Esta máxima del Libertador, que, más máxima es una advertencia lapidaria y que fue profética, tanto que su inmensa obra libertaria, aunque nos libró del yugo español que era la dominación y explotación de un imperio, no pudo completarse, entre otra razones y precisamente por las divisiones internas, por las ansias de poder, lo cual le colocó en bandeja de plata a nuevos imperios que siguieran dominándonos, por la vía del control de nuestras economías y una transculturización que hoy en día se traduce en el manejo interno y externo de la mayoría de los medios de comunicación, incluidas las llamadas redes sociales que tanta influencia han tenido en los conflictos cruentos de los últimos tiempos, cuando han servido para distorsionar la verdad y venderle al mundo imágenes tergiversadas de las realidad.
En este panorama de guerra llamada de cuarta generación enfrentamos, los revolucionarios, que desde 1998, estamos sumados a esta causa del pueblo y porque alguien como Chávez apareció para levantar las banderas que nos llevarán a completar la obra de independencia, no podemos, por ningún motivo repetir la historia de traiciones y divisiones que dieron al traste con los logros de la luchas de nuestros libertadores que echaron de aquí al imperio español, pero que por la anarquía que acabó con la unidad, dejó inconclusa la obra de Bolívar y de tantos otros que dieron su vida y su sangre por esta Patria.
Ahora cuando llevamos 15 años luchando por ser por fin libres, esta vez contra el más poderoso imperio de la historia de la humanidad, nadie por muy pintado que se crea, por muy Giordani o Navarro que se llame puede por ninguna razón darle armas al enemigo, para que como antaño se aproveche de una actitud inaceptable y por esa vía pueda ganar terreno en su empeño de dominación que con debilidades y fortalezas, aciertos y errores la Revolución Bolivariana ha venido derrotando.
Aceptemos que dos de los más connotados miembros de la cúpula de la columna vertebral de este proceso que es el PSUV, como muchos otros del universo revolucionario, tengamos diferencias sobre el modo en que se intenta consolidar la obra y el legado de Chávez que él llamó “Socialismo el siglo XXI”, al que le agregó la denominación de Bolivariano y Cristiano” y que con su partida ha devenido también en chavista y que busca ser original, a la venezolana, inventando y errando pero avanzando hacia el objetivo supremo de uno de sus inspiradores: “la mayor suma de felicidad para el pueblo”. Lo que es inaceptable y menos cuando estamos librando una guerra en frentes diversos, contra poderosos enemigos internos y externos y teniendo una tribuna interna en la que se puede aprovechar la democracia partidista para dejar sentado cualquier punto de vista, como es el Tercer Congreso del PSUV en pleno desarrollo, donde Giordani y Navarro bien pudieron haber concurrido y mediante documentos argumentales dijeran todo lo que creyeran conveniente y así como en la mejores familias evitar que se produjeran situaciones que nos hicieran pensar en divisionismos inaceptables, repudiables y que le causarían grave daño al legado de Chávez y por esa vía a los logros en beneficio del pueblo.
Lo sucedido podríamos verlo como muy normal, pues jamás encontraremos en un colectivo político y menos del tamaño del PSUV, coincidencias absolutas en cuanto a los procedimientos para enfrentar, sobre todo, la problemática económica, que no cabe duda ha tenido su dosis de errores, ¿Qué economía no los ha tenido?, pero que está siendo inmisericordemente atacada, con una inflación inducida con herramientas perversas como una operación morrocoy de las empreas productivas en manos de la derecha que son las más y por esa vía marcado desabastecimiento, pero además un acaparamiento criminal, una arremetida brutal del contrabando, situaciones contra las que hay que aceptar, no estábamos preparados, razón por la cual a veces luce como si estuviésemos perdiendo la guerra, olvidando que de nuestro lado hay un pueblo graduado en resistencia desde el 2002, en que este pueblo escribió una página en la historia que es única y que repetiría con más fuerza, porque hemos avanzado de tal forma en organización, pero eso si siempre y cuando nos mantengamos unidos ante cualquier circunstancia pues de otra manera, quienes así no actuasen, se convertirían en enterradores de un proceso que más nunca podríamos reeditar, pues no es nada fácil que surja otro Libertador, ya ha sido mucho que Dios nos haya regalado dos gigantes, el último de ellos que no sólo en su proclama como el primero nos pidió unidad absoluta, sino que nos ordenó, como él lo hizo entregarle la confianza a quien escogía como sucesor y garante de su obra.
Por ello cualquier acción que contribuya a torcer el camino trazado puede causar graves daños a su legado e incluso dar de nuevo al traste con este nuevo intento por lograr nuestra verdadera independencia, para lo cual no hay excusas.
Así que cada voz disonante que salga de nuestras filas, será aplaudida por la canalla, será una braza que se arrima al fogón de la contrarrevolución donde hierve el agua en la que los enemigos de la patria quieren cocinarnos y destrozar una obra que con múltiples sacrificios ha permitido logros inocultable que como dijo un ex presidente podrían desaparecer para “retrotraernos a etapas ya superadas”.