Cómo crear la vanguardia económica socialista y cuáles serían sus tareas concretas en la construcción del socialismo

Decíamos en otro artículo (“Quién dentro de la clase obrera construye la economía socialista”) que el equipo de dirección de las empresas socialistas, conformadas por el cuerpo de dirección, gerencia y supervisión, estaban llamados a crear una praxis revolucionaria en el campo productivo, que contribuyera a la implantación de la ideología socialista dentro de la clase trabajadora. Esa praxis, evidentemente, nace del rompimiento ideológico del grupo de dirección con el modelo capitalista. Y ese acto que se logra después de un acto reflexivo y crítico de la realidad que permita contrastar la explotación del trabajador con su propia calidad de vida. De aquí que la naturaleza diferenciada de las condiciones de vida de los trabajadores de dirección respecto al resto de los trabajadores limita en cuanto seres sociales su capacidad crítica. Es decir quien no conoce, ni siente, las carencias de los trabajadores no es capaz de cuestionarlas y menos aún estará en capacidad de transformarla. Por tal razón, la dirección de la empresa socialista debe conocer y sentir las carencias de los trabajadores; para luego estar en capacidad de cuestionarla y transformarla.

Ahora bien, esa transformación solo puede darse cuando se tiene el control político- económico de la organización: cuando se ejerce el dominio sobre la empresa que se quiere transformar en socialista. Estos es, ejercer un dominio que permita construir nuevas relaciones sociales productivas basadas en una ideología socialista que garantice la viabilidad y sustentabilidad de la empresa. Una empresa que tiene como fin crear tal cantidad de riqueza a los trabajadores dentro y fuera de la misma que permita mejorar la calidad de vida de los trabajadores muy por encima del nivel en que los condenan las empresas y Estado capitalista.

Sin embargo, la realidad no se presenta de forma lineal sino contradictoria, discontinua y compleja; dichos equipos no se encuentran a la disposición de los políticos que, excepcionalmente, pudieran estar comprometidos con los intereses de la clase trabajadora; ni están a la espera de un decreto. Si fuera así, desde hace mucho se hubiera construido el socialismo. De aquí que el gran problema en la construcción del socialismo sea precisamente encontrar la formula perfecta para armar estos equipos de dirección. Unos equipos, que por otra parte, no sean presa fácil de las mismas herramientas políticas y burocráticas con las que se pretendió, artificialmente, crear.

Por su parte, el capitalismo si encontró dicha formula al imponer su acento en la diferenciación de calidad de vida entre directores y gerentes respecto a los trabajadores manuales o analistas. Una diferenciación que se expresa, visiblemente, en un mayor estatus social y económico dentro y fuera de la empresa.

En ese orden de ideas los equipos de dirección de las empresas socialistas deben estar conformados con personas cuya motivación exprese el interés de mejorar la calidad de vida de todos los trabajadores y cuyos valores estén orientados a consolidar una ideología socialista que impulse la viabilidad económica de la empresa. Esto, a los fines de garantizar bienes y servicios en abundancia, en calidad y a bajo costo para la sociedad.

La escogencia de la vanguardia socialista debe responder a criterios que combinen la motivación ya descrita, el liderazgo en la construcción de las nuevas relaciones sociales productivas, capacidad organizativa y de direccionamiento estratégico; así como, disposición del los miembros del equipo para el aprendizaje de técnicas gerenciales que potencien su praxis revolucionaria. Pero, estas competencia y habilidades no serían suficiente si no existe, ni se desarrolla, una capacidad de emprendimiento para aprovechar oportunidades y superar las dificultades que se presentan a diario en la producción económica y en la construcción del socialismo.

Insistimos en que al igual que la economía capitalista tiene sus reglas de juego; la economía socialista también tiene las suyas. En el capitalismo la estricta organización para producir dentro de la empresa no tiene las mismas reglas organizativas para la sociedad, ya que esta está determinada por la injusta capacidad adquisitiva del consumidor individual. Por su parte, en el socialismo, la estricta organización de la producción dentro de la empresa se expresa en la sociedad en la optima distribución de bienes y servicios a la clase trabajadora y campesina (convertida en trabajadores). Una distribución que tiene como fin garantizar la mayor suma de felicidad de todos los trabajadores. Por esta razón, construir el socialismo es construir un sistema descentralizado, integrado, complementario, sinérgico y recursivo cuyos componentes garantizan la permanencia y auto generación del sistema socialista en el campo ideológico y económico.

