A los camaradas Fabricio Ojeda, Argimiro Gabaldón, Nicolás Hurtado, Daniel Buitriago, Jorge Rodríguez, Rafael Quevedo Infante, José Ferrer, Magdiel Páez y tantos revolucionarios que ofrendaron sus vidas por la liberación nacional y el socialismo en Venezuela.
Es natural que se haya suscitado en Venezuela un boom en relación con la propuesta lanzada por el Presidente Hugo Chávez de debatir y construir un nuevo socialismo, el socialismo del siglo XXI. En esta tarea hemos conocido disímiles puntos de vista, aún en el seno de la izquierda tradicional venezolana y latinoamericana, en torno al tema. Algunos se limitan, sencillamente, a señalar que este socialismo está prefigurado en los avances democráticos establecidos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Otros, quizás pecando de ignorantes y todavía con el cliché anticomunista de su formación doctrinaria socialdemócrata, arrasan con todo lo aportado por los socialistas utópicos (o utopistas), Carlos Marx, Federico Engels, Pierre Joseph Proudhom, Mijail Bakunin, Wladimir Lenin, Rosa Luxemburgo, Mao Tse-Tung; salvándose –por razones de preferencia del Presidente Chávez- Fidel Castro y el Che Guevara. En medio de ellos, los realmente adoctrinados en el socialismo se hallan un tanto a la deriva, apenas mostrándose, como si su aporte al crecimiento cualitativo de las luchas dentro del proceso revolucionario bolivariano no contara o fuera completamente incomprensible, teniendo un papel periférico o marginal. Pero, lo que se debe aclarar es que este debate sobre el socialismo no es nada nuevo, ni surge por el llamado hecho por el Presidente Chávez, aunque su llamado resulta muy oportuno, dado que está encuadrado en las luchas que viene librando nuestra América y el resto del planeta contra la globalización económica neoliberal, masificándose el cuestionamiento a la vigencia del capitalismo y sus efectos perniciosos en todos los niveles.
A pesar de los esfuerzos de algunos por disfrazar la realidad de nuestra sociedad, buscando que esta se mantenga aferrada a las viejas estructuras de la democracia representativa como única tabla de salvación para solucionar los graves problemas que las afectan, lo cierto es que mucha gente comienza a comprender que en el seno de las mismas existe una lucha de clases innegable. En tales circunstancias, el socialismo se presenta como la alternativa revolucionaria al capitalismo, a pesar de lo enunciado antes, puesto que esta idea del socialismo es entendida de distinto modo, como ya lo advirtieron Marx y Engels en El Manifiesto Comunista. “Una (...) modalidad, aunque menos sistemática, bastante más práctica, de socialismo pretende ahuyentar a la clase obrera de todo movimiento revolucionario haciéndole ver que lo que a ella le interesa no son tales o cuales cambios políticos, sino simplemente determinadas mejoras en las condiciones materiales, económicas, de su vida. Claro está –siguen afirmando Marx y Engels en el Manifiesto Comunista- que este socialismo se cuida de no incluir entre los cambios que afectan a las ‘condiciones materiales de vida’ la abolición del régimen burgués de producción que sólo puede alcanzarse por la vía revolucionaria; sus aspiraciones se contraen a esas reformas administrativas que son conciliables con el actual régimen de producción y que, por tanto, no tocan para nada a las relaciones entre el capital y el trabajo asalariado, sirviendo –sólo en el mejor de los casos- para abaratar a la burguesía los costos de su reinado y sanearle el presupuesto”. Quizás sea éste el caso de muchos “socialistas” de nuevo cuño en Venezuela.
“Toda lucha de clases es una acción política”, tal como lo establece el Manifiesto Comunista. En tal sentido, si hablamos de socialismo, estamos reconociendo el antagonismo de clases existente, descubriendo, al mismo tiempo, que el Estado es la máquina de opresión al servicio de los sectores dominantes para someter y controlar al resto del conjunto social, lo que impondrá, entonces, su combate y su destrucción por las clases dominadas. No se puede entender, por consiguiente, que haya una revolución heterogénea, en la cual convivan “armoniosamente” las clases históricamente enfrentadas: la burguesía y el proletariado, aunque se diga respecto a este último que no existe como tal en Venezuela (lo mismo que en otras naciones de nuestra América) y si existe es en condiciones incipientes de organización y toma de conciencia. Se impone, por tanto, la generación de una discusión bastante amplia de lo que sería este socialismo del siglo XXI, extendida a los sectores populares, de manera que se logre un perfil más definido desde éstos y dirigido hacia sí mismos. Al decir de Alan Woods, “Marx dijo en una ocasión que las ideas se convierten en una fuerza material cuando se apoderan de la mente de las masas. La combinación de la experiencia de las masas y el trabajo paciente de los marxistas, el trabajo de organización, agitación y propaganda, más pronto que tarde, conseguirá resultados fructíferos”. Esto significa que el socialismo no es un maná bajado del cielo. Su construcción y enriquecimiento ideológico se asientan en la lucha diaria de las masas populares, ya que el socialismo –así se sueñe lo contrario- se conquista peleando. No hay otra forma.-
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