A la hora de tomar decisiones, de establecer el rumbo, siempre es aconsejable convocar a los grandes, en ellos se condensa la historia, es sobre sus hombros que podemos ver con claridad más allá del horizonte. Pensar con rigor ¿qué haría Bolívar? ¿qué haría Chávez?, incorporarlos a la discusión, al análisis.
Para poder hacer este ejercicio se debe ubicar el pensamiento de los grandes, de los históricos, en su movimiento, y considerar sus líneas maestras, los trazos principales de su ideología, intentar entrar en su laboratorio mental, usar su instrumental de análisis.
La tarea no es fácil pero es posible, tiene que ser posible, ella es la esencia de la cultura, la herencia histórica, para eso se estudia: para comprender el presente con la luz que emana del pasado.
Chávez está allí cerquita, está vivo, él nos habla casi directamente, los días de hoy son sus días, el camino que hoy transitamos es su camino. Esto facilita la tarea. Veamos.
El pensamiento del Comandante impregna las acciones de la Revolución, el futuro depende de que sus hijos sepan interpretar su pensamiento, darle continuidad, ese es el reto. Si se trunca el pensamiento, si el camino se extravía, entonces el envión revolucionario se desvanece, la masa lo resiente, lo percibe con la sensibilidad del inconsciente, se rompe la conexión amorosa que guía la Revolución. Si, por el contrario, se desarrolla el pensamiento de Chávez, la masa lo advierte, lo siente en el corazón y ocurre el milagro revolucionario, la pasión hierve, se eleva el entusiasmo, la conexión amorosa cubre al Presidente Maduro, la Revolución viva se hace invencible.
Hoy vivimos una situación extraordinaria, el asesinato de Chávez nos dejó sin carta de navegación, el cerebro y el corazón que la guardaban dejó de existir, sin embargo las líneas maestras que permiten reconstruirla las conocemos. Sabemos qué es Chávez y qué no es Chávez, conocemos los errores y los aciertos del Comandante.
Chávez era guiado por profundos sentimientos de amor, del amor del bueno, no el bobo, era capaz de blandir la espada para defender el derecho de amar, de hacer la guerra en aras del amor. Sabía perdonar y también condenar. El amor era uno de sus instrumentos de análisis. Intuitivo, hasta sus errores estaban impregnados de amor. Comprendió que este sentimiento es el centro de toda Revolución y de toda Religión. Por eso rescató al Cristo revolucionario y a Bolívar.
Amaba al pueblo, pero lo sabía, tal como lo supo el Libertador, susceptible de ser engañado, abusado en su credulidad. Por eso se preocupaba por enseñarlo, la educación, la moral y las luces eran preocupación central. Sentía la necesidad de organizar al pueblo, de darle poder, y ensayaba formas de hacerlo. Las cooperativas, las comunas, la cogestión, las empresas de producción social forman esa cadena de ensayo y error, que termina necesariamente en la Propiedad Social de los Medios de Producción, porque lo buscado era la forma de organización que sustentara el “amaos los unos a los otros”, la meta era la sociedad de hermanos que vivieron los cristianos primitivos, o deberíamos decir, los socialistas primitivos.
Aprendió temprano que a la burguesía “ni tantico así”, en su evolución comprendió que un pacto con la burguesía es entregar ingenuamente a la Revolución, que nada bueno se puede esperar de la burguesía. Golpes, sabotajes, traiciones le enseñaron que el Socialismo sólo puede ser obra de socialistas.
Si Chávez estuviera ¿qué haría?
Le diría la verdad al pueblo, sería autocrítico: “Le dimos dólares, intentamos evitar sufrimientos a la sociedad, confiamos en la oligarquía y nos mordieron la mano tendida, nos declararon guerra… fuimos pendejos. Pero ahora ni un dólar para la burguesía, la enfrentaremos. Vendrán días de dificultad, pero nos libraremos de los vampiros. Entre todos superaremos las dificultades y construiremos nuestra felicidad.”
Llamaría al pueblo humilde, desposeído, para las acciones heroicas de la formación de la
Patria, pondría toda la fuerza del Estado al servicio de la verdadera guerra contra la oligarquía, nacionalizaría todo lo que deba ser nacionalizado, pondría presos a los que se robaron los dólares. Crearía una organización popular de urgencia que nutra a las hoy existentes: consejos comunales políticos, revolucionarios, Comunas, Partidos, movimientos sociales, sindicatos, y con ese tejido movilizado daría la batalla que la oligarquía plantea.
Decretaría que ¡saqueo es traición a la Patria! lo combatiría con fuerza. Explicaría que consumismo es entregar a la Revolución. Aseguraría que lo básico está garantizado, y lo superfluo es banalidad. Confiscaría la mercancía con sobreprecio, cerraría las tiendas, y después, en enero, la vendería a través de las tiendas del Estado.
Convocaría la pasión de Abril, de Diciembre ¡Confiaría en el pueblo humilde! En la organización revolucionaria popular.
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