La idea de un partido único, lo mismo que un frente unitario, siempre se ha paseado por las mentes de muchos chavistas, de algunos revolucionarios y de no pocos rebeldes que ven en estas opciones la posibilidad de lograr que el proceso revolucionario bolivariano se depure, se profundice y se consolide de manera definitiva y efectiva; logrando, al mismo tiempo, un tipo de organización política que se convierta en esa vanguardia revolucionaria esclarecida, tan necesaria y tan ausente en este novedoso proceso. Aunque ambas propuestas pudieran funcionar y obtenerse algunos resultados positivos, la realidad conspira contra las mismas por diversas razones.
De constituirse un partido único como algunos lo proponen, habría que plantearse no pocas interrogantes, en especial, sobre cuál sería su pilar ideológico, habida cuenta que una gran mayoría de los seguidores de Hugo Chávez carecen de una adecuada formación ideológica revolucionaria (o, por lo menos, no nutrida en el socialismo) que haga suponer su compromiso con el cambio estructural y la construcción de esa sociedad de nuevo tipo que sería entonces el socialismo del siglo XXI. A pesar de las buenas intenciones, lo del partido único sería negar la pluralidad que debiera caracterizar al nuevo modelo revolucionario que nace en Venezuela, sobre todo, en lo que tiene de democrático, participativo y protagónico. Otra cosa es que éste institucionalizaría la permanencia casi vitalicia de una dirigencia partidista que, a final de cuentas, sería un serio obstáculo al proceso de horizontalización democrática con el cual está identificada la mayoría de la colectividad venezolana; a menos que
se impongan límites similares a los del Partido Comunista de China, por ejemplo, cuya dirigencia tiene un máximo de edad, siendo relevada por una más joven. Si ello fuera posible, tendría que garantizarse la existencia de corrientes internas, de modo que no se impongan el reformismo de derecha, el dogmatismo y el autoritarismo, negadores todos ellos de la democracia, la participación popular, el debate ideológico, la conciencia revolucionaria y la libertad, elementos taxativos de toda revolución verdadera. Como es obvio, tal propuesta requiere que nazca de abajo hacia arriba, producto de la identidad común de las luchas populares y de la necesidad sincera de trascender el limitado marco de referencia del reformismo y transitar resueltamente por el camino de la revolución popular y el socialismo.
Lo más viable –por sus efectos en lo inmediato- es la integración de un amplio frente revolucionario con todas las fuerzas y sujetos sociales y políticos identificados plenamente con los objetivos básicos de la revolución. Al respecto, cada una de estos fuerzas y sujetos mantendrían su propia identidad, pero abocados todos a elevar el nivel de madurez político-ideológica del pueblo, su organización a todos los niveles posibles, así como su protagonismo, su participación efectiva en la toma de decisiones y la satisfacción de sus más sentidas reivindicaciones socio-económicas; de modo que todo ello, en conjunto, sirva de molde para que el proceso revolucionario venezolano abandone ese prolongado período de transición en que se encuentra y comience, en consecuencia, a edificar el nuevo Estado revolucionario, lo mismo que la nueva realidad económica, social, política, cultural y moral que demanda la Venezuela del siglo XXI. Hasta la fecha, dicha propuesta sólo se ha manejado a nivel electoral cuando de lo que se trata es de activarla en todos los ámbitos y en todo momento, destacando –por encima de cualquier otro interés- la necesidad de profundizar realmente el hecho revolucionario y extremar la separación entre los sectores reformistas que controlan el poder, por ahora, y los sectores revolucionarios marginados, pero en lucha al lado de las masas populares. Esta profundización, de mantenerse en el tiempo, es lo que permitirá en un futuro la posibilidad de establecer un partido único de la revolución bolivariana, con todos sus riesgos y sus buenos augurios, pero acrisolado por la lucha diaria, el combate al reformismo, a la corrupción y al burocratismo ineficiente, al igual que por la búsqueda del bien común, el amor a la Patria y a los valores republicanos y, muy especialmente, por la identidad ideológica común a todos los revolucionarios.-
¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!