Aportes a los Programas de Investigación-Acción sobre las “Transiciones al Socialismo”

¿Para (no) olvidar el “Golpe De Timón”?

“Aquí tengo al [libro de] István Mészáros,  el capítulo XIX, que se llama “El Sistema comunal y la ley del valor”. Hay una frase que hace tiempo subrayé, la voy a leer, señores ministros, ministras, vicepresidente (dirigiéndose a Nicolás Maduro), hablando de la economía, del desarrollo económico, hablando del impulso social de la revolución: “El patrón de medición -dice Mészáros- de los logros socialistas es: hasta qué grado las medidas y políticas adoptadas contribuyen activamente a la constitución y consolidación bien arraigada de un modo sustancialmente democrático, de control social y autogestión general”. (Chávez en el Golpe de Timón le lee a su tren ministerial a Meszaros: 1. István Mészáros: Más allá del capital, Caracas, Hermanos Vadell, 2001.)

1.- INTRODUCCIÓN:

En las siguientes notas de estudio analizaremos algunos planteamientos e intervenciones acerca  de “Los programas de estudio de la transición al socialismo” ([1]), no sin antes comentar algunos de las inquietudes que se vienen presentando con la voluntad de aplicación práctica de lo expresado por Chávez en el “Programa de la Patria” y en el llamado “Golpe de Timón” sobre la transición, para finalmente hacer explícitos algunas interrogantes que recorren a las mediaciones materiales e institucionales construidas en los llamados procesos de transición al socialismo formulados por Paul M. Sweezy ([2]).

El análisis de los planteamientos se hará de una manera abierta y crítica, con la finalidad de enriquecer  los espacios de reflexión y debate entre tendencias ([3]) que contribuyan a apalancar las tareas del “intelectual colectivo revolucionario” en el seno de la revolución bolivariana, en medio de inquietudes sobre la pertinencia de mantener o no la vigencia de los planteamientos de Chávez ([4]); abordando de manera exhaustiva los problemas de la transición al Socialismo-Siglo XXI en Venezuela y en “Nuestra América”, desde un punto de vista teórico-crítico, además de reconocer no perder de vista el análisis histórico-comparado de las experiencias de transición (por ejemplo: URSS, China, Yugoslavia, Cuba, Chile, Nicaragua) y sus lecciones para Venezuela (Balance histórico-critico de inventario).

Esta tarea, como hemos planteado ([5]), no puede ser iniciativa exclusiva de pequeños equipos políticos encerrados en sus propias auto-referencias teóricas o ideológicas (“mirarse el ombligo es un síntoma de sectarismo”), ni producto de individualidades (por más “geniales” que sean), ni de equipos tecno-políticos encerrados en espacios ministeriales (intelectuales “palaciegos” regulados por las demandas urgentes de la “coyuntura” o la “pragmática del poder”), ni en centros académicos especializados (sin contacto efectivo con las luchas sociales), pues se trata de la convergencia de la praxis colectiva de investigación teórico y de intervención política que requiere de espacios de articulación de equipos de trabajo en redes intelectuales, partidos revolucionarios, movimientos sociales, comunidades, agencias gubernamentales y estatales, directamente implicadas en los procesos de cambio histórico-estructural que se animan bajo el paraguas de la revolución democrática y socialista para el siglo XXI.

En primer lugar, basta interrogarse sobre el patrón de medición de los logros socialistas que señalaba Chávez en el “Golpe de Timón” para evaluar si la transición hacia el socialismo ha encallado, se mantiene, se posterga o se profundiza en el actual Gobierno conducido por el Presidente Nicolás Maduro, pues en aquel momento Chávez señaló una pregunta fundamental:

¿Hasta qué grado las medidas y políticas adoptadas por un Gobierno contribuyen activamente a la constitución (y consolidación) bien arraigada de un modo sustancialmente democrático (Mézsáros agrega algo que no leyó Chávez: “verdaderamente no jerárquico en su modo de operación en todas las esferas”-p.851), de control social y autogestión general?

¿No es ésta acaso una definición del Nuevo Socialismo: de la democracia radical, participativa y autogestionaria para el siglo XXI? ¿Qué pasa con la construcción del Socialismo Bolivariano del siglo XXI cuando se omite esta problemática?

Hay voces que asocian como temas del “Golpe de Timón”, los aspectos relativos a “La Comuna”, la “Auto-critica”, la “Eficiencia”, la “Propiedad social como injerto socialista” o algunas referencias al reimpulso del Sistema Nacional de Medios Públicos. Sin embargo, ninguno de estos aspectos puede entenderse fuera del contexto más inclusivo; es decir, la problemática de la “Transición al Socialismo en Venezuela”, debate  sobre el que hay signos e indicios de no ser tomado en su debida relevancia o importancia a la hora de valorar las aplicaciones de política, dada la escasa referencia a prácticas concretas de construcción del Socialismo orientadas por el Programa de la Patria en estos primeros cien (100) días de gobierno ([6]).

Pero para Chávez, este asunto era fundamental en el nuevo ciclo de gobierno:

“Entonces, venimos con el tema de la democracia, el socialismo y su esencia absolutamente democrática, mientras que el capitalismo tiene en su esencia lo antidemocrático, lo excluyente, la imposición del capital y de las élites capitalistas. El socialismo no, el socialismo libera; el socialismo es democracia y la democracia es socialismo en lo político, en lo social, en lo económico”. (Golpe de Timón)

De manera que resulta sorprendente, que el marco general inclusivo desde donde se realizaron los planteamientos del Golpe de Timón, se pierda de vista, se minimice, o se extravíe la dirección, contenido y alcance del proyecto en estos cien (100) días de Gobierno, pues lo que está en juego es el patrón de medición-evaluación de las políticas públicas del Gobierno Revolucionario en función de alcanzar o no los logros socialistas.

Es decir, avanzando en algunos indicadores como el logro de la estabilidad política, en la gobernabilidad, en el reconocimiento internacional del Presidente Maduro, en la aplicación del Plan Patria Segura, en el intento de tomar medidas para enfrentar graves problemas asociados al juego de intereses que intervienen en el terreno económico (crecimiento, inflación, importaciones, devaluación, endeudamiento, tasa de cambio, acaparamiento), en la continuidad de la Misión Vivienda Venezuela, así como el control de la especulación o atacando la corrupción: ¿Cuánto se avanza en los logros socialistas?

Es decir, nos enfrentamos a posibles escenarios de avance, desvío, detención u olvido del proceso de transición al socialismo, pues entre los factores determinantes que inciden en este proceso (y aquí Chávez se apoyó en planteamientos de Jorge Giordani) ([7]) están:

“(…) la transformación de la base económica del país para hacerla esencial y sustancialmente democrática, porque la base económica de un país capitalista no es democrática, es antidemocrática, es excluyente y de allí la generación de riqueza y de grandes riquezas para una minoría, una élite, la gran burguesía, los grandes monopolios, y de allí también la generación de la pobreza y la miseria para las grandes mayorías.”

El “problema económico-social” no puede entonces enfrentarse con cursos de acción y vías de solución, con medidas y políticas anti-democráticas, que favorezcan mayor desigualdad y polarización entre riqueza y pobreza. No basta apelar a indicadores históricos que se refieren a la desigualdad, los índices de pobreza, la tasa de matriculación o la esperanza de vida de organismos internacionales, cuyas estadísticas de referencia tienen retrasos temporales con relación al impacto de las medidas económicas tomadas en el primer semestre del año 2013. El problema de coyuntura es si la tendencia económico-social en curso afecta positiva o negativamente estos resultados históricos positivos.

Pues la vieja historia ha sido: por una lado, estarían las elites y la gran burguesía, los grandes monopolios económicos; y por otro lado, la miseria de las grandes mayorías; de allí que, desde el año 1996 (Agenda Alternativa Bolivariana), Chávez dejó claro que no se puede separar lo social de lo económico, ni lo económico de lo político; es decir, que los ajustes macroeconómicos no podían realizarse en perjuicio de los ajustes sociales, que era preciso tener como prioridad “la deuda social acumulada”, por efecto de la imposición de medidas capitalistas y neoliberales.  Para aquellas voces de corta memoria cabría recordar lo siguiente:

“El viejo modelo (adeco), sin embargo, se resiste a morir. A través de sus pensadores, escritores y argumentadores de todo género, trata desde hace varios años de esconder su realidad, elaborando y presentando planes o proyectos de “estabilización” y de “ajustes”, según los cuales bastarían unas cuantas medidas monetaristas y fiscalistas, además de las “incómodas pero necesarias políticas sociales”, para “superar” la crisis.” (Agenda Alternativa Bolivariana. 1996, p.9)

Y para no olvidar el enfoque de Chávez de la  problemática (no bastan unas cuantas medidas monetaristas o fiscalistas) cabe recordar:

“La AAB comienza diciendo que el problema a solucionar no es meramente económico ni político ni social. Los abarca a todos ellos, es verdad. Pero va más allá de su conjunto. La forma de enfrentarlo, entonces, es a través de un poderoso ataque coordinado a lo largo de todo el frente. Atacar por partes implicaría la derrota, parte por parte.” (AAB, p.12)

Debemos retener esta última expresión: “La forma de enfrentarlo, entonces, es a través de un poderoso ataque coordinado a lo largo de todo el frente. Atacar por partes implicaría la derrota, parte por parte.”; es decir, que se debe atacar lo económico, lo social, lo político simultáneamente.

Para avanzar en la comprensión del marco general del proceso de transición al socialismo, no podemos perder de vista la continuidad del pensamiento de Chávez al sostener en el abordaje de diversos problemas, un enfoque humanístico, integral, holístico y ecológico; un enfoque de sistemas complejos articulado además a las contribuciones críticas del “pensamiento revolucionario” del mundo.

Si en algo insistió Chávez, fue en el estudio y formación permanente para todo su tren ministerial, para su equipo de gobierno; es decir, en incorporarse a las tareas de estudio, reflexión y acción en los procesos históricos, económicos, sociales, políticos, militares e internacionales desde una perspectiva revolucionaria e integral.

Encerrar el pensamiento, el discurso, la voz de Chávez en una visión acartonada, acomodaticia, simplificadora y apologética no contribuye en nada en realzar su estatura política cuando apeló para la refundación del Poder Nacional y del sistema político desde sus fundamentos filosóficos mismos, incluyendo sus componentes y relaciones que los regulan, a convocar la legitimidad y soberanía popular del poder constituyente para enfrentar la grave  crisis nacional en 1996, visión que se concretó en el año 1999. Chávez mantuvo un hilo de continuidad en la necesidad de considerar como componente central de la “gran estrategia” al poder popular y a la democracia participativa.

De manera que no cabe descartarse a priori la “dialéctica del poder constituido y poder constituyente” para abordar escenarios de transición al socialismo; o ante escenarios de una posible agresión (los llamados “atajos conspirativos”) activada desde los sectores capitalistas dominantes nacionales o internacionales, se despliegue la defensa activa de la revolución a partir de la movilización integral y organizada del pueblo para radicalizarla. Todo dependerá del juego de estrategias que cada uno de los factores en pugna desaten en la actual coyuntura.

Conviene retomar éste contexto más amplio e inclusivo,  y lo que se refiere al debate sobre las interpretaciones del “legado de Chávez” y sus implicaciones políticas; pues diferentes corrientes bolivarianas y tendencias revolucionarias presentes en el campo de la izquierda socialista, debaten acerca de la apropiación selectiva de sus planteamientos, e incluso surgen voces que pretenden ser los portavoces únicos autorizados de sus ideas, inhibiendo el necesario debate y reflexión entre corrientes y tendencias en el seno de la unidad del proceso bolivariano.

De manera que no creemos viable una operación de despolitización y de separación del Chávez-Gobernante del Chávez-Luchador Popular por el Proyecto Socialista, una suerte de corte entre el “legado revolucionario” de Chávez  y un “legado de gobierno” para fines de conservación del poder. O Chávez es revolucionario o Chávez no es Chávez.

Es previsible que a partir de la autorización o desautorización de ideas, vía citas de Chávez (contextualizadas o no, respetando o no la línea cronológica de sus planteamientos), se perfilarán tensiones adicionales, dada la situación abierta luego de su partida física en Marzo, de la coyuntura electoral de abril (crisis electoral del “chavismo”) y los problemas económicos acumulados y agravados desde el segundo semestre del año 2012, problemas que han adquirido creciente actualidad, dados los impactos negativos en las condiciones materiales y expectativas de vida de los trabajadores y en general, en las clases populares subalternas del país.

De manera, que cualquier medida de política gubernamental que responda al “Legado de Chávez” debe pasar irremediablemente por reconocer la pertinencia de analizar el patrón de evaluación, control y medición de los logros socialistas en lo que actualmente se denomina “Gobierno de calle” (¿Cuál consistencia existe entre los objetivos inmediatos del Gobierno de calle y los objetivos políticos del nuevo ciclo de gobierno anunciado por Chávez en el año 2012?); así como el avance en la transformación económico-productiva, ligada al modelo de acumulación, crecimiento y distribución de riqueza social, definida de acuerdo a Jorge Giordani por cinco aspectos:

a)    La modificación de la base productiva del país, buscando una mayor democratización del poder económico.

b)    El cambio en el rol del Estado, para lograr que el proceso acumulativo se oriente a la satisfacción de las necesidades básicas de la mayoría de la población y a la defensa de la soberanía.

c)    La incorporación de mecanismos de autogestión productiva a nivel colectivo.

d)    La utilización de una planificación democrática como mecanismo regulador de las relaciones productivas.

e)    La ubicación autónoma del país frente a la internacionalización del sistema capitalista.

Basta escuchar el audio del “Golpe de Timón” para confirmar que Chávez compartía estas orientaciones generales, y dado que se abría un nuevo ciclo de gobierno en el año 2012, era importante ser más eficientes en el tránsito al socialismo (no era eficiencia sin socialismo), en la construcción del nuevo modelo político, económico, social, cultural, en la revolución.

Repetimos, es en este contexto preciso donde aparece el debate sobre la “Eficiencia”, no como un término de racionalización económica capitalista (Eficiencia productiva capitalista), sino de eficiencia en el Tránsito cierto al Socialismo definido como nuevo modelo político, económico, social, cultural en revolución; de eficiencia en el avance de la revolución, pues se trataba de avanzar en un nuevo modelo de sociedad que incluye efectivamente la transformación del modelo rentista y sus efectos en las deformaciones histórico-estructurales de la economía venezolana y sus capacidades de generar procesos sostenidos de acumulación-generación de excedentes desde sus propias dinamismos productivos internos, en función de la satisfacción de las necesidades de las mayorías trabajadoras y del pueblo.

En el caso Venezolano, como en muchos países dependientes y periféricos, el carácter extractivo del patrón económico y mono-exportador del modo de articulación a la economía capitalista mundial, el sub-desarrollo de las capacidades productivas nacionales y la modalidad de “dependencia neocolonial asociada” a los intereses de los grandes monopolios nacionales y trasnacionales, siguen siendo rasgos estructurales de los ámbitos económico-sociales del país. De manera que la transición al socialismo debe partir de un crudo diagnóstico de las condiciones de partida para semejante transformación, pues la revolución política no equivale a una revolución económica y social de larga duración, intensidad y profundidad. Hasta ahora, la revolución no ha tocado los aspectos medulares de los factores de poder que condicionan la estructura económico-social propia del capitalismo, sino que se ha concentrado en la esfera político-partidista, en la esfera de la ocupación de los espacios de los aparatos estatales y en las tareas del reparto aún desigual y concentrado de la renta petrolera.

