“Yo soy socialista y el único camino que tenemos para salir del subdesarrollo, la miseria y el atraso en que están nuestros pueblos es el socialismo (…) Tenemos que inventar nuestro propio modelo político, económico y social. Todo es posible con la moral repotenciada de los pueblos. El capitalismo es el demonio”. Presidente Hugo Chávez, Conferencia sobre la Integración Latinoamericana y Caribeña, Paraguay, 20 de junio de 2005.
Algunas opiniones fijan de antemano que la construcción del socialismo en Venezuela ya es un hecho. Muchos lo entreven en los postulados progresistas de la Constitución, pero soslayan la realidad de que en ella se consagra igualmente el derecho capitalista a la propiedad privada, lo que representaría una incongruencia, puesto que el socialismo contrariamente pretende el establecimiento de la propiedad social de los medios de producción y, por ende, de nuevas relaciones de producción que eliminen la división artificial del trabajo y la explotación de los trabajadores que determinan al capitalismo.
Los más audaces se lanzan a predicar que este nuevo socialismo no requiere recurrir a las fuentes ideológicas que nutrieron tal alternativa revolucionaria en el mundo desde sus albores en el siglo XIX. Éstos últimos desconocen de manera irresponsable la contribución a los ideales revolucionarios brindada por socialistas utópicos o utopistas y quienes, luego de Carlos Marx y Federico Engels, pasaron a denominarse socialistas científicos. “Una proposición muy positiva –según Heinz Dieterich Steffan- aunque, como es obvio, ningún socialismo del siglo XXI se puede realizar sin un fuerte ingrediente de las aportaciones de la cultura mundial, particularmente la ciencia”.
Todo esto es producto, básicamente, del inmenso vacío existente respecto a la caracterización del proceso bolivariano, más inclinado al pragmatismo electoralista y a la conquista compulsiva del poder por el poder que a una verdadera transformación de la conciencia revolucionaria de las masas populares. Mucho de lo pendiente en este proceso se debe esencialmente a la circunstancia no superada aún de que muchos de sus actuales dirigentes (con honrosas excepciones) provienen de la derecha tradicional y aquellos que son de raigambre izquierdista no atinan en promover la supresión de esa coexistencia entre reformismo y revolución. Como consecuencia, no existe una vanguardia revolucionaria que precise de un proyecto revolucionario unificador que sirva de guía al pueblo para ir acabando con las contradicciones y obstáculos que conspiran contra el avance revolucionario. Esto plantea la interrogante sobre si realmente habrá socialismo en Venezuela y si, ya alcanzado éste, se avanzará hacia el comunismo, en vista que el socialismo es su etapa previa, de acuerdo a los lineamientos ideológicos clásicos de la revolución. Recordemos con Lenin que “es natural que un liberal hable de democracia en general. Un marxista nunca se olvidará de preguntar: ¿para qué clase?".
En tanto no se defina claramente de qué socialismo estamos hablando será difícil su construcción porque lo que se construya será cualquier cosa menos socialismo, así lo proclame Chávez. Como diría Jorge Martín en abril de 2003: “los avances del proceso revolucionario hasta el momento se han concentrado en la extensión de la democracia, pero han dejado básicamente intacta la estructura económica del país”. Otros más radicales, como Douglas Bravo, otrora jefe de la guerrilla venezolana, plantean abiertamente que “aquí no se ha producido la revolución que muchos sectores aspiraban, sino la mayor transformación de la historia a favor del Imperio y de la burguesía”, esto en clara referencia a los convenios petroleros firmados con corporaciones transnacionales estadounidenses.
Es imprescindible, por tanto, crear una vocación de ruptura y de re-creación permanente para acceder al socialismo y oponerse a la lógica capitalista del lucro, disponiendo para ello de una lógica humanista que permita edificar una sociedad de nuevo tipo. Esto, por supuesto, implica claridad ideológica para actuar y para darle un enfoque diferente a la manera de hacer política, desmantelando al mismo tiempo las diferentes estructuras estatales por medio de la autogestión y la organización horizontal de las masas populares; lo que constituirá realmente una revolución. El socialismo tendría así otra connotación, pero seguiría siendo socialismo, sin adjetivos.-
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