El Estado venezolano ha puesto la bandeja de la paz servida sobre la mesa. Quienes quieran servirse deben sentarse a la mesa y disfrutar la velada. Por ello, ha convocado a este mago evento denominado Conferencia Nacional por la Paz y se ha escogido el propio palacio presidencial como sede. Algunos tópicos resultan semánticamente interesantes: diálogo entre partidos, diálogo de la sociedad, la no violencia, ejercicios de tolerancia, el derecho a disentir con respeto y la búsqueda de la convivencia, entre otros. Se supone que los actores políticos y económicos deben acudir a eso que el periodista José Vicente Rangel denomina la sindéresis. Sin embargo, la posición radical de la oposición tiene matices de soberbia, de arrogancia, de prepotencia y de absoluta ignorancia por cuanto se niegan a participar y su vocero Capriles Radonski actúa como un bebé rebelde y no como el estadista que pretende ser. Aunque su actitud sea personal respecto a Nicolás Maduro, Diosdado Cabello o cualquier otro líder de nuestra revolución, lo correcto es plantarse frente al enemigo, cara a cara, y hasta el tan cacareado “debate” que él convoca “para decirle al pueblo las verdades”, pueden devenir de ese encuentro. Esto demuestra que en Venezuela la política seria, la posición transparente, con verdadero sentido del interés colectivo lo tiene el gobierno nacional.
Los lloriqueos, las marchas, los saqueos, las guarimbadas, los cierres de calles, la regadera de basura, las humaredas y toda la porquería verbal que oíamos a diario para demandar “cese a la represión”, “No + balas”, “No a la inseguridad”, “No a la escasez”, entre otras consignas, se va por la cañería cuando la gente de la MUD y demás líderes revoltosos ignoran el llamado del Consejo Federal de Gobierno y de la Conferencia Nacional de la Paz para tratar asuntos de interés capital. Esto demuestra que la oposición no quiere gobernar ni quiere dejar gobernar al Presidente Nicolás Maduro. La oposición quiere derrocar al Presidente, desconoce al gobierno legítimo, ignora el derecho de Estado constituido, exige ilegítimamente la renuncia del Jefe de Estado y se presta a interés de los Estados Unidos y demás combo imperialista, creyendo que los venezolanos somos pendejos.
Hermanos revolucionarios, el huracán de la historia lo prendió Hugo Chávez Frías en nuestros corazones. Ni que decapiten su busto por intolerancia ni que nos tiren piedras y descarguen su odio contra los bienes patrimoniales del Estado debemos caer en su provocación.
El país se merece un futuro próspero y el socialismo revolucionario lo ha encaminado a pesar de la sostenida y recurrente guerra económica, el acaparamiento, la negativa de los empresarios para producir, el chantaje de los dólares y el saco de excusas para mantener latente la queja de que el gobierno los asfixia y que no hay productos nacionales suficientes. Chávez dio un gran impulso a nuestra economía y creó nuevas empresas, propuso las cooperativas y apoyó la pequeña y mediana empresa. Hay que fortalecer esas mínimas estructuras productivas para no depender de los grandes consorcios, los cogollos y las poderosas cúpulas económicas. Hay que corregir errores y trabajar más. Hay que desmembrar la articulada corrupción administrativa. Hay que facilitar la inserción de la inversión extranjera pero con respeto a la soberanía y dejar abierta la puerta y la invitación a la mesa de la paz y la tolerancia para que los oligarcas se incorporen productivamente al desarrollo nacional.
Los médicos, los abogados, los ingenieros, los educadores, las enfermeras, los estudiantes, las amas de casa, las ancianos y ancianos y en general los jóvenes que se prestan para esas guarimbadas de calle, por favor no arriesguen sus vidas sin sentido. Aprovechen su tiempo y su vida. Ustedes no son políticos sino marionetas. El odio hacia el gobierno no ayuda a Venezuela. Expresen su inconformidad de la manera adecuada pero eviten ese trillado método que les impuso esa derecha enferma de rencor. El voto es el instrumento democrático legítimo para expresarse. La paz y la tolerancia constituyen la esencia de la democracia.