Lamentable y paradójicamente, la propia vida pareciera ser el velo de los gigantes… el antifaz de los grandes, la maleza de los arboles más robustos y perecederos… de la mejor de las cosechas. Por lo cual, triste y también absurdamente, ha correspondido a la muerte develar el tamaño de las ideas, dejar ver la faz de los inmortales, permitir el crecimiento de los robles… de los samanes que darán sombra y cobijo. Con el fin de la existencia física se acaba el monte y aflora la cosecha. Así lo ha demostrado la historia de esta humanidad confusa e inentendida. Si las ideas prendieran en vida, los grandes hombres y las grandes mujeres que las sembraron habrían hecho de este mundo un lugar casi perfecto. No hubiese habido… ni habría guerras; no se conociera la pobreza… tal vez, ni siquiera el dinero; las fronteras serían simples delimitaciones geográficas y no políticas. Los pocos delitos serían pasionales y no por dinero… o bienes. Pero, tan corrompida está esta humanidad que aunque después de la muerte la idea ofrece su mejor cosecha, entonces viene la pelea por la propiedad y capitalización del fruto.
Después de enfrentarlo, vilipendiarlo, odiarlo y hasta asesinarlo varias veces como a la cigarra de María Elena Walsh, hoy la oposición venezolana pretende usufructuar el pensamiento del más grande revolucionario que ha nacido en este país, después de Simón Bolívar. Es increíble, como desde que se anunció la enfermedad del Comandante Supremo, la derecha nacional -previendo el desenlace- empezó a mimetizarse utilizando los símbolos del chavismo… inclusive del chavismo duro. Se empieza por el uso de la gorra tricolor, sustituyendo la de los Yankees de New York, la de Disney, la de “I love Miami”, entre otros símbolos estadounidenses. Después de usar –orgullosamente y durante toda la vida en su vestimenta- la bandera norteamericana, empiezan a colocarse la nuestra. Durante la primera fase… y por negación al chavismo duro, usaron la bandera de siete estrellas y el escudo anterior, pero la estrategia de hacerse cada vez más chavistas los llevó a usar la de ocho estrellas con el escudo actual. Luego de oponerse a la aprobación de la Constitución Bolivariana… rechazarla después de aprobada, desconocerla, pisotearla, quemarla y maldecirla, la empezaron a portar en sus bolsillos como lo hacía Chávez… a citarla y hasta a defenderla.
Durante la campaña presidencial del 2012, el candidato Capriles centró su oferta electoral en la consolidación de las misiones chavistas y hasta llegó a ofrecerle la nacionalidad a los médicos cubanos. En la corta e intensa campaña hacia las elecciones del 14 de abril de 2013, este mismo candidato opositor esgrimió como punta de lanza de su discurso: “Maduro, no es Chávez”, con lo cual se inicia la nueva fase de manipulación sicológica. Es decir, se pasaba del reconocimiento a la obra de Hugo Chávez, al reconocimiento de la propia persona y el liderazgo del Comandante Supremo. Pero la tapa del frasco es que, Antonio Ledezma, uno de los símbolos vivientes más distintivos del Puntofijismo, del adequismo más perverso, del Carlosandrecismo más fiel, de la ultraderecha más rancia… el mismo que dirigió la masacre del Caracazo, aparezca hoy… no sólo reconociendo el liderazgo de Hugo Chávez, sino expresando admiración por la obra y figura del Comandante. Cuando lo escuché decir que: “Los diputados chavistas no son dignos de usar el pensamiento y el nombre de Hugo Chávez”, entonces concluí que, definitivamente Chávez se llevó consigo la talanquera que separaba a la oposición del pensamiento chavista. O sea que, aunque unos sean de derecha y otros de izquierda… todos somos “Chavistas”. Es decir que, ya no les molestará que nuestra fuerza armada se declare chavista. Ya no acusarán a la presidenta del CNE o a la del TSJ de ser chavistas. No les importará que a algún alcalde o gobernador se le ocurra denominar a su jurisdicción como chavista. Me supongo que ahora la única diferencia es que, unos somos “chavistas maduros” y otros “inmaduros”.
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