Jaime Lusinchi, la última oportunidad que tuvo la cuarta

No hubo durante los cuarenta años de gobierno que ejerció la cuarta república algún líder de ella que tuviera, a la sazón de las azarosas circunstancias políticas que le afectaban en aquellos tiempos, tanta simpatía popular como la tuvo el pediatra adeco y ex presidente Don Jaime Lusinchi.

El impulsivo hombre de amores mil con Blanca Ibáñez, la mujer que a tantas conjeturas sometió aquel gobierno, llegó a Miraflores con una derivación electoral jamás obtenida por candidato alguno de la cuarta tras un abanico de promesas sociales y habiendo derrotado nada más y nada menos que a Rafael Caldera quien gozaba de amplísimas simpatías en el estrato de la derecha de entonces y entre algunos sectores de izquierda que con el calderismo siempre coquetearon y que aún hoy continúan coqueteando, cuando no se han adherido descaradamente a la derecha más conservadora. Pero no condujo a nada positivo aquel gobierno de Don Jaime.

Lo primero que hizo fue sacrificar las remesas financieras del país, cuando configuró un convenio con los intereses trasnacionales queriendo pagar al rompe aquella deuda externa que sus compañeros en gobiernos precedentes habían adquirido. Y desde el principio entonces ese gobierno adeco se desbarató. Toda aquella situación socio económica que ya viniendo muy mal desde aquel alucinante desgobierno de CAP primero y de Luis Herrera después y que ya estrangulaba severamente las clases populares, pudo haberse extremado por los terribles casos de corrupción que llevaron a varios altos gobernantes a la palestra pública del descredito. Los casos de los jeeps y de la llamada manzopol son emblemáticos de aquel desgobierno. Y todo aquello quedó teñido por las incidencias pasionales de la pareja Jaime-Blanca que tanto horror con pigmentos de impudicia pudo expresar en un silencio a voces que corrió por los pasillos del país.

Todo eso entonces, es lo que conforma hasta hoy día una añeja ceguera entre el liderazgo de la cuarta y sus herederos de hoy y una fuerte resistencia a la rectificación que los llevaron a los peores deméritos populares que los conduce desde ya a la expiación por muchos años. Pudo alguna vez Don Jaime, en un arrebato de sentimiento culposo, expresar que la banca lo había engañado. No se aleja esa expresión de la sincera debilidad manifiesta de un hombre que con tales enflaquecimientos espirituales no debió nunca llegar al estrado presidencial de un país siempre acosado por los imperialismos del mundo que codician sus riquezas.

Hoy fallece nonagenario el ex presidente Jaime Lusinchi y la historia temprana marcará con agresivo encono el puesto que tenía preparado para ese hombre que consumió en vano, la última oportunidad habida para reivindicar esa cuarta república donde se desenvolvió


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Neri La Cruz


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