Una concentración de la atención y del discurso en la “pequeña política” (la gobernabilidad de coyuntura), en la escena partidista y electoral, han opacado los graves problemas histórico estructurales de la economía venezolana y las vías para enfrentarlos. De manera que es desde estas condiciones histórico-estructurales, desde donde hay que partir para pensar e impactar en el proceso de transición hacia el socialismo, lo cual implicará formas novedosas de ejercicio del gobierno, de planificación estratégica, de ejercicio prospectivo, de construcción de trayectorias de viabilidad, de adecuación de las políticas sociales y económicas, de necesaria demarcación de estilos de desarrollo deseables, posibles y factibles, para aspirar a construir modelos de socialismo democráticos, participativos y autogestionarios, superando necesariamente los obstáculos que suponen las condicionamientos de la dependencia y la posición periférica del país en el sistema histórico mundial.

No hacerlo, implica quedarse en la retórica superficial y mediática sobre el Socialismo (para bien o para mal), o lo que es peor, utilizar el “discurso socialista” para impulsar medidas que puedan comprenderse o interpretarse como favorables al fortalecimiento de prácticas capitalistas. Esas medidas, en todo caso, no fueron la dirección, orientación, contenido y alcance del llamado “Golpe de Timón” ni del “Programa de la Patria” en palabras de Chávez.

Hablamos por tanto de evaluar en profundidad, y si se requiere corregir el rumbo, desde el contexto político de una revolución democrática y socialista (no desde el horizonte de reformas simplemente); no confundir “proceso revolucionario” con “gobierno capitalista que realiza reformas parciales en el terreno social” para fines de lograr la estabilidad relativa, la cooptación, el consenso o un clima de resignación en las luchas de los trabajadores y del pueblo por la construcción del socialismo.

Es así que planteamos la necesaria clarificación del rumbo, si la revolución bolivariana aspira a retroceder a un proyecto de carácter reformista-desarrollista-socialdemócrata; para avanzar más allá, para modificar el dominio histórico-estructural que el sector capitalista tiene, tanto nacional como extranjero, en la estructura económica-social del país. Ni la Independencia (Autodeterminación) ni el Socialismo, ejes relacionados de un proceso de liberación nacional, pueden avanzar en un marco de reproducción de fenómenos de dominación, desigualdad, polarización y exclusión asociados al “desarrollo dependiente asociado” al Gran Capital.

A propósito de los llamados a “diálogo con los sectores del país”, Chávez señaló finalmente que los pactos estratégicos u orgánicos, eran con el pueblo y con las clases trabajadoras, no con las elites o los sectores capitalistas dominantes. A los malos lectores del “Golpe de Timón”, que quieren hablar de eficiencia sin revolución, basta que abran y lean las primeras doce (12) páginas del documento para recordar lo allí planteado.

No hacerlo se presta a los más diversos oportunismos y pragmatismos, tan en boga luego de la partida física de Chávez, en función de criterios exclusivos de conquistar posiciones de ventaja, de estabilidad y gobernabilidad:

“Recordemos los cinco grandes objetivos históricos del Programa de la Patria que ahora vamos a comenzar a aplicar. Se trata de los pasos que hemos venido dando, por eso hablamos del tránsito, transición, etapa. Nada de esto existía en Venezuela y nada de esto existiría en Venezuela si, se impusiera el capitalismo, que nos convertiría de nuevo en la colonia que éramos. Por eso la revolución política es previa a la económica. Siempre tiene que ser así: primero revolución política, liberación política y luego viene la revolución económica. Hay que mantener la liberación política, y de allí la batalla política que es permanente, la batalla cultural, la batalla social.” (Golpe de Timón, p.12)

Si el aspecto político (revolución política/liberación política), que guía y orienta la gran estrategia, no predomina como visión revolucionaria, como concepción liberadora, entonces la batalla cultural, la batalla social y la batalla económica del nuevo modelo a construir que son permanentes, estarían posiblemente perdidas: ¿De qué trata la cuestión económica? ¿De imponer el fortalecimiento del Capitalismo, de convertirnos de nuevo en Colonia?

Palabras que retumbarán en los oídos pragmáticos de quienes suponen que la transición al socialismo se hace “con más capitalismo”, con “alianzas y amarres de intereses estratégicos con fracciones sociales del Capital, y no colocando en primer lugar el patrón de medición,  evaluación y control de los logros socialistas: un modo sustancialmente democrático (“verdaderamente no jerárquico en su modo de operación en todas las esferas”-p.851), de control social y autogestión general, como se señaló sin ambigüedades en el Golpe de Timón.

A aquellas voces que les parece inconveniente plantear la opción “Reforma o Revolución” (Luxemburgo-Lenin dixit), y que ni siquiera llegan a plantear al menos “reformas revolucionarias” (Gorz dixit), conviene señalarles que la partida física de Chávez pone sobre la mesa precisamente estas grandes definiciones de “Gran Política” (Gramsci dixit) ([8]) y de “Gran Estrategia” ([9]).

En ese debate Chávez no claudicó ni como dicen de manera corriente: “arrugó”. De manera que los esfuerzos no son para alcanzar o mejorar el desarrollo capitalista, sino para abrir alternativas en contra del Capital, para debilitar como eje de dominación a los actores, fuerzas y movimientos del desarrollo capitalista. Eso es precisamente el Proyecto Socialista.

 

2. EL LEGADO DE CHAVEZ: CONCIENCIA REVOLUCIONARIA O APOLOGÍA DE LO EXISTENTE.

En Venezuela, existe una suerte de acuerdo preliminar sobre la  maduración intelectual del pensamiento y acción de Hugo Chávez, como líder fundamental de la revolución bolivariana, en la cual se fueron precisando y haciendo explícitos ciertos temas dominantes de su agenda política desde que entró en la escena política aquel 4 de febrero de 1992 (Rebeliones Militares del 4-F y el 27-N del año 1992). A modo de síntesis y de manera provisional, es posible rastrear tres grandes formulaciones del pensamiento y la acción que fueron articulándose  en una formación compleja (no sustituyéndose) en el tiempo histórico:

a)    El Nacionalismo Revolucionario Bolivariano de fuerte contenido anti-Neoliberal,

b)    El Anti-Imperialismo y la Liberación Continental de Nuestra América,

c)    El Anticapitalismo y la construcción del Socialismo Bolivariano del siglo XXI, adecuado a las particularidades venezolanas.

Obviamente, hay muchas más vetas en el pensamiento y la acción revolucionaria de Hugo Chávez (por ejemplo, la centralidad de la alianza cívico-militar para combatir la partidocracia, la crítica a la democracia representativa-burguesa para el cambio revolucionario, la importancia del poder popular, entre muchas otras), pero para efectos de estas primeras aproximaciones, es necesario dar cuenta de si el “legado Revolucionario” de Chávez diferenciándolo de:

a)    El legado ideológicamente ambivalente de sus primeros tiempos con relación a la revolución socialista;

b)    La flexibilidad táctica de sus modos de actuación política de acuerdo al cuadro de fuerzas de cada situación particular, con sus virajes que podían dar a entender que se perdía el rumbo estratégico a corto plazo;  

c)    la crítica a sus actitudes de fuerte liderazgo personalista y centralizador del poder de mando-decisión).

Estos aspectos contribuyen a repensar una larga discusión sobre los procesos de transición al socialismo, sobremanera en el campo teórico de la praxis revolucionaria acerca de los mismos, que va desde las primeras formulaciones de Marx y Engels, la recepción de este debate en la socialdemocracia alemana, la interpretación de este debate en el marxismo y el populismo ruso, las posiciones de Lenin y de la dirección bolchevique sobre los problemas de la transición, el efecto de la muerte de Lenin y el ascenso de Stalin, la construcción del socialismo bajo la hegemonía estalinista, la polémica Chino-Soviética sobre la economía de la transición, el debate Yugoeslavo sobre la Autogestión, los debates sobre la transformaciones de las relaciones de producción, el Plan, el Mercado y la Ley del Valor, la polémica del Che sobre la transición en la Revolución Cubana, la polémica sobre el Poder Popular y el área de Propiedad Social en la vía chilena al Socialismo, entre muchos otros e importantes debates.

Lamentablemente, en un balance de inventario de las actitudes hacia el pensamiento de Chávez, predomina el elemento pasión y afecto (tanto de aceptación como de rechazo), lo cual impedirá por cierto tiempo enfrentar sus aciertos y errores efectivos en política, en pensamiento y acción.

No hay que llamarse a engaños. Uno de los principales obstáculos para abordar, desde el pensamiento contra-hegemónico de izquierda, el llamado “legado de Chávez” es su complejidad, la heterogeneidad constitutiva en sus influencias ideológicas de base (Árbol de las Tres Raíces), su acercamiento y separación de la llamada “tercera vía” para acercarlo a la “crítica del Imperialismo”, su apoyo explícito a la emergencia del nuevo socialismo del siglo XXI en el contexto de la grave crisis del capitalismo, los cuál es también utilizado para fines de apologética-legitimación; o en contrapunto, para fines de demonización-descrédito en la lucha política e ideológica del país (y en el continente); de manera que por muchos años, posicionarse críticamente ante el legado de Chávez implicará intervenir tácita o explícitamente en el complejo de condiciones y factores que intervienen en la lucha histórica presente que divide las aguas entre izquierdas y derechas en el continente latinoamericano.

Esto se explica en parte, porque Chávez logro re-politizar a Venezuela y a las sociedades del continente en gran medida; es decir, colocó a la “Gran Política” en su lugar privilegiado, superando en gran medida la “pequeña política” (la política de intrigas en situaciones), la despolitización tecnocrática o la creencia de que la política es solo para los “profesionales de la política”, para los representantes de los aparatos de partido o los altos funcionarios de los aparatos de Estado.

Chávez reactivó la creencia en amplios estratos de la población de que es posible construir una democracia de alta intensidad en los términos dados por Lincoln a ésta: Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” ([10]), y que ese sistema de gobierno estaría directamente articulado a la realización de la igualdad y la justicia social en los términos expresados por Simón Bolívar: “El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política” ([11]).

Pocos analistas toman en cuenta la densidad teórica, histórica e ideológica del Discurso de Angostura de 1819 al señalar:

Un gobierno republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo: la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas. Luego extendiendo la vista sobre el vasto campo que nos falta por recorrer, fijamos la atención sobre los privilegios que debemos evitar.”

¿No será precisamente el capitalismo neoliberal hegemónico, con sus énfasis en el fundamentalismo de mercado, sus políticas monetaristas y fiscalistas, la fuente de los privilegios que debemos evitar?

De manera que más allá de las consignas, los esquematismos y las simplificaciones, las tareas de re-pensar la conjunción posible del universo de discurso de la revolución bolivariana con el proyecto socialista democrático, participativo y autogestionario, sigue siendo una tarea pendiente, pues se trata de horizontes ideológicos cuyos sistemas de valores e ideas en algunos casos son plenamente convergentes, pero en otros es posible detectar tensiones que deben ser asumidos para el debate.

Algunos suponen que con frases de Chávez, la tarea del pensamiento bolivariano y revolucionario está resuelta. Bastaría repetir frases como si se tratara del “Libro Rojo” de Mao, para tener el mango del sartén ideológico agarrado con la mano. Obviamente, esto funciona para movilizar creencias y controlar una psicología colectiva del aparato político de masas, pero no contribuye en la producción de la consistencia, coherencia y congruencia; es decir, en la sustentación y legitimación de un Proyecto Histórico como el Socialismo Bolivariano del siglo XXI.

De allí que sea preciso analizar con rigor las condiciones políticas, institucionales e ideológicas de producción de conocimientos críticos sobre la transición socialista en Venezuela, bajo el efecto de proyección del liderazgo de Hugo Chávez, en la presente coyuntura nacional e internacional, superando las tentaciones del dogmatismo, el sectarismo y el oportunismo sin principios, pues la revolución atraviesa desde algunos años una encrucijada crítica que puede activar severos procesos de desgaste y de derrota.

 

3. NOTAS CRÍTICAS A LA RECIENTE CREACIÓN DEL INSTITUTO DE ALTOS ESTUDIOS “HUGO CHAVEZ”:

Como evidencia de lo planteado en el párrafo anterior, se ha anunciado recientemente la creación del “Instituto de Altos Estudios Hugo Chávez”, mediante decreto ([12]) que propone “ejercer la rectoría” para profundizar el estudio del pensamiento, el legado y los valores que inculcó Chávez, de acuerdo a las declaraciones  del Presidente Nicolás Maduro ([13]).

El Instituto de Altos Estudios sería el “órgano rector que avalará y aprobará las cátedras educativas que reflejen el ideario del máximo líder de la Revolución Bolivariana en las universidades a nivel de pregrado y postgrado”. Es decir, ¿Se corre el riesgo de construir una “versión autorizada” (¿Una visión canónica y ortodoxa?) del pensamiento, legado y valores de Chávez?

También se señala que se pretenden establecer “los lineamientos para el uso del nombre del Comandante Supremo Hugo Rafael Chávez Frías, en obras y espacios públicos”.

De manera, que esta decisión de “política de Estado” podría dar lugar a varios filos e interpretaciones polémicas, pues en momentos donde se debaten en  campos de conocimiento de las Ciencias Sociales Históricas Críticas  formulaciones provenientes de la “semiótica del texto”, el “análisis crítico del discurso”, la “fenomenología”, el “interaccionismo simbólico”,  “hermenéuticas” de diversos pelajes, el análisis crítico de las ideologías; una reconstrucción filológica del pensamiento Hugo Chávez podría llevar a riesgos y peligros derivados de los intentos de una “canonización ortodoxa” de su pensamiento, semejante por cierto, a las ya conocidas obras de manuales de “Materialismo Histórico” y “Materialismo Dialéctico” durante la hegemonía estalinista en el siglo XX, que tan profundo daño hicieron para abordar con rigor y creatividad la obra abierta, critica y revolucionaria de Carlos Marx. Además del pesado fardo de un marxismo soviético, ahora podría agregarse un pensamiento-Chávez dogmatizado y burocratizado.

Pensemos en este peor escenario. Cuando el pensamiento de una figura política de la talla de Hugo Chávez se intenta esquematizar (y lamentablemente estereotipar) en una suerte de corrección política de la interpretación autorizada por un aparato partidista o de Estado, estaríamos bajo la riesgosa hipótesis o posibilidad de construir un horizonte de interpretación organizado para fines del culto institucionalizado a la personalidad, que lejos de suponer una aproximación rigurosa, sistemática, crítica y documentada de su pensamiento y acción, pueda construir una línea dogmática de interpretación para fines de “política ideológica” de determinado grupo de poder. Algo parecido había ocurrido con los intentos de edulcorar el “Gomecismo”, formular diversas apologías al Betancourismo, o al mismísimo Bolívar ¿No sería contraproducente esta operación? Se trata de una hipótesis o escenario negativo que debe ser liquidado en la práctica, en los hechos.

