La agricultura de puertos, kriptonita contra la revolución

Recién se celebró el Día Mundial de la Alimentación, que permite a los países del mundo mostrar sus logros y sus fracasos en materia alimentaria. Pero, también en ese día interesa alertar sobre la totalidad de las personas que padecen hambre en el mundo, si hermanos, hambre, una palabra poco edulcorada que utilizó por vez primera con sentido crítico Josué de Castro, un brasileño gigante, escritor de dos libros de colección, la Geografía del Hambre y la Geopolítica del Hambre, quien partió de este mundo el mismo día que se murió Pablo Neruda. Les vimos a ambos en el más acá describiendo, con diferentes estilos, el mundo en que vivimos; los imagino en el más allá haciendo lo mismo. Hambre eliminó unas cuantas palabras que escondían la gravedad del problema, porque además de ser un hecho biológico se trata de un fenómeno social, hambre social, y esta toca actualmente a casi mil millones de personas, que acortan su esperanza de vida o desparecen de la faz de la tierra siendo apenas unas criaturas infantiles. Todavía se especula que cada tres segundos muere un niño en el mundo por falta, entre otras cosas, de una adecuada alimentación.

La peor de las estrategias para las hambrunas ha sido el asistencialismo castrante que dona excedentes de alimentos de países que buscan aplausos y cesiones políticas por tales donativos. La mano que se estira para ayudar no es impoluta, busca a cambio minerales u otras materias primas, o cuando menos, adhesión política. Son pocos los países que concurren en momentos de agudas hambrunas sin mayor interés que la solidaridad humanista. Esta materia ha sido estudiada por la FAO y en algunos documentos motivan la intención de superar el hambre mediante el incremento de la producción y la mejora integral del acceso a los alimentos. Existen cifras propuestas en diferentes foros sobre el mínimo esfuerzo que debe hacer un país para superar la vulnerabilidad de la falta de alimentos. Así, se estima que al menos debe producir el 90 % de la energía y la proteína requerida en promedio por la población, pero más lejos, cada país debe procurarse el gobierno adecuado del sistema agroalimentario. La agricultura de puertos es un espacio para la dependencia y la injerencia.Todavía recuerdo a un colega que parafraseaba un viejo proverbio chino que advertía sobre el riesgo de dejar de lado el gobierno alimentario: Quien controla los alimentos puede controlar tu dignidad, y ya sabemos cómo las grandes transnacionales que controlan los excedentes ponen de rodillas a los países en situación de crisis alimentaria.

Chávez, el siempre comandante visionario, estudió con agudeza dos tipos de documentos que salen anualmente, uno generado desde el PNUD sobre el índice de desarrollo humano (IDH), y el otro sobre el estado de la inseguridad alimentaria en el mundo, de FAO. Allí encontró vías para redefinir las políticas sociales que impulsaron la mejora del índice de desarrollo humano de nuestro país, y de una mejor percepción de la seguridad alimentaria. Magnífico, diríamos, salvo que mucho de estos logros los pagamos con ingentes inversiones de la renta petrolera y por importaciones pagadas con divisas generadas también por esa renta, que permitieron una mejora de las variables que consideran ambos tipos de estudios. Hoy, la revolución ha permitido logar los Objetivos del Milenio con anticipación.

Hay, sin embargo, cosas que se olvidan con facilidad. En momentos de la crisis política generada por el golpe petrolero hacía mella en el alma del proceso político transformador, todavía incipiente, hubo necesidad de salir a buscar alimentos donde fuera posible, a comprar carga navegando en el mar a precios de oro, a adquirir de oportunistas anclados en Cartagena alimentos a precios especulativos y a temblar de la desesperación cuando los contactos parecían que se estaban vendiendo al enemigo. La producción agrícola nacional de los pequeños y medianos productores, aunque exigua, nos salvó del aluvión del hambre. Nos salvó lo nuestro.

Cuando el imperio y sus aliados han querido golpear fuerte a un adversario, utilizan los alimentos como arma política, y la declaración de Roma sobre la prohibición de utilizar los alimentos para la dominación se convierte en letra muerta. Es por eso que, Maduro debe revisar las lecciones de Chávez sobre el tema de la seguridad y de la soberanía alimentaria. Podemos lograr seguridad, aunque vulnerable a punta de billetes verdes de la renta, pero más allá solo se avanza si los indicadores de soberanía evidencian que verdaderamente no nos pondrán de rodillas, no podrán vulnerar nuestra dignidad a consecuencia de una crisis estructural de producción de alimentos. Chávez siempre supo que la agricultura era el talón de Aquiles de la revolución. Ahora, los alimentos foráneos son la kriptonita con la que intentarán sacar del poder a nuestro nuevo héroe, y acabar con el proceso revolucionario; así que, Maduro y equipo de gobierno del sistema agroalimentario, por este camino vendrán los enemigos de la patria, si no es que la especulación actual con los precios de los alimentos es el preámbulo de la estrategia malévola.

mmora170@yahoo.com


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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

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