No será un día cualquiera, y al llamado de la diana ya estaré listo para calzarme las botas.
Habré machacado tempraneramente, luego leeré unas líneas del Libertador y responderé unos cuantos mensajes a mis amigos.
Y me asomaré al balcón para ver la Cara del Indio y procuraré encontrar entre los primeros rayos de la mañana, algún signo o presagio de lo que nos tocará ahora enfrentar.
Porque en verdad es un paso crucial en mi vida, en la de la patria, en la América Latina toda.
La hora de las horas, como aquel 11 de abril cuando salí al encuentro con Giandomenico Puliti y con su mirada clarividente me dijo: “-Hay una calma traicionera en toda esa gente que llama a la paz y a rezos, y anda hablando de vírgenes y plegarias. En guardia, en guardia…”
- ¿Cómo podrían unos pendejos colocarnos contra la pared? Mil veces es preferible morir, carajo.
Vivimos en una época con turbas de patiquines violentos y patanes, humillantes, que con el apoyo de gente adinerada se han metido a negociantes de partidos.
Y tienen bajo su mando a un mar de ignorantes y ridículos vacuos, que nunca han sabido lo que es tener patria. La ideología que les domina son los hoyitos del bello mentón de algún actor de moda.
¿Qué clase de democracia es esa, en la que tamaños vagos puedan llegar a decidir sobre el destino de toda nuestra América?
Con razón Bolívar no creía en tantas pendejadas y decía que pueblo para él eran los soldados que luchaban en el frente de batalla, y no ese enjambre de badulaques que vegetan sin comprometerse en nada.
El que no lucha no debe tener derecho a elegir.
Pues en parte, eso que se llama todavía democracia es un negocio creado por los gringos para mantenernos estafados, sometidos y encanallados.
No se trata sólo de elegir. Se trata también de ganarse el derecho a elegir.
Y para mí, sólo tendrían derecho a elegir los soldados de la patria, los Consejos Comunales, los estudiantes que cumplen con algún proyecto social; los que aman a Bolívar y lo demuestran con hechos.
Pero así está hecho este mundo con tantos esclavos felices de su triste condición.
Arrecho.
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