Hablar del legado de Chávez es en extremo complejo, estratificado, reconociendo desarrollos desiguales y en algunos casos demasiado extensos, pero lo fundamental es debatir en un marco de amplia crítica y diversidad de planteamientos, sus ideas, sus coherencias e incoherencias, su campo de validez y sus contradicciones, sus pertinencias, porque existe un amplio campo de influencias y de alejamiento de posturas marcadas por el dogmatismo, el sectarismo y el oportunismo, aunque también es posible constatar la existencia de filiaciones ideológicas con los códigos del pensamiento revolucionario más ortodoxo ([14]) que no lo alejaron en la práctica de formulaciones del marxismo soviético.

Si predominara en las labores de interpretación de la obra de Chávez el dogmatismo ideológico, el sectarismo político o el oportunismo sin principios, la investigación sobre Chávez llevaría a una burocratización de su pensamiento. Si en caso afirmativo, esta fuera la intención, se repetirían viejos errores del socialismo real, como la desautorización de textos y de debates que contravenían la línea ideológica y política oficial del partido-aparato o la cosmovisión de un Estado Socialista; por cierto, una visión del Estado muy poco proclive a la democracia pluralista en el terreno ideológico y político, como lo evidencia toda la documentación sobre las experiencias del Estado Socialista bajo un sistema político de Partido único y una economía dirigida bajo un tutelaje burocrático-autoritario y centralizado.

En experiencias disimiles como la URSS, China o Yugoeslavia, una de las críticas más recurrentes es precisamente la precaria democratización del Estado, del sistema político y del propio terreno fundante de las relaciones sociales de producción; además de otras críticas en los ámbitos del desarrollo económico, científico-técnicos y culturales.

Es decir, uno de los elementos del Nuevo Socialismo: participativo, democrático, autogestionario (y agregamos sin lugar a dudas ecológico) es el inevitable reconocimiento de lo socio-diverso, de la pluralidad cultural y multiétnica, del pluralismo político socialista y la existencia de corrientes ideológicas en una sociedad profundamente democrática, que aspira además al proyecto de radicalizar la democracia, de concretar la democracia participativa ([15]) y no a suprimirla.

De manera que no se trata de una transición socialista calcada de las experiencias de “partido único” bajo una homogeneidad de ideas y creencias denominada “marxismo-leninismo”. A pesar de todas las nostalgias por las certezas y la ilusión de los destinos, atiborrada a referencias como la “misión histórica del proletariado”, “las “leyes del desarrollo social” o el “partido conductor o guía de la sociedad” que marcaron las vidas de generaciones de militantes en la izquierda revolucionaria, este imaginario y retórica es más bien obstáculo para las tareas de imaginar y pensar nuevas cajas de herramientas revolucionarias para los desafíos del siglo XXI ([16]).

Si se tratara de un Instituto calcado de las los órganos de producción de ideologías oficiales y monolíticas (Academia de Ciencias de la URSS), tendríamos un Chávez de piedra, administrado por escribas autorizados, gestionando un dogma-discurso monolítico, reiteramos, para controlar una “psicología de aparato de masas”. Ese Chávez sería profundamente conservador y no revolucionario, desdibujándose un aspecto de su legado: su profunda irreverencia ante los códigos dominantes presentes incluso en más tenues pliegues del lenguaje y de las ideologías del poder.

En cambio, si la aproximación al pensamiento y acción de Hugo Chávez se abre a la complejidad de sus intervenciones, a la clarificación de sus influencias ideológicas de base, al estudio de las tensiones inherentes al desarrollo de su pensamiento, a sus debilidades y ausencias teóricas, a sus referencias centrales y periféricas, a su horizonte político y su proyecto existencial, a los obstáculos internos para avanzar en determinadas direcciones, a sus impasses; estamos frente a un exigente proyecto de reconstrucción del estilo de pensamiento de un líder política de poderosa proyección en el continente, sin lugar a dudas, la obra teórica y práctica de una figura política que ejercerá una poderosa influencia en el campo de debates y acciones de las izquierdas revolucionarias, además de una posición claramente destacada en la política latinoamericana y mundial del siglo XXI para gusto o no de sus adeptos o detractores.

En este contexto, considero a título personal, que hubiese sido más justo a los propósitos del propio Chávez,  denominar al Instituto: “Instituto de Altos Estudios sobre la Revolución Bolivariana, el Socialismo del siglo XXI y la praxis de Hugo Chávez”.  La Revolución Bolivariana y su articulación a la vía venezolana y específica del socialismo bolivariano, es el contexto más inclusivo para resaltar la praxis política y los discursos latinoamericanistas de integración continental formulados por Hugo Chávez. La interpretación de la gran estrategia bolivariana para la guerra nacional y continental de independencia fue constantemente citada por Chávez como antecedente de las luchas anti-coloniales y anti-imperiales, por ejemplo, y el horizonte de lucha de Chávez fue finalmente una clara postura anticapitalista. De manera, que allí cobra especial significación su pensamiento y acción.

No se trata del Chávez-dogma, en un intento de fetichizar un culto a la personalidad. Cuando Chávez dijo que Chávez no era Chávez sino un Pueblo, dio al traste con cualquier pretensión de generar una “autoridad central” para administrar un nuevo dogma o un “culto político administrado”. Que sea el pueblo y sus luchas las que prioritariamente coloquen a Chávez en el lugar privilegiado de referencia para sus proyectos de emancipación. No hay que desconfiar de la metabolización popular de la figura y pensamiento de Chávez, pues las culturas populares en el contexto del capitalismo no sólo son escenarios de imposiciones y manipulaciones desde arriba, sino también de traducciones, recuperaciones, resistencias y re-significaciones desde su propia gramática de producción de insurgencias.

De esta manera, se enfatizaría la tarea pendiente de la transición post-capitalista, los retos que se aproximan, el proyecto a impulsar y consolidar (Socialismo-siglo XXI), el horizonte para movilizar energías y la orientación de los discursos hacia una permanente reactualización de la tesis del poder constituyente de la multitud popular como poder revolucionario.

En este marco: ¿Quiénes pueden atribuirse hoy el rol de vanguardia exclusiva de la revolución bolivariana, sin resolver el asunto de la unidad en la diversidad, sin dar cuenta de una dirección política colectiva de la revolución, que exprese sin ambigüedades, la unidad en la acción de las diversas corrientes, tendencias y formaciones políticas en el gran polo patriótico o de un frente amplio revolucionario sin liquidar el debate rebelde e irreverente?

Tras la partida física de Chávez, estas preguntas cobran especial actualidad. Las maniobras para eludirlas, como una pesadilla recurrente, intensifican la necesidad de asumir (sin retardo y sin excusas) esta tarea política clave para la continuidad y avance hacia el socialismo de la revolución bolivariana. Si no fuera así, este sería uno de los hilos de la madeja que llevará al traste el proceso activado con mayor impulso desde el año 1992.

 

4. UN BREVE RODEO SOBRE LAS POLÍTICAS DE LA INTERPRETACIÓN DEL LEGADO DE CHÁVEZ:

Hagamos un breve rodeo para profundizar en las implicaciones político-prácticas de seguir un curso conservador, dogmático, sectario o menos abierto en el campo de la interpretación de textos, como lo serán las intervenciones discursos y escritos de Chávez. Lo que podría inaugurar un intento de homogeneización de una figura de pensamiento, de una concepción política, de máximas de conducta es una lucha hegemónica:

“Pero en este punto se plantea el problema fundamental de toda concepción del mundo, de toda filosofía que se haya convertido en una religión", en una "fe"; es decir, que haya producido una actividad práctica y una voluntad, y que esté contenida en éstas como "premisa" teórica implícita. . . el problema de conservar la unidad ideológica de todo el bloque social, que precisamente es cimentado y unificado por esta ideología". La hegemonía es esto: capacidad de unificar a través de la ideología y de mantener unido un bloque social que, sin embargo, no es homogéneo, sino marcado por profundas contradicciones de clase. Una clase es hegemónica, dirigente y dominante, mientras con su acción política, ideológica, cultural, logra mantener junto a sí un grupo de fuerzas heterogéneas e impide que la contradicción existente entre estas fuerzas estalle, produciendo una crisis en la ideología dominante y conduciendo a su rechazo, el que coincide con la crisis política de la fuerza que está en el poder.” ([17])

Si de lucha hegemónica se trata cuando se habla del “legado revolucionario de Chávez”, han sido en el campo filosófico Paul Ricoeur y Michel Foucault (entre muchos otros y analizando la importancia de Marx, Freud y Nietzsche para una crítica de la razón moderna), quienes han elaborado una interesante distinción para acerca de las políticas de interpretación; entre una hermenéutica (o interpretación) basada en la sospecha y el desenmascaramiento ([18]), o una hermenéutica (interpretación) basada de la afirmación, la evidencia o la integración de un saber en una tradición ([19]), colocándole límites a la interpretación desde una intervención autorizada de una voluntad de poder encubierta, monológica o cínica.

También habrá quienes opinarán que no importa lo que signifique el pensamiento de Chávez, sino “como se usa” en determinado campo de estrategias de poder. Se repetiría con Deleuze que antes que algo por descubrir, la verdad es algo que está por producir desde y según el horizonte de sentido del que es capaz un discurso. El sentido no es nunca principio ni origen, sino producto. No habría que descubrirlo, sino que hay que producirlo, mediante una nueva maquinaria. Producción de sentido en los dominios histórico y político, mediante la construcción de ficciones y su puesta en conexión con la actualidad política. En este último diseño, se trataría de captar en Chávez una maquinaria de producir acontecimientos de sentido y de fuerza para transformar relaciones sociales de poder.

Sin embargo, en estos casos, las "interpretaciones" sobre “el pensamiento” de Chávez, como “función de autor”, tratarían de trasladar a un código inteligible un texto rico en incertidumbres, incorporando a la obra, un contexto limitativo de recepción. Además, ya en las posiciones más visibles sobre el legado de Chávez se capta el magma de representaciones simbólicas o imaginarias que constituyen nuestros campos culturales (con la madeja de contradicciones entre los discursos tanto de la “Ciudad Letrada”, urbana, de clase media o alta, identificada al mimetismo con los centros culturales propios de la cultura-mundo de la globalización neoliberal, como de las “Cumbes iletradas”; enfrentándose mantuanos de raigambre colonial y católica, semi-ilustrados identificados con la tecno-ciencia y la modernidad europea, tecnócratas que celebran el culto a los sistemas-expertos y los llamados despectivamente “pardos y salvajes”: “tierrúo, niches, chusmas, patas en el suelo e igualaos”), pues las prácticas sociales están constituidas y condicionadas también por los relatos o narrativas ideológicas que el campo cultural incorpora a los diferentes niveles y estratificaciones de su "sentido común" o sus representaciones sociales. ¿O acaso es falso que para muchos ciudadanos letrados, Chávez representaba la pesadilla del zambo sin límites, una suerte de degeneración de razas, valores e ideales?

De esa manera, los textos políticos de Chávez  se incorporarán a las distintas estratificaciones de un campo cultural y los sub-campos ideológicos donde se inscribirá la recepción y reapropiación de sus textos (conscientemente o no), de la cual forman parte las interpretaciones de su obra, a partir de una política  que afecta la concepción que de sí misma tiene una sociedad. ¿Qué significa y que efectos de verdad-poder tendría interpretar a Chávez en las circunstancias actuales o en el futuro inmediato? ¿Cómo afectarán el racismo, el etnocentrismo, el clasismo, el eurocentrismo, y el endo-racismo estas interpretaciones?

Otras preguntas: ¿Quienes apuestan a olvidar a Chávez, a re-significarlo parcialmente o a recuperarlo para fines incluso de una “táctica de signos” que pretende subvertir desde la derecha al gobierno de Maduro? ¿O no es ese el significado táctico de haber anclado en las representaciones de sentido común: “Maduro no es Chávez”?

Lo central será captar si la política de interpretación desplegada servirá como guía para la acción transformadora, o si se interpretará el pensamiento de Chávez desde la acción conservadora o reaccionaria, como se despliega en los signos emergentes de neo-fascismo y los nuevos populismos de derecha que buscan robarles las banderas y símbolos a la revolución bolivariana para utilizarlas en su contra.

Toda la riqueza de la noción de praxis está contenida en esta idea de que la interpretación puede ser una herramienta de crítica, de "puesta en crisis" de las estructuras materiales y simbólicas de una sociedad, en polémica con otras interpretaciones que buscan consolidarlas en su inercia. Como ha señalado Eduardo Grüner ([20]) con “(…) las políticas de la interpretación sucede, sencillamente, lo mismo que con la política a secas: o la hacemos nosotros, o nos resignamos a soportar la que hacen los otros”. ¿En manos de quienes estarán  los "regímenes de verdad" o los “regímenes de signos” constituidos y/o institucionalizados por un aparato que pretende intervenir en la cultura popular y su metabolización de Chávez?

Porque Chávez hizo creer en una esfera pública con una nueva democracia y en la imagen entera de la polis, entendida como el espacio simbólico en el que se juega sobretodo el conflicto entre los diferentes sistemas de representación que una sociedad construye sobre sí misma. Chávez acentuó socio-ideológicamente la dimensión del conflicto y los antagonismos, mientras otros actores se conformaron históricamente con administrar el discurso de la “Ilusión de la armonía” entre intereses de grupos, sectores y clases. Los nostálgicos de la IV República supusieron que el consenso social y la integración en una sociedad de clases, implica simplemente evitar ir al fondo de las reglas genéticas y estructurales de la dominación, la desigualdad, la violencia material, la negación simbólica y la exclusión. De esa “parte maldita” de lo social, “mejor ni hablar”. Mejor hacer invisibles estos sujetos y mundos de vida, o tratarlos como “Clases peligrosas” o como objetos de “políticas focalizadas y compensatorias”.

Lo contrario hizo Chávez: visibilizar a los excluidos, darle voz a los silenciados, a los humillados y condenados de la Venezuela profunda. Intentar transformar las relaciones de poder que reproducen esa situación. De allí su eficacia movilizadora y su capacidad de articular una política de identificación y de interpretación de la realidad emocional y simbólica de la mayoría que lo apoyo sin dudas hasta su partida física. Y de allí el cierre de la narrativa ideológica que afecta tanto a las pasiones y afectos reaccionarios, un Chávez electoralmente invicto.

En este sentido, lo que Ricoeur ha llamado el "conflicto de las interpretaciones" se hizo patente en la sociedad venezolana, es componente constitutivo del combate ideológico desarrollado alrededor de lo que Gramsci llama el "sentido común" y la “lucha hegemónica” de una formación histórico-social, combate esencial para la construcción de un consenso legitimador hacia una determinada forma de dominación social. Es, por lo tanto, una lucha por el sentido, que busca violentar los Imaginarios Colectivos, para redefinir el proceso de producción simbólica mediante el cual una sociedad y una época, se explican a sí mismas en el funcionamiento de los dispositivos de poder.

Estamos entonces en el terreno de combate de las significaciones sociales y los sentidos (de las ideologías e imaginarios sociales y políticos), por privilegiar o no una estrategia de interpretación, de las "narrativas" sobre el “legado de Chávez”, tanto entre derechas e izquierdas, como en el seno de las propias izquierdas. ¿O es que caso las operaciones de los dispositivos mediáticos capitalistas son ideológicamente inocentes en el tratamiento de la imagen y discursos de Chávez?

