Los más radicales jóvenes disidentes de las acciones gubernamentales de ese AD orientado por Rómulo Betancourt en la línea anticubana y pro imperialista, abandonaron ese partido en los primeros años de gobierno de Don Romulón, yendo aparar al prodigioso MIR, bandera inexpugnable de la juventud revolucionaria de la época. Y Aristóbulo Istúriz, flamante gobernador socialista de hoy no estuvo nunca en ese brete. Cuando hacen por estos días 48 años de la muerte de Alberto Lovera promovida por el betancurismo que encarnaba en la represión don Raúl Leoni, era mucho el joven adeco que apenas empezaba a darse cuenta de la irremediable realidad que trillaba el “partido del pueblo” en el submundo de la represión, el asesinato y el latrocinio.
Mucho adeco de aquellos tiempos ha podido en buena fe, la mayoría de ellos y exornando una armadura de buen corte revolucionario, alinearse en las filas de la revolución con apego a las condiciones morales que ella exige. Inclusive hasta niveles ministeriales aprobó el magnánimo presidente Chávez a militantes devenidos tempranamente de la hospedata adeca después de la quemazón. Esa historia reciente del trasvase adeco a sectores de la revolución debe estar siendo recordada por el gobernador de Anzoátegui, ahora mismo cuando se aprestan a adelantar programas de homenaje al Mártir de Lecherías, allá mismo donde gobierna el maestro socialista de La Quebradita en San Martin.
Como se sabe, salió Aristóbulo de AD, en el 68, cuando se alineó a las banderas del maestro Prieto, yendo sucesivamente a militar en la Causa R, PPT y por ultimo al PSUV, donde ha ejercido notables posiciones. Son paradojas de la historia. Notables hombres de izquierda pudo acompañar Aristóbulo, notándose su amistad con el mismo Prieto Figueroa, Salom Meza Espinoza y el indio paz Galarraga, quienes forjaron su recia personalidad política. Entonces la revolución no guarda resentimientos, cuando hombres y mujeres sobrevenidos hasta de los planteles de los movimientos sociales y políticas que le han adversado, han la guardado la coherencia histórica de lucha necesaria para asumir roles revolucionarios.
Aristóbulo es una figura perfecta para delinear ese contexto. Eso sí, debe la revolución mirar con recelo, algunos viejos polizontes marcadores del asesinato y la extorsión adeco copeyana, retrógrados personajes de la mentira que adentro le conspiran y cientos de quinta columnas asentados en claves posiciones de poder con la ayuda del familiarismo enfermizo y un amiguismo mal interpretado que tanto daño empieza a causarle a la revolución.