Sin embargo, si la política gubernamental determina y centraliza burocrática y enfermizamente el desarrollo de los equipos directivos de las empresas socialista; sometiéndolos a la politiquería dentro y fuera de la empresa, ocurre que el personal directivo está mas atento a complacer a los jefes gubernamentales que a realizar sus actividades estratégicas en la empresa. Y esto porque a fin de cuenta es esa politiquería la que los mantiene en sus puestos y los hace acreedores de las diferencias de estatus, y de calidad de vida, respecto al resto de los trabajadores, como ocurre en el capitalismo.

Por otra parte, el síndrome de la politiquería, que acorrala a la ideología y a la política socialista, provoca un estado de desorganización tal dentro de la empresa que niega no solo una praxis revolucionaria socialista sino, inclusive, cualquier actividad económica productiva que tenga por intensión obtener riquezas para hacer sustentable y sostenible a la propia empresa socialistas. La politiquería mata a la empresa socialista por que no centra la atención de su dirección en la producción económica sino en el politiqueo y la en la rapiña de los beneficios que el presupuesto del Estado, procura ante su evidente falta de producción.

Estas experiencias perversas tiene más oportunidades en los Estados que viven del ingreso petrolero. Porque sólo ellos tienen capacidad económica (recursos excedentarios) para convertir estas ilusorias “empresas socialistas” en oficinas ministeriales distribuidores de renta petrolera; esto es, en pagadoras de salarios. Actividad que se produce hasta que sea insostenible la ilusión demagógica de las empresas socialistas y se conviertan en presa fácil de un capitalismo ávido de activos baratos y de un gran ejército de trabajadores que, ahora ganados para la rapiña, una vez desempleados estén dispuesta a recibir sueldos de hambre.

La vanguardia política revolucionaria, en este estado de desarrollo histórico, confunde de manera muy recurrente direccionamiento estratégico en la organización y construcción de la economía socialista con el control burocrático de empresas socialistas y la imposición de relaciones económicas con su entorno. Esta confusión mata este tipo de empresas por cuanto no le permite desarrollar su juego económico. En ese juego la dirección de las empresas tienen la tarea de abocarse a la construcción de la ideología socialista (la cultura, los valores y la ética) que le sirva de base; así como, garantizar con la misma fuerza y tenacidad una abundante producción de bienes y servicios de calidad que haga viable la empresa. Es de allí que la tarea de la dirección de empresas socialistas (la vanguardia económica revolucionaria) sea definir junto a la vanguardia política las reglas de juego de la nueva economía socialista. Sin estas reglas micro económicas de las empresas socialista las reglas macro económica propuestas por la vanguardia política serían recetas librescas de pensadores que vivieron y analizaron otros circunstancias históricas o, en el peor de los casos, serían engaños pequeños burgueses que persiguen proteger los intereses del capitalismo.

Por otra parte, el control y la supervisión de la vanguardia política debe estar centrada sobre el direccionamiento estratégico; es decir, sobre las distintas estrategias que estimulen y profundicen la producción y consumo socialista. Porque sobre esas estrategias se sentarán las bases del Estado Socialista.

Es así, que en la relación dialéctica entre la vanguardia política y la vanguardia económica se gesta la viabilidad y sustentabilidad de un socialismo que hace temblar de miedo al Imperialismo capitalista; porque sabe que allí se encuentra no solo su negación sino su destrucción hegemónica sobre la sociedad.

En ese orden de ideas, se requiere escoger cuidadosamente a la vanguardia socialista, la mayoría de los cuales no cuenta con el perfil y a los que hay que formar. Ellos deben garantizar la productividad de las empresas a toda costa y paralelamente empujar para que se vuelvan socialistas. Sin productividad no hay posibilidades para las empresas socialistas; pero, sin direccionamiento estratégico ni ideología socialista tampoco. De aquí que las competencias principales del grupo que integre la dirección de la empresas socialista sea de carácter ideológica y técnico; por cuanto son ellas dos las que permiten garantizar el socialismo. En ese sentido, no pueden ser directores ni gerentes los que no tiene otro mérito que el de ser allegados de los burócratas, o los sindicalista por el sólo hecho de serlo, o lo amigos o los relacionados: ellos no garantizan empresas socialistas sino desastres empresariales, frustración de la clase trabajadora, y más capitalismo. El socialismo es científico y debemos valernos de las mas modernas técnicas de dirección para construirlo. En este contexto, la politiquería es mas social democracia y mas capitalismo. Nuestra tarea es grande, contradictoria y compleja: es decir, es ejercer la praxis revolucionaria del socialismo. Por eso se requiere concentrar nuestras fuerzas políticas, económicas y técnicas para construir lo que el capitalismo quiere que veamos como utopía. Viviremos y venceremos, que viva el socialismo, Carajo.


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Néstor Aponte


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