Hay que reconocer  este campo complejo de fuerzas en pugna, un campo de poder en el cual lo que se dirime es, en última instancia, el sentido de la constitución de las identidades colectivas en la revolución bolivariana y de las identidades y narrativas en contra de ella (Van Dijk dixit).

El “conflicto de las interpretaciones” sobre el legado de Chávez  pone en escena también, entonces, una lógica de la producción de subjetividades que no están, ni definidas a priori ni confirmadas a posteriori, tal como lo como plantea acertadamente Grüner para otros fines.

Por otro lado, ¿Acaso no han surgido voces, que pretendiendo dejar atrás o minimizar el sintagma de “revolución bolivariana”, optan por elegir al “Chavismo” como significante de la política revolucionaria? ¿Qué se pierde y que se gana con esta operación? ¿Estarán entregándoles sin saberlo, quizás, las banderas de la revolución bolivariana a los “estrategas de la derecha”, quienes disfrutan poniendo “frente a frente” la figura de Bolívar, a la opinión de un Marx equivocado? ¿O poner “frente a frente” a Bolívar con Chávez? ¿O a Chávez con Chávez, como gustaba hacer a Globovisión en algunos de sus micros?  ¿Quiénes se benefician de la operación de separar a Chávez de la cadena discursiva de la Revolución Bolivariana? ¿O es que acaso no fue Chávez el que señaló que la Revolución Bolivariana sigue inconclusa, mientras la independencia política sea efímera o formal y el capitalismo sea el sistema económico insuperable de nuestro tiempo?

De manera que aquellos que han llegado a simplificar la lucha, en términos de “chavismo” y “antichavismo”, habría que recordarles que un Chávez sin Revolución Bolivariana y sin Socialismo es un Chávez mutilado.

Las identidades, discursos y representaciones cristalizan por largos períodos de sedimentación histórica, de allí que la lucha por la revolución bolivariana no comenzó en el año 1989, 1992 o 1998, sino que jalona acontecimientos desde muy atrás, en lo que suele llamarse "imaginarios históricos", que en términos más políticos, es un concepto mucho más fecundo y complejo que el de “formaciones ideológicas”. ¿O es que acaso olvidamos que esta dialéctica de conflictos y antagonismos lleva ya más de 500 años de la colonización de los registros simbólicos e imaginarios?

Pues la “guerra política” que la derecha declara cuando se intensifican los antagonismos, no se hace sólo bajo el formato de la “batalla de ideas”, de la lucha ideológica según los formatos del marxismo estándar,  sino bajo el diseño de la “colonización de lo imaginario”, de las formas de vida y sus espiritualidades, como “guerra cultural” ([21]). ¿O no fue asesinado simbólica e imaginariamente Chávez en enero 2013 cuando se puso a circular una imagen trucada de su rostro en una camilla por el Diario El País de España, para poner sólo un ejemplo? ¿Qué efectos de fuerza y sentido sobre el campo de las subjetividades sociales se pretendían producir? ([22])

No hay interpretaciones ni lecturas inocentes, pues ellas siempre procuran, confesadamente o no, la conservación, la transgresión o el quebrantamiento de una regla establecida. Esa intervención violenta consiste, sucintamente, en la advertencia de que, como lo muestra Foucault en “El orden del discurso”, las dos grandes sospechas que siempre se han levantado en Occidente sobre el lenguaje (la de que el lenguaje nunca dice exactamente lo que dice, y la de que hay muchas otras cosas que hablan sin ser estrictamente lenguaje), siguen estando presentes. No se trata de interpretar signos lingüísticos exclusivamente, sino de captar las pasiones, afectos y energías, las subjetividades que se están modificando con lo que los clásicos analistas llamaron senso-propaganda ([23]).

Foucault ha señalado que Marx no se limita a interpretar a la sociedad burguesa, sino que cuestiona la interpretación burguesa de la sociedad (por eso El Capital no es una “economía política”, sino una “crítica de la economía política”). Se trata, siempre, de una interpretación que hace ver que esos discursos que examina son, justamente, producciones de sentido, son intervenciones sobre una construcción simbólica, para desnaturalizarla en: a) su función de reproducción del "sentido común"; y b) en la relación que mantiene ese discurso con los sujetos que ha producido como soportes de su propia reproducción, de su propia producción como “identidad, experiencia y narración”. Pues no hay Capitalismo sin “subjetividad capitalista”, una omisión presente en los análisis del marxismo burocrático o mal resuelta desde una moral coactiva de partido-aparato.

Se trata, en fin, de quebrar esa hegemonía ético-cultural, intelectual y moral, de transformar no sólo la objetividad calcada de la tesis del “mundo externo”, sino al propio “sujeto” en sus espejismos de identificación apasionada, mediante la interpretación se cuestiona las premisas, presuposiciones y sugestiones mismas de la narrativa ideológica, de allí que sea insoportable para su propio discurso y su propia consistencia como sujeto; para quizás dejarlos, como plantea Grüner, momentáneamente sin palabras. No por casualidad, el “discurso fascista” se nutre del “miedo a la revolución”, con su propia oferta de sentido e identidad, generando actitudes de lucha existencial por la propia consistencia subjetiva del capitalismo con autoridad, orden y seguridad, bajo formas políticas extremadamente despóticas. ¡A nadie le gusta que le muevan el piso!

De allí que los privilegiados respondan violentamente a una posibilidad cierta de revolución. Por tal motivo, las revoluciones son insoportables para algunas corazas de carácter, para ciertas lógicas de subjetivación, porque como ha escrito Sartre ponen a pensar lo impensable, subvierten no solo el mundo externo sino a los seres humanos en su propia consistencia subjetiva, elaborada a partir de las mediaciones institucionales y psicosociales del capitalismo (familia, escuela, medios, religión), al plantear la posibilidad de hacer algo distinto “con lo que han hecho de nosotros” ([24]).

Si “somos configuración de posibilidades históricas”: ¿Qué hacemos nosotros con ese legado? ¿Cómo nos hacemos cargo de nosotros mismos, desde nuestra propia actividad crítica practico-sensible y  desde cuáles “espacios de libertad”? El paso de la resistencia a la insurgencia para por una demolición del ejercicio naturalizado del mando-poder y de sus juegos de lenguaje. De manera que ante las políticas de interpretación del legado de Chávez, hay que tomar precauciones, tales como las señaladas por Marx cuando dijo:

“La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su exilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal.” (Marx-18 Brumario de Luis Bonaparte)

Cuando los vivos aparentan dedicarse a transformarse y transformar las cosas, a crear algo nunca visto (¿No es esto acaso una crisis revolucionaria?) toman prestado el viejo lenguaje, recaen en la inmediatez de las viejas evidencias, en vez de dinamitar el estrecho metabolismo entre el “sentido común”, la subjetividad y la “realidad” de lo existente; es decir, opera el “cierre ideológico”, punto de anudamiento del sentido instituido, en vez de la creación instituyente. ¡Platón sabía muy bien porque había que expulsar a los poetas de la ciudad!

A una política de interpretación del legado de Chávez para fines de conformismo y domesticación, habrá que oponerle una política de insumisión interpretativa generalizada para fines revolucionarios. Así mismo, cabe señalar en este marco, el papel de la corrientes “marxistas críticas” que desafiaron el “orden del discurso” del  “marxismo burocrático”, pues también esta última corriente del marxismo ha devenido en falsa conciencia, en apologética de lo insoportable, en “marxismo de derecha” ([25]); de allí el interesante debate sobre la “crítica de las ideologías” como terreno favorable para cuestionar precisamente la gramática de producción de discursos y representaciones, cuya función y eficacia es precisamente el ocultar-legitimar determinadas prácticas y relaciones sociales de explotación, dominación, violencia simbólica y exclusión.

 

5. CUIDADO CON EL MARXISMO SOVIÉTICO:

¿No fue acaso en Barbarie ideológica en aquello que devino el “marxismo soviético”, que todavía se frasea en algunas “corrientes revolucionarias” (como que en este terreno “no ha pasado nada”: no hay refutación alguna a la ortodoxia, sin ser descalificada: ¡revisionismo!). La barbarie también se llama “dogmática estalinista”. De allí que no basta decir “O Socialismo o Barbarie”, pues Rosa Luxemburgo no conoció los despropósitos del Socialismo Burocrático del siglo XX, aunque anticipó algunos de sus rasgos. Es preciso salir de una vez por todas de la mitología del “marxismo soviético” ([26]), pues una intoxicación en su juego de lenguaje conduce luego a la búsqueda de certezas de ultra-derecha.

El asunto está claramente dirigido a lo que precisamente Chávez intento articular cuando habló de democracia socialista del siglo XXI en el “Golpe de Timón” pues “en la Unión Soviética nunca hubo democracia, no hubo socialismo”. ¿Exceso retórico de Chávez? Basta leer lo que siguió a continuación:

“Por eso el socialismo en el siglo XXI que aquí resurgió como de entre los muertos es algo novedoso; tiene que ser verdaderamente nuevo, y una de las cosas esencialmente nuevas en nuestro modelo es su carácter democrático, una nueva hegemonía democrática, y eso nos obliga a nosotros no a imponer, sino a convencer, y de allí lo que estábamos hablando, el tema mediático, el tema comunicacional, el tema de los argumentos, el tema de que estas cosas sean, lo que estamos presentando hoy, por ejemplo, que lo perciba el país todo; cómo lograrlo, cómo hacerlo.” (Golpe de Timón, p. 17)

Pero para convencer y no imponer, hay no sólo que lograr argumentar sino convenir en la necesidad de crear un nuevo terreno de base para colocar en primer relieve el carácter democrático del nuevo socialismo. Ese imaginario radical democrático choca de manera estrepitosa con prácticas burocráticas, clientelares, de cogollos, de camarillas políticas que aún son visibles en el seno de la revolución bolivariana. Sin ese imaginario radical democrático y sus efectos, tienen eficacia simbólica demoledora, por ejemplo, todos los discursos opositores sobre “los enchufados” como “nuevos privilegiados del poder”. ¿Quiénes son los “enchufados? Pues un nuevo grupo de poder, un cogollo.

Los errores y debilidades acumulados para abordar la cuestión democrática de la revolución ha hecho que se intenten apagar las “voces críticas”, que se silencien los espacios de debate, que se vigilen las divergencias, que predominen las actitudes paranoico-agresivas hacia colectivos y grupos de base, que se mantenga una actitud reactiva ante cualquier cuestionamiento o denuncia. Sin embargo, el modelo socialista anunciado o prefigurado apunta en otra dirección: Socialismo democrático, participativo, libertario, autogestionario y ecológico. Es desde esta corriente de interpretación, desde donde es posible abordar precisamente los errores de la transición al socialismo y el haber encallado en una u otra forma de Estatismo burocrático-autoritario.

De manera que, como señalaba Ludovico Silva, más que reivindicar los conceptos laxos de ideología, como sistema de ideas o concepciones del mundo, es preciso oponerle un concepto restringido de “falsa conciencia histórica” que emerge de un cuadro dominante de relaciones sociales (explotación, alienación, división capitalista del trabajo), pues la formación de la conciencia revolucionaria se da en la lucha contra las formas fetichizadas de la falsa conciencia hegemónica, y esa falsa conciencia sobrevivirá mientras las relaciones sociales y prácticas que le sirven de soporte sigan existiendo. La ideología no se cambia como se cambia la camisa (oportunismo a la carta).

La elección en políticas de interpretación sobre el “legado de Chávez” es contundente para fines prácticos:

a)    apostar a la conformación del fetiche ideológico-Chávez para fines de apologética de ciertas líneas ideológicas del Estado o de ciertos aparatos políticos,

b)    apostar a desentrañar los núcleos de conciencia revolucionaria en el pensamiento y la acción de Hugo Chávez, para fines de fecundación permanente de la corriente histórico-social, del movimiento popular revolucionario y el imaginario socialista del Continente. La intervención interpretativa no es neutra.

Aquí conviene recordar la radical autocrítica de Chávez cuando reconoció que:

“No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo”. (Chávez; Plan Independencia y Patria Socialista)

De manera que más que un legado de Chávez cerrado y estable, es preciso contar con una apertura interpretativa, polifónica, que pueda dar lugar a conflictos de interpretación y de creación de nuevas posibilidades de sentido, lo cual implica nuevas posibilidades de política revolucionaria que se deslastren definitivamente del “marxismo soviético”.

¿O es que acaso Chávez nunca dudo, nunca vaciló, nunca se equivocó, o nunca cerró otras posibilidades de política revolucionaria? Obviamente esta pregunta no gusta a inquisidores ni dogmáticos. Habrá que pensar que se pretende con esta operación política del “Instituto de Altos Estudios” y que lugar ocuparán el Programa de la Patria 2013-2019 y el Golpe de Timón (¿El baúl de los recuerdos?), pues Chávez contribuyó sobremanera a la voluntad de superar el velo (histórico, ideológico, positivo) de la apariencia del “fin de la historia” y la “victoria definitiva del capitalismo”, pero también contribuyó a desconfiar sobremanera de las “mentiras intencionadas” de las elites de poder. ¿O no fue así? ¿Y acaso Chávez no cuestionó que se intentarán copiar los viejos socialismos del siglo XX? }

Es preciso recorrer las articulaciones internas y externas de su pensamiento y acción, con el fin de restituirle, junto con su estructura, también el mundo histórico en el que vio la luz. Hay que indagar con profundo interés por los efectos, por las circunstancias que dieron lugar a una determinada concepción teórica o moral, impulsada por Chávez; si se pretende realizar un análisis reconstructivo. Pero no hay que olvidar el análisis crítico de su pensamiento y acción, la posibilidad de su superación en lo que algunos han llamado “síntesis superiores”, o quizás incluso las negaciones radicales de ciertos aspectos de su legado, como por ejemplo, la imposibilidad concreta de construir efectivamente una democracia participativa no tutelada desde arriba, tutelada desde las diversas figuras del “aparato”.

¿O es que acaso no es deuda pendiente la construcción de las diferentes figuras de los Consejos del Poder Popular: consejos de trabajadores, por ejemplo, desde el propio auto-movimiento no administrado ni tutelado de los explotados y oprimidos, con sus propios órganos de dirección y deliberación social y política, como lo fueron, y por qué olvidarlos, los “consejos” inicialmente, antes de ser enterrados por el “comunismo de aparato”?

El objetivo de una interpretación crítica del legado de Chávez implica no indicar el sentido de una tradición o la legitimidad duradera o definitiva de una interpretación; sino su capacidad instituyente, su capacidad de disolver evidencias paralizantes o transformar en discontinuos, con la introducción de virajes o con márgenes de juego, los modelos instituidos de política revolucionaria, también vinculados a ciertas políticas de interpretación. Porque una política de interpretación incide un en espacio de posibilidad política. De manera, que en este aparte crítico a la política de interpretación del marxismo soviético, se intentaría buscar en otros referentes posibles la vigencia y actualidad de estos enunciados, ¿Se trata de simples metáforas? ¿De qué estamos hablando cuando ponemos a circular el proyecto estratégico del Socialismo Bolivariano del siglo XXI?

