En ocasión de un nuevo aniversario de su muerte

El socialismo según el Che Guevara



“Yo no soy un libertador, los libertadores no existen. Son los pueblos quienes se liberan a sí mismos”. Ernesto Che Guevara.


Icono de la revolución mundial y hombre de acción y de palabra, el Che Guevara conjugó en sí mismo las cualidades éticas y morales que debe resaltar en todo revolucionario verdadero, siempre en función de la emancipación integral de la humanidad oprimida. Esto lo impulsó, en todo momento, a no contentarse con hacer posible la revolución en un solo país, Cuba, ocupando diversos cargos de responsabilidad en el gobierno revolucionario sino que amplió sus horizontes, asumiendo la importante tarea de estudiar y difundir la teoría revolucionaria del socialismo, sin que ello significara una aceptación tácita, carente de alguna crítica objetiva, de lo que observara –por ejemplo- en su periplo por los países bajo la órbita de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).



En texto dirigido a Carlos Quijano, del semanario Marcha, de Montevideo, en 1965, Guevara destaca la importancia del individuo, en su doble condición de ser único y miembro de la comunidad, en la construcción del socialismo, reconociendo –de paso- la existencia de las taras del pasado, lo cual hace que la nueva sociedad en formación tenga que competir con éste de modo fuerte y constante. “Esto –dice el Che- se hace sentir no sólo en la conciencia individual, en la que pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo, sino también por el carácter mismo de este período de transición con persistencia de las relaciones mercantiles”. Más adelante, afirmará: “Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida”. De ahí que sea imperativo el nacimiento del hombre nuevo, siendo necesario, a su vez, “el desarrollo de una conciencia en la que los valores adquieran categorías nuevas. La sociedad, en su conjunto, debe convertirse en una gigantesca escuela”. Sobre este punto, el Che insistirá una y otra vez, siendo él mismo ejemplo de sus ideas al instaurar el trabajo voluntario sin más remuneración que la del deber cumplido.


Para el Che, la revolución (y, con ella, el socialismo) es algo que debe sentirse y vivirse a plenitud, superando cada estadio alcanzado, en un proceso inacabado hasta arribar a una sociedad de nuevo tipo, la comunista, en la cual desaparezcan para siempre las desigualdades económicas y sociales, lo mismo que el viejo Estado, y se establezca un poder eminentemente popular. Aún así, el Che estaba consciente de los difíciles escollos que se le presentarían a la revolución cubana. En la misma misiva a Quijano, Che acepta que “se han hecho algunas experiencias dedicadas a crear paulatinamente la institucionalización de la Revolución, pero sin demasiada prisa. El freno mayor que hemos tenido ha sido el miedo a que cualquier aspecto formal nos separe de las masas y del individuo, nos haga perder de vista la última y más importante ambición revolucionaria, que es ver al hombre liberado de su enajenación”.


Consciente de los baches que presentaban las experiencias socialistas en boga entonces, Che denuncia “el escolasticismo que ha frenado el desarrollo de la filosofía marxista e impedido el tratamiento sistemático del período (de transición), cuya economía política no se ha desarrollado, debemos convenir en que todavía estamos en pañales y es preciso dedicarse a investigar todas las características primordiales del mismo antes de elaborar una teoría económica y política de mayor alcance”. Por ello, trata de trascender el estrecho marco en que se hallaba la teoría socialista, enfocando su análisis sobre las particularidades específicas de la revolución cubana y de cómo ésta había desembocado en el socialismo, sin ser –por ello- imitación mecánica de otros procesos revolucionarios. A fin de evitar una dependencia del proceso revolucionario cubano en relación a sus aliados soviéticos (cuestión que se hizo evidente durante la crisis de los misiles en octubre de 1962), Che se planteó luchar contra el imperialismo yanqui en otras latitudes, de modo que la solidaridad internacionalista se basara en parámetros distintos a la subordinación a un nuevo imperialismo y las relaciones económicas socialistas dejaran a un lado, a su vez, los parámetros del capitalismo, en un intercambio de igualdad y de complementación tecno-científica, industrial y de materias primas.


Che nunca eludió la crítica ni la autocrítica. Su praxis siempre se enlazó con sus ideales socialistas. Para él, la condición de revolucionario representa el máximo escalón al cual podría aspirar cualquier ser humano. Ése era parte de su credo revolucionario y socialista y, por ello mismo, mantiene plena su vigencia como el revolucionario que siempre fue.-





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Homar Garcés


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