Nuestro pueblo ha alcanzado en estos años de proceso revolucionario un alto nivel político antiimperialista y la idea del socialismo se ha sembrado en las masas populares. El proceso ha sintetizado décadas de prédica revolucionaria. Son hechos de una extraordinaria importancia y explican la resistencia a toda la propaganda contrarrevolucionaria a través de los medios de comunicación privados.
Sin embargo, el debate teórico no tiene la extensión y profundidad que entraña la Revolución Bolivariana, pese a la insistencia del Presidente Chávez en la necesidad del estudio, el giro teórico que siempre imprime a sus intervenciones, su llamado a “la batalla por las ideas”, la fabulosa edición de textos científicos sociales de alta calidad a precios increíblemente bajos y la publicación de periódicos y revistas de difusión masiva. En el debate teórico la tarea principal corresponde a los intelectuales.
La dominación que ejerce el capital obedece a una mentalidad, paralela a la explotación económica, que se ha forjado a lo largo de milenios. Esa explotación no tendría lugar sin el engaño que con alta frecuencia se asume como “sentido común”. Es la alienación que se extiende a toda la sociedad y que Carlos Marx analizara hace más de siglo y medio.
Toda revolución suscita la más amplia variedad de problemas teóricos; toda la teoría está presente en un proceso revolucionario. Para Lenin “sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario”. La aplicación de la teoría general a las realidades cambiantes en el tiempo y el espacio es de por sí un reto científico. La revolución es creadora e impone cada día la necesidad de la elaboración teórica. El revolucionario nunca está satisfecho porque la complejidad de la vida social lo obliga a mantener alerta el espíritu creador y a un constante estudio.
La participación de las masas se hace indispensable en este proceso. Según Hugo Chávez “para acabar con la pobreza hay que dar poder a los pobres”, un planteamiento teórico que coincide con esta afirmación de Carlos Marx: “La dominación política de los productores es incompatible con la perpetuación de la esclavitud social”. La unidad de la clase obrera es una consecuencia teórica básica de la lucha de clases motor de la historia y constituye la esencia de la acción revolucionaria, la fuente del socialismo.
La Revolución Bolivariana adelanta transformaciones revolucionarias de manera pacífica, legal y democrática, lo cual demanda el más alto nivel teórico para la controversia que necesariamente suscita en el plano político y las más complicadas tesis pueden exponerse con sencillez porque son verdades científicas que experimentamos todos los miembros de la sociedad y porque, en una situación de auge revolucionario, las masas populares alcanzan especial agudeza política. Hace más de 200 años El Libertador manifestaba confiar más en el tino infalible de los pueblos que en el consejo de los sabios.
Eduardo Galeano ha dicho que no se explica por qué los marxistas escriben de manera tan farragosa. El problema lo padecen otros escritores y expositores y habría que indagar hasta qué punto la insuficiente asimilación, la pedantería y las dificultades personales de distinta naturaleza determinan el fenómeno. Los marxistas más connotados escriben con deslumbrante claridad y precisión: Marx, Engels, Lenin, Mao, Che, Fidel.
La lucha incita a la constante búsqueda creadora para ser consecuentes con los grandes pensadores, artistas, hombres de acción y pueblos que, a través de los siglos, han soñado con la redención de la humanidad. En el siglo XXI no se puede incurrir en los errores que llevaron a los pueblos al fracaso. La experiencia, que la teoría sintetiza, constituye por eso una herramienta fundamental de la revolución.
Esta es la significación de la teoría y de allí su necesidad.
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