En Venezuela vuelve a ocurrir un fenómeno social que ha sido recurrente a lo largo de su historia y que, en muchos casos, tiene sus coincidencias con otros que tienen lugar en diferentes tierras de nuestra América. Esta vez, tal fenómeno se centra en la personalidad y obra de un militar singular, preconizador de un nuevo tipo de socialismo para el siglo XXI y que trascendió toda frontera: Hugo Rafael Chávez Frías. Ciertamente, en torno al Comandante y Presidente Chávez se ha originado una situación análoga a la suscitada respecto a algunos de los íconos de la fe católica, como Jesús de Nazaret, Santa Bárbara o el doctor José Gregorio Hernández, escindidos entre el culto oficial decretado por la jerarquía eclesiástica y el culto profesado a su modo por los amplios sectores populares, quienes depositan en ellos sus esperanzas en una especie de trueque ingenuo en el cual se funden -sin contradicción aparente- divino y lo terrenal, en una relación íntima que podría calificarse de amistosa y/o familiar.
Esta situación escasamente explorada se pone de manifiesto en lo que Chávez significa o representa para quienes han usufructuado el poder bajo su liderazgo carismático mientras que el pueblo lo hace parte importante de sus luchas y anhelos de redención social, del mismo que ya lo hiciera con el Libertador Simón Bolívar. Esta escisión de Hugo Chávez, en uno de signo gubernamental (legitimador éste de la posición de poder y/o de dirección política de quienes se consideran, con o sin razón legítima, sus herederos directos e indirectos) y otro de raigambre popular (con su discurso frontalmente subversivo y altamente cuestionador del burocratismo, la corrupción y la ineficiencia presentes en las diversas estructuras que conforman el Estado burgués-liberal actual), pudiera verse paradójico y hasta contraproducente en vista del aparente avance logrado por la contrarrevolución en la recién finalizada elección presidencial.
Sin embargo, la misma refleja -de una u otra forma- la diversidad ideológica que caracteriza al chavismo, entendiéndolo como una corriente política que amalgama, sin jerarquías especificas ni contradictorias, lo más resaltado del pensamiento revolucionario, ligando en un todo a Jesucristo, Simón Bolívar, Simón Rodríguez, Ezequiel Zamora, Carlos Marx, Federico Engels, Vladimir Lenin, León Trostky, Rosa Luxemburgo, Mao Tse-Tung, José Carlos Mariátegui, Che Guevara y otros tantos luchadores y pensadores socialistas, extendiéndose a los aportes que pudieran extraerse de nuestras comunidades indígenas y de nuestra africanidad; en un crisol de ideas y vivencias sobre el cual se erige la construcción de un proyecto revolucionario socialista, cuyo eje central es la participación y el protagonismo de los sectores populares. No obstante, habrá que alertar sobre la posibilidad que a Hugo Chávez le sobrevenga una muerte segunda, producto de esta escisión, de no ser trascendida su figura emblemática por los cambios políticos, económicos y sociales impulsados en primer plano por el pueblo al que dedicó gran parte de su vida. De esta manera, se le evitará el triste destino de muchos que sólo son recordados cada cierto tiempo, pero que -en cuanto a su ejemplo e ideales revolucionarios- son ignorados prácticamente. Esto último pudiera evitarse, ubicando a Chávez en su justa dimensión en la historia común de las luchas populares. En este caso, el pueblo tendrá -como se dice- la última palabra.