 

6. CONTRA EL OPORTUNISMO Y EL PRAGMATISMO:

¿Qué hace el oportunismo y el pragmatismo con las palabras de Chávez? Olvidar avanzar en la radical supresión de la lógica del Capital y de la división jerárquica del trabajo, apuntalando la concepción del “cumplimiento paso a paso”, a “ritmo de morrocoy mocho”, del “etapismo”, para convocar los espíritus de la etapa necesaria e inevitable de la supuesta “revolución burguesa en el terreno económico”, para terminar confundiendo la construcción del Socialismo participativo con una visión geo-económica del “Mercosur”, bajo el paraguas de acuerdos comerciales copiados de la unidad europea (sin transformarlo en un órgano de integración de políticas económicas para la transformación productiva para la justicia y la igualdad social del continente) o las “Zonas Económicas Especiales” Chinas, ejemplos patéticos de sobre-explotación de los trabajadores vía plusvalía absoluta.

Si se tratará de oportunismos realistas: ¿Por qué no replicar las experiencias exitosas del modelo de economía petrolera con Estado de Bienestar; por ejemplo, en países Nórdicos como Noruega? ¿Por qué no dar cuenta de donde efectivamente hay mayor desarrollo humano, mayor calidad de vida y menor destructividad ambiental? ([27]) ¿Por qué limitar la percepción, la visión, el horizonte si hay alternativas realistas a mejorar la calidad de vida, pasando por transiciones menos traumáticas, tomando como referencia aspectos de múltiples experiencias de avance hacia una superación de las visiones economicistas del desarrollo?

Debemos señalar, que existen cuarenta y cuatro (44) menciones explícitas al término “socialismo” en el llamado Plan Patria y diecisiete (17) menciones explícitas en el Golpe de Timón; y cabe destacar el llamado a un amplio debate en este orden de ideas:

Este Programa de Gobierno para la Independencia Nacional y el Socialismo que presentamos, no es más que una convocatoria a un amplio debate de ideas y propuestas en el seno del pueblo venezolano, que sirva para elaborar el II Plan Socialista de la Nación Simón Bolívar (2013-2019) y seguir conformando el gran bloque histórico, democrático y popular integrado por los obreros y obreras, campesinos y campesinas, estudiantes, afro-descendientes, indígenas, académicos y académicas, pequeños y medianos productores y productoras del campo y la ciudad, comerciantes, transportistas, motorizados, maestros y maestras, profesionales de la salud y en general, servidores y servidoras públicos, mujeres, militares, pobladores, pescadores y pescadoras, cultores y cultoras, deportistas, líderes comunales y sindicales y de manera muy especial por la juventud venezolana.”

¿Dónde están las propuestas sistematizadas de la primera jornada de contribuciones para la construcción del II Plan Socialista? ¿Dónde está el amplio debate de ideas y propuestas en el seno del pueblo venezolano? ¿Dónde está la conformación del bloque histórico, democrático y popular? ¿Es acaso el GPP la expresión política de este nuevo bloque histórico?

Otra pregunta elemental: ¿Cuál es la fuerza y peso del impulso de las nuevas formas de organización de la producción que pongan al servicio de la sociedad los medios de producción e impulsen la generación de tejido productivo bajo un nuevo metabolismo para la transición al socialismo? ¿Cómo contrastar, medir y evaluar las políticas y medidas del gobierno con relación a continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI en Venezuela, como alternativa al modelo salvaje del capitalismo y con ello asegurar la “mayor suma de seguridad social, mayor suma de estabilidad política y la mayor suma de felicidad”, para nuestro pueblo?

De manera que la política de interpretación tiene mucho que ofrecer para un programa de investigación sobre los procesos de transición al socialismo.  ¿Qué unidad de sentido encontramos tras los cuarenta y cuatro (44) usos del término socialismo en el Plan Patria y en los diecisiete (17) usos en el Golpe de Timón? ¿A cuál modelo de socialismo se hace referencia y cuáles serían las tareas prácticas para aproximarse a este proyecto? Veamos un ejemplo:

Las fábricas construidas con fines capitalistas llevan las marcas indelebles de su “sistema operativo”, la división social jerárquica del trabajo en conjunción con la cual fueron construidas. Un sistema productivo que quiere activar la participación plena de los productores asociados, los trabajadores, requiere de una multiplicidad de procesadores “paralelos”, coordinados de la manera adecuada, así como de un correspondiente sistema operativo que sea radicalmente diferente a la alternativa operada de manera central, trátese de la economía dirigida capitalista o de sus bien conocidas variedades pos-capitalistas presentadas engañosamente como “planificación”.” (Golpe de Timón. p. 24)

¿A qué hacía referencia Chávez en este texto? Pues nada más y nada menos que a una idea desplegada en la página 855 de “Más allá del Capital” de Mészáros donde cuestiona las tesis de la posible intercambiabilidad de las fábricas construidas con fines capitalistas y con fines socialistas. No hay un funcionamiento de la producción (ni de las relaciones técnicas de producción) sobre una base neutral. Mészáros utiliza la analogía informática: ningún software puede ser considerado neutral o indiferente para los fines a los que fue diseñado. El capitalismo es una producción a base del despotismo de fábrica, con una estructura de mando jerárquica interna, en su conexión con la “tiranía del mercado” que vincula e integra las unidades productivas particulares dentro del “macrocosmos” totalizante del marco regulador del Capital. La corrección a esto no puede ser un control político autoritario ni en la sociedad en extenso ni en las unidades productivas particulares mismas, repetimos bajo control burocrático y autoritario centralizado.

¿Cómo podemos interpretar entonces la siguiente reflexión final del Programa de la Patria?:

“A lo largo de la propuesta que hoy presentamos, se refleja la marcha de más de dos siglos de resistencia y de 13 años de un pueblo en Revolución y se convoca a todos los que quieren Patria a seguir andando por la senda del Socialismo, bajo la máxima que nos dejó la poesía de Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.” (Plan Patria, p. 39)

¿Qué significa seguir andando por la senda del Socialismo? Obviamente, una interpretación rigurosamente exegética podría cumpliría exitosos fines rituales, conmemorativos, pero podría ser bloqueante para la creación, la innovación y una re-creación abierta de su pensamiento, con fines de apalancar nuevas oleadas de praxis revolucionarias y democráticas desde el movimiento popular.

Existen por tanto, dos riesgos que amenazan el modo de obrar sobre la reconstrucción o interpretación del legado de Chávez: el nihilismo y el dogmatismo, ambas vinculadas al oportunismo y el pragmatismo. En primer lugar, una intensificación de la interpretación “des-enmascaradora” del legado de Chávez, presupone el paso constante de una máscara a otra, de un enunciado a sus motivos ocultos, y las metáforas se continúan hasta el infinito, sin alcanzar jamás un término, lo cual puede llevar a la conclusión de que, en realidad, no existe base firme desde la cual reconstruir una figura de pensamiento de Chávez, o llegar a plantear que los intereses explícitos de Chávez, nada tienen que ver con sus propósitos ocultos: por ejemplo, afirmar que la revolución sólo era un pretexto para conservar y aumentar la voluntad de poder a toda costa. Por cierto, esta es la visión de quienes quieren proyectar a Chávez en un simple caudillo providencial, enamorado del poder.

Por otra parte, una elección dogmática sobre el legado de Chávez podría llevar a construir una religión de sentido «Mejor es un sentido firme, estable y duradero que la ausencia de todo sentido.» Defender por la vía de la coacción del pensamiento o la violencia simbólica, una determinada interpretación cerrada, monolítica, que implica valerse de una clave hermenéutica preconcebida, en virtud de la cual a cada significante corresponda un significado estable. De esta forma, se crea un código y la hermenéutica se transforma en una semiótica estructural. Chávez aparece como una imagen inmóvil, superior a cualquier consideración humana, demasiado humano, hegemonizando al rebaño a partir de su discurso del “Líder infalible”: Mande-Comandante.

De esta forma, cada elección se arma de municiones selectivamente escogidas de acuerdo a citas de Chávez para autorizar un determinado curso de acción. Si se tratará de “sistema de citas”, las citas de Chávez descontextualizadas dan para casi todo: desde una defensa de la tercera vía hasta una defensa de espíritu revolucionario de Mao Tse-Tung; desde los acuerdos con grandes empresarios hasta la comuna popular y las brigadas de trabajo voluntario; desde las expropiaciones hasta una exaltada demostración de defensa de la propiedad privada; desde la lucha contra la oligarquía colombiana hasta la necesidad de consolidar acuerdos estratégicos con nuestro “nuevo mejor amigo”. Hay un Chávez para todas las opciones ideológicas.

De manera que si olvidamos que el lenguaje nunca dice exactamente lo que dice; y la de que hay muchas otras cosas que hablan sin ser estrictamente lenguaje, que las circunstancias de la enunciación y los contextos de los discursos son tan importantes como ir exclusivamente a la superficie de las frases, entonces tendremos un significante Chávez que da para casi infinitas y contradictorias combinaciones ([28]).

No, el asunto del que estamos hablando es otro. ¿Por qué Chávez habló en esos términos de las tareas políticas para la transición socialista en el Programa de la Patria y en el Golpe de Timón? ¿Era en serio la cosa o era un clásico “Pote de Humo”? ¿Qué hacer entonces con el “Golpe de Timón y el “Programa de la Patria” en tanto que textos sobre los cuáles Chávez trazó una política para el período 2013-2019? ¿Intentar que se vayan desvaneciendo en las corrientes de la memoria selectiva, para pasar a ser formas vacías e irrecuperables? ¿Hacerse los locos? ¿Convertirlas en la práctica en las últimas ideas que tenía Chávez sobre la revolución bolivariana, pero que ya no tienen validez ni vigencia, pues han cambiado las circunstancias? Sinceremos pues el debate.

¿Cuál es la relación de consistencia, coherencia y congruencia de una política de Gobierno de Calle con el patrón de medición de los logros en la transición al socialismo? ¿Cómo interpretar la política de cien (100) días de Gobierno de Calle en contraste con el Golpe de Timón o el Programa de la Patria? ¿Hay alguna instancia en el Gobierno, el GPP o en el PSUV que esté haciendo estas evaluaciones? ¿O estamos ante un nuevo ciclo del viejo cuento del “Gallo Pelón”? ¿Se trata de “mentiras intencionadas” del Príncipe?

Una breve digresión: Como señalaron en su momento Adorno y Horkheimer: «Nietzsche ha entendido, como muy pocos después de Hegel, la dialéctica del iluminismo, y ha enunciado la relación contradictoria que lo une al dominio. Es preciso “difundir el iluminismo entre el pueblo, a fin de que los sacerdotes adquieran, todos ellos, mala conciencia; y lo mismo hay que hacer en relación al Estado. La función del iluminismo es la de transformar el entero comportamiento de los príncipes y de los gobernantes en una mentira intencionada”. Por otra parte, el iluminismo ha sido siempre un instrumento de los “grandes artistas en las tareas de gobierno”».

Este párrafo, da lugar a interesantes polémicas. ¿Es acaso la crítica del poder un pretexto para fomentar la circulación de elites cada una manejando sus “mentiras intencionadas”? ¿O se trata acaso de un proyecto de liberación, para que los gobernados se aproximen en cada secuencia de lucha al horizonte del autogobierno? ¿O lo que Chávez denominó, siguiendo a Meszaros: un modo sustancialmente democrático, de control social y autogestión general?

Aquí retornamos a la problemática de la transición al socialismo, pues sin poder popular organizado, sin pueblo trabajador dispuesto a superar el capitalismo y sus estructura de mando, no sólo como termino del lenguaje, sino como práctica y relación social, poco vale hablar de un concepto que se vuelve “socialismo aéreo”, tan aéreo como las Repúblicas de las que hablaba Bolívar en el Manifiesto de Cartagena; es decir, impostura socialista, pragmática, negociadora, tramitadora de la pequeña política, de la pequeña prebenda:

El vivo, efectivo y pleno ejercicio del poder popular protagónico es insustituible condición de posibilidad para el socialismo bolivariano del siglo XXI. Por eso mismo, es la base fundamental y el vértice principal del Proyecto Nacional Simón Bolívar. Primer Plan Socialista de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007–2013: nuestra carta de navegación en este ciclo que está culminando, enfatiza rotundamente su papel estratégico. Papel estratégico que en el próximo ciclo debe acentuarse todavía más.”

El legado de Chávez puede permitir la apertura a un profundo debate con consecuencias políticas sobre la dirección, contenidos y alcances de la política del Gobierno en estos cien (100) días, para continuar con la tarea de construcción del socialismo.

¿Nos acercamos o nos alejamos del “horizonte socialista”? ¿Por qué y bajo qué condiciones se sustrae la relación de confianza hacia el pueblo que siempre Chávez mostró como gobernante, incluso cuando se equivocaba; es decir, apostar siempre a la movilización popular organizada?

Los actores tienen que precisar que tiempo histórico viven y desean vivir: si la tranquilidad del mar sin oleadas populares,  detrás de escritorios y rutinas de gobierno, o la efervescencia del proyecto de cambiar la vida misma, tanto objetiva como subjetivamente. Allí destaca la querencia del legado revolucionario de Chávez. ¿Fue acaso Chávez un burócrata de los buenos modales de la gobernabilidad, llámese progresista o no?

El asunto es lograr entender el contraste entre quienes quieren aceptar (y ver) las cosas tal como son y dejarlas como están, o quienes, al contrario, desean transformar las prácticas y todo el vocabulario actual sobre la revolución bolivariana como revolución reconvertida en “política de reformas sociales”. ¿Cuánto durará la paciente espera por un viraje no hacia la derecha sino hacia la izquierda social, hacia la revolución democrática ininterrumpida y hacia la revolución del poder popular?

De allí la importancia de no abandonar este núcleo temático del Programa de la Patria: romper la barrera del no retorno, praxis anticapitalista consecuente, pues de lo contrario, los gobiernos progresistas serán catalogados como “espejismos revolucionarios”, lo cual obligara desde la pasividad de masas a elegir entre el menos malo de los peores para gestionar la gobernabilidad.

 

7. LOS DESAFÍOS DEL PLAN INDEPENDENCIA Y PATRIA SOCIALISTA:

En Venezuela, ciertamente, la revolución bolivariana se ha convertido en un verdadero laboratorio de ensayos y errores, de conjeturas y refutaciones, de puesta en escena de paradigmas, tradiciones revolucionarias y discursos de variada procedencia y estatuto teórico. Pero si tomamos en cuenta, al menos, tres sistematizaciones que han pretendido orientar las políticas públicas de construcción del socialismo bolivariano del siglo XXI, como lo han sido: a) el Nuevo Mapa Estratégico, b) el Primer Plan Socialista; y c) la prefiguración del segundo Plan Socialista: Programa de la Patria, los resultados no han sido completamente positivos ni alentadores en los últimos 8 años con relación al proceso de transición al socialismo.

