Se acaban de cumplir 141 años de la primera revolución de la clase obrera en la historia, “La Comuna de Paris”, la cual, pese a su brevedad, es una fuente de grandes enseñanzas; “el asalto al cielo” la llamó Carlos Marx. En una ciudad sitiada por el ejército prusiano, la burguesía gobernante prefirió incurrir en traición a la patria para enfrentar junto con el ejército adversario a la clase obrera que, con todo el pueblo parisino, pedía la resistencia frente a la amenaza de la ocupación. El pueblo de Paris había formado un gobierno de defensa nacional en septiembre de 1870 y el gobierno burgués en enero de 1871 firmó la más vergonzosa capitulación.
El ejército permanente y la fuerza policial, de acuerdo con esa capitulación, entregó todo el armamento. La Guardia Nacional, constituida en su inmensa mayoría por obreros, se negó a la entrega de las armas. El gobierno burgués intentó en marzo desarmar a la Guardia pero no pudo hacerlo. Se eligió y proclamó, entonces, la Comuna de Paris, la cual se hizo cargo de los poderes públicos. Decretó la abolición del ejército permanente y como única fuerza armada a la Guardia Nacional. Además, tomó las siguientes medidas: como sueldo máximo de los funcionarios de la Comuna el mismo de los trabajadores; las fábricas abandonadas por los patronos fueron tomadas por sus trabajadores organizados en cooperativas; se acordó la formación de la Unión de Cooperativas; se ordenó la clausura de las casas de empeño; los cargos administrativos, judiciales y de enseñanza eran ocupados por personas elegidas pudiendo ser destituidas en cualquier momento. La Comuna contó con la solidaridad moral de toda la clase obrera europea, inclusive la alemana.
La clase obrera parisina luchó con heroísmo frente a las tropas prusianas, las cuales no pudieron ocupar sino un pequeño espacio, rodeado por los integrantes de la Comuna. El gobierno burgués, presidido por Thiers, rogó a Bismarck le entregara los soldados prisioneros para hacer frente a la Comuna. Así logró obtener una fuerza mayoritaria que definitivamente terminó por derrotar a la Comuna. El 28 de mayo los comuneros libraban sus últimos combates.
Tal como lo planteó Marx, la Comuna incurrió en dos errores graves: no haber avanzado sobre Versalles, donde residía el gobierno burgués y no haber nacionalizado el Banco de Francia. La Comuna actuó con una inmensa generosidad y, sin embargo, fue objeto de las más grandes calumnias que le atribuían groseros crímenes. La burguesía, por el contrario, actuó con la mayor ferocidad y crueldad. Fueron fusilados 300.000 comuneros y muchos miles condenados a campos de concentración. En el cementerio Pere Lachaise de París se conserva todavía “el muro de los federados” donde fueron fusilados centenares de comuneros.
“En todas las revoluciones -afirma Carlos Marx- al lado de los verdaderos revolucionarios figuran hombres de otra naturaleza”. Después del 18 de marzo, el día que la clase obrera derrotó la ofensiva del gobierno burgués, salieron a la superficie “simples charlatanes” que en algunos casos lograron desempeñar papeles prominentes. “En la medida en que su poder se lo permitía, entorpecían la verdadera acción de la clase obrera”; “constituyen un mal inevitable; con el tiempo se les quita del medio; pero a la Comuna no le fue dado disponer de tiempo”, concluye Carlos Marx.
La burguesía demostró, como siempre, la brutal ferocidad de que es capaz cuando la clase obrera amenaza sus privilegios y el pacto con el enemigo en guerra para enfrentar al proletariado.
Para las revoluciones sociales que han tenido lugar después, la Comuna de Paris ha sido un grandioso ejemplo y el heroísmo de los comuneros inspiración para los revolucionarios. Al igual que lo dijo Bolívar en 1810, Marx afirmó, a propósito de la Comuna, que iniciada la insurrección, no hay que vacilar.