Toda revolución es la fase superior del movimiento, es ella la aceleración del mismo; la marcha de éste la determina la multitud consciente, si ella no es consciente no pasará de ser sólo masa en movimiento.
El movimiento es la fase de gestación de la revolución, antes que esta se de, debe haber movimiento. En Venezuela esta fase bien puede, sin desmedro de las anteriores jornadas históricas, fijarse a partir de la segunda mitad de la década de los años 80. Venezuela, a la víspera ya de un colapso socio-económico, que vendría a darle Aceleración al Movimiento, debe enfrentar por demás una crisis internacional, el peligroso episodio de Caldas, este evento pudo haber terminado en guerra internacional abierta y fue símbolo de la debilidad de la administración nacional, un gobierno desmoralizado entre su pueblo que estaba desacreditado también ante el mundo, de modo tal que las aristocracias de una nación vecina veía posible en el plazo inmediato invadir nuestra nación. En Europa, cae el célebre Muro de Berlín, y algunos comienzan a plantear la tesis de “el fin de la historia”, es decir, el fin del Movimiento. Sin embargo, aquel episodio (el de Caldas) de algún modo al tiempo que caía Berlín, estaba siendo coparticipe de la gestación de la aceleración del movimiento, el territorio soberano de nuestra nación administrada por un gobierno debilitado y desmoralizado, era codiciado por las élites subordinadas al impero mundial, y su pueblo que desprovisto de protección era puesto bajo amenaza de guerra, se percató de que no contaba realmente con un gobierno que pudiese protegerle. El sistema surgido del pacto de Punto Fijo había tocado fondo y agotado su modelo.
Las masas populares comprenden que no cuentan con un Gobierno nacional que vele por sus intereses y que tenga capacidad de resguardarlo de cualquier amenaza seria, el movimiento de la masa entra en el camino que lo dirigirá a la fase superior: La Revolución, pues no sólo se da una aceleración en el movimiento de la masa, sino que ésta comienza a despertar a los estados de conciencia, que la encauzan por los senderos que la llevarán a convertirse luego en multitud en revolución, Hubo en consecuencia, el 27 y 28 de febrero de 1.989, un episodio al que el mundo conoció como “El Caracazo”, que no fue otra cosa sino el grito rebelde de hombres y mujeres que se negaron a continuar siendo esclavos de la miseria y la opresión social. Al tiempo que se descalabraba la Unión Soviética, tradicional bastión ideológico del socialismo, y se proclamaba el fin de la historia, el fin del movimiento de la masa, en Venezuela comenzaba un gran despertar de conciencia de la masa.
Cayó por un lado, el último gobierno de la Unión Soviética, pero se levanta por otro, con un paralelismo asombroso, la antorcha de un socialismo nuevo, bolivariano, indo-americano, me refiero, como es sabido, a las heroicas jornadas del 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992. He allí, en aquellos episodios la víspera indubitable del avance del movimiento a la fase superior: La Revolución, producto de la aceleración de la masa, y el encauzamiento de ésta por los senderos del despertar de los estados de conciencia que hacen de la masa una multitud.
En el segundo año del siglo XXI, el 13 de abril de 2002, el pueblo vuelve a movilizarse, pero esta vez se lanza a la calle haciendo uso de su conciencia, unido, con una misma visión, todos por un mismo objetivo: rescatar a su Comandante-Presidente y reimplantar la revolución en Venezuela y lo logra porque ya no es solo masa.
Esto nos demuestra que cuando el movimiento avanza hacia su fase superior, se convierte en revolución. Ahora bien, toda masa en movimiento debe tener conciencia, es esta el alma, el hálito que la convierte en multitud, debemos hacer énfasis en que si la masa no es consciente, no ha dejado de ser simplemente masa en movimiento, porque sólo la conciencia da dirección a la revolución.
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