Las terminales políticas y mediáticas del capitalismo neoliberal llevan 14 años difundiendo el mensaje de que Hugo Chávez ha dividido a Venezuela en dos mitades irreconciliables. Las pasadas elecciones presidenciales serían una prueba más de esa polarización. "Venezuela se fractura en las urnas", tituló El País en su edición en papel del 8 de octubre cuando, por la diferencia horaria en el momento del cierre del diario, aún no se conocía el resultado de los comicios. Por tanto, la dirección del periódico ya apuntalaba el argumento de la división antes incluso de saber el veredicto de las urnas.
La falsedad de esta razonamiento queda patente al comparar Venezuela con otros sistemas presidencialistas similares. Obama ganó en 1998 a John McCain por 7,2 puntos. François Hollande derrotó a Sarkozy por algo más de tres puntos, la misma distancia que la obtenida por el chileno Sebastián Piñera en 2009. El pasado mes de julio, Enrique Peña Nieto alcanzó la Presidencia de México seis puntos de ventaja sobre Manuel López Obrador.
Nadie dice que Estados Unidos, Francia, Chile o México estén fracturados, a pesar de que sus actuales presidentes ganaron las elecciones por menos diferencia que Hugo Chávez frente a Henrique Capriles (once puntos). En muchos sistemas democráticos, el electorado se agrupa en torno a dos opciones políticas. Este fenómeno es más acentuado en regímenes presidencialistas y alcanza su máxima expresión en las elecciones a la Jefatura de Estado. Es algo que se considera absolutamente normal y que no indica ninguna división del país. Salvo en Venezuela, donde sería la prueba palpable de la radical partición provocada por Chávez.
Este argumento de la división tiene una segunda parte. Una de esas dos mitades sería la víctima, carente de derechos y libertades, mientras que la otra disfrutaría de todos los privilegios. Según el relato mediático del neoliberalismo, las supuestas víctimas optaron por Capriles por entender que defendía una Venezuela para todos y todas y no sólo para una parte.
Por tanto, el resultado de las elecciones debe interpretarse como un llamamiento a Hugo Chávez para que gobierne para toda Venezuela. Justo al día siguiente de la victoria de Chávez, comenzaron las apelaciones al diálogo, el consenso, la unidad, etc.
Un mínimo análisis revela que esta segunda parte de la argumentación también es falsa. Venezuela está hoy más cohesionada que hace 14 años. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Venezuela es el país donde más ha disminuido la desigualdad en los últimos diez años. Por su parte, el Programa para Asentamientos Humanos de Naciones Unidas señala que el país caribeño es, junto con Uruguay, el menos desigual de todo el subcontinente.
En 1998, más del 80% de la población no podía comer tres veces al día. En la actualidad, el 96% de los habitantes realiza tres o más comidas diarias. Se ha erradicado la mortalidad infantil y también el analfabetismo, a la vez que se ha extendido la enseñanza superior: Venezuela ocupa el quinto lugar del mundo en tasa de estudiantes universitarios. La sanidad gratuita se ha universalizado. Durante esta década, la riqueza se ha redistribuido, disminuyendo la pobreza de un 60% a un 28% y la pobreza extrema de un 25% a un 7%. Venezuela ya no es aquel país en el que un 85% de la población luchaba por sobrevivir mientras el 5% se iba cada fin de semana a Miami de compras.
El argumento de la división es utilizado por las élites económicas para salvaguardar sus intereses, muy diferentes a los de las clases populares y clases medias. En realidad, las preocupaciones de esta casta no tienen nada que ver con los de las 6,5 millones de votantes de Capriles, aunque el enorme dominio de los medios de comunicación que ostenta le haya permitido convencer a esa gran cantidad de gente de que sus intereses son los mismos.
Gobernar para todos y todas es que los beneficios del petróleo reviertan en el pueblo y no que las transnacionales se apropien este recurso estratégico, que es lo que realmente pretenden las élites y lo que ocurría en el pasado. Gobernar para todos y todas es universalizar la sanidad gratuita y no dejar la salud en manos de compañías de seguros, farmacéuticas y empresas sanitarias. Gobernar para todos y todas es garantizar la seguridad y soberanía alimentaria y no permitir que la comida sea una mercancía controlada por las grandes cadenas de hipermercados. Gobernar para todos y todas es crear universidades estatales de calidad y no limitar la enseñanza superior a carísimas instituciones privadas accesibles únicamente a los cachorros de la oligarquía. Gobernar para todos y todas es que el Estado construya directamente tres millones de viviendas en lugar de permitir la especulación inmobiliaria de la que sólo se benefician bancos y empresas constructoras.
Estos datos y consideraciones demuestran que el proyecto político liderado por Hugo Chávez gobierna para la inmensa mayoría de los venezolanos y venezolanas. Venezuela está hoy más unida de lo que lo ha estado nunca en su historia.
*Periodista del Estado español y colaborador de la Fundación CEPS
alejandrofierroperal@gmail.com