Nicolás Maduro tiene la responsabilidad de acompañar e impulsar parte de los asuntos que Chávez dejó pendiente o que están en pleno desarrollo. Esta carga, poco tiene que ver con el evento del 14-Abril. No voy a entrar a razonar ahora porque el 14-A no es un punto clave de los compromisos duros que tiene Maduro. El gran colectivo chavista tiene claro este panorama del 14-A y sus resultados.
Uno de los grandes retos donde Maduro debe estar como protagonista importante, es y será en la idea de preservar la presencia o figura de Chávez. No implica este reto ni lo sugiero; el plantearse una iniciativa para superarlo o para ser como él. Chávez está ahí y como se ha dicho, vive entre nosotros. No se trata ahora de exigirle a Nicolás Maduro que en su desempeño político y en funciones de jefe de gobierno, trate de imitar al Comandante Hugo Chávez Frías o que él se empeñe en ser idéntico a Chávez. No hay posibilidad de un Allende en el siglo XXI en Chile, un Gaitán en Colombia o un nuevo Che Guevara en América Latina.
Por alguna razón que inclusive tiene que ver con el propio liderazgo de Chávez y la manera como ese liderazgo se sembró entre nosotros; el proceso lamentablemente no tuvo otra referencia paralela a Chávez que nos sirviera de una especie de contrapeso y esto lo expreso conservando el mejor sentido de esta palabra. Chávez se hizo inmenso y hoy resulta casi inalcanzable, pues es lógico y bueno que tratemos de ser como Chávez en tanto modelo de figura política. La manera más viable de acercarse a Chávez y ser como él, es mirar muy crítica y reflexivamente al chavismo.
Suena como una aventura, si uno dice que un reto de Maduro implica acercarse al chavismo, si sabemos que está en las filas del chavismo y estuvo todo el tiempo al lado del Comandante Chávez. Pienso que el chavismo tiene un nivel de complejidad que trasciende la inmensa figura de Chávez. Maduro tiene que acercarse a ese fenómeno y entenderlo desde su interior. Por ahora, ese acercamiento vino haciéndose efectivo a través de su cercanía con Chávez y la ruta ahora es distinta.
No guste o no, el liderazgo de Chávez penetró en todo. Este hecho condujo a que esa inmensidad de liderazgo se sintiera muy particularmente en el PSUV a tal punto, que no exagero si afirmo, que Chávez era el PSUV. La Dirección Nacional era o es una manera de adornar la capacidad que tenía Chávez para imponer sus ideas e iniciativas.
Maduro no es Chávez y esto supone otro reto. Debe permitirse el nacimiento definitivo del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). En esa tarea debe montarse Nicolás Maduro una vez realizada las elecciones del 14-A, no para colocarle su sello personal porque Maduro no es Chávez. Debe existir ahora la posibilidad de abrir las compuertas al chavismo y el PSUV debería ser la expresión política de un colectivo. La unidad no será producto del consenso de unas dos tres personas que intenten parecerse a Chávez. Será una construcción colectiva y para ello es necesario darle nacimiento al PSUV y comenzar un proceso que antes Chávez consensuaba.
Sigue siendo muy estratégica la política exterior y aunque Maduro estuvo al frente de esa política, es de suponer, como un hecho natural que muchos en el foro internacional pujen por llenar el vacío dejado por Chávez. En esto, Maduro tiene otro reto, que por supuesto no implica decir “Yo Soy Chávez” y en consecuencia vengo a ocupare ese espacio. Chávez fue un actor clave en este proceso. A la integración Chávez le dio contenido y significado. Esta integración continúa siendo un punto estratégico para el proyecto, pero ahora es necesario aupar su fortalecimiento entendiendo que Chávez era único.
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