¿Cuáles son las razones de ese lento transitar hacia el socialismo en el mejor de los casos? Consideramos que residen en la ausencia de una teoría política de la transición al socialismo que coloque como piedra angular de las tareas políticas el salto cualitativo de la explosión del poder popular:

“Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida material de nuestro pueblo. Esto pasa por pulverizar completamente la forma de Estado burguesa que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de gestión política.” (Programa de la Patria)

¿Y cómo se concibe el Poder Popular en el Plan Independencia y Patria Socialista? En palabras del propio Chávez:

 

“Los avances alcanzados por el proceso bolivariano deben servir de base para continuar la consolidación del Poderío Político, visto como la consagración de la restitución del poder al pueblo y del ejercicio pleno de la democracia participativa, protagónica y socialista como sustento político de la Unidad Nacional. Sólo por esta vía tendremos la fuerza necesaria para participar con éxito en el complejo escenario mundial.”

En fin, sin una clara y radical “teoría político-cultural” de la transición al socialismo en las escalas nacionales, regionales y mundiales, que alteren profundamente las condiciones de las relaciones de fuerzas, sentidos y representaciones que reproducen la estructura de mando y la lógica de acumulación y valorización del Capital, el cumplimiento paso a paso de la transición pudiera convertirse en un severo retroceso, restauración o degeneración de proceso de cambio estructural:

“Este es un programa que busca traspasar “la barrera del no retorno”. Para explicarlo con Antonio Gramsci, lo viejo debe terminar de morir definitivamente, para que el nacimiento de lo nuevo se manifieste en toda su plenitud. La coherencia de este Programa de Gobierno responde a una línea de fuerza del todo decisiva: nosotros estamos obligados a traspasar la barrera del no retorno, a hacer irreversible el tránsito hacia el socialismo. Ciertamente es difícil precisar cuándo despuntará tan grandioso horizonte, pero debemos desplegar esfuerzos sensibles y bien dirigidos, para decirlo con Bolívar, en función de su advenimiento.”

¿Qué es la planificación democrática y socialista si no el despliegue de estos esfuerzos sensibles y bien dirigidos en función del advenimiento de proceso de tránsito hacia el socialismo?

 

8. LAS CONTRIBUCIONES DE ECOSOCIALISMO AL DEBATE SOBRE LA TRANSICIÓN SOCIALISTA: ¿POLÍTICA, CULTURA, AMBIENTE O ECONOMÍA?

El socialismo, como movimiento anticapitalista, puede ser visto como exteriorización y comienzo de superación de las contradicciones antagónicas del sistema capitalista mundial. Pero antes que manifestarse como movimiento triunfante en el interior de las sociedades capitalistas desarrolladas, se expresa como movimientos de liberación nacional en la periferia. Esto es lo que en el Programa de la Patria aparece referido como “Independencia”.

El socialismo surge como alternativa al paradigma del desarrollo capitalista, de la modernización, del desarrollo por arrastre desde el centro, que ha perdido credibilidad para nuestros pueblos. Pero en esta época también está en crisis el paradigma socialista basado en el modelo del socialismo “realmente existente”, que ha sido sometido a una crítica política por su prolongada detención en la “etapa” del desarrollo de las fuerzas productivas y la satisfacción de las necesidades básicas, y la precaria democratización del poder, así como el basado en las versiones ortodoxas del llamado “socialismo científico”, que al estereotiparse han dejado de ser teorías críticas, para convertirse en ideologías de la dominación.

Es preciso recrear una nueva teoría del imperialismo y de la revolución anticapitalista, pero recordando a Lenin cuando señalaba que los “eslabones más débiles” del sistema imperial-colonialista son lugares privilegiados de realización de un proyecto cuya génesis se remite a la contradicción principal del capitalismo, y cuyos sujetos antagónicos más desarrollados están asentados en los países centrales regidos por ese sistema.

A la vez, el portador de esta contradicción en el eslabón mas débil no es el “proletariado industrial periférico”, sino un heterogéneo conglomerado de fuerzas sociales y étnicas: el sujeto nacional-popular revolucionario o el bloque histórico emergente en que predominan sectores urbanos, rurales y étnicos difícilmente ubicables en el sistema de clases del “marxismo ortodoxo”, como bases sociales de apoyo-movilización o fuerzas sociales motrices; y en algunos casos, el debate sobre el lugar y papel que ocupan una pequeña capa media revolucionaria que junto al movimiento de trabajadores clasistas, y otros sectores  populares pueda fungir, entre otros, como fuerzas o grupo dirigentes. Desde el momento en que los ejes de dominación ya no se reducen exclusivamente a la categoría “explotación”:

“Desde esta perspectiva, el fenómeno del poder es caracterizado como un tipo de relación social constituido por la co-presencia permanente de tres elementos: dominación, explotación y conflicto, que afecta a las cuatro áreas básicas de la existencia social y que es  resultado y expresión de la disputa por el control de ellas: 1) el trabajo, sus recursos y sus  productos; 2) el sexo, sus recursos y sus productos; 3) la autoridad colectiva (o pública), sus  recursos y sus productos; 4) la subjetividad/intersubjetividad, sus recursos y sus productos. Las formas de existencia social en cada una de dichas áreas no nacen las unas de las otras,  pero no existen, ni operan, separadas o independientes entre sí. Por eso mismo, las  relaciones de poder que se constituyen en la disputa por el control de tales áreas o ámbitos  de existencia social, tampoco nacen, ni se derivan, las unas de las otras, pero no pueden  existir, salvo de manera intempestiva y precaria, las unas sin las otras. Esto es, forman un  complejo estructural cuyo carácter es siempre histórico y específico. En otros términos, se  trata siempre de un determinado patrón histórico de poder.”([29])

Anibal Quijano afirma que “el actual patrón de poder mundial consiste en la articulación entre: 1) la colonialidad  del poder, esto es la idea de “raza” como fundamento del patrón universal de clasificación  social básica y de dominación social; 2) el capitalismo, como patrón universal de explotación social; 3) el Estado como forma central universal de control de la autoridad colectiva y el moderno estado-nación como su variante hegemónica; 4) el eurocentrismo como forma hegemónica de control de la subjetividad/ intersubjetividad, en particular en el modo de producir conocimiento([30])”.

Las transiciones socialistas en las formaciones sociales periféricas del siglo XXI, dada la composición social y de luchas de grupos, sectores y clases se complejizan si las analizamos desde el concepto de la “Colonialidad del poder”, pues existen sectores y grupos que no transitan por los moldes estrechos de las elaboraciones de Marx en el siglo XIX.  Los ejes de dominación son harto más complejos, y a la explotación del trabajo cabe articular la coerción política, la hegemonía ideológica, la exclusión social, la segregación territorial, la discriminación de género y la destructividad ambiental.

De manera que el terreno de conflictos donde se mueve la estrategia ahora eco-socialista y descolonizadora es mucho más vasta y compleja que la exclusiva referencia al conflicto fundamental entre Capital/Trabajo Asalariado, pues el mismo se recubre de una diversidad de conflictos y antagonismos. Hay que hablar de explotados y explotadores, sin duda; pero además hay que hablar de oprimidos y opresores, de colonizadores y colonizados: de dominación social y de ecología política.

La consolidación y extensión del socialismo en términos clásicos, fundamentalmente como resultado de la segunda guerra mundial incorporó sociedades con grados intermedios en sus procesos de industrialización, configurando un verdadero bloque hegemonizado por la Unión Soviética. Por otro lado, la República Popular China, con gran peso cuantitativo y cualitativo en el movimiento mundial, pero cuya base social de apoyo fundamental fue inicialmente las masas campesinas, conformó otro polo socialista de gran peso. Sin embargo, el sistema económico y político mundial siguió marcado fundamentalmente, por el desarrollo de las contradicciones del capital y la organización del mando capitalista en un grupo de Estados que han conformado los centros políticos de autoridad y dominación del sistema histórico.

Una parte fundamental de la teoría revolucionaria ha intentado validar la tesis que el capitalismo no puede resolver simultáneamente a escala mundial los problemas del desarrollo de las fuerzas productivas (ni siquiera bajo una concepción desarrollista) y del “desarrollo humano integral” en su conjunto. Las revoluciones socialistas muchas veces se propusieron para desarrollar las fuerzas productivas, superar el sub-desarrollo y la dependencia (conceptos actualmente desdibujados) sin dar cuenta de los deseos de liberación de la opresión político-cultural, la destructividad ambiental y la explotación que sufren las mayorías en estas sociedades. De esta manera, la revolución socialista puede confundirse con una u otra versión del “Modelo Desarrollista”.

Aunque es un término novedoso y escasamente desplegado en el Programa de la Patria (cuatro (4) menciones), eso no significa que no sea cualitativamente relevante, encontramos el concepto Eco-Socialismo:

El quinto de los grandes objetivos históricos se traduce en la necesidad de construir un modelo económico productivo eco-socialista, basado en una relación armónica entre el hombre y la naturaleza, que garantice el uso y aprovechamiento racional y óptimo de los recursos naturales, respetando los procesos y ciclos de la naturaleza.”

“Diseñar un ambicioso Plan Nacional de Adaptación acorde con el compromiso ético bolivariano eco-socialista, que permita a nuestro país prepararse para los escenarios e impactos climáticos que se producirán debido a la irresponsabilidad de los países industrializados, contaminadores del mundo.”

La sola mención al concepto Eco-Socialista rompe completamente con el imaginario socialista convencional basado en el marxismo burocrático, así como sobre las tareas del desarrollo de las fuerzas productivas, pues los modelos productivos deben acoplarse a los procesos y ciclos de la naturaleza sin perjuicio a la recuperación de los sistemas ambientales. De manera que los “mitos del desarrollo como crecimiento económico” han sido colocados en el banquillo de la polémica, pues en ausencia de desarrollo humano integral y con predominio de la destructividad ambiental no hay posibilidad de hablar de Nuevo Socialismo.

Esta ruptura epistemológica y espiritual es a la vez política. La Independencia Nacional como autodeterminación  y autoafirmación colectiva ha sido considerada convencionalmente como posible, si y sólo si existe desarrollo económico, desarrollo que provea las bases materiales para que la autonomía política no sea meramente formal. En el Programa de la Patria se habla:

Convertir a Venezuela en un país potencia en lo social, lo económico y lo político dentro de la Gran Potencia Naciente de América Latina y el Caribe, que garanticen la conformación de una zona de paz en Nuestra América.”

Al mismo tiempo se señala:

“Fortalecer y orientar la actividad científica, tecnológica y de innovación hacia el aprovechamiento efectivo de las potencialidades y capacidades nacionales para el desarrollo sustentable y la satisfacción de las necesidades sociales, orientando la investigación hacia áreas estratégicas definidas como prioritarias para la solución de los problemas sociales. Se promoverá la creación de unidades de innovación asociadas a unidades socio-productivas en comunidades organizadas, aprovechando para ello el establecimiento de redes nacionales y regionales de cooperación científica– tecnológica, a fin de fortalecer las capacidades del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.”

Es decir, se maneja simultáneamente el discurso del Eco-Socialismo y de Desarrollo Sustentable. ¿Se habrá profundizado en sus tensiones y contradicciones? Así mismo, en los sectores primarios de la economía, se presentan severas tensiones entre el Desarrollismo y el Eco-socialismo. Por ejemplo:

“Desarrollar el potencial minero nacional para la diversificación de las fuentes de empleo, ingresos y formas de propiedad social.

Utilizar la demanda endógena industrial como fuerza motriz para el desarrollo de la minería, coordinando la demanda interna con la demanda internacional.

Fortalecer la Empresa Minera Nacional de propiedad social indirecta para integrar las actividades mineras, explotar racionalmente los yacimientos minerales, desarrollar los conocimientos científicos y tecnológicos, elevar la productividad y mejorar la eficiencia de la producción en el sector.”

¿Qué significa coordinar la demanda interna con la demanda internacional en términos de desarrollo sustentable o de eco-socialismo? ¿Cómo confiar en una coordinación de demandas si ponen en riesgo la sustentabilidad de la vida misma sobre el planeta?

De manera que si se analiza en profundidad el Programa de la Patria, la Transición al Socialismo queda lamentablemente amarrada a concepciones economicistas y desarrollistas no superadas, pues hay toda una terminología que sigue manteniendo el énfasis en el “desarrollo de fuerzas productivas” a pesar de a hablar de mitigación de impactos, de “explotación racional”, de confianza en la Ciencia, la Tecnología y la Innovación como espacio de posibilidad para contener los peores efectos del desarrollismo y de las concepciones geopolíticas que hablan de pequeña, mediana o gran potencia.

De hecho, se habla en parte del texto del Programa de la Patria de lo siguiente: “(…) llevar a niveles no vitales la participación tecnológica de las potencias imperiales en proyectos de desarrollo nacional”, en el contexto de Desmontar el sistema neocolonial de dominación imperial”. ¿Se puede desmontar el sistema neocolonial imperial con más capitalismo y con más desarrollismo?

La autodeterminación política nacional es condición de posibilidad de estilos de desarrollo que puedan efectivamente marcar distancia del desarrollismo, un estilo de desarrollo que no reproduzca, bajo nuevas formas, la subordinación no sólo político y económica, sino además socio-cultural al centro imperial.

Esa autodeterminación sólo puede hacerse efectiva si se “realiza” la Nación a través de la constitución del pueblo como sujeto revolucionario soberano con concepciones del Socialismo, que además de democrático, participativo y auto-gestionario, logre articular prácticas sociales e institucionales efectivamente sustentadas en la ecología política y en el desarrollo humano integral.

Para una aproximación a las bases del eco-socialismo es preciso leer de Michael  Löwy: “Eco-socialismo.  La alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista” ([31]), en donde se exponen y profundizan algunos de los argumentos presentados en el Manifiesto Eco-socialista ([32]):

“El siglo XXI se inicia de manera catastrófica, con un grado sin precedentes de deterioro ecológico y un orden mundial caótico, amenazado por el terror y por conglomerados de guerra desintegradora, de baja intensidad, que se extienden como gangrena a través de amplios segmentos del planeta -África Central, Medio Oriente, Asia Central y del Sur y noroeste de Sudamérica- y reverberan a través de las naciones.”

“(…) la crisis ecológica y la crisis de deterioro social están profundamente interrelacionadas y deben ser vistas como distintas manifestaciones de las mismas fuerzas estructurales. La primera se origina ampliamente en la industrialización rampante que desborda la capacidad de la Tierra para amortiguar y contener la desestabilización ecológica. La segunda se deriva de la forma de imperialismo conocida como globalización, con efectos desintegradores en las sociedades que encuentra a su paso. Más aun, estas fuerzas subyacentes son esencialmente aspectos diferentes de una misma corriente, que debe ser identificada como la dinámica central que mueve a la totalidad: la expansión del sistema capitalista mundial.”

“(…) todo intento de lavado verde de sus costos ecológicos, toda mistificación de sus costos humanos en nombre de la democracia y los derechos humanos. Insistimos, por el contrario, en mirar al capital desde la perspectiva de lo que realmente ha hecho.”

“Creemos que el actual sistema capitalista no puede regular, y mucho menos superar, las crisis que ha desatado. No puede resolver la crisis ecológica, porque hacerlo requiere poner límites a la acumulación -una opción inaceptable para un sistema cuya prédica se apoya en la divisa: ¡crecer o morir! Y no puede resolver la crisis planteada por el terror y otras formas de rebelión violenta porque hacerlo significaría abandonar la lógica imperial, lo que impondría límites inaceptables al crecimiento y a todo el "modo de vida" sostenido por el ejercicio del poder imperial.”

“Pero, ¿por qué socialismo, por qué revivir esta palabra en apariencia destinada al basurero de la historia por los fracasos de sus interpretaciones del siglo XX? Por esta única razón: por muy golpeada e irrealizada que esté, la noción de socialismo aún sigue en pie para la superación del capital. Si el capital ha de ser vencido, tarea que ahora tiene carácter urgente para la supervivencia de la civilización misma, el resultado será por fuerza "socialista", porque ése es el término que significa el paso hacia una sociedad post-capitalista.”

“Y si los "socialismos" del pasado fracasaron en hacerlo, entonces es nuestra obligación, al elegir no someternos a un destino bárbaro, luchar por uno que triunfe. Y tal como la barbarie ha cambiado de un modo que refleja el siglo transcurrido desde que Luxemburgo expresara su alternativa fatídica, así también el nombre y la realidad de "socialismo" deben hacerse adecuados para este tiempo. Por estas razones escogimos llamar eco-socialismo a nuestra interpretación del "socialismo", y dedicarnos a su realización.”

“El eco-socialismo mantiene los objetivos emancipatorios del socialismo de primera época y rechaza tanto las metas reformistas, atenuadas, de la socialdemocracia, como las estructuras productivistas de las variantes burocráticas de socialismo (…) no en el sentido de imponer escasez, privación y represión. El objetivo, por el contrario, consiste en una transformación de las necesidades y un cambio profundo hacia la dimensión cualitativa, alejándose de la cuantitativa. Desde el punto de vista de la producción de mercancías, esto se traduce en una valorización de los valores de uso por sobre los valores de cambio -un proyecto de vasto significado, que se funda en la actividad económica directa.”

“Una sociedad de productores libremente asociados no se detiene en su propia democratización. Debe, por el contrario, insistir en la liberación de todos los seres como fundamento y propósito. Supera así el impulso imperialista, subjetiva y objetivamente. Al realizar tal objetivo, lucha por superar todas las formas de dominación, incluyendo en especial las de género y raza. Y supera las condiciones que dan origen a las distorsiones fundamentalistas y sus manifestaciones terroristas. En suma, supone una sociedad mundial en un grado de armonía ecológica con la naturaleza impensable en las condiciones actuales.”

“Una consecuencia práctica de estas tendencias se expresaría, por ejemplo, en la extinción de la dependencia en los combustibles fósiles consustancial al capitalismo industrial. Y esto a su vez puede proporcionar la base material para la liberación de los países oprimidos por el imperialismo del petróleo, mientras que permite la contención del calentamiento global, junto a otros problemas de la crisis ecológica.”

“El eco-socialismo será internacional, y universal, o no será. Las crisis de nuestro tiempo pueden –y deben- ser vistas como oportunidades revolucionarias, lo que es nuestra obligación afirmar y dar nacimiento.”

Si bien queremos destacar la primacía de lo político en la praxis revolucionaria, habría que destacar así mismo una necesaria revolución cultural, epistemológica y espiritual para abordar el horizonte del eco-socialismo, para que no sea una política ciega y sorda, para abordar los desafíos de la superación de las visiones desarrollistas y los esquemas geopolíticos basados en concepciones desgastadas de los fundamentos del Poder Nacional, como recursos a ser explotados y no como patrimonios a ser aprovechados bajo nuevos tipos o modelos de racionalidad superadores de la destructividad ambiental y humana.

De manera que las esperanzas del desarrollo humano integral que significan el Eco-socialismo quedan descartadas por la vía de la modernización capitalista, asociando las sociedades periféricas a algún centro dinámico, o creando condiciones atractivas para el “redespliegue industrial”, o a partir de programas especiales de ayuda para el desarrollo, ya que revitaliza la estrategia de la zanahoria y el garrote.

El juego “libre” del comercio y los movimientos de capital, incluso con sus canalizaciones multilaterales de “ayuda”, han sido probados y mostraron la imposibilidad del desarrollo dependiente. La subordinación política, ideológica y cultural, se acentuaron por esa vía en un ámbito de polarización social creciente. Como ha señalado acertadamente José Luis Coraggio ([33]):

“(…) este proceso no es meramente económico, ni sus agentes son las empresas transnacionales exclusivamente. Los poderes políticos, los estados de los países capitalistas centrales, con la complicidad de las burguesías periféricas, tienen y ejercen la autonomía que se requiere para velar por el interés del sistema capitalista en su conjunto.”

La Independencia en este contexto de autodeterminación o autoafirmación colectiva implica establecer un modelo económico que se oriente no solo a la satisfacción de las necesidades básicas de la población, sino a construir conciencia revolucionaria sobre el concepto de “calidad de vida”, “desarrollo humano” y “ecología política”, rechazando las alternativas basadas en la libre empresa, del gran capital extranjero o en la balcanización del Continente, que consume sus recursos humanos en una exportación sin límites.

Además, los mecanismos político-militares de dominación a nivel mundial, el control y manipulación de la “comunicación social”, no son un mero acompañamiento de las relaciones económicas. La dimensión político-militar del imperialismo emerge con claridad en épocas de crisis como la actual. La vía que tienen los países periféricos para romper con esta situación es afirmar políticamente la emancipación popular, contenido real de la autodeterminación nacional, como condición de posibilidad de un estilo de desarrollo basado en el eco-socialismo.

Por ello es necesario volver a recrear abiertamente los principios teórico del pensamiento emancipador y anticapitalista (plataforma de saberes y teorías contra-hegemónicas) y, a la vez, comenzar a innovar en la lucha política contra los poderes hegemónicos a nivel mundial, buscando nuevas formas de socialización, nuevos ritmos, superando fórmulas etapistas o evolucionistas basadas en una historia que no se puede (o no se quiere) repetir.

El concepto mismo de “Socialismo” requiere ser redefinido, ya no suscita consenso fácil, como meta orientadora. La práctica de la revolución en la periferia puede demostrar que resulta más fecundo partir de una crítica del régimen político y del sistema económico-social existente en cada sociedad desde posturas anti-capitalistas que promuevan la creatividad instituyente de nuevos lenguajes y prácticas de emancipación. Esto implica identificar, a través del análisis histórico, las fuerzas sociales, políticas y culturales concretas que tienden a reproducir las situaciones de marcada injusticia social. Por otro lado, implica visualizar las fuerzas reales o potenciales capaces de modificar la correlación de poder y posibilitar una superación del orden existente. Fuerzas que no pueden efectivizarse orgánicamente sin asumir como punto de partida sus valores y motivaciones, sus racionalidades, sus reivindicaciones inmediatas en su articulación a un horizonte de lucha anticapitalista así sea a partir de “reformas parciales o menos radicales”. La tarea política es articular la multiplicidad de las demandas contra la colonialidad del poder y la colonialidad de la naturaleza, para potenciar la revolución democrática, socialista, descolonizadora y ecológica. Desde esta potencia constituyente es posible repensar el imaginario socialista, más allá de las concepciones conservadoras que cierran cualquier posibilidad al socialismo y las viejas concepciones dogmáticas que suponen que el paradigma burocrático del socialismo real siga teniendo vigencia, legitimidad y validez:

En este contexto, se ha planteado que la Constitución Venezolana permite el avance socialista, siempre y cuando reconozca determinados parámetros que la limitan y condicionan: el sistema de economía mixta, el no alineamiento a potencias, el pluralismo político y la democracia participativa, constituye condiciones que pueden generar dos actitudes aparentemente conflictivas pero que bloquean el camino de la revolución democrática, socialista, descolonizadora y ecológica:

a)    La imposibilidad del Socialismo Democrático en la Constitución de 1999;

b)    La posibilidad de calcar y copiar un Socialismo Revolucionario, semejante a los proyectos de movilización popular y conducción política experimentados en la URSS, China o Cuba.

Sobre el primer punto cabe una muestra de opinión ([34]):

“(…) el artículo 2 de la Constitución Nacional, en el cual se establece la esencia de nuestro sistema político al ratificar que "Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho  y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la democracia, la responsabilidad social y la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político". Este artículo limita realizar cualquier acción de gobierno que intente crear una sociedad socialista, ya que de ninguna manera un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia tiene esa orientación ideológica.”

Desde el segundo punto de vista  se plantea:

“La Comuna de Mészáros no funciona, no es base del Socialismo porque está viciada de egoísmo, de fragmentación. El problema con ella no es de aplicación, de más o menos eficacia de algunos ministerios, ¡es teórico!, ¡es ideológico! Sin resolverlo no habrá victoria. Pero aún falta una conducta, una corriente ideológica frente a la caída del Socialismo real: Cuba, Fidel y el Che. Nunca en esos inventos evasivos se habla de Cuba, de cómo fue que superó el derrumbe de la Unión Soviética, de cómo puede subsistir hasta ahora. El estudio de Cuba, de su teoría, del Che y Fidel, que es continuidad y no evasión del pensamiento revolucionario, es indispensable hoy.”([35])

“La Revolución Cubana resiste un brutal cerco imperial y superó la caída del campo socialista. Resiste hoy con heroísmo las difíciles circunstancias de ser quizá el único faro de Socialismo de toda la humanidad. La Revolución Cubana es un fenómeno que debemos estudiar. La respuesta está en el pensamiento del Che y de Fidel. Ellos, desde el origen mismo de la Revolución, desde el Moncada, se guiaron por el principio: "lo principal es la conciencia, crear riqueza a partir de la conciencia y no conciencia a partir de la riqueza". Este axioma resume la solución del qué hacer para elevar las fuerzas productivas en la Revolución en los países poco desarrollados. Ellos sabían que había que voltear la concepción dogmática de elevar la productividad en desmedro de la conciencia. Lo correcto es elevar la conciencia, y desde allí la productividad. Y no se equivocaron, han resistido” ([36])

Si la respuesta a los desafíos revolucionario está en o abandonar la revolución, y suponer que hay que enterrar el socialismo como proyecto anticapitalista;  o por otra parte, reivindicar la actualidad y hegemonía del pensamiento del Che o Fidel, entonces se limita ampliamente la posibilidad de otras opciones de recreación de Nuevos Socialismos, que incluyendo aspectos parciales de sus contribuciones considera  cuestiona radicalmente las economías dirigidas bajo mediaciones materiales de control burocrático-autoritario centralizado; en fin, que los sistemas constitucionales democráticos participativos permite repensar las mediaciones institucionales para avanzar en un Nuevo Socialismo Democrático, sin negar la posibilidad de activar escenarios constituyentes para avanzar en las luchas anticapitalistas, sin calcar o copias experiencias o figuras del “pensamiento revolucionario”, marcados por la adscripción a esquemas de una teoría revolucionaria tributarias  del “marxismo soviético”; y que no asumen por cierto,  ser sólo una entre las múltiples corrientes de interpretación de la obra abierta, crítica y revolucionaria de Marx (conllevando todos los peligros del dogmatismo y del estalinismo).

El principal defecto de la tradición del marxismo soviético, filtrado o no por la experiencia de renovaciones parciales en las transiciones socialistas en el tercer mundo, es que sigue suponiéndose como encarnación de la verdad universal, y no como ensayo de las sociedades transicionales, asumiendo el dogmatismo como horizonte y el cierre categorial ante las nuevas realidades y procesos articulados al patrón de poder del capitalismo global.

De manera, que resulta sugerente interrogarse sobre las reflexiones que invadían al propio Che Guevara, cuando finalmente terminó por analizar la recopilación de escritos sobre diversas y hasta divergentes corrientes de interpretación del pensamiento revolucionario en el texto de Wright Mills: “Los Marxistas” ([37]). ¿No fue acaso el asesinato del Che, no sólo una pérdida irreparable del máximo exponente del internacionalismo revolucionario, sino además de la posibilidad de inaugurar una nueva veta de interpretación crítica superadora del “marxismo soviético”? La respuesta quedó abierta.

Para algunos el Che fue un ortodoxo marxista-leninista que le agregó un fuerte componente moral, por cierto muy cercano a las búsquedas de Lukács de una Ética o las propias intervenciones de los filósofos de la moral del comunismo científico en el período de Kruschev ([38]).

 

8. LA CONTRIBUCIÓN DE SWEEZY A LA FORMULACIÓN DEL PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN SOBRE TRANSICIONES AL SOCIALISMO Y SUS LECCIONES ´PARA VENEZUELA:

Llegado aquí es preciso retomar los argumentos de Sweezy, pues al menos permiten concentrar el debate en la formulación de las preguntas correctas. Ciertamente, además de las incursiones de Marx y Engels, o de Lenin, Trotsky, Bujarin, Stalin, Preobrazhensky o Mao, el texto de Sweezy permite despegar las rutas para diferenciar, por ejemplo, los debates de la “transición al socialismo” de los debates sobre la “transición al comunismo”.

Marx no llegó a utilizar, como si lo hizo Lenin en “El Estado y la Revolución”, la palabra Socialismo para referirse a la primera fase de la sociedad comunista. De manera que la reflexión marxiana sobre la transición está fuertemente marcada por el cambio de régimen de producción e intercambio, por el paso de un modo de producción referible a una formación social orgánica hacia otro modo de producción en una nueva formación social, radicalmente distinta de la anterior.

Por otra parte, para Sweezy, la “transición al socialismo” en los países periféricos remite a la superación, por una vía no capitalista, de los problemas asociados al subdesarrollo y la dependencia, indicando que cada transición constituye un proceso histórico único que debe ser analizado en sus condiciones particulares, pues existen distintos tipos de formación económico-social en circunstancias históricas diferentes.

Para Sweezy, el socialismo sería una estación intermedia, necesaria para transitar de un modo de producción a otro, marcada por los problemas del desplazamiento de desarrollos desiguales en cada una de las esferas de la sociedad, y cuya condición previa no es otra que el traspaso del poder de manos de la burguesía a manos de la clase trabajadora. De manera que para Sweezy, no basta definir el socialismo por la propiedad estatal de los principales medios de producción ni por la planificación, sino que es preciso que los productores inmediatos dominen y controlen sus condiciones de existencia social; en consecuencia, que controlen efectivamente los medios de producción y sus productos. Es en este ámbito donde se define la teoría política de la transición y las cuestiones del poder y de la democracia directa de los trabajadores.

De manera que para Sweezy, la liquidación de las relaciones sociales de producción propias del capitalismo, la gestión social y directa del producto social, la problematización de la extinción de la Forma-Estado como momento separado del poder, la separación entre gobernantes y gobernados son problemas persistentes en la transición que deben abordarse. Si la conquista del Estado capitalista por el poder de los trabajadores no conlleva simultáneamente su destrucción y transformación, para así preparar las condiciones favorables a nuevas relaciones sociales de producción, entonces la transición queda bloqueada en lo que se conoce como Capitalismo de Estado; es decir un sistema de producción que respetando la propiedad privada de los medios de producción es supervisado por el Estado.

De manera que a modo de síntesis, Sweezy elabora las condiciones necesarias para comprender el tránsito haciendo énfasis en algunos aspectos de naturaleza política de los siguientes debates:

a)    El Poder del Estado, ¿Debe transferirse directamente a las clases trabajadoras de la ciudad y del campo?,

b)    El aparato de Estado y sobre todo los aparatos cuya función es fundamentalmente el monopolio de la fuerza legal, ¿Deben ser un instrumento leal y confiable para el poder de los trabajadores, lo cual implica reconocer la legalidad y legitimidad de un gobierno anti-burgués?,

c)    Los dirigentes, el personal de administración de las legislaturas y sistemas judiciales, de las fuerzas armadas, de la policía; ¿Pueden responder a los intereses del poder de la burguesía?,

d)    Para evitar la violencia contra-revolucionaria, ¿Las fuerzas socialistas deben contar con una mayor capacidad y disposición de uso de la violencia para fines disuasivos y garantizar traspasar la barrera inicial?,

e)    Sin embargo, aun contando con estas condiciones, ¿Basta suponer que la propiedad estatal de los medios de producción y una amplia planificación de la economía garantizan un dinamismo automático hacia el socialismo? Allí comienzan los verdaderos problemas de la transición.

f)     A partir de ese momento comienza una lucha entre el sector estatal planificado y el sector privado productor de bienes, tal como lo señala Preobrazhensky en su texto “La nueva economía”, que definirá lo siguiente: ¿Es posible una expansión de los procesos de colectivización y socialización?

g)    ¿Es un error considerar que la máxima promoción del crecimiento económico bajo supervisión del Estado es el principal objetivo?,¿Se considera viable control de los trabajadores del aparato económico?, ¿se considera sacrificar de manera inmediata las condiciones de vida de los trabajadores por altas tasas de inversión en capital fijo, concentrando la autoridad en los niveles superiores del gobierno, el partido y las unidades económicas, sometiendo a los trabajadores a decisiones desde arriba, con reglamentaciones y férrea disciplina controlada por una nueva capa burocrática?,

h)   ¿Es preferible el uso ilimitado de estímulos materiales en función de obtener mayor rendimiento o productividad de acuerdo a una división jerárquica del trabajo?, ¿Se genera inevitablemente una creciente estratificación de la sociedad y una despolitización de las masas?

i)     ¿Surgen nuevos grupos privilegiados en la burocracia, en la administración de unidades económicas y en los profesionales calificados asociadas a gestión de las mismas, consolidaron su posición de privilegio y traspasaron sus ventajas a sus hijos, de manera que los altos cargos políticos y económicos constituyeron una nueva clase gobernante?

j)     ¿Se constituye una “burguesía de estado” que gobierna, no a través de la propiedad privada de los medios de producción, sino ocupando cargos de toma de decisiones en el partido, el Estado o la economía, junto con el acceso diferencial a las oportunidades económicas para sus hijos conformando una nueva clase dominante y no sólo un estrato de privilegiados?

k)   Así mismo, surgen discusiones sobre el papel de conceptos o categorías como valor, precios, mercancías, dinero, etc. ¿El debate sobre la ley del valor en la transición es parte de los problemas de cálculo, control e inspección de las empresas socialistas, así como la planificación centralizada o descentralizada?

l)     ¿La asignación de recursos y la producción de bienes dentro del sector estatal son controladas por relaciones de valor?, ¿Sirven los precios administrados como instrumentos para ayudar al estado y los órganos de planificación a establecer un control racional sobre las empresas propiedad del estado, que producen bajo directivas de producción, productividad y rentabilidad?

m)  Si como señala Bettelheim, para que unos sectores no sean explotados para beneficio de otros, ¿Se precisa de la dominación por parte de los productores inmediatos sobre sus condiciones de existencia, sobre sus medios de producción y sus productos?

n)   Como señala Sweezy: ¿Es el igualitarismo el principio más fundamental de una sociedad socialista organizada sobre líneas marxistas? ¿Deben participar directamente los trabajadores en la administración e ir disolviendo las rígidas separaciones de la división capitalista y jerárquica del trabajo?

o)    ¿Deben ejercer los productores directos de una completa libertad en cuento a discusión y critica de directivas del partido, el Estado o la burocracia?

p)    ¿Cómo manejar la combinación de industrialización y desarrollo agrario, de descentralización de la producción industrial y de desconcentración urbana en la transición al socialismo?

q)    ¿Es el trabajo un simple medio de obtención de ingresos y bienes de consumo, o es una actividad creativa, donde se despliegue un desarrollo multilateral de capacidades y habilidades, equilibradas con la calidad de la alimentación, viviendas, ropa, cultura, descanso, salud, educación, ambiente y servicios? Como plantea Sweezy: ¿Repudia el Socialismo el consumismo y la actitud de procurar necesidades insaciables?

r)    El acceso a servicios de salud y educación, así como a otras categorías de bienes y servicios: ¿Sólo es posible a través de pagos derivados de la distribución de ingresos y gastos de las entradas en dinero? ¿Es viable la propuesta de Bettelheim del “cálculo social económico”?

Si nos atenemos a esta larga lista de cuestiones a ser debatidas en el frente teórico, los procesos de transición al socialismo comportan una serie de investigaciones que no pueden ser despachadas con superficialidad ni consignas. Si ni siquiera se traspasa la barrera política en la cual los agentes económicos, políticos, mediáticos de los sectores burgueses mantienen una alta esfera de influencia y control políticos, entonces apenas comienzan a plantearse las condiciones políticas iniciales para la transición al socialismo.

Sin un cambio profundo de las correlaciones de fuerzas sociales, políticas y culturales más allá de las contiendas electorales, las organizaciones políticas populares no tienen aún capacidad de hegemonía social y política; es decir, dominio pleno del Estado.

De manera que una investigación sobre la teoría política de la transición al socialismo cobra especial actualidad, pues las condiciones de una revolución política bloqueada, no son las más propicias para avanzar automáticamente hacia el socialismo. Hay que desbloquear la revolución política, apalancar a las fuerzas revolucionarias, transformar el Estado, posicionar en primer lugar el protagonismo de los trabajadores y del poder popular.

Si efectivamente se quiere avanzar en políticas y medidas para contribuir activamente a la constitución y consolidación bien arraigada de un modo sustancialmente democrático, de control social y autogestión general, no basta con la retórica sobre el Socialismo sino que se requieren prácticas efectivas de poder revolucionario, de autogobierno y autogestión política de las clases trabajadoras y del pueblo. Revolución que no avanza, es llevada a una posición de desventaja en las esferas de influencia de los agentes políticos, económicos, comunicacionales e internacionales.

Como señaló Lenin en un texto muchas veces olvidado:

“La transición del capitalismo al comunismo es toda una época histórica. Mientras esa época histórica no termina, los explotadores inevitablemente mantienen la esperanza de la restauración, y esa esperanza de transforma en intentos de restauración. Después de su primera derrota seria, los explotadores derrocados, que no esperaban su derrocamiento, que nunca lo creyeron posible, que nunca pensaron en ello, se lanzan con decuplicada energía, con pasión furiosa y un odio cien veces mayor, a la batalla por la recuperación del “paraíso” del que fueron privados, en defensa de sus familias que llevaban una vida tan dulce y alas que ahora la “vulgar gentuza” condena a la ruina y la miseria (o al vulgar trabajo).”([i])

¿Cómo avanzar entonces en la construcción de la Independencia y la Patria Socialista? Cada paso hacia el capitalismo, echa por tierra el Golpe de Timón y el Programa de la Patria. ¿Somos conscientes del terreno favorable que genera una revolución interrumpida?

También las historia enseña que el ascenso del fascismo depende del descenso de la oleada revolucionaria. Gran responsabilidad para los dirigentes de estos procesos, si vacilan o claudican.



 

[i] V.I.Lenin: la revolución proletaria y el renegado Kautsky. P.103-104


Notas:

[1] Ver: Sweezy, Gerratana, Fenghi, Rossanda et al. Teoría del Proceso de Transición.Cuadernos de pasado y Presente. N° 46. Cordova. Argentina. 1973

[2] Para que las nuevas generaciones comprendan quien fue Paul M. Sweezy pueden consultar las siguientes reseñas:  http://www.eumed.net/cursecon/economistas/sweezy.htm, http://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Sweezy, http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-26/homenaje-paul-sweezy.

[3] Quienes dudas que en la revolución bolivariana se pueda hablar de tendencias y corrientes, con concepciones encontradas sobre la edificación del socialismo o la orientación estratégica y táctica del gobierno (y el proceso bolivariano), nada más tienen que asomarse a las dificultades de la unidad de factores sociales y políticos en el llamado Gran Polo Patriótico.

[4] http://www.minci.gob.ve/2013/03/golpe-de-timon/. También ver y escuchar: https://www.youtube.com/watch?v=LcMJByzpek4

[7] Jorge Giordani: La transición venezolana al socialismo. Caracas, Hermanos Vadell, 2001.

[8] “La gran política comprende las cuestiones vinculadas con la función de nuevos Estados, con la lucha por la destrucción, la defensa, la conservación de determinadas estructuras orgánicas económico-sociales. La pequeña política comprende las cuestiones parciales y cotidianas que se plantean en el interior de una estructura ya establecida, debido a las luchas de preeminencia entre las diversas fracciones de una misma clase política.” En: http://www.gramsci.org.ar/tomo4/175_gran_pol_y_p.htm

[9] “¿Quién convocó el Congreso Anfictiónico? Bolívar. ¿Desde dónde lo convocó? Desde Lima.  ¿Cuándo lo convocó? Dos días antes de la Batalla de Ayacucho.  Fue como una premonición de Bolívar, porque Bolívar tenía el don de la gran estrategia.” Chávez: Conferencia de prensa del presidente Chávez con medios nacionales y corresponsales, en el marco de los acuerdos del ALBA.Palacio de Miraflores, 24 de mayo de 2006

[12] En la Gaceta Oficial Nº 40.216, que circuló el lunes 29 de julio de 2013, salió publicado el Decreto Nº 255.

[14] En este punto se abre la necesidad de realizar un análisis de la propuesta de Reforma Constitucional en el año 2007, y de discursos enmarcados en el “marxismo soviético”.

[15] De allí la importancia de generar mayor densidad teórica sobre el concepto de democracia socialista del siglo XXI, que poco o nada tiene que ver con la puesta en escena de las “democracias populares” en las experiencias de los Socialismos Reales.

[16] Esto supone sin ambigüedades romper con los modelos burocrático-autoritarios de socialismo y de comunismo de aparato.

[18] Una hermenéutica del «desenmascaramiento», intentará un programa radical de poner al descubierto las mistificaciones presentes en la historia de la formas de conciencia social, sobremanera las formas de conciencia social hegemónicas.  Aquí la interpretación sigue un proceso de cuestionamiento permanente: no sólo las tradiciones, las ideas recibidas, los códigos e ideologías, son engañosas y mistificadoras, sino que la misma noción de «verdad» es el efecto de una estratificación (y mistificación) histórica, cuyos orígenes son retóricos, emotivos, interesados o adecuados a determinadas “estrategias de poder”. Aquí Chávez aparecerá como un impugnador de las representaciones hegemónicas del neoliberalismo, del imperio o de las figuras más inocentes del capitalismo: la pequeña producción mercantil extrayendo plus-valor.

[19] Por otra parte, una hermenéutica que apele a un examen riguroso de la filología intentaría reconstruir el legado del pensamiento de Chávez, en su función de koiné lingüística y teórica, presentándose, no como ruptura y superación de una potencial tradición, sino más bien como su recuerdo, afirmación y conservación. Se trataría de sensibilizar a las audiencias para reiterar la huella de Chávez, mantener la traza en su unidad y regularidad enunciativa, intentando evitar cualquier diferencia, tensión, vacío, fuga o impugnación.

[21] “Nada nos autoriza a pensar que estamos en la vigilia del advenimiento de aquel orden planetario pacífico y democrático del que ha hablado recientemente Francis Fukuyama. Al contrario, es legítimo pensar que la guerra cultural no cesará hasta que la agresión occidental ocupe la escena mundial, colocando al proletariado externo frente a una opción ineludible y repugnante al mismo tiempo”. En: http://www.nuso.org/upload/articulos/2116_1.pdf

[24] “Nosotros no somos pedazos de arcilla, lo importante no es lo que se hace de nosotros, sino lo que hacemos nosotros mismos de lo que han hecho de nosotros”. En Sartre: San Genet, Comediante y Martir. También una frase semejante se encuentra en: “(…) el europeo reina: él ya ha pedido pero no se da cuenta de ello; él no sabe aún que los indígenas son falsos indígenas: él, si le escuchamos les hace mal para destruir o para rechazar el mal en ellos tienen en sí mismos; al cabo de tres generaciones sus perniciosos instintos no renacerán más. ¿Qué instintos? ¿Los que impulsan a los esclavos a masacrar al amo? ¿Cómo no reconoce su propia crueldad vuelta contra él? El salvajismo de estos campesinos oprimidos, ¿Cómo no lo reencuentra él en su salvajismo de colono que ellos han absorbido por todos los poros y del cual no se curan? La razón es simple: este personaje imperiosamente enloquecido por su poderío y por el miedo de perderlo, ya no recuerda bien que él ha sido un hombre: se toma por un látigo o por un fusil; ha llegado a creer que la domesticación de las “razas inferiores” se obtiene por el condicionamiento de sus reflejos. El descuida la memoria humana, los recuerdos imborrables; y además, sobre todo, hay esto que tal vez no supo nunca: nosotros no llegamos a ser lo que somos más que por la negación íntima y radical de lo que se ha hecho de nosotros.” (Prólogo a los Condenados de la Tierra de Fanon).

[26] “De la memoria de esas barbaries de izquierda, tendrán que ocuparse las nuevas generaciones de pensamiento crítico y revolucionario si no quieren ver frustradas sus esperanzas, ocuparse tanto en destruir esa tradición como asumir la lucha en contra la barbarie capitalista. Son dos frentes de batalla y no uno sólo.”

[28] Es lo que en un juego de cartas algunos llaman el  “comodín” o “joker” (Guasón), una carta que puede ser acomodada a cualquier combinación, acomodando sus valores; de manera que diferentes dogmatismos podrían justificarse desde una cadena de enunciados, un sistema de diferencias que al colocar a Chávez, citándolo simplemente, consideran que así ganan el juego. El asunto estriba en si Chávez nos sirve para cuadrar un mazo de cartas que nos conviene, o si impulsa la política revolucionaria de transformar al Estado, no desde la exaltación del voluntarismo de un tren ministerial sino a partir de la incorporación efectiva de la multitud plebeya y de las clases trabajadoras a las tareas de gobierno en diferentes áreas de gestión pública. Antes del Programa de la patria, algunos funcionarios de hoy exaltaron el término: “Democracia Protagónica Revolucionaria”. ¿Y dónde está eso?

[29] Acerca de esa propuesta ver de Aníbal Quijano: Poder y Derechos Humanos. En: PODER, SALUD MENTAL Y DERECHOS HUMANOS. Ed. CECOSAM 2001, Lima, Perú

[32] El manifiesto ecosocialista puede ser leído en toda su extensión en: http://www.rebelion.org/hemeroteca/sociales/lowy090602.htm

[37] http://es.scribd.com/doc/91596745/Kohan-Nestor-Wright-Mills-el-marxismo-y-la-sociologia-critica-en-Estados-Unidos

[38] Sobre la “conciencia del deber social”, ver: http://www.aporrea.org/ideologia/a80741.html

[39] V.I.Lenin: la revolución proletaria y el renegado Kautsky. P.103-104

 



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Javier Biardeau

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

 jbiardeau@gmail.com      @jbiardeau

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