la tesis del quiebre institucional, a cuya cabeza se estaba el comandante Francisco Arias Cárdenas. En su planteamiento, debía penetrarse – mediante la asimilación dentro del aparato institucional de los complotados del 4F- las estructuras del Estado y sus instituciones, entrando en el juego político con los hasta entonces actores dominantes ( AD y COPEI) y a partir de ahí, realizar una alianza con otros sectores progresistas de izquierda y centro-izquierda, con los cuales alcanzar triunfos electorales. Estas tesis se confrontaron a partir de la frase del Comandante Chávez “ por ahora, por ninguno ” , formulada en los años 1995, en el marco de las elecciones regionales que ese año se celebraron.
La frase encarnaba una diferencia de opinión, dos tendencias existentes en lo interno del MBR-200, representada por los liderazgos de Chávez y Arias. En nuestro criterio, la sustentación de Chávez o más bien su argumentación, tenía que ver con su desconfianza hacia las implicaciones de la institucionalización del MBR-200 en una alianza con otras fuerzas. Encontramos en sus planteamientos de los años 1994-1996, la muestra concreta de una visión no incluyente de un conjunto de actores políticos que tenían presencia en el escenario venezolano del sistema político. La tesis de Arias Cárdenas, significó su incorporación como miembro de la estructura de poder del gobierno de Rafael Caldera, como representante del programa vaso de leche, que estaba enmarcado en una política social asistencialista. Desde dentro del gobierno, Arias comenzó a establecer alianzas con fuerzas de izquierda radical – como la Causa R- o moderadas – como el MAS- en un intento de concretar la efectividad de su tesis.
Sobre esa base, se da su candidatura a gobernador del Zulia, con el apoyo de la Causa Radical y todo el proceso de movilización que lleva a su triunfo, con un gran apoyo popular en diciembre de 1995, a partir de ahí, muestra la viabilidad del éxito electoral de los complotados el 4F. Ese triunfo, genera cambios en la tesis insurgente y lleva a Chávez a legalizar el MBR-200 mediante la conformación del Movimiento Quinta república (MVR), organización desde la cual levantara la estructura que le permite imponerse en las elecciones de 1998. Sin embargo, el triunfo de Chávez lo aleja y confronta con Arias, y en ese marco debemos entender sus diferencias en el año 2000. No obstante, se demostró que la tesis de Arias que señalaba lo perjudicial que era la influencia de Luís Miquilena en el entorno presidencial, acabaría dándole la razón y reimpulsando la alianza entre ambos, posterior a los intentos de golpe de estado en 2002-2003. A partir de las elecciones de agosto de 2004 y hasta las presidenciales de 2006, encontramos a un Chávez que reacomoda las tesis políticas que le dan sustentación, se aleja progresivamente de la alianza de frentes políticos más o menos radicales y toma el camino de construcción de la tesis del socialismo bolivariano, dentro del cual se mantiene.
El socialismo bolivariano, esbozado a partir de enero de 2007, con la creación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) implica varios cambios. En primer lugar, rompe con la tesis de la violencia revolucionaria que había sido esbozada en el siglo XIX. Ello lo confronta con sectores ortodoxos como los encabezados por Douglas Bravo y Bandera Roja (BR), que terminan aliándose con los enemigos históricos de la derecha para enfrentar a Chávez. En segundo lugar, se estructura una organización que sobre la base del impulso de la organización popular comienza a estructurar una respuesta política que pueda ir más allá de la existencia de un partido. En tercer lugar, se replantea el accionar político a partir de la idea de la movilización permanente, desde la cual se pretende superar la tesis de la movilización únicamente por motivos electorales. En cuarto lugar, entiende las ideas de “ revolución permanente ” formuladas a partir de 1932 por León Trosky, en el sentido que ningún proceso revolucionario puede permanecer estático y aislado – el planteamiento de Stalin- y se da a la tarea de “ extender ” diplomáticamente su influencia en la región, concretada en iniciativas como el ALBA-TCP, UNASUR, Banco del Sur, CELAC entre otros. Como vemos, 18 años después el camino de Chávez, ha pasado de ser un fenómeno mediático – por su aparición de un minuto 20 segundos en 1992- a constituirse en una referencia continental, que aún debe ser sopesada en su justa medida y alcance revolucionario.
* El Dr. Juan Eduardo Romero es historiador de la Universidad del Zulia
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