No es casualidad que comiencen a generarse y a agudizarse ciertas contradicciones en medio del proceso revolucionario bolivariano que impulsa Hugo Chávez en Venezuela, las más de las veces producto de la falta de una verdadera visión revolucionaria que se manifiesta en esa pugna pertinaz existente entre grupos e individualidades de un mismo partido político o entre distintas organizaciones partidistas que, igualmente, se autodenominan chavistas.
Todo esto repercute al nivel de las masas populares, quienes orientan su entusiasmo y adherencia al liderazgo indiscutible y fortalecido de Chávez, pero que se niegan a reconocer –en la misma proporción- cualquier otro liderazgo, sea éste nacional, regional o local, ya que están conscientes de la profunda diferencia que separa al Presidente de aquellos que, bajo su sombra, se ubicaron en el poder desde hace siete años y de aquellos que, a su vez, pretenden desplazarlos. Tal realidad posibilita la existencia de grandes grietas en el proceso bolivariano que abren las puertas al revisionismo y al oportunismo de derecha y las cierra a la revolución. Por ello palpamos la inconsecuencia entre lo contenido, por ejemplo, en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y las actuaciones de la nueva clase política venezolana, a pesar de sus juramentos a favor de la revolución y la democracia participativa, cuestión de la cual se ha hecho eco el mismo Presidente Chávez en reiteradas oportunidades sin que cambien las cosas.
Sin embargo, ello no significa que la disidencia (o, más bien, el resentimiento) que recorre las filas chavistas tenga su origen en el debate teórico sobre lo que es y debiera ser la revolución bolivariana, aunque haya sus excepciones. La mayoría de los llamados disidentes son ex militantes del Movimiento V República (MVR), cuyas expectativas estuvieron centradas en ser bendecidos con la tarjeta mágica de dicho partido, versión heterogénea de AD y COPEI que amenaza la estabilidad del proceso bolivariano al asumir posiciones autoritarias, totalitarias y antidemocráticas en “defensa” de la integridad del proceso, invocando para ello la figura de Chávez. De ahí que sus cuestionamientos estén dirigidos contra la cúpula emeverrista y sus aliados, pero sin que esto signifique un cuestionamiento a la ideología etérea que los caracteriza, puesto que de lo que se trata es de ver compensados sus “esfuerzos” y lealtad al proceso y no de asumir una posición realmente revolucionaria integrada al protagonismo y participación de las masas, con una estrategia revolucionaria, de alto contenido ideológico, propia, que se planteé la construcción del poder popular en lugar de mantener con vida las viejas estructuras del puntofijismo.
Por lo pronto, esta disidencia chavista –presente en todas las organizaciones políticas y sociales de todo tipo- nada más se agudiza y se expresa en época electoral. El resto del tiempo lo despilfarra en la nada, ya que sus planteamientos no exceden el ámbito estrictamente electoral cuando pudiera convertirse en la punta de lanza de un vasto proceso renovador interno del proyecto revolucionario bolivariano, basándose en un trabajo consecuente de difusión, agitación y organización entre las bases populares, de manera que éstas abandonen esa especie de ostracismo dependiente en que se encuentran y se arroguen el protagonismo histórico que les pertenece por derecho propio. En ello tiene muchísima incidencia el hecho de que no exista, por ahora, una teoría revolucionaria en la cual converjan todos los seguidores de Chávez y caracterice la revolución bolivariana, sacándola de ese nivel de incertidumbres y paradojas que la hacen oscilar entre la reforma derechista y la revolución izquierdista.
Lo que pudiera resultar productivo y positivo de esta disidencia en el chavismo se diluye en medio de personalismos y sectarismos inconsistentes ideológicamente. De persistir semejante tendencia, nada extraño sería que el proceso revolucionario bolivariano comience a desviarse y a estancarse, en lugar de sufrir una mutación cualitativa que contribuya a su profundización y consolidación, quemando etapas que hagan irreversible el cambio estructural, en definitiva. Si éste no es el objetivo principal de esta disidencia, le corresponderá al pueblo, entonces, definir su propio rumbo y generar su propia vanguardia revolucionaria.-
* Centro de Formación Ideológica del Estado Portuguesa
Esta nota ha sido leída aproximadamente 5073 veces.