El proceso revolucionario corresponde a una necesidad social y política de un país determinado. Pese a que el sistema capitalista tiene carácter internacional, en cada país opera de acuerdo a su historia y sus condiciones específicas. La revolución se hace contra el sistema capitalista pero de acuerdo a las características de cada nación y de cada momento histórico. Es lo que Lenin llama el ritmo de la revolución.
El 23 de enero de 1958 fue uno de esos momentos de crisis política que pudo conducir a una transformación revolucionaria de fondo. Sin embargo, la izquierda, particularmente el PCV, que brillantemente había elaborado y llevado a la práctica la teoría política que derrocó a la dictadura, no entendió en ese momento la naturaleza del poder, no entendió que en una crisis política lo que está en juego es el poder y que las clases sociales luchan por asumirlo.
No supimos apuntalar la Junta Patriótica que había sido el instrumento que condujo la lucha contra la dictadura y las clases dominantes optaron por disminuir su papel ampliando su número con sectores de diversa índole.
Por otra parte, dos aspectos esenciales no fueron planteados por la izquierda: las reformas petrolera y agraria. La primera habría financiado la segunda y con la última hubiéramos incorporado al campesinado al auge de masas que existía en Caracas y en las ciudades principales de la cuña central del país. La prueba de que se trataba de políticas pertinentes es que la reforma petrolera la implantó la Junta presidida por Edgar Sanabria después del triunfo electoral de Rómulo Betancourt y que la reforma agraria se llevó a cabo bajo el gobierno derechista de Betancourt.
De haberse levantado estas políticas como banderas del movimiento popular, se habría elevado el auge de las masas y Betancourt ni candidato hubiera sido porque en su propio partido habría fuerte oposición a su candidatura. No olvidemos, además, que había ganado con los votos del campo.
Hacemos esta breve reflexión porque la experiencia nos enseña que no debemos incurrir en ciertos errores u omisiones porque en política revolucionaria cualquier falla se paga a lo largo del tiempo. Los errores cometidos después del 23 de enero costaron al país 40 años de gobiernos proimperialistas. Tampoco debemos olvidar que en el auge de masas que puso en fuga al dictador y que continuó a lo largo de 1958, jugó papel de extraordinaria importancia la unidad sindical y la unidad cívico-militar.
El movimiento de masas que culminó con el derrocamiento de la dictadura y la derrota de los golpes reaccionarios posteriores fue posible por la unidad nacional, a la cual se incorporaron las Fuerzas Armadas, en cuyo nombre había gobernado el régimen dictatorial y de no haber existido la unidad sindical, la unidad nacional no habría adquirido la amplitud que tuvo. En las acciones de masa que derrotaron los golpes reaccionarios jugó papel destacado esa unidad sindical. El PCV denunciaba acertadamente que los golpes eran propugnados por el imperialismo y los latifundistas y, en consecuencia, las reformas petroleras y agrarias eran una manera de arrancarle el poder a estos dos sectores.
Estas son enseñanzas que debemos tener muy en cuenta en los momentos en que vivimos un proceso revolucionario como el de la Revolución Bolivariana, que es desde el punto de vista histórico una continuidad del 23 de enero de 1958. En ese sentido, debemos acoger como hecho positivo de aquel momento la unidad sindical, sin la cual no hubiéramos logrado el poderoso movimiento de masas de entonces. También debemos recoger como hecho negativo la eliminación del papel fundamental que debió haber jugado la junta patriótica en los meses posteriores al 23 de enero. En nuestros días, consideramos que el Gran Polo Patriótico está llamado a desempeñar un papel de mayor significación en el proceso revolucionario venezolano.
El futuro de la revolución depende de la unidad sindical y el papel político del Gran Polo